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Autor: Eduardo Cartea Millos

No tenemos que estar asombrados de que nos pueda sobrevenir la prueba, aun en momentos en los cuales estamos bien espiritualmente. Y así fue con Abraham. Dios no confía sus proyectos en hombres y mujeres perfectos, sin defecto alguno, sino en hombres y mujeres fieles, que creen y esperan en Él.


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PE2849- Estudio Bíblico
Cuando Dios llama dos veces (4ª parte)



Obediencia para agradar a Dios

Hola, un gusto encontrarme con ustedes. Estamos viendo juntos el doble llamado de Dios a varios hombres y mujeres de la Biblia. El primero de estos llamados especiales, destacados, es a Abraham. Allí está este hombre grande ante una prueba tremenda para su vida. Creo que ninguno de nosotros quisiéramos atravesar una experiencia como esta. Tan sensible, tan traumática. Notemos como comienza el capítulo 22 del libro del Génesis: “Aconteció después de estas cosas que probó Dios a Abraham”. ¿Qué cosas? Las experiencias de la vida de Abraham que nos narra la Biblia, nos indican que era el mejor momento de su vida. A pesar de algunos errores muy tristes… Había cometido pecado al llegar a Egipto y engañar al Faraón mintiendo sobre su relación con su esposa Sara; lo mismo había hecho con Abimelec, y casi le cuesta la vida; se había precipitado desconfiando fatalmente de la promesa de Dios al tener un hijo con Agar, la sirvienta de su mujer. Y sin embargo, era un hombre fiel a Dios y bendecido por Él: Había logrado una gran victoria sobre una coalición de reyes enemigos; había recibido la promesa divina de bendecir su descendencia; había tenido un hijo, cuando todas las esperanzas de él y de su esposa Sara estaban perdidas a causa de su avanzada edad. Dios no confía sus proyectos en hombres y mujeres perfectos, sin defecto alguno, sino en hombres y mujeres fieles, que creen y esperan en él.

Entonces llegó el momento de la prueba…

A veces pensamos que las pruebas son el resultado de pecado que hayamos cometido. Pensamos, “es lógico, esta prueba es en respuesta a mi alejamiento de Dios”. Pero no siempre es así. Si lo fuera, Cristo no hubiera sido probado, porque él no conoció el pecado.

Hay pruebas que vienen de la mano de nuestro enemigo, el diablo. Recordamos a Job. Dios mismo dice de él: “…no hay otro como él en la tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal”. Y, sin embargo, Job debió atravesar tremendas pruebas en su vida, propuestas por el mismo Satanás, y permitidas por Dios. Perdió su familia, sus bienes, su salud. Salvo su vida, porque Dios no lo permitió, lo perdió todo. Pero todas estas desgracias le llevaron más cerca de Él.

Pensamos también que las pruebas deberían ser para los que andan alejados de los caminos de Dios, pero tampoco siempre es así. Mire lo que expresó David en uno de sus salmos: “Tú has probado mi corazón, me has visitado de noche; me has puesto a prueba, y nada inicuo hallaste; he resuelto que mi boca no cometa transgresión”.

José, era un hombre espiritual, y fue muy probado, en su fe, en su moral, en su integridad.

Daniel y sus amigos; los apóstoles en los albores de la iglesia, Esteban, Pablo, Pedro, Juan, etc. eran hombres espirituales, comprometidos con Dios, y sin embargo fueron probados duramente.

No tenemos, pues, que estar asombrados de que nos pueda sobrevenir la prueba, aún en momentos en los cuales estamos bien espiritualmente. Y así fue con Abraham. Dios mismo le probó, y cuando Dios prueba, no es para ponernos una zancadilla para hacernos caer, como hace nuestro adversario. Su intención es aprobarnos. Es que salgamos purificados, como la plata en el horno del orfebre, sin impurezas, sin escorias. Pura. Perfecta. Como el oro, en las palabras del apóstol Pedro: “Para que vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero, se prueba con fuego, sea hallada en gloria y honra”.

Ch. Swindoll dice:

“Dios es, por supuesto, omnisciente. Él conoce el futuro de manera tan exacta como conoce el pasado. Él no pone a la gente a prueba para ver qué tan bien reacciona su fe estando bajo fuego; Él prepara las pruebas de fe para mostrarnos a nosotros lo que Él ha hecho de nosotros últimamente. Ya sea que la pasemos o fracasemos, aprendemos de nosotros mismos. Aprendemos dónde necesitamos mejorar, o descubrimos lo espiritualmente maduros que hemos llegado a ser”.

Así que Dios le probó para ver hasta qué extremo la fe de Abraham era cierta, sabiendo que lo era.

