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Autor: William MacDonald

La Gracia puede ser mal utilizada o abusada también. Es importante estar atento a las manifestaciones y justificaciones que muchas veces se dan para continuar pecando o apostatar de la fe. Sin embargo, sólo Dios produce santidad en nosotros. Una vida que se mueve gradualmente a la perfección es el resultado y no la carga de la obra de tan preciosa Gracia.


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PE2507- Estudio Bíblico
Esto sí es Sublime Gracia (10ª parte)


 


Amigos, en programas anteriores hablamos sobre lo inútil que son las obras humanas para alcanzar o asegurarse mantener la Salvación por Gracia. Sin embargo, la Gracia puede ser también mal usada y abusada.

Como cualquier otra cosa buena, la gracia puede ser abusada. El fuego y el agua pueden ser grandes bendiciones, pero pueden utilizarse de la manera equivocada. La gente puede torcer la soberanía de Dios para enseñar el fatalismo: lo que tiene que ser será y no hay nada que pueda hacer al respecto.

Aunque es triste decirlo, es posible usar la gracia de Dios como una excusa para tener una vida indiferente. Es posible para el creyente usar su libertad como un pretexto para lanzarse a todo tipo de desenfrenos. Esto no quiere decir que la doctrina sea defectuosa. Simplemente significa que hay cierta gente que lo único que quiere es justificar su comportamiento impío, y si pueden hacerlo usando la Escritura, o al menos así lo creen.

Es verdad que los creyentes no están bajo la ley sino bajo la gracia. Pero eso no significa que tienen derecho a ser anarquistas. No están bajo la ley, con todas las penas y condenaciones que eso implica. Pero están bajo la ley en Cristo, es decir, que están atados a Cristo con cuerdas de amor y constreñidos a hacer cosas que sean agradables a Sus ojos. Esta relación se expresa muy bien en este verso:

¿Necesito que una ley me ate
Y ser cautivo de Ti?
Mi corazón ya está cautivo, y se regocija
De nunca tener libertad.

Es verdad que cuando el Señor liberta a una persona, esta es verdaderamente libre. Pero eso no implica tener libertad para pecar. La libertad no es una licencia. Un piloto aeronáutico tiene la libertad de explorar los cielos, pero es mejor que siga el vuelo asignado si quiere llegar a destino a salvo. Encontramos en Gálatas 5:13 lo que Pablo le enseñó a los gálatas (y a todos los creyentes): «porque vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados; solamente que no uséis la libertad como ocasión para la carne…«.

John MacArthur lo explica muy bien: Ser libres de la ley implica ser libres de la esclavitud del pecado y de las penalidades de la ley—no significa ser libres del sentido moral. La gracia no nos da permiso para hacer lo que nos plazca; nos da el poder para hacer lo que le agrada a Dios. La sola idea de que la gracia de Dios nos da permiso para pecar es contradictoria, puesto que el propósito principal de la gracia es liberarnos del pecado. ¿Cómo nosotros, que somos receptores de la gracia, podremos continuar en pecado?

¿Por qué la gente usa la gracia como un pretexto para llevar una vida indiferente? Puede ser que sea porque no son realmente salvos. Puede que otros, aunque son creyentes, ignoren la verdadera doctrina de la gracia. Puede ser que no entiendan la verdad de la santidad de Dios. O quizás su idea de pecado es demasiado superficial. Una persona puede ser salva y aún así ser escasamente adoctrinada.

Puede ser una ignorancia voluntaria por parte de algunos. Ellos saben lo que se requiere de ellos, pero no están en comunión con el Señor. Ellos están en una condición descarriada y creen que Dios pasará por alto sus «pequeños» pecados, los que llaman «pecadillos». O también, puede ser que sean apóstatas. Judas, en el versículo 4 de su carta se refiere a ellos como «hombres impíos, que convierten en libertinaje la gracia de nuestro Dios, y niegan a Dios el único soberano, y a nuestro Señor Jesucristo«.

