Jabes, un hombre que oró (3ª parte)
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Jabes, un hombre que oró (5ª parte)
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Autor: Esteban Beitze

Con una corta pero profunda oración, Jabes dejó atrás un pasado marcado por el dolor y fue llevado a una vida de excelencia espiritual.


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PE2408 – Estudio Bíblico
Jabes, un hombre que oró (4ª parte)



¿Cómo se encuentra, amigo? Qué bueno es volvernos a encontrar. Ya estuvimos viendo en detalle el pedido de bendición que le hizo Jabes a Dios, y hoy nos toca comenzar a estudiar el pedido de provisión. En 1ª Crónicas 4:10 leemos la frase “ensancharas mi territorio”. Esta segunda petición tenía que ver con su heredad; Jabes quería más, llegar a más. Tenemos que tener presente, que cuando Israel entró a poseer la tierra prometida, cada tribu recibió su heredad. Pero lamentablemente, aunque estaba dada la promesa de Dios de una victoria completa, muchas veces aparece la expresión acerca de ciertos pueblos: “no pudieron arrojarlos”. En cuanto a la tribu de Judá, de la cual era Jabes, las Escrituras señalan en Josué 15:63 que ellos no fueron capaces de expulsar a aquellos que ocupaban sus tierras en Jerusalén. No sabemos si la parte que le correspondía a Jabes faltaba ser conquistada, pero lo que es evidente es que él quería más. Si Dios estaba dispuesto a darle la tierra, iba a buscarla. Por lo tanto, al tener que ver con el territorio, ésta petición de Jabes estaba amparada por la promesa de Dios. Lógicamente, Dios tenía que cumplir Su palabra, por lo que le dio a Jabes lo que éste pidió. Por lo tanto, por el contexto y el resultado de la petición, es indudable que él le estaba pidiendo algo al Señor que Le glorificaba y le daba más oportunidades para servir al Dios de Israel. Si pensamos en la ambición de poseer más hoy en día, esto se podrá observar en el mundo entero. Toda la historia de la humanidad se encuentra plagada de guerras y conflictos por la ambición de querer más. El hombre moderno tampoco es la excepción, y esto se puede observar aún en los más pequeños: cuánto les cuesta compartir los juguetes; y siempre quieren lo que tiene el otro. Desde los más chicos hasta los adultos, desde los ricos hasta los más pobres, y aún entre creyentes se puede observar la ambición por lo material.

Pero ¿cuál es la heredad que verdaderamente importa? ¿Cuál es la posesión que se nos está prometida, a la cual tenemos derecho y que podríamos obtener si la pedimos? La posesión más importante en la actualidad, la cual ningún hombre debería perder, la que cada uno debería buscar es la salvación y la vida en plenitud que Jesucristo vino a ofrecer. Juan 10:9-10 registra que Él dijo: “Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos. …Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia”. Lo primero que debe anhelar el hombre es el regalo de la salvación y con esto la vida eterna. No existe propiedad más importante que esta. Sin Cristo estamos perdidos y condenados. Al tener a Cristo y estar en Él, usted tendrá vida en plenitud. Se trata nada menos que formar parte del redil del “Buen Pastor”; y luego el “entrar, salir y hallar pastos”. Tiene que ver con la realidad, que cuando estamos en el Señor, todas nuestras necesidades básicas sobre todo en lo espiritual, serán satisfechas. Como se es guiado por el “Buen Pastor”, también encontrará su lugar, su tarea y objetivo para la vida. Esto es lo que hace al hombre realmente gozoso y satisfecho. Pero sin ello, sin la salvación, se puede ser millonario, y ser la persona más insatisfecha del mundo. Si no tiene esto, usted la persona más digna de lástima, aunque fuera el hombre más rico humanamente hablando.
Justamente esta verdad fue ilustrada por Jesús con una parábola que leemos en Lucas 16:16-21: “La heredad de un hombre rico había producido mucho. Y él pensaba dentro de sí, diciendo: ¿Qué haré, porque no tengo dónde guardar mis frutos? Y dijo: Esto haré: derribaré mis graneros, y los edificaré mayores, y allí guardaré todos mis frutos y mis bienes; y diré a mi alma: Alma, muchos bienes tienes guardados para muchos años; repósate, come, bebe, regocíjate. Pero Dios le dijo: Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será? Así es el que hace para sí tesoro, y no es rico para con Dios”. ¡Qué impactante mensaje! ¿Verdad, amigo? ¿Qué pasaría si le dijeran que esta noche “vienen a pedirle su alma”?

