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Autor: Esteban Beitze

Si Cristo viniera dentro de unos días, ¿cómo sería nuestro actuar? ¿Hay santificación? ¿Hay dedicación a la Palabra? ¿Estamos en oración? ¿Buscamos la comunión con el Señor? ¿Nos mantenemos firmes frente al engaño? ¿Permanecemos consolados en las pruebas?


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PE2806- Estudio Bíblico
Elías: La responsabilidad frente al arrebatamiento (27ª parte)



La responsabilidad frente al arrebatamiento

Queridos hermanos, estamos finalizando el estudio de la historia del profeta Elías. Habíamos empezado a ver el tema del arrebatamiento y cómo Dios lo estuvo preparando para este momento. Vamos a leer la historia de su arrebatamiento que encontramos en 2ª Reyes 2:1-5. Allí dice: “Aconteció que cuando quiso Jehová alzar a Elías en un torbellino al cielo, Elías venía con Eliseo de Gilgal. Y dijo Elías a Eliseo: Quédate ahora aquí, porque Jehová me ha enviado a Bet-el. Y Eliseo dijo: Vive Jehová, y vive tu alma, que no te dejaré. Descendieron, pues, a Bet-el.

Y saliendo a Eliseo los hijos de los profetas que estaban en Bet-el, le dijeron: ¿Sabes que Jehová te quitará hoy a tu señor de sobre ti? Y él dijo: Sí, yo lo sé; callad. Y Elías le volvió a decir: Eliseo, quédate aquí ahora, porque Jehová me ha enviado a Jericó. Y él dijo: Vive Jehová, y vive tu alma, que no te dejaré. Vinieron, pues, a Jericó. Y se acercaron a Eliseo los hijos de los profetas que estaban en Jericó, y le dijeron: ¿Sabes que Jehová te quitará hoy a tu señor de sobre ti? El respondió: Sí, yo lo sé; callad. Y Elías le dijo: Te ruego que te quedes aquí, porque Jehová me ha enviado al Jordán. Y él dijo: Vive Jehová, y vive tu alma, que no te dejaré. Fueron, pues, ambos…”.

Pasemos a los versículos 11 y 12: “Y aconteció que yendo ellos y hablando, he aquí un carro de fuego con caballos de fuego apartó a los dos; y Elías subió al cielo en un torbellino. Viéndolo Eliseo, clamaba: ¡Padre mío, padre mío, carro de Israel y su gente de a caballo! Y nunca más le vio”.

Habíamos visto las responsabilidades referidas al inminente arrebatamiento de la Iglesia. Si suponemos que Jesucristo viene dentro de un mes, aunque, de hecho, puede venir antes, ¿cómo sería nuestra vida durante estos días que nos quedan? Habíamos hablado de una responsabilidad en lo personal, e hicimos un énfasis en la santificación, en la cual, sin lugar a duda, Elías vivía. Por esto fue arrebatado al igual que su antecesor en este aspecto, el justo Enoc. Pero también podríamos seguir aplicando a nuestra vida alguna característica más, alguna responsabilidad más que vemos reflejada, justamente, en la vida de Elías frente al arrebatamiento suyo.

Aparte de la santificación, vemos en este hombre la dedicación a la Palabra. Íntimamente asociado con la santificación se encuentra la importancia de la Palabra en la vida cotidiana. Elías tenía muy presente la Palabra de Dios. No sólo la conocía, sino que también obedecía constantemente a las órdenes de Dios (17:1,2,8,14; 18:1; 19:15). Elías siempre actuaba en función de una clara orden de Dios, basado en la Palabra de Dios. Cuando él oraba, cuando él hacía algo, se basaba en la Palabra ya revelada.

Ahora, si lo queremos aplicar a nuestras vidas, también nosotros debemos tener presente la Palabra. No sólo nos ayuda a vencer el pecado, sino que es factor de crecimiento y bendición. Así nos lo dice la introducción al Apocalipsis: “Bienaventurado (muy bendecido) el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas; porque el tiempo está cerca” (Ap.1:3).

Si supiéramos que Jesucristo viniera dentro de un mes, ¿no estudiaríamos y aplicaríamos cada día la Biblia a nuestra vida? Pero tantas veces son otras las prioridades. El trabajo, los estudios, los pasatiempos, las redes sociales, cuán rápido se pasan 2, 3 horas en las redes, Instagram, YouTube, Facebook y muchas más, pero cuánto nos cuesta dedicarle 10 minutos a la lectura de la Biblia. Deberíamos tener menos face y más book, más del libro de Dios.