Pero esta prueba, la más grande en la vida de Abraham, fue para el patriarca una verdadera “escuela de fe”. “La fe obediente que vence en las pruebas de la vida”.

Notemos algunas cosas muy preciosas en este pasaje de la Escritura. Si tiene su Biblia a mano, acompáñeme, por favor en Génesis 22.1-8:

Notemos:

  1. La disposición de la obediencia (v. 1). “Dios… le dijo: Abraham. Y él respondió: Aquí estoy”. En la sabiduría divina había llegado el momento de probar a su siervo. La hora del examen. La hora de ver si la fe de Abraham llegaba al extremo de confiar en su Dios más allá de lo entendible.   

¿Era capaz de resistirlo? Desde el punto de vista humano, nos parece casi imposible. Fue la más grande de las pruebas y era extremadamente difícil. Pero desde el punto de vista divino, sí era posible, porque Dios siempre nos prueba cuando podemos resistir. Nos toma examen cuando podemos responder, a fin de aprobarnos.

Sin perder Génesis 22, busque por favor la epístola de Santiago cap. 1. En él leemos acerca de las pruebas que Dios pone en nuestro camino. Dice en el v. 2: “Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia”. En el v. 12, leemos: “Bienaventurado el varón que soporta la tentación, porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman”. Es notable que las palabras pruebas, del v. 2 y tentación del v. 12 en griego son el mismo término. Pero, entendemos que en el v. 2 se refiere a aquellas pruebas que Dios permite en nuestra vida para afianzar nuestra fe y paciencia, y en el v. 12, aquellas zancadillas que nos pone Satanás por delante para hacernos tropezar. El apóstol es enfático cuando en el v. 13 dice: “Cuando alguno es tentado no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie”.

Sin duda, las formas de la prueba y la de la tentación pueden ser las mismas, pero el objetivo es totalmente distinto. Las tentaciones vienen de parte de nuestro adversario. Las pruebas, de parte de Dios. Unas para tropezar, las otras para vencer y ser aprobados. Notemos que en el v. 12, Santiago dice: “cuando haya resistido la prueba”, porque Dios espera exactamente eso. No que caigamos, sino que podamos vencer. Y nos da los recursos para que esto sea siempre posible.

Pero Dios permite y aun envía las pruebas a nuestra vida. Es el método que Él tiene para modelar nuestro carácter a la imagen de su Hijo.

Tengamos en cuenta algo de suma importancia: Se ha dicho que “Dios nunca nos llevará a alguna situación en la cual su gracia no nos asista”. Y es verdad, porque la promesa de la Biblia es esta: “Fiel es Dios, que no nos dejará ser tentados más que lo que podamos resistir; sino que juntamente con la prueba nos dará la salida, para que podáis soportar”.

Además, Dios no le iba a pedir a su siervo algo que El no estuviera dispuesto a hacer. Le pidió su hijo para hacerlo morir, pero al final Dios mismo proveyó de un sustituto para que no muriera. Pasados los siglos, Dios entregaría a su propio Hijo por todos nosotros a morir en la cruz, ¡y no habría sustituto para él!

Es bueno estar dispuesto para Dios. Para cuando El llame. Es bueno decirle, como Abraham: Aquí estoy, Señor. Es cierto que nunca estamos deseando las pruebas. Generalmente les tenemos miedo. Nos parece que vamos a tener momentos difíciles, pasar por horas de tristeza, de angustia, de escasez. Y eso, naturalmente, no nos gusta. Pero son necesarias y lo bueno es estar dispuesto para el momento en que ellas lleguen a nuestra vida.

Todos enfrentamos pruebas y tentaciones. Las tentaciones nos parecen naturales, porque provienen de nuestra naturaleza caída. Las pruebas, que son parecidas en muchos casos, nos parecen ilógicas, inesperadas. Pero no son inesperadas para Dios. Están dentro de sus sabios planes para nuestra vida. Como decía mi querido hermano y amigo, gran escritor, Horacio Alonso, ya con el Señor: “A nosotros nos sorprenden las pruebas, pero a Dios no le sorprenden, porque Él ya lo conoce de antemano”.

Las pruebas son hechas por Dios “a la medida de cada uno de sus hijos, y cada experiencia es única”. Así que, debemos esperar las pruebas de parte de Dios, porque la vida cristiana no es algo fácil. No es un camino de rosas. Y aún si lo fuese, las rosas… tienen espinas.

Alguien dijo que “nuestra fe no es realmente probada hasta que Dios nos pide que soportemos lo que parece insoportable, hacer lo que parece imposible y esperar lo que parece inesperado”. En nuestro próximo encuentro, seguiremos viendo y aprendiendo de la suprema prueba de Dios a Abraham, y las lecciones que deja esta experiencia en el padre de la fe para nosotros. Que Dios te bendiga muy ricamente.

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