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Autor: Wilfried Plock

Al acercarnos al capítulo 19 verso 31 del Evangelio de Lucas, encontramos la historia del Rico y Lázaro, que fue relatada por Jesús. Esto nos da una idea de cómo son dos posibles destinos del alma luego de la muerte. Ningún encuentro con el mensaje de Salvación es casualidad, y ese es el tema de este programa.


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PE2597 – Estudio Bíblico
Jesús es el camino (13ª parte)



Este mensaje no es una casualidad

En nuestro programa anterior veíamos las características que, según la Biblia tiene el lugar de los perdidos. Vimos que es un lugar donde reina la conciencia, es un sitio de tormento y con recuerdos. Las afirmaciones de Apocalipsis 20:11 y 12 dicen: “Y vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en él, de delante del cual huyeron la tierra y el cielo, y ningún lugar se encontró para ellos. Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras”. Los que van al cielo son aquellos cuyos pecados han sido lavados y eliminados por la sangre de Jesús. Se limpiaron con la sangre del Cordero. Todos los pecados de la película de su vida han sido borrados. Sin embargo, ¿Sabe que los que no son salvos van a llevarse sus pecados a la eternidad? Satanás muestra el pecado como algo apetecible, pero oculta el sabor amargo que deja después. El pecado nunca es inofensivo, es lo más sucio que existe, porque no solo arruina esta vida terrenal sino también la vida eterna.

Cuando alguien reconoce esto se le abren los ojos y es capaz de ver el poder destructivo del pecado. Si tú también puedes verlo clama: Señor Jesús, ¡sálvame de mis pecados! Querido amigo, reconoce la verdadera esencia del pecado y a dónde te lleva. Corta con el pecado y sepárate de él. Continuando con la descripción de la Biblia sobre el lugar de los perdidos, podemos decir que es un sitio definitivo. Abraham menciona un abismo entre el cielo y la tierra. Este abismo es infranqueable, esto quiere decir que no hay una segunda oportunidad. El purgatorio no existe. La palabra de Dios lo dice claramente en Hebreos 9:27 que: “…está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio”. Hay otra canción que dice: “Ocúpate del bienaventurado presente que la gracia tiene un límite y un tiempo”.

La Biblia no habla de la reencarnación. Esta enseñanza procede, originalmente, de la filosofía hindú. En ella encontramos un concepto cíclico del mundo. La Biblia, sin embargo, enseña un mundo lineal, de comprensión de la historia. Nuestra vida tiene un principio y un fin; después tenemos que asumir nuestra responsabilidad ante Dios, lo queramos así o no. El lugar de los perdidos es un sitio de acusación propia. ¡Cuántas oportunidades perdidas van a ver las personas ante sus ojos! Seguramente el rico dijo más de una vez: “Un metro ochenta bajo tierra y después se acaba todo. Nadie ha regresado todavía. La vida se tiene que disfrutar aquí y ahora. El cielo y el infierno son cuentos de viejas que solo quieren comerle la cabeza a la gente para arrastrarla al cielo. Vivir con alegría y morir feliz significa quitarle el negocio al demonio. Camarero, ¡otra ronda! Yo invito”. Y probablemente siguiera bebiendo, burlándose y pecando.

Pero, ¿ahora qué? Ahora se ve todo diferente. Probablemente se haga los peores reproches: Antes cuando me iba tan bien… En aquel entierro donde vi tan claramente la seriedad de la eternidad… Cuando estaba a punto de operarme en aquel hospital… Aquel día en la iglesia cuando se predicó claramente acerca de volver al buen camino… Aquella vez cuando fui por compromiso a la iglesia… ¿Por qué no hice caso del amor de Dios? ¿Por qué no contesté? No se puede convertir cuando quiera. Sin embargo, hay momentos en los que Dios se acerca a una persona. Este capítulo tampoco es una casualidad. Es un mensaje de Dios para ti. Así que deja que Dios te salve, si no, la eternidad será un sitio de eterna recriminación para ti. Un poeta alemán dijo: “Lo que rechazas en un minuto, jamás lo recuperas”.