¿Cómo produce Dios santidad? Hemos visto que la salvación es por gracia mediante la fe y aparte de las obras, pero la pregunta sigue siendo: «¿Cómo se logra la santidad en las vidas de los que se salvan?«. Cuando una persona se convierte en cristiano, tiene que haber un cambio en su vida. La pregunta es: «¿Cuál es el proceso que lleva a cabo este cambio?».

En realidad solo hay dos maneras concebibles. Es por ley o por gracia. Así como estas son las únicas dos formas en que las personas esperan alcanzar el cielo, también son las únicas formas en las que esperan producir santidad de vida.

La forma más natural y humanista es poner a la gente bajo la ley. Ofrézcales un conjunto de normas y reglamentos, de qué hacer y qué no hacer. Dígales que deben mantener estas reglas en su propia fuerza. Y puesto que la ley tiene el poder para hacer que las personas la obedezcan, dígales que van a perder su salvación si no obedecen. Este parecería ser el camino lógico y razonable para lograr vidas santificadas. De lo contrario la gente se saldrá y participará en todo tipo de comportamiento pecaminoso. Ese, al menos, es el argumento.

El problema con la ley como una vía hacia la santidad, es que no funciona. En primer lugar, las personas no son más capaces de vivir vidas santas por su propia fuerza que de salvarse a sí mismas. Eso es lo que Pablo quería decir cuando preguntó a los gálatas en el capítulo 3 versículo 3: «¿Habiendo comenzado por el Espíritu, ahora vais a acabar por la carne?«. La ley dice a la gente qué hacer, pero no les da el poder para hacerlo, y condena a los transgresores. En lugar de conducir a la santidad, la ley tiene el efecto contrario. Así como la fruta prohibida es dulce, sucede que cuando le dices a una persona que no haga determinada cosa, eso despierta el deseo en su naturaleza caída de hacerlo. La ley nunca produce santidad. Todo lo que puede hacer es revelar el pecado y castigar a los transgresores.

El método de Dios es la producción de la santidad por medio de la gracia. Permítame explicarlo. Dios dice: «Mira, te he salvado por mi gracia. Ahora, motivado por amor al Salvador, ve y vive una vida que sea coherente con tu profesión». Tenga en cuenta que bajo la gracia, el amor es el motivo para llevar una vida santa. Y es un motivo más fuerte que el miedo. La gente hace por amor lo que nunca haría por temor al castigo. El amor por el Señor produce una vida santa; el miedo nunca lo hace.

La gracia da al creyente una posición perfecta delante de Dios, basada en la obra de Cristo. Entonces pide al creyente que ande como es digno de dicha posición. En otras palabras, su estado debe corresponder cada vez más con su posición. Su práctica debe parecerse cada vez más a su posición. Fue llamado a ser hijo de Dios, y debe andar como un miembro de la familia real. En su libro “Disciplinado por la Gracia” J. F. Strombeck dice, «Dios primero nos recuerda lo que ha hecho en gracia; luego en base a eso, apela a que tengamos una vida en armonía con lo que Él ha hecho«.

La posición del hijo de Dios se manifiesta en lo que él es en Cristo. Esas palabras «en Cristo» son la clave para entender su posición ante Dios. Así es como Dios lo ve, porque ha aceptado al Señor Jesús como su Salvador. Su ejercicio se da en la vida cotidiana.

Desafortunadamente, el estado de un cristiano nunca se corresponderá perfectamente con su posición en esta vida. Pero debe moverse gradualmente hacia esa dirección. Cuando sea glorificado con Cristo en el cielo, su práctica será perfecta, pero Dios es más glorificado cuando se hace un gran progreso aquí abajo.

Algunos de los verbos que describen la práctica son: ser, hacer, caminar, presentar, ofrecer, dar, considerar, permanecer, permitir, apartar, poner, deber y rendir. Algunos de los adjetivos que describen esta posición son: regenerados, perdonados, reconciliados, redimidos, aceptados, completos, perfeccionados, santificados, justificados y glorificados.


Si desea puede adquirir el libro sobre el que está basada esta serie de programas.


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