Esto nos hace dar cuenta muy claramente cuál debería ser nuestra verdadera preocupación, y a qué tipo de riqueza nos deberíamos extender. ¿Significa esto que no podemos orar por un aumento de sueldo, un puesto de trabajo mejor, una casa, un auto o cualquier otro bien material? Sí, lo podemos hacer con la condición de no pedir con un propósito incorrecto como lo encontramos en el pasaje de Santiago 4:3: “Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites”. Cuando la petición por lo material tiene como objetivo la ostentación de nuestra parte, el orgullo, la envidia de lo que tienen otros, demostrar a otros que podemos lograr cosas, vivir para el placer y los gustos, entonces no tendrá el favor de Dios. Podemos pedir por la ayuda de Dios en el estudio, pero si un título que logremos nos vuelve orgullosos y provoca que nos sintamos superiores a otros, entonces no será algo conveniente. Podemos orar por un trabajo mejor o un ascenso, pero si tiene como consecuencia le quitemos el lugar que le dedicamos a Dios en nuestro devocional diario, o nos limita las posibilidades de servirle, entonces no será una bendición. Si el dinero que podamos percibir como aumento no es invertido proporcionalmente en la obra del Señor, se convierte fácilmente en un dios; y sabemos como dice en 1ª Timoteo 6:10, que la “raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores”. Recordemos que Jabes pedía algo que estaba dentro de las promesas dadas al pueblo de Israel infinidad de veces: ellos iban a tener un territorio y Dios iba echar de delante de ellos al enemigo. La responsabilidad de ellos era conquistar el territorio. Por lo tanto, Jabes simplemente se basaba en las promesas de Dios. Quería aquello que Dios ya les quería otorgar. De esta forma obedeció a Dios, confió en Él y le honró.

Hoy en día existe una tendencia a reclamar cosas de Dios sobre las cuales supuestamente tenemos derecho. Esto generalmente tiene que ver con la salud y cosas materiales. Pero ¿qué derecho tenemos sobre ello? ¿Acaso, Dios es un cajero automático del cual sacamos lo que queremos, cuando queremos? ¡Absolutamente no! En realidad, no tenemos derecho alguno porque simplemente somos posesión de Él. Fuimos creados por Él y luego comprados por Él, por medio de la sangre preciosa de Su Hijo Jesucristo. ¡No tenemos derecho a ningún reclamo o exigencia!

Muchas veces he escuchado por ahí: “Usted tiene que darle mucho al Señor (generalmente refiriéndose a ofrendas y diezmos), para que Dios luego le vaya a devolver mucho”. Esta idea está muy difundida y además funciona como principio para muchas religiones: satisfacer a la deidad con alguna ofrenda para luego tener su aprobación o bendición. Esto parece como si uno estuviera intentando sobornar a Dios para obtener su favor. Pero en 2ª Crónicas 19:7 leemos: “Sea, pues, con vosotros el temor de Jehová; mirad lo que hacéis, porque con Jehová nuestro Dios no hay injusticia, ni acepción de personas, ni admisión de cohecho”. Este término “cohecho”, se refiere justamente al soborno. ¡Y el versículo que le leí dice que Dios no acepta cohecho, no acepta soborno, amigo! Si Dios respondiera a ello, ¿no sería injusto? Aquellos que tuvieran recursos, se encontrarían en mejor posición de conseguir el favor de Dios. Pero aquellos que no lo tienen, no podrían dar y por lo tanto, se sentirían excluidos de la posibilidad de bendición de Dios. Esto hace que muchos creyentes honestos se sientan frustrados por no tener o por no recibir lo que piden, y así charlatanes inescrupulosos les sacan más y más dinero de sus bolsillos. ¿Significa esto entonces que no debemos dar a Dios? ¡Definitivamente no! En el Nuevo Testamento el tema de la ofrenda es una obligación gozosa y agradecida por las bendiciones recibidas que tiene significado de adoración. Pero nunca debemos dar con la expectativa de recibir algo a cambio, pues esto sería volver al sistema de la Ley. Dios da todo de gracia porque es justo, y tengamos en cuenta, que cuando lo quita, sigue siendo justo aunque nos duela.

¡Cuán poco entendemos del actuar soberano de Dios en el mundo y en nuestras vidas! ¿Acaso no había orado Pablo tres veces por un problema de salud, pero el Señor le contestó que se conformara con Su gracia, según nos explica el apóstol en 2Corintios 12:8-9? Además sabía vivir con abundancia, pero también padecer necesidad y hasta hambre, según explica en la Carta a los Filipenses 4:12. Creo, amigo, que esto habría que leerlo más a menudo. A veces Dios utiliza enfermedades y pérdidas de trabajos o carencias materiales para forjar mayor dependencia de Él. De lo contrario, ¿qué hacemos con todos los pasajes que hablan de la paciencia en las pruebas e incluso de que estemos agradecidos en y por ellas? Lógicamente podemos orar por salud y lo material que necesitamos, teniendo en cuenta lo dicho anteriormente, pero también, dejando todo sujeto a la voluntad de Dios. Amigo, recuerde el ejemplo de los tres amigos de Daniel, a punto de ser echados en el horno de fuego. Ellos testificaron del poder de Dios que era capaz de evitarles este trance, pero aún si Dios no lo quisiera así, ellos le seguirían fieles hasta la muerte. Y leyendo el relato bíblico de Daniel capítulo 3 sabemos que Dios permitió que fueran lanzados al horno para luego salvarlos. Deseo de corazón que esta pueda ser nuestra actitud y confianza de todos los días.

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