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Autor: Wilfried Plock

¿Cómo puede permitir Dios el sufrimiento personal? ¿Por qué a mí y no a otro? ¿Por qué precisamente yo? ¿Por qué? Me llama la atención una cosa. En la Biblia, cuando preguntan por qué, siempre se lo hacen a Dios. Las personas no entienden su vida y se dirigen en oración a Dios: ¿por qué, Señor?


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PE2595 – Estudio Bíblico
Jesús es el camino (11ª parte)



Dios y el sufrimiento personal

Amigos, hemos estado hablando del sufrimiento en el mundo y cómo puede Dios, siendo bueno, permitirlo. Pensemos ahora en el sufrimiento personal. Le advierto que esto es aún más difícil. En marzo de 1989, visité a una familia que estuvo a solo veinte metros del lugar donde se cayó un avión. Un niño quedó milagrosamente ileso, otro lesionado y otro gravemente herido al igual que la madre. Además, el padre falleció en el hospital por causa de las quemaduras. ¿Cómo pudo permitir Dios eso? Medio año más tarde, asistí a un entierro. Micaela, una hermosa joven de 30 años, feliz, falleció por causa de un cáncer terminal. En el entierro, rodeado de tanta gente también me pregunté, cómo podía Dios permitir eso. Estoy seguro de que la mayoría de los que leen esto podrían contar una historia personal de sufrimiento. Hay mucha gente que ha pasado por situaciones difíciles: pérdida de padres a una temprana edad, del cónyuge, de un hijo. Algunos no dejan nunca de sufrir, otros nunca superan la depresión. Otras personas viven con esclerosis múltiple, problemas de espalda o padecen cáncer.

¿Cómo puede permitir Dios el sufrimiento personal? ¿Por qué a mí y no a otro? ¿Por qué precisamente yo? ¿Por qué? Me llama la atención una cosa. En la Biblia, cuando preguntan por qué, siempre se lo hacen a Dios. Las personas no entienden su vida y se dirigen en oración a Dios: ¿por qué, Señor? Tras la época intelectual de la Iluminación, hubo un cambio claro de perspectiva. Ya no se preguntaba el por qué a Dios. No se esperaba una repuesta a la oración, sino que todo debía medirse con la “razón”. En los siguientes siglos, este caldo de cultivo filosófico produjo varios intentos de respuestas a esta pregunta del por qué. Me gustaría esbozarlas brevemente. Hubo un intento de responder con la historia universal.

Este movimiento está representado principalmente por los alemanes Georg Wilhelm Friedrich Hegel y Karl Marx. Ellos enseñaban que: «La historia procede. Se desarrolla hacia lo superior. Mi pequeño sufrimiento personal no es importante en ella. Yo solo soy una rueda diminuta en el gran movimiento de la historia universal. Yo sufro ahora pero las generaciones futuras estarán mejor». La Biblia rechaza totalmente este punto de vista. Somos criaturas de Dios, Él nos ama y tiene un buen plan para nuestra vida.

Existe también el intento de responder con la justicia. Afirma que el sufrimiento de las personas va precedido de algún error o fracaso personal o, incluso, podría deberse a alguna razón natural. Se cumpliría así la lógica jurídica de causa-efecto. Los judíos también les preguntaron a los discípulos con respecto al ciego de nacimiento como leemos en Juan 9:1-3: “¿Quién pecó, este o sus padres?”. Jesucristo rechazó categóricamente su insinuación diciendo: “No es que pecó éste, ni sus padres”.

El intento de una respuesta dual. Este enfoque se basa en una fórmula sencilla: Dios es el responsable de que haga buen tiempo durante las vacaciones, pero Satanás es el culpable del dolor de muelas o el mal de amores. Lo que es lo mismo que decir: todo lo malo viene de parte de Satanás y todo lo bueno de parte de Dios. Esto no se enseña en la Biblia y no es cierto. Un hombre dijo una vez algo muy sabio: “Aunque todo lo bueno viene de Dios, el demonio abusa de ello para hacer el mal y, aunque todo lo malo viene del demonio, Dios lo utiliza para hacer el bien”.

