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Autor: Ernesto Kraft

Una de las palabras más poderosas y profundas en las Escrituras es la verdad de que Dios es el primero y el último, el inicio y el fin. Pareciera que Dios fue el gran perdedor en la escena de la cruz. Pero no fue así.


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PE2845- Estudio Bíblico
Jesús tiene la última palabra (18ª parte)



Gracias, amigos, por estar una vez más con nosotros en este estudio. Venimos analizando las últimas frases de Jesús antes de morir en la cruz. En esta ocasión continuaremos con el repaso de “Consumado es” que es la noticia más importante de la crucifixión. El programa de hoy, comienza con una pequeña historia. Cierta vez, un niño invirtió muchos días de duro trabajo para construir un barquito a vela. Cuando lo terminó de armar fue hasta el río para comprobar si funcionaba su juguete. El barquito flotaba suavemente sobre el agua. Pero, para sorpresa del niño, la corriente del río fue alejando el barquito de la orilla, hasta desaparecer de su vista. Volvió a casa frustrado y abatido.

Algunos días después, el niño vio su barquito en la vitrina de una tienda. Fue y le dijo al vendedor de la tienda que el barquito era obra suya y que le pertenecía. Sin embargo, el vendedor no quería ceder, solamente se lo daría cuando el niño le pagara el precio que estaba fijado en la vitrina. El niño trabajó durante semanas para juntar el dinero y comprar su barquito. Con su dinero en la mano, fue hasta la tienda y compró el barquito. El niño volvió a casa gritando de alegría: “¡El barquito me pertenece por segunda vez ahora, pues lo rescaté!”. Qué bueno saber que nuestro Padre celestial también se interesa de esa misma manera por nosotros.

Dios dice: “¡Tú me perteneces, tú me perteneces por segunda vez, pues te compré!”. Detengámonos para pensar un poco en la noche de la redención en Egipto. La orden era que cada familia israelita matara un cordero macho de un año sin defecto; que después tomara la sangre y con ella marcará el exterior de su casa. Así, cuando el ángel destructor pasara aquella noche, no entraría en aquellas casas donde viera la sangre. ¡Eso es fe! Quien estaba del lado de adentro de la casa no veía la sangre. Pero eso no importaba. Lo importante era que Dios viera la sangre, y eso era suficiente.

En aquellos momentos decisivos, cuando se oían gritos de desesperación por todo Egipto, las emociones de muchos se alteraron, pero la fe en la palabra de Dios, que había dicho que en la casa marcada con la sangre el ángel no entraría, era la única garantía de pasar a salvo por toda aquella situación. El dilema es: ¿dónde va buscar usted su garantía y confianza? ¿En la palabra de Dios o en sus emociones? Vencieron aquellos que no dieron oídos a las emociones o a cualquier otra cosa, sino que confiaron exclusivamente en la palabra de Dios.

Cuando hoy día nosotros decidimos confiar solamente en la obra realizada en la cruz estamos actuando igualmente como aquellos israelitas en la noche de redención en Egipto. Nosotros también no debemos mirar hacia dentro de nosotros, como buscando algo dónde podamos apoyarnos. Las Escrituras en Romanos 7 nos alertan que ahí no encontraremos nada bueno. Por el contrario, la actitud correcta es mirar hacia fuera de nosotros, hacia la cruz. Hechos 12:1-2 Dice: Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios.

Notemos el énfasis del texto: mirar hacia Jesús, una clara referencia a Su cruz en el contexto de Hebreos. No son nuestros supuestos merecimientos los que pueden garantizar nuestra aceptación delante de Dios, sino solamente la justicia infinita alcanzada por el Hijo de Dios en la cruz. El profeta Isaías 64:6 lo expresó con las siguientes palabras: Si bien todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias como trapo de inmundicia; y caímos todos nosotros como la hoja, y nuestras maldades nos llevaron como viento. Y todos nosotros necesitamos tomar consciencia de eso; la obra de Cristo es plenamente suficiente para usted y para mí. Solamente ella nos garantiza el acceso a la presencia de Dios. Cualquier otra cosa es mentira. “Está consumado” significa que, para todos los problemas e imposibilidades de nuestras vidas, Jesús es la solución. Por causa de la obra de Jesús usted puede mirar hacia adelante y alegrarse, porque Jesús ya lo hizo todo y nada fue olvidado.

