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Autor: Wilhem Busch

Debemos dejar de vivir un cristianismo raquítico y empezar a conocer la Biblia en profundidad para vivir con la seguridad de ser hijos de Dios. ¡Su Palabra está llena de esta certeza que nos falta!


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PE2375 – Estudio Bíblico
¿Hay certidumbre en las cosas religiosas? (1ª parte)



¡Hola amigo! Espero que te encuentres bien. Quisiera en esta oportunidad compartir algo contigo acerca de una pregunta que muchos se hacen: ¿hay certidumbre en las cosas “religiosas”? Si tú eres uno de los que sea hacen esta pregunta, es necesario que sepas que no, no hay certidumbre alguna, pues la “religión” es la eterna búsqueda de Dios, lo cual conlleva una intranquilidad e inseguridad constantes. Muy distinto a esto es el “evangelio”: en este caso es Dios buscándonos a nosotros, y déjame decirte que en este caso sí hay plena certidumbre.

Para empezar quiero hacer constar que las personas de hoy en día somos bichos raros. Puede ser usted el hombre más fuerte, pero cuando tiene una indisposición mínima va corriendo al médico y le pregunta: “Doctor, me duele aquí, ¿es algo malo?”. Queremos saber a ciencia cierta lo que nos está pasando. Otro caso puede ser el de una familia que busca una empleada para cuidar a sus hijos, y efectivamente se presenta una chica. La mujer le explica: “Tendrás tu propia habitación con agua caliente y fría, televisión y todo amueblado. Un día a la semana lo tendrás libre.” La chica responde: “Eso está muy bien, gracias, pero lo que me interesa saber es cuánto ganaré – mi sueldo.” A lo que la mujer contesta: “Bueno, eso ya se verá. Primeramente quiero ver cómo trabajas.” – “No, señora, de esta forma no puedo aceptar este trabajo. Quiero saber de antemano lo que voy a ganar” es la respuesta de la chica. Y ¿no tiene razón? ¡Claro que tiene razón! Cuando vamos a empezar un nuevo trabajo, la pregunta más importante es: ¿Cuál será mi sueldo? ¿En qué categoría entraré? Queremos saber a qué atenernos. En lo que se refiere al dinero no nos conformamos con declaraciones inciertas, no toleramos la incertidumbre. Pero en el ámbito más importante – es decir en lo que se refiere al Dios vivo – no nos importa que todo quede difuso, confuso e incierto. Esto es muy raro.

