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Autor: Esteban Beitze

En relación con el arrebatamiento de Elías estamos trazando el paralelo con lo que debería ser la actitud de los creyentes frente a la inminente venida de Cristo a buscar a su Iglesia. El hecho de que la venida del Señor está cerca también nos hace resaltar una enorme responsabilidad frente al prójimo.


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PE2807- Estudio Bíblico
Elías: La responsabilidad frente al prójimo (28ª parte)



La responsabilidad frente al prójimo

¿Qué tal, queridos hermanos? Estamos analizando, en nuestro estudio consecutivo del profeta Elías, la historia de el arrebatamiento. Esta la encontramos en 2ª Reyes 2:1-6, y 11 y 12. Allí dice: “Aconteció que cuando quiso Jehová alzar a Elías en un torbellino al cielo, Elías venía con Eliseo de Gilgal. Y dijo Elías a Eliseo: Quédate ahora aquí, porque Jehová me ha enviado a Bet-el. Y Eliseo dijo: Vive Jehová, y vive tu alma, que no te dejaré. Descendieron, pues, a Bet-el.

Y saliendo a Eliseo los hijos de los profetas que estaban en Bet-el, le dijeron: ¿Sabes que Jehová te quitará hoy a tu señor de sobre ti? Y él dijo: Sí, yo lo sé; callad. Y Elías le volvió a decir: Eliseo, quédate aquí ahora, porque Jehová me ha enviado a Jericó. Y él dijo: Vive Jehová, y vive tu alma, que no te dejaré. Vinieron, pues, a Jericó. Y se acercaron a Eliseo los hijos de los profetas que estaban en Jericó, y le dijeron: ¿Sabes que Jehová te quitará hoy a tu señor de sobre ti? El respondió: Sí, yo lo sé; callad. Y Elías le dijo: Te ruego que te quedes aquí, porque Jehová me ha enviado al Jordán. Y él dijo: Vive Jehová, y vive tu alma, que no te dejaré. Fueron, pues, ambos…”.

Pasemos a los versículos 11 y 12: “Y aconteció que yendo ellos y hablando, he aquí un carro de fuego con caballos de fuego apartó a los dos; y Elías subió al cielo en un torbellino. Viéndolo Eliseo, clamaba: ¡Padre mío, padre mío, carro de Israel y su gente de a caballo! Y nunca más le vio”.

En relación con el arrebatamiento de Elías estamos trazando el paralelo con lo que debería ser la actitud de los creyentes frente a la inminente venida de Cristo a buscar a su Iglesia. Habíamos analizado las responsabilidades personales frente a este evento. Hablamos de la santificación que podemos observar en Elías, la dedicación a la Palabra, al oración, al comunión, la firmeza frente al engaño, la permanencia y consolación en las pruebas. Todas estas son responsabilidades personales, pero en esta oportunidad vamos a analizar las responsabilidades que tenemos frente al prójimo. El hecho de que la venida del Señor está cerca también nos hace resaltar una enorme responsabilidad frente al prójimo. Supongamos que Cristo viniera dentro de un mes, ¿cómo sería nuestro actuar en este mes que nos queda? ¿Cuáles serían nuestras responsabilidades frente al prójimo?

En primer lugar, quisiera señalar el amor al prójimo. Elías se destacó por una profunda preocupación por su pueblo descarriado, que por eso sufría el juicio de Dios. Hizo todo para revertir esta situación (1R.18). El amor es fundamental. Es que una de las señales que demuestran la cercanía de la manifestación del Anticristo es la falta crónica de amor al prójimo. Jesús lo había anticipado: “y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará” (Mat 24:12). Está hablando del tiempo de la tribulación, y cuanto más nos acerquemos a este momento, tanto más vamos a poder observar, justamente, la falta de amor. O como dice Pablo, que algunas de las características de las personas de los tiempos finales es que serían (2Ti 3:2-4) “… amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de Dios…”.