La séptima frase de Jesús en la cruz es también conocida:Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Una de las palabras más poderosas y profundas en las Escrituras es la verdad de que Dios es el primero y el último, el inicio y el fin. Pareciera que Dios fue el gran perdedor en la escena de la cruz. Pero no fue así, Él tuvo la última palabra, incluso en esa situación. Dios tuvo la última palabra, porque es mayor que el pecado, mayor que la muerte. 1 Corintios 15:55-57 dice: ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria? Ya que el aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado, la ley.  Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo.”

La última palabra de Jesús nos enseña que ni las circunstancias, ni el enemigo, ni hombres, ni enfermedades, ni catástrofes, ni la muerte, tienen la última palabra, sino solamente Dios. Los enemigos pueden callarnos, enviarnos a la cárcel, quitarnos todo lo que tenemos, pero no pueden hacernos dejar de orar. Esta arma tan poderosa nadie nos la puede quitar. Jesús, en los últimos momentos en la cruz, usó esa arma: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.” Tienes la última frase. Jesús hizo Su parte y lo entregó todo en las manos de Dios. Necesitamos poner en práctica esa entrega total: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”. Orar y entregar nuestros problemas a Dios, confiando en que cuidará de todo, es hacer nuestra parte. Dios hará Su parte, transformando en victorias aquellas situaciones que parecen negativas.

 A pesar de que su fe sea pequeña y débil, tiene un gran efecto delante de Dios. No ponga atención a los sentimientos de desánimo, sino entregue su situación, que humanamente parece sin salida, en las manos de Dios, y espere en Él. Leemos en el Salmo 37:5: Encomienda a Jehová tu camino, y confía en él; y él hará”. Entregue las situaciones más difíciles en las manos del Señor, sabiendo que Él tiene la última palabra en todas las situaciones, hasta en la hora de la enfermedad, o de la miseria, o de la muerte. Deje las cosas en las manos de Dios, Él lo puede todo.

 A pesar del dolor y del sufrimiento Jesús mantuvo toda Su confianza en Su Padre. ¿Nuestra fe se debilita cuando sufrimos, o envejecemos, como en la vida de Abraham? De él leemos en Hebreo 11:9: Por la fe habitó como extranjero en la tierra prometida como en tierra ajena, morando en tiendas con Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa”. En esa confianza, Abraham entregó su hijo Isaac y en el versículo 17 Dice: Por la fe Abraham, cuando fue probado, ofreció a Isaac; y el que había recibido las promesas ofrecía su unigénito. ¿Será que mantenemos una relación de padre e hijo hasta en las situaciones más duras de la vida? Jesús lo ganó todo, pues nunca se deshizo de la asociación con Su Padre.

¿Hasta qué punto estamos dispuestos a entregar nuestra vida en las manos de Dios? ¿Vivimos con reservas o le entregamos todo? Esa es la gran pregunta delante de la obra de Jesús. Él pregunta: Morí por ti, ¿qué haces tú por mí? Romanos 14:9 dice: Porque Cristo para esto murió y resucitó, y volvió a vivir, para ser Señor así de los muertos como de los que viven”. Si permitimos que Jesús sea el Señor de nuestras vidas, Su muerte en la cruz no fue en vano. Pero el amor no puede ser unilateral. Busca en nuestras vidas lugar para reinar. Busca nuestro amor para con Él.  Así que, busque su confianza en Su Palabra y en la obra que Él realizó.

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