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Autor: Esteban Beitze

¡Cuánta incredulidad hay frente a las promesas de Dios! ¡Cómo nos cuesta confiar en ellas! Sobre todo, cuando estamos en situaciones de desesperación. Pero, existen tantos pasajes que nos invitan o exhortan a depositar nuestra angustia, preocupación o cargas sobre el Señor.


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PE2969 – Estudio Bíblico
El llamado de Eliseo (66ª parte)



INCREDULIDAD ORGULLOSA

Estamos estudiando la historia del sitio de Samaria que encontramos en 2ª Reyes 6 y 7. Este sitio fue terrible, al punto que, por la hambruna desatada, los habitantes llegaron al canibalismo. En 2ª Reyes 7:1, el profeta anticipa que al día siguiente habría abundancia de alimento.

Frente a este anuncio del profeta que, habrían de pasar en un día de estar muriéndose de hambre, a la abundancia en el siguiente, leemos la siguiente reacción en 2ª Reyes 7: “Y un príncipe sobre cuyo brazo el rey se apoyaba, respondió al varón de Dios, y dijo: Si Jehová hiciese ahora ventanas en el cielo, ¿sería esto así?”. Humanamente hablando, lo que el profeta Eliseo anticipaba acá, era absolutamente imposible. Aun si por un milagro impensable, los enemigos se retiraran del sitio, primero habría que comprar grano en alguna nación vecina con alguna reserva de dinero. Luego habría que esperar la estación apropiada para plantarlo y esperar varios meses para la cosecha. Ya ahora la gente se estaba muriendo. Para ese entonces, ya no quedarían muchos vivos. Desde el punto de vista humano y racional, todo estaba perdido. Y esto es lo que manifiesta un príncipe que acompañaba al rey, probablemente, uno de sus consejeros. Pero, él no confiaba en el origen de esta promesa, o sea en Dios.

¡Cuánta incredulidad hay frente a las promesas de Dios! ¡Cómo nos cuesta confiar en ellas! Sobre todo, cuando estamos en situaciones de desesperación. Pero, existen tantos pasajes que nos invitan o exhortan a depositar nuestra angustia, preocupación o cargas sobre el Señor. David, escribe desde el contexto de persecución a muerte de parte de su hijo Absalón y su mejor amigo Ahitofel: “Echa sobre Jehová tu carga, y él te sustentará; No dejará para siempre caído al justo” (Sl.55:22).

Pablo, escribiendo desde una cárcel dice: “Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias” (Fil.4:6). Y la bendición que acompaña esta actitud será: “Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” (Fil.4:7).

El apóstol Pedro, escribe a hermanos perseguidos diciendo: “echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros” (1P.5:7).

Personalmente creo, que estas órdenes de la Biblia son las más difíciles de cumplir. ¡Cómo nos cuesta echar nuestra inquietud, preocupación o hasta nuestra desesperación y dejarla realmente en la presencia del Señor! ¿Somos de los que cuestionan, critican o desconfían de la seguridad de Sus promesas? ¡Confiemos y esperemos más del Señor! ¡Él siempre nos sustentará!

La promesa del profeta de un cambio absolutamente radical de la situación de los moradores de Samaria, también nos hace recordar, lo que la Biblia nos dice respecto a la persona que se encuentra sin Dios, sin salvación y esperanza, pero acude a Cristo por perdón de sus pecados. Se encuentra “muerto en delitos y pecados” (Ef.2:1). Del estado anterior del creyente, encontramos varias descripciones. Pablo dice: “Y a vosotros también, que erais en otro tiempo extraños y enemigos en vuestra mente, haciendo malas obras, ahora os ha reconciliado” (Col.1:21). O como dice Pedro: “Porque vosotros erais como ovejas descarriadas, pero ahora habéis vuelto al Pastor y Obispo de vuestras almas” (1P.2:25). Hubo un cambio radical, que nadie hubiera esperado ni mucho menos logrado por sus propios medios. Es una nueva vida dada por Dios. La mayoría de los que hemos creído en Cristo como nuestro Salvador, hemos visto este cambio radical en nuestra vida. Es que se sigue cumpliendo: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2Co.5:17). Este milagro sólo lo puede hacer Cristo. De una vida de hambruna, intentando llenarla con la basura de este mundo, pasar a la plenitud, de Cristo que vino a dar vida y ésta, en plenitud, es el milagro que experimenta la persona que acude al “Varón de Dios”.

Volviendo a nuestra historia, encontramos al príncipe del rey ridiculizando la promesa de Dios. Frente a esta muestra de orgullosa incredulidad, el profeta le anticipa un terrible juicio: “Y él dijo: He aquí tú lo verás con tus ojos, mas no comerás de ello” (v.2b). El castigo vendría sobre este incrédulo.

Al igual que este príncipe, cuántos dudan y hasta se burlan del mensaje de salvación y del poder de Dios para cambiar la vida. Es triste cuando el mundo cuestiona el poder de Dios, Su Palabra y la acción del Espíritu Santo en la vida de una persona que se entrega a Él. Pero, mucho más triste es cuando los hijos de Dios dudan de la Palabra de Dios. ¡Cuántas veces sucede esto! ¡Cuántos creyentes incrédulos existen entre los cristianos! ¿Seremos acaso también nosotros los que ponen un signo de pregunta detrás de las promesas de Dios? ¡Ojalá no sea así! Con esto entristecemos y deshonramos a Dios.

Cuando leía la expresión que este príncipe usara acerca que ni Dios podría abrir “ventanas en el cielo”, me hizo recordar una profecía dicha por el profeta Malaquías alrededor de un siglo después: “¿Robará el hombre a Dios? Pues vosotros me habéis robado. Y dijisteis: ¿En qué te hemos robado? En vuestros diezmos y ofrendas. Malditos sois con maldición, porque vosotros, la nación toda, me habéis robado. Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde” (Mal.3:8-10). Esta profecía fue dicha después del retorno de los judíos de la cautividad babilónica. Ya el templo y la ciudad de Jerusalén habían sido reconstruidos. Pero en el pueblo se había manifestado la falta de adoración a Dios por medio de los diezmos. Allí Dios les vuelve a prometer bendición en abundancia si ellos lo ponían en primer lugar en sus vidas e intereses.

La hambruna y canibalismo de Samaria vino como consecuencia de haberse alejado de Dios y no haberle dado lo que se merece. Hoy en día, este pasaje muchas veces es usado para sacar la plata a los feligreses. En el NT no encontramos esta obligación, pero sí la responsabilidad de ofrendar. Cuando ponemos al Señor en primer lugar en nuestras vidas, las bendiciones que podamos recibir de Dios no son necesariamente materiales como muchos esperan, pero con seguridad, espirituales y con recompensa eterna. No existe bendición más grande, simbólicamente hablando, “una ventana abierta del cielo”, que el ser un canal de bendición para otros aquí. ¿Habrá una bendición y gozo más grande de llevar una persona a Cristo, o ayudar a un creyente a crecer y madurar en la fe? ¡Dejémonos usar por el Señor! ¡Pongámoslo en primer lugar en nuestra vida, y veremos muchas ventanas abiertas, oportunidades donde Dios nos quiera usar de bendición para otros! ¡Esto sí será una bendición para nosotros! Dios nos quiere utilizar en esa preciosa tarea. Ojalá así sea. Que sea nuestra oración en el día de hoy: “Hazme una ventana abierta de las bendiciones tuyas para el mundo, que tanto lo necesita”. Dios te bendiga.

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