La marca distintiva del tiempo final es el amor a uno mismo, un amor que no es el verdadero amor, que es egocéntrico y egoísta, y que luego da lugar a todo el resto del desastre que vemos en nuestra sociedad. Simplemente hay que leer estos versículos y vamos a ver una radiografía de la sociedad actual. La marca distintiva de este tiempo es la falta del verdadero amor.

Las evidencias de esta realidad se observan por doquier: violencia familiar, abusos, violaciones, asesinatos, abortos, divorcios, etc. Quiero destacar esa expresión que usaba el apóstol Pablo: “sin afecto natural”. En el original sería “sin entrañas”. O sea, lo que por naturaleza amaríamos y cuidaríamos, se está destruyendo. En una revista especialista en ética en la medicina[i], dos autores proponían la idea que los recién nacidos todavía no se pueden considerar realmente personas. Por esta razón, los padres deberían tener el derecho de matarlos en los primeros días de vida. Su argumentación era que no había diferencia entre el feto y los bebés de días. En esto último estoy de acuerdo, por esto estoy en contra del aborto, porque lo vemos como un ser vivo que no se diferencia de uno ya nacido, a no ser por el estado del desarrollo.

Pero vemos el estado de perversión al cual se llega. Dado que el aborto ya está legalizado en tantos países del mundo, entonces un paso más no importa. Del aborto pasamos a la eutanasia, y luego matamos aquellos que según nuestro criterio no son dignos de vivir. Me hace sentir terriblemente cerca del pensamiento nazi. Pero esto se hace en función de no tener afecto natural, de solo pensar en sus propios deseos. Entonces se quita la vida de personas.

Pero aún los creyentes no están exentos de la influencia de la falta de amor. Esto lo podemos observar en los matrimonios, familias y hasta en la división de iglesias. Ahora bien, frente a esta triste realidad, el creyente que espera al Señor tendría que marcar una clara diferencia. El apóstol anima a los filipenses diciendo: “Vuestra gentileza sea conocida de todos los hombres. El Señor está cerca”. (Fil.4:5, NVI). En un mundo marcado por el amor egocéntrico, sólo el amor “ágape” el amor sacrificial, de entrega, tendrá un profundo impacto. Y esto tanto más la venida de Cristo se acerque. ¿Queremos ganar almas? Demostremos amor.

La segunda responsabilidad respecto al prójimo, sin lugar a duda, es la predicación. En Elías tenemos un extraordinario ejemplo de un mensaje de arrepentimiento y regreso a Dios. En 1ª Reyes 18:21 él exhortó a todo el pueblo diciendo: “¿Hasta cuándo claudicaréis vosotros entre dos pensamientos? Si Jehová es Dios, seguidle; y si Baal, id en pos de él”. O sea, puso al pueblo frente a una disyuntiva. Le mostró el camino a la verdad, a la bendición, pero también le señaló el camino a la destrucción en la cual ya estaban viviendo.

Muchas veces cruzo una ruta que pasa por el río Paraná, y es un puente altísimo. Imagínense que llegamos a la mitad y justo delante de nosotros se cae toda una parte del puente. Logramos frenar a tiempo. ¿Qué haríamos? ¿No haríamos todo para frenar a otros para que no se maten? Si pensamos en el futuro de aquellos que no tienen a Cristo, una de las principales preocupaciones debería ser la de las almas perdidas. Si el Señor viene pronto y ellos no creyeron, serán engañados por el anticristo y luego terminarán juzgados en el infierno. ¿Realmente tenemos presente este hecho? ¿Nos duele en el alma?

Cuando Jesús se iba al cielo, le dijo a los que estaban allí que más importante que saber cuándo levantaría el reino, sería el hecho de ser (Hch 1:6-8) “testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra”. Esta debería ser también nuestra actitud. “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura” (Marcos 16:15). ¿Seguimos este llamado? ¿Cumplimos con nuestra responsabilidad frente al prójimo, tanto en amor como en la predicación del evangelio? Cristo viene pronto. ¿Lo estamos haciendo? Amén.

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