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Autor: William MacDonald

Cantamos, hablamos y entendemos que somos salvos por Gracia pero ¿a qué nos referimos? Veremos las características de la Gracia de Dios frente a la misericordia, la justicia y la ley. Es un regalo que debemos recibir con manos vacías.


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PE2500- Estudio Bíblico
Esto sí es Sublime Gracia (3ª parte)


 


¿Qué es la Gracia?

¿Cuál es su condición y actitud cuando se prepara para recibir un gran regalo? Si amigo, si alguien que le ama se acerca a usted y le indica que lo siga para entregarle un regalo muy valioso y de grandes dimensiones. ¿Acaso no sería necesario soltar lo que tiene a mano para asir lo que le es dado? La invitación que el Señor nos hace es que vengamos a Él con manos vacías.

Para ser salva, la persona debe abandonar cualquier esperanza, no solo de salvarse a sí misma, sino hasta de contribuir en su salvación. El autor de himnos James Proctor nos recuerda que Cristo terminó la obra para nuestra redención:

Cansado, trabajado, y cargado, ¿por qué te afanas tanto? Deja de hacer; ya todo fue hecho hace mucho, mucho tiempo.
Hasta que no te aferres a la obra de Jesús por simple fe,
«Hacer» es algo mortal—»hacer» termina en muerte.
Deja a un lado tu «hacer» mortal a los pies de Jesús;
Permanece en Él, y solo en Él, gloriosamente completo.
«¡Consumado es!» sí, así es, terminado por completo;
Pecador, esto es todo lo que necesitas, dime ¿acaso no lo es?

Estudiemos juntos a qué nos referimos cuando hablamos de la gracia alucinante de Dios ¡Sublime gracia! Cantamos de ella, ¿pero sabemos lo que realmente significa?

Primero que nada, ¿qué es la gracia? Podemos comenzar diciendo que es el favor de Dios hacia nosotros. Pero es mucho más que eso. Es su favor inmerecido. Ahora vayamos un paso más adelante. ¡Es su favor inmerecido hacia aquellos que merecen justamente todo lo opuesto! Es Su insondable océano de bondad y generosidad.

Las palabras gracia y don están muy relacionadas. La gracia es un don y por esa razón no puede ganarse ni merecerse. El momento en que se introduce cualquier idea de deuda o mérito, automáticamente se elimina la gracia. El don de la gracia de Dios es de proporciones tan enormes que cualquier pensamiento de poder pagarla es completamente inútil. Es indescriptible e incomprensible.

El verdadero evangelio es salvación por gracia y solo a través de la fe. Gracia significa que no se merece. Fe significa que debe recibirse por un acto de voluntad propia. Nadie puede entender el evangelio a menos que entienda la gracia. La gracia de Dios es maravillosa. Puede tomar a una prostituta arrepentida, perdonarla y limpiarla, hacerla una nueva mujer y destinarla a acompañar a Jesús en la gloria eterna. Puede tomar un ladrón moribundo, salvarlo en los momentos culmines de su vida y escoltarlo al paraíso ese mismo día.

La gracia puebla el cielo con asesinos, fornicários, alcohólicos, ladrones, y mentirosos convertidos. Ningún pecador escapa de su poder salvador. La gracia ha sacado a millones de personas de horribles fosas y de lodos cenagosos; ha puesto sus pies sobre roca, afirmando su camino; poniendo una canción en su corazón, para glorificar a su Dios; y al final, los ha llevado a las muchas mansiones en la casa del Padre.

El profesor de Oxford (y de Cambridge) C. S. Lewis cuenta cómo el Señor lo alcanzó cuando él estaba pataleando y gritando, el convertido más renuente en toda Inglaterra. Luego agrega, «¿Quién puede adorar debidamente a esa [gracia] que le abre sus puertas de par en par a un pródigo que entra pataleando, peleando, resentido y buscando con sus ojos hacia toda dirección posible buscando una oportunidad de escapar?«.

El escritor de himnos Haldor Lillenas dio justo en la tecla cuando escribió que la maravillosa gracia de Jesús es “más vasta que la extensión de nuestras transgresiones, mucho más grande que todo nuestro pecado y nuestra vergüenza«.

