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Autor: Esteban Beitze

Esta mujer seguramente daría gracias a Dios cada día por este regalo, y ¡cuán contenta estaría de haber tenido un corazón sensible hacia un siervo de Dios! El Señor sabe recompensar con creces lo que hacemos para Él. ¡Siempre vale la pena invertir en el banco celestial!


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PE2927 – Estudio Bíblico
El llamado de Eliseo (24ª parte)



Una mujer cuidadosa de su testimonio

Estamos estudiando 2ª Reyes capítulo 4. Allí encontramos la historia de la mujer sunamita. Esta mujer había sido muy servicial con el profeta Eliseo. Después que Eliseo le preguntara a su siervo, cuál podría ser la necesidad de esta mujer y Giezi le informara acerca de la falta de hijos, el profeta la hace llamar. Llama la atención su actitud. En el versículo 15 dice: “Y él la llamó, y ella se paró a la puerta”. Quizás sea una frase que pase desapercibida, pero es también una muestra de la integridad de esta mujer, y cómo velaba por su testimonio personal e incluso el del profeta. Allí había dos hombres que querían hablar con ella. Para colmo, con bastante seguridad, ambos eran solteros. Aunque estaba en su propia casa, cuando la llamaron, se cuidó de no entrar a la habitación de Eliseo, sino que “se paró a la puerta”. A pesar de que ella había reconocido que este hombre era un “varón santo de Dios”, igual no corrió el riesgo de poner en duda su testimonio personal y el del profeta.

Hoy en día, este no es un tema menor. Aunque nuestra sociedad ya no se fija mucho en las actitudes morales o inmorales de los demás, nuestro testimonio debe ser íntegro. Como dice mi esposa, aunque sepamos que no pasa nada, no sólo hay que ser creyente, sino también parecerlo.

Las salidas de grupos de jóvenes de vacaciones juntos, pijamadas de jóvenes de diferente sexo, juntadas en casas sin acompañamiento de adultos o casados responsables, ha dado lugar a situaciones peligrosas, llegando muchas veces al pecado. Pero aun si no fuera así, ha dejado un mal testimonio, un manto de duda, sobre la integridad de los que participaron.

Los encuentros de parejas de novios en casas de los padres sin la presencia de éstos o la supervisión de otros, es una de las fuentes más comunes de fornicación entre novios. Si ya lo sabemos, cuidemos de evitar absolutamente estas situaciones y, si somos padres, cuidemos del testimonio de nuestros hijos.

Por otro lado, la consejería en privado entre personas de sexo opuesto ha dado lugar a innumerables caídas en pecado, rotura de matrimonios, descrédito de la obra y deshonra para Dios. No podemos descuidar este aspecto en lo absoluto. No interesa lo seguros que estamos de que “no pasa nada”. Quizás realmente no pase nada, pero nuestro testimonio tiene que ser íntegro incluso para con otros que podrían pensar algo indebido. Además, siempre sigue muy vigente la advertencia de Pablo: “Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga” (1Co.10:12). No en vano Pablo le exhorta a Timoteo respecto al trato que debía dar: “a las ancianas, como a madres; a las jovencitas, como a hermanas, con toda pureza”. (1Ti.5:2).

A veces pasa que un pastor o consejero tenga que aconsejar a una mujer donde su esposa por alguna razón no puede estar presente. Entonces tiene que hacerlo en un lugar abierto, con acceso a otras personas.

¡Cuidemos nuestro testimonio y el de los demás con mucho esmero!

Una mujer recompensada

En esta historia también vemos una mujer recompensada. Después de hablar con Giezi, el cual le dio a conocer la necesidad más grande que tenían esta mujer, Eliseo la hizo llamar “Y él le dijo: El año que viene, por este tiempo, abrazarás un hijo. Y ella dijo: No, señor mío, varón de Dios, no hagas burla de tu sierva. Mas la mujer concibió, y dio a luz un hijo el año siguiente, en el tiempo que Eliseo le había dicho”.