Entonces Elías se destacó por ser una persona dedicada a la Palabra, que seguía la Palabra, que la vivía. Ahora, aparte de la santificación y la búsqueda y dedicación a la Palabra, también destacamos la oración de este hombre. Elías era un hombre de oración (17:1; Sgo.5:17,18). Él oraba y sucedían cosas increíbles, ¡hasta resurrecciones! Relacionando la cercanía de la venida del Señor con este tema, Pedro dice: “Mas el fin de todas las cosas se acerca; sed, pues, sobrios, y velad en oración” (1ª Pedro 4:7). Una de las exhortaciones más repetidas en el Nuevo Testamento es la de velar. Evidentemente es algo no muy tenido en cuenta. ¿Cuánto tiempo te tomas a diario para ello? Un creyente que espera la venida de Cristo es uno que tiene vida de oración. Es uno que por medio de la oración demuestra que quiere estar bien cerca del Señor.

Vemos también en Elías un hombre que buscaba la comunión. De hecho, lamentaba profundamente haber quedado sólo en su fidelidad a Dios. En 1ª Reyes 19:10 se lamenta y se queja dos veces con Dios diciendo: “sólo yo he quedado”. Él anhelaba comunión, necesitaba la comunión. ¿Y qué de nosotros?

¡Cuántas veces escuché: “estoy mejor en casa! Allí leo la Biblia y oro. En la iglesia sólo tengo problemas y vuelvo peor de lo que fui”. Puede ser que tenga razón en alguna parte, pero si recibimos bendición o no, depende en gran manera de la actitud con la cual vamos a la reunión y buscamos la comunión con los hermanos. Yo necesito de ellos y ellos de mí. Pareciera que a medida que se acerca la venida del Señor, son cada vez más los creyentes que abandonan las iglesias o se convierten en creyentes golondrinas. Apenas cambia la estación buscan otra iglesia. Pero la seriedad de la conocida exhortación de Hebreos 10:25 “no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre”, también se encuentra asociada con el hecho de la venida de Cristo, porque dice “más teniendo en cuenta que aquel día se acerca”. ¡No hay excusa! Tenemos que vivir buscando la presencia del Señor.

También vemos su firmeza frente al engaño. Elías se plantó firme frente a los centenares profetas de Baal y enfrentó su engaño (1R.18:19-40). El creyente que espera al Señor también tiene que estar firme. Continuamente surgen olas de engaño, cosas novedosas, características de la nueva era y hasta superstición dentro del ámbito evangélico. Por esto Pablo advierte en 2ª Tesalonicenses 2:1 y 2: “Pero con respecto a la venida de nuestro Señor Jesucristo, y nuestra reunión con él, os rogamos, hermanos, que no os dejéis mover fácilmente de vuestro modo de pensar”. Para estar firme, otra vez, necesitamos la presencia de la Palabra en nuestra vida.

Otra responsabilidad personal más es la permanencia y consolación en medio de las pruebas. Las pruebas eran una situación permanente en la vida de Elías. Continuamente fue hostigado, perseguido, hasta intentaron asesinarlo. Aunque en un momento desfalleció, cobró nuevas fuerzas en la presencia del Señor.

Como dice Pedro, las pruebas son necesarias para purificar nuestra vida y prepararnos para la venida del Señor (1Pe 1: 6,7): “lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo”.

En medio de cualquier prueba y aún frente a la muerte de un ser querido o, incluso, la propia, la venida de Cristo y con ello, la resurrección corporal de los creyentes en Cristo servirá de profundo aliciente y consuelo, como dice Pablo a los tesalonicenses (1Ts 4:13-18). Pablo termina ese pasaje diciendo “alentaos los unos a los otros con estas palabras”. Entonces tenemos esperanza, tenemos garantía de la venida de Cristo y esto nos debería llenar de consuelo y firmeza en medio de las pruebas.

Si Cristo viniera dentro de unos días, ¿cómo sería nuestro actuar? ¿Hay santificación? ¿Hay dedicación a la Palabra? ¿Estamos en oración? ¿Buscamos la comunión con el Señor? ¿Nos mantenemos firmes frente al engaño? ¿Permanecemos consolados en las pruebas? Ojalá que así sea, que Dios nos ayude en ello. Amén.

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