El lugar de los perdidos es un sitio de preocupación. El hombre rico quería advertir a sus hermanos. “Padre Abraham, tengo cinco hermanos…”. Si los que están en el infierno pudieran venir a la tierra solo por 24 horas, no perderían ni un minuto para comer, beber o leer el periódico. Avisarían por todos lados: “Arrepiéntanse y crean en el evangelio». Serían unos evangelistas apasionados. Sin embargo, no pueden venir. Abraham le remitió a la Sagrada Escritura leemos en Lucas 16:29: “…a Moisés y a los profetas tienen; óiganlos”. Al hablar de Moisés y los profetas, se refería al Antiguo Testamento, la Biblia de aquel entonces. Sin embargo, el rico había rechazado la Palabra de Dios. Esa es la razón por la que se encontraba en el lugar de los perdidos.

El lugar de los perdidos es un sitio de promesas caducadas. Dos peticiones se alzaron al cielo y ambas fueron rechazadas. La Biblia está llena de promesas sólidas de Dios. Dos ejemplos el Salmo 50 verso 15 dice: “Invócame en el día de la angustia. Te libraré y tú me honrarás”. Y Hechos 2:21 dice: “Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo”. Sin embargo, todas estas promesas tienen validez solo en esta vida, el infierno es un lugar de promesas caducadas. Ahora puede usted ver de manera especial la importancia de la eternidad. ¡Cuánto me alegro que entre usted y el infierno se encuentre la cruz de Gólgota! Dios le está llamando: venga a la cruz, allí pagó Jesús por “su infierno”. Allí Dios lo trató como pecador, puede confirmar esto leyendo 2 Corintios 5:21. Dios cargó todos los pecados –también los de la película de su vida – en su Hijo. Así que Dios tuvo que apartarse y Jesús gritó: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”. ¿Sabe por qué? Para que nosotros no tuviéramos que ir allá. Dios no quiere que vayamos al lugar de tormento. Él no tiene el infierno preparado para las personas sino para el demonio y sus ángeles. Dios le ama. Él quiere salvarle de sus pecados y de su vida perdida. Él quiere limpiarlo de su culpa y dejarle blanco como la nieve. “…la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado”. Arrodíllese ante Dios, confiésele su culpa y egoísmo. Crea en el Señor Jesús y sígale.

Así su eternidad será totalmente diferente. Si su vida le pertenece a Jesús, si está dispuesto a para vivir con Él y, si es necesario, hasta sufrir por Él, entonces le espera la gloria eterna. Los hijos de Dios saben que lo mejor está aún por llegar. Lázaro, esa triste figura atormentada, que durante años vivía de la basura de los ricos, estaba en el paraíso. Su muerte fue un regreso a casa, una herencia. Se acabó el hambre, las enfermedades, las injusticias, las lágrimas. En lugar de eso encontró alegría, felicidad, luz, calor y armonía eterna. Lo que ningún ojo vio, ni ningún oído escuchó, lo que ningún hombre pudo imaginar, eso es lo que Dios tiene preparado para los que le aman.

Sin embargo, lo más hermoso de la nueva vida con Dios es una persona: Jesucristo. Nosotros cantamos a menudo en entierros una canción que dice así: “Cuando después de la Tierra, el sufrimiento, el trabajo y tormento yo ande por las calles doradas, solo ver a mi Redentor será razón de alegría y adoración”. Eso mismo dijo el moribundo teólogo Adolf Schlatter: “Déjate de calles doradas, yo solo quiero una cosa, abrazarme del cuello de mi Salvador”. Calcule el costo y luego tome una decisión responsable. Cuando decida estar con Jesús, permítale ser su Señor y Salvador personal.

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