¿Qué más nos queda? Las respuestas que hemos visto hasta ahora no nos sirven. Vamos a analizar una respuesta más: se trata de la respuesta pedagógica. Consiste en no preguntar el por qué, sino el para qué. El profeta Jeremías lo expresa en su conocido capítulo 29 verso 11: “Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis”. Eso quiere decir que Dios tiene una intención amorosa con nuestro sufrimiento. Cuando sufrimos personalmente, el sufrimiento nos cambia, no somos los mismos. O bien nos acercamos a Dios o nos alejamos de Él. Esto lo he observado en muchas ocasiones.

Creo que me puedo atrever a hacer la siguiente afirmación: cuando una persona no creyente sufre, es porque Dios quiere atraerla hacia Él. En 1984, conocí a un matrimonio joven que tenía tres hijos. Todos estaban sanos, tenían una casa, amigos, etc. Pero su suerte no estaba a salvo. En agosto de 1983, un camión arrolló a su hijo menor y la familia sufrió de manera indescriptible. ¿Quieres saber cómo usó Dios esta situación? El padre del joven me dijo literalmente, analizando la vida matrimonial que habían llevado: “Nosotros éramos evangélicos, bautizados, pero en el fondo ateos”. Fue una maravilla cómo finalmente se convirtieron al Señor y empezaron un grupo de estudio bíblico en su casa.

Sé perfectamente que no siempre hay un final feliz, sin embargo, Dios tiene siempre la misma meta. No tiene planes de calamidad para nosotros –Él no aflige nuestros corazones – sino planes de bienestar.

Si te estás preguntando: ¿por qué sufro tanto? Mi respuesta es la siguiente: porque Dios te ama tanto, Él lo ha hecho todo por ti. Te ha dado a su Hijo. Él ha hecho mucho a lo largo de tu vida, pero no le has escuchado. Probablemente, Dios permita que atravieses por sufrimiento para darte una nueva oportunidad para que despiertes y cambies de rumbo. Hay una canción que dice así: “Ya sea con amor, ya sea con sufrimiento, ven Señor mi Dios a mí, a prepararme el corazón, para entregártelo a ti”. Dios tiene un objetivo con tu sufrimiento. Quiere que dejes tu religiosidad superficial y que te entregues a Él de corazón, que le confieses tus culpas, que experimentes el perdón y la paz y que sigas una vida nueva con Jesús. ¡Eso es lo que Dios quiere!

Dios sabe el por qué, así que no te quedes anclado en el “por qué”. Por supuesto que podemos preguntárnoslo, hasta Jesús gritó en la cruz: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”. Pero no te quedes estancado con esta pregunta. He oído de unos padres que tuvieron que enterrar a sus hijos y en la lápida solo leían dos palabras: “¿Por qué?”. Sin embargo, unos años más tarde encargaron que añadieran unas palabras más: “¡Dios sabe el por qué!”. Ellos fueron capaces de entender para qué tuvo que suceder esa desgracia. El doloroso “por qué” nos va a torturar hasta que seamos capaces de ver el “para qué”. ¿Sabes para qué llegó el sufrimiento a tu vida? ¿Te ha dado Dios la respuesta?

Dios quiere atraer a los cristianos para que estén más cerca de Él. Cuando se presenta el sufrimiento en la vida de los creyentes, es porque Dios quiere que se acerquen más a Él. Cuando falleció la esposa del pastor Johannes Busch y sus siete hijos se encontraban rodeando el féretro, al lado de la tumba, él dijo las siguientes conmovedoras palabras: “He hecho muchas oraciones fúnebres en este cementerio. Muchos oyentes habrán pensado: hablas bien, espera a que te toque a ti. Hoy me ha tocado y probablemente te preguntes: ¿qué pasa ahora? ¿Te quedas con el mensaje del amor de Dios en Cristo Jesús? ¡Claro que sí! Me quedo con el mensaje del amor de Cristo Jesús”. Él pudo crecer y madurar en su fe con esa postura tan firme.

Dios puede y quiere utilizar el sufrimiento y las dificultades para acercarse aún más a las personas. Muchos cristianos tuvieron que sufrir para acercarse más al Salvador. Cuando el barco de la fe toca fondo, la confianza aumenta. Sus vidas comenzaron a dar más fruto para que cuando las uvas llegaran al lagar, rebosara el vino.

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