Hace muchos años tuve unas reuniones en la ciudad alemana de Augsburgo, en una carpa que habían puesto en la plaza donde normalmente celebran la verbena. Los organizadores tuvieron una idea fantástica: puesto que los sábados por la noche en ciertos locales de diversión había mucho escándalo, decidieron hacer una reunión el sábado a las 12 de la noche Mis amigos salieron a las 23:30 horas con sus coches para ir recogiendo a los trasnochadores que salían de los locales que cerraban a medianoche. Constantemente venían carros a la carpa descargando gente. Cuando subí al púlpito, a las 12 de la noche, tenía delante de mí una reunión poco común. ¡Magnífico! Y entonces comencé con mi mensaje. Cuando pronuncié por primera vez la palabra “Dios”, un hombre gordo, sentado en la primera fila, me interrumpió gritando: “¡No existe!” Y todo el público se echó a reír. Entonces me incliné hacia adelante asomándome por encima del púlpito y le pregunté directamente: “¿Sabe usted con toda seguridad que Dios no existe? ¿Lo sabe al cien por ciento?”. Se puso a rascarse la cabeza de forma que su sombrero se le deslizó hacia adelante y dijo al final: “Bueno, eso nadie lo puede saber exactamente.” Entonces fui yo quien me reí en su cara y le dije: “¡Pues yo sí estoy muy enterado y estoy al corriente!” – “¡Caramba!” me contestó, “¿Y de dónde saca usted eso de saber algo cierto sobre Dios?” A lo cual le repliqué que por medio de Jesús estamos perfectamente informados sobre Dios. Y de pronto se hizo un gran silencio en la reunión.
¿Tiene usted certidumbre acerca de Dios? A veces le hago esta pregunta a los creyentes, y la respuesta casi siempre es: “Bueno, espero que Dios me haya perdonado.” ¡Es curioso que, en cuanto a Dios, tanto paganos como cristianos se conformen con vivir en una incertidumbre e inseguridad tremendas! Si yo preguntara a cada uno de los hombres en la calle: “Oiga, ¿usted cree que existe Dios?” me respondería: “Posiblemente… podría ser.” Pero si continuara preguntando: “¿Y usted le pertenece?” Entonces me contestaría seguramente: “Pues… no lo sé.” ¡Cuánta incertidumbre toleran los hombres hechos y derechos en este punto! Si se trata de Dios la gente se permite la mayor incertidumbre. ¿No tengo razón?
Pero yo comencé este programa haciendo referencia a que en el evangelio sí hay certidumbre. A lo mejor esto lo asombra y se pregunta si la fe cristiana verdaderamente tiene algo que ver con la certidumbre, porque lo que supuestamente caracteriza al cristianismo es precisamente que no se sabe nada y que todo hay que creerlo, ¿no es así? Esta es la idea predominante, que frente a las verdades cristianas hay que empaquetar en una maleta la razón y el intelecto, o hay que dejarlo fuera en el perchero antes de entrar. Según la opinión general, en el campo de lo religioso hay que dar un salto al vacío y creer. Así piensan muchos.
Otro me dio estas explicaciones: “Ustedes, los cristianos, no están de acuerdo entre ustedes mismos. Hay católicos y evangélicos y muchos otros. Y entre los evangélicos hay luteranos, reformados y muchos otros. ¿Y quién tiene razón?” Creo que en el fono el cristianismo mismo está convencido de que la fe cristiana es lo más incierto e inseguro que existe. Pero esto es una idea descabellada. Es de lo más tonto.
Mira: solo por el Nuevo Testamento puedo conocer lo que es el cristianismo. Y allí cada renglón está repleto de la más gloriosa certidumbre. ¡Créamelo! Es ridículo que la cristiandad viva así en esa incertidumbre. Pero el cristianismo no tiene la culpa de ello, ¡no! porque el Nuevo Testamento entero está lleno de una certidumbre radiante. Voy a detallarlo brevemente:
Ahí está la certidumbre grandísima de que Dios vive. No se trata de un Ser Supremo, o de la Providencia, o del Destino, o de nuestro Señor de las Misericordias, sino Dios el Padre de Jesucristo que está vivo. ¿De dónde lo sabemos? Se ha revelado en Jesús. Ahora lo sabemos al cien por ciento. Abre la Biblia donde quieras, allí no se rumian problemas religiosos, sino que ella testifica: ¡Dios vive! ¡Se ha revelado en Jesús! Y la persona que viva sin Dios vive equivocada y va por mal camino.
Otra certidumbre es que este Dios que puede destruir naciones y juzgará este mundo, me ama profundamente. Esto no es una mera suposición, ¡no! en Romanos 8 dice: “Estoy seguro – ¡seguro! – de que ni la muerte, ni la vida, nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.” El amor de Dios vino a nosotros en Jesús. Esto no lo sospechamos, lo sabemos. ¿Dónde está el amor de Dios? Nos ha amado en Jesús. Amigo, ¿tienes idea de esto?

Las personas en la Biblia recibieron la certidumbre de que pertenecían a Dios. En el Salmo 49 dice David: “Dios redimirá mi vida del poder de la sepultura, porque Él me recibió.” No dice: “espero ser salvo,” sino: “sé que me ha recibido.” Otro pasaje en Colosenses 1:13 señala: “Dios nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo”. La persona que sigue a Jesús ha experimentado un cambio de existencia por medio de Jesús – ¡y lo sabe! En 1ª Juan 3:14 dice que “Sabemos que hemos pasado de muerte a vida”. ¡Sabemos! ¿Puedes decir esto tú? O bien: “El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios.” Dice ¡“somos”!

La Biblia está llena de certidumbre y seguridad. Pero ¿de dónde viene este dicho absurdo: “Yo sé que dos por dos son cuatro, pero en el cristianismo no se puede saber nada con seguridad, simplemente hay que creer”? Yo sé que dos por dos son cuatro, ¡pero sé con mucha más seguridad que Dios vive! Sé que dos por dos son cuatro, ¡pero más seguro todavía es para mí que Dios nos ama en Jesús! Y las personas que se han convertido al Dios vivo dicen: “Sabemos que dos por dos son cuatro, pero sabemos con mucha más seguridad que ahora somos hijos de Dios”.

Y ahora le pregunto: ¿Dónde está actualmente esta certidumbre radiante en la cristiandad? ¿Dónde? Ahí se ve lo mucho que nos hemos alejado de la Biblia y que tenemos que volver a ella. ¡Basta de ese cristianismo raquítico! No merece la pena tener un poco de cristianismo. Solo vale la pena tener una fe bíblica. Eso vale la pena: estar seguro de que Dios vive y me ama profundamente, y que yo soy suyo. Eso vale la pena. Todo lo demás no merece la pena.

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