Ya hablamos acerca del contentamiento que demostró esta mujer. Seguramente había llegado a la conclusión, que no era la voluntad de Dios para su matrimonio que tuvieran hijos. Sin lugar a duda, la aceptación de la voluntad de Dios da una paz inigualable. Ya no está la desesperación, la búsqueda incesante, la preocupación cotidiana. Se está satisfecho en la seguridad de saber, que Dios tiene el control sobre todo y sabe lo que es mejor para cada uno.

De hecho, he conocido algunos casos de mujeres que no podían tener hijos, que luego de varios intentos y tratamientos frustrados, llegaron al punto de dejar todo en la mano del Señor y aceptar esta voluntad para sus vidas. Y justamente allí, cuando ya no hicieron esfuerzo alguno, cuando descansaron en el Señor, fue que quedaron embarazadas.

La sunamita tuvo la promesa divina, por medio del profeta, de que dentro de un año tendría un hijo. Al principio no lo podía creer. En la expresión: “No, señor mío, varón de Dios, no hagas burla de tu sierva” notamos como este tema sí le había afectado. Era su herida oculta que ahora recibió un baño de sal. Alguien osó sacar el tema, que ella tenía escondido en lo más profundo de su ser. Que alguien le dijera que quedaría embarazada, lo sentía como una burla. El dolor era evidente.

Por otro lado, también podemos observar el profundo respeto que tenía por Eliseo. Lo llama: “señor mío, varón de Dios”. Acá vemos otro precioso rasgo de esta mujer. Respetaba el liderazgo de este siervo de Dios. Aunque lo dicho por este hombre le doliera en lo más hondo, ella igual lo seguía respetando.

¡Qué ejemplo para nosotros hoy en día! ¿Cómo reaccionamos cuando algún hermano u hermana, un líder, nos toca ahí donde nos duele? Lamentablemente, muchas veces la reacción no es la mejor. Pero esto demuestra también la carnalidad del que recibe el concejo. A veces, las palabras de los sabios son como dagas, pero sirven para traer a luz lo que no sirve y al final, curan las heridas. Es lo que decía Salomón en Eclesiastés 12:11: “Las palabras de los sabios son como aguijones; y como clavos hincados son las de los maestros de las congregaciones, dadas por un Pastor”. Estos clavos duelen, pero tienen una finalidad correctora, afirmadora y a la larga, sanadora. ¡Hagámosle caso!

Pero lo más importante de estas palabras, es que Dios le iba a recompensar por su fiel servicio. Ella quedó embarazada y al final tuvo un hijo. Dios no siempre cumple nuestros deseos, pero siempre cumple sus promesas. Esto lo vivieron Abraham y Sara, Isaac y Rebeca, también lo vemos en Raquel, Ana, Zacarías y Elizabet, etc.

Ya de por sí, cada nacimiento es una maravilla, pero cuando sucede a alguien quién no podía tener hijos, realmente es un milagro.

Esta mujer daría gracias a Dios cada día por este regalo, y cómo estaría contenta de haber tenido un corazón sensible hacia un siervo de Dios. El Señor sabe recompensar con creces lo que hacemos para Él. ¡Siempre vale la pena invertir en el banco celestial! ¡Recibiremos la recompensa con creces en el cielo, y a veces, ya acá!

Hay también un paralelo espiritual para los que nos convertimos en hijos de Dios. Nuestra vida, marcada por la muerte y esterilidad espiritual, fue cambiada por el Señor en el momento del nuevo nacimiento: “Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás. Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús, para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús” (Ef.2:1-10).

¡Esto sí que es nacimiento desde la muerte! Además, ¡es un nacimiento para la eternidad! De esto somos parte, esto es lo que ha vivido cada creyente. Vivamos gozosos en esta realidad y demos honra y gloria a nuestro salvador por su obra. Dios los bendiga.

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