Todo creyente verdadero se siente movido a decir, con frecuencia, «No sé por qué el Señor me mostró Su gracia. Ciertamente no soy digno de tal favor. El precio que pagó por mí definitivamente fue demasiado alto«.

La gracia trasciende la razón y la lógica, pero no las violenta. La razón jamás permitiría que el pastor muriera por las ovejas, que el juez muriera por los condenados, o lo más increíble, que el Creador muriera por la criatura. La lógica insistiría en que el pecador muriera por sus propios pecados, que la pena por quebrantar la ley se cumpliera. La gracia hace lo impensable.

Alguien describió la maravilla de la gracia de esta manera: «La gracia no busca personas buenas para poder aprobar, pues no es la gracia sino la justicia la que aprueba la bondad; sino que busca personas condenadas, culpables, sin excusas y desesperadas para poder salvar, santificar y glorificar«.

Por todo esto podemos afirmar que la gracia es mejor que la misericordia. Cuando un criminal condenado recibe una sentencia reducida, decimos que el juez le mostró misericordia. Darle prisión en lugar de sentencia de muerte sería un acto de misericordia. El culpable no obtiene la retribución que merece.

La gracia es mejor que eso. Absuelve la culpa del pecador. Le atribuye justicia. Silencia la voz condenadora de la ley. Por irracional que parezca, la gracia es también mejor que la justicia.

La gracia y la justicia son completamente opuestas. Un hombre busca justicia cuando dice: «Soy una buena persona y quiero lo que merezco«. Lo que se merece es el infierno. ¡Jamás le pida justicia a Dios! La gracia dice: «Soy culpable, pero creo que Cristo murió para pagar la pena por mis pecados, y le recibo como Señor y Salvador. No merezco la vida eterna pero la recibo como un regalo de Dios«.

Jesús dio una parábola que ilustra la diferencia entre la justicia y la gracia. Había un labrador que necesitaba obreros para su viña. Temprano en la mañana, aparecieron algunos hombres a ofrecer el trabajo de un día entero por un denario, una moneda de plata. Hicieron un contrato definitivo con él por esa cantidad. Durante el día contrató a otros más que acordaron trabajar por la cantidad que él decidiera pagarles. Al finalizar la jornada, los primeros obreros obtuvieron su denario. Todos los demás recibieron la misma cantidad pero el pago fue más bien por hora. Los primeros hombres obtuvieron justicia. Los otros, gracia. La gracia es mejor que la justicia.

¿La gracia es entonces también un mejor principio que la ley?

Busquemos juntos la respuesta. La ley le dice a una persona lo que debe hacer para conseguir una posición de justicia. La gracia le da una posición de justicia delante de Dios, y luego le pide que lleve una vida digna de esa posición. La ley dice: «Haga y vivirá«. La gracia dice: «Viva y hará«. La ley dice: «Intente y obedezca«. El lenguaje de la gracia es: «Confíe y obedezca«.

La ley le dice qué hacer pero no le da el poder para hacerlo y lo maldice si no lo hace. La gracia le enseña qué hacer, le da el poder para hacerlo y lo recompensa cuando lo hace. La ley carga con la amenaza del castigo mientras que la gracia lleva la promesa de la recompensa.

La ley condena hasta los mejores, puesto que los mejores no son capaces de guardar los Diez Mandamientos. La gracia justifica a los peores.

La ley revela el pecado. La gracia lo elimina.

La ley estimula la jactancia. La gracia la excluye.

La ley dice: «Usted debe… Usted Tiene… Usted no puede…». La gracia dice: «Debería… Podría…«. Una me dice lo que tengo que hacer; la otra habla de lo que mi nueva naturaleza quiere hacer.

Bajo la ley, la obra nunca se termina. La gracia nos cuenta de Aquel que consumó la obra.

La ley demanda: «Amarás…» La gracia anuncia, «De tal manera amó Dios…«.

La ley pone cargas pesadas sobre las personas. Las cargas de la gracia son ligeras.

La ley es un sistema esclavizador, la gracia es liberadora. Esa es la diferencia entre la prisión y el privilegio.

No hay misericordia en la ley. Es fría, dura e inflexible. La gracia habla de un Dios que es rico en misericordia.


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