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Autor: Norbert Lieth

¿Cuántas veces hemos necesitado consuelo y este no llega de parte de las personas que integran nuestro círculo? Este programa abrirá sus ojos para comprender, el gran regalo que poseemos y muchas veces es nuestro último recurso.


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PE2823- Estudio Bíblico
El consuelo de la Cruz (2ª parte)



Amigos, nos reencontramos hoy para continuar conociendo el consuelo de la Cruz. Como escuchábamos en el programa anterior, el diablo ya no tiene ningún derecho sobre personas creyentes en Jesucristo, él ya no puede acusarlos. Satanás ya no tiene ningún arma que tenga el derecho de dirigir contra nosotros, y ya no dispone de ningún pretexto con que pudiera acusarnos. Existe una ilustración hermosa de esto, en el Antiguo Testamento. Goliat, la imagen del diablo, se adelantaba, blasfemando contra Israel y contra su Dios. Él desafiaba a Israel, burlándose de ellos. Luego se le enfrentó David, como imagen de Cristo, en la confianza del Señor y lo venció. Y más adelante dice 1 Samuel 17:54: «Y David tomó la cabeza del filisteo y la trajo a Jerusalén, pero las armas de él las puso en su tienda».

El perdón, sin embargo, también significa responsabilidad. La parábola del Señor Jesús sobre el deudor era Su respuesta a la pregunta de Pedro en Mateo 18:21-22: «Entonces se le acercó Pedro y le dijo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete? Jesús le dijo: ¡No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete!».

El deber más sublime de un cristiano que ha recibido perdón es perdonar a otros también. Por eso el Señor, luego de hablar del siervo al que se le perdonó la deuda continúa con la parábola en Mateo 18:28-30 y dice: «Pero saliendo aquel siervo, halló a uno de sus consiervos, que le debía cien denarios; y asiendo de él, le ahogaba, diciendo: Págame lo que me debes. Entonces su consiervo, postrándose a sus pies, le rogaba diciendo: Ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo. Mas él no quiso, sino fue y le echó en la cárcel, hasta que pagase la deuda».

Es y sigue siendo un deber sagrado perdonar, toda persona que no perdona, sufrirá. Un día me habían invitado a una conferencia en una colonia de vacaciones. El director de esa casa en la mañana leyó un devocional que me conmovió mucho. Le pedí, si me podría prestar el libro, y me lo regaló. El devocional era del 17 de junio, a pesar de que ese día era el 15 de marzo. Cuando le pregunté: «¿Por qué?», me dijo que a veces lo hacía así. Simplemente sacaba un tema que le tocaba, para mí no podría haber sido más apropiado. «Dios a más tardar siempre llega a tiempo».

El libro es de un reconocido psicoterapeuta, Reinhold Ruthe, docente y fundador de varias instituciones de enseñanza; y sobre todo, es cristiano. Él escribe sobre el perdón: «El perdón y la salud emocional van de la mano. Quien no puede perdonar, sobrecarga sus órganos. Hace enfermar su cuerpo… un perdón falso se asemeja a una represión. Esta produce trastornos psicosomáticos. Quien calla o reprime, quien tiene reservas y mantiene heridas no queda liberado. El cuerpo reacciona, los órganos gritan, el ser humano gime. El verdadero perdón es gracia. Un regalo y no un esfuerzo arbitrario. El perdón libera, permite que cuerpo, alma y espíritu sanen y no oprime»

Quien perdona, libera a otros y se libera a sí mismo. Perdonar, sin embargo, no significa trivializar la culpa y consentir en la injusticia, haciendo como que no hubiera pasado nada. Se debe hablar de eso, condenar el pecado y perdonar. La Palabra de Dios y el Espíritu Santo en nuestra conciencia mencionan el pecado, lo condenan y nos conceden el perdón, cuando reconocemos la culpa y la confesamos. Existe consuelo en la reconciliación.

Leemos Colosenses 1:20-23 «… y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz. Y a vosotros también, que erais en otro tiempo extraños y enemigos en vuestra mente, haciendo malas obras, ahora os ha reconciliado en su cuerpo de carne, por medio de la muerte, para presentaros santos y sin mancha e irreprensibles delante de él, si en verdad permanecéis fundados y firmes en la fe, y sin moveros de la esperanza del evangelio que habéis oído, el cual se predica en toda la creación que está debajo del cielo; del cual yo Pablo fui hecho ministro».

Reconciliación significa «transformar totalmente». No es Dios quien debe cambiar; Él siempre ha sido amor y en todo momento tiene la salvación del ser humano en el corazón. Pero Él transformó las relaciones, al proporcionar acceso total a la gracia por medio de la muerte redentora de Jesucristo. En Jesús, Él ocasionó una transformación total. 2Corintios 5:19 dice: «Que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación». No se trataba ahí de un perdón y una reconciliación baratos. El precio es la sangre de Jesús y la cruz. Realmente hemos sido comprados por un precio muy alto.

En febrero de 2016, el futbolista Gareth Bale (Beil) se cambió de los Tottenham Hotspurs al Real Madrid por la suma de transferencia más alta de entonces: 101 millones de euros. No obstante, según la opinión del entrenador, no dio un rendimiento digno de tanto dinero. No lo designaban para los juegos, se quedaba en el banco de suplentes o en la tribuna; los diarios no escribían bien de él, lo abucheaban, y finalmente, abandonó Madrid otra vez. No es así con Dios. Delante de Él tienes el «valor de Jesús». De una vez y por todas fuiste hecho a medida para el cielo.  La Palabra de Dios testifica en Romanos 3:25-26 diciendo: «… a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús».

Existe consuelo en la responsabilidad. Dice Colosenses 1:23: «Si en verdad permanecéis fundados y firmes en la fe, y sin moveros de la esperanza del evangelio que habéis oído, el cual se predica en toda la creación que está debajo del cielo, del cual yo Pablo fui hecho ministro». ¿Qué significa eso ahora? ¿Será que, después de todo, un cristiano puede perderse? ¿Acaso en definitiva sus propios esfuerzos y obras sí son responsables de salvación o perdición?

Hemos notado que el perdón y la reconciliación son válidos eternamente y son inalterables. Los mismos se originan en la gracia total y perfecta de Dios. Por eso es que Pablo escribe: «… ahora os ha reconciliado en su cuerpo de carne, por medio de la muerte». Se trata aquí de una acción completada, pero esta salvación debe servir para algo, o sea «para presentaros santos y sin mancha e irreprensibles delante de él». Si no estamos fundamentados en la fe y nos mantenemos firmes, sino que nos abrimos a legalismos, ascetismo, filosofías, pecados, desobediencia y otras cosas no bíblicas, entonces sufre nuestra santificación práctica, y un día tendremos que rendir cuentas de eso ante el tribunal de Cristo. En 1Corintios 3:13 leemos «La obra de cada uno se hará manifiesta; porque el día la declarará, pues por el fuego será revelada; y la obra de cada uno cuál sea, el fuego la probará».

Exactamente en ese mismo sentido es que Pablo exhorta en 1 Corintios 6:20 diciendo: «¡Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios!». Y en 1 Corintios 7:23 dice: «Por precio fuisteis comprados; ¡no os hagáis esclavos de los hombres!». Resumiendo, amigos, podemos sin temor decir: no existe ningún caso sin esperanza delante de Dios, Jesús realizó todo por todos. Y es así como existe una salvación perfecta para todos los que buscan a Jesús.

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