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Continuamos hablando con el Docente Luis Andrés Noya sobre el programa que realiza en Radio Trans Mundial: Cerrando la puerta de atrás, un programa que enseña sobre la importancia de atender a aquellos que se van de la iglesia. Aprendemos sobre las razones por las que algunos hermanos se apartan y sobre qué podemos hacer nosotros para evitarlo y para fortalecer la comunión en la fe. ¡No te pierdas de los consejos de Luis en el programa de hoy!


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EA678 – Entre Amigas –
Cerrando la puerta de atrás (2ª parte)



Entrevista a Luis Noya

Natalia: Queridas amigas, llegó el tiempo de la entrevista, un tiempo que disfrutamos mucho porque recibimos visitas. En este caso ya saben quién es porque en programa anterior estuvimos hablando con Luis Andrés Noya, invitado para este programa también, quien es Docente de materias empresariales y miembro de una iglesia evangélica de Montevideo donde es el encargado de liderar el grupo de adolescentes. Luis, ¿cómo estás? Bienvenido.

Luis: Bien, es un gusto estar otra vez aquí en estos micrófonos tan queridos.

Natalia: Es un placer para nosotros tenerte. Estamos hablando del mismo tema que el programa pasado, de este taller que sabiamente llevan adelante en Radio Trans Mundial llamado Cerrando la puerta de atrás, que busca prevenir que la gente que está en la iglesia se vaya, se aparte, perdiendo así, no capital económico, sino capital humano, que tan valioso es para nuestro Dios. En el programa pasado hablábamos un poco de la gente nueva que llega a la iglesia y que por algún motivo se va, pero también se va la gente que ya está desde hace años, ¿no? Ese es un caso más complicado.

Luis: Sí, en realidad hay dos niveles. Quizás en el programa anterior no señalamos algunos énfasis que valen la pena hacer. Primeramente, a veces con las personas nuevas una barrera puede ser el uso del lenguaje eclesial y el dar por supuesto algo como que la persona nueva la tendría que saber. Eso puede ser un freno para que la gente madure dentro de la iglesia y para que se consolide en su comunidad de fe, y en su comunión con Dios y con los hermanos. Lo que tú me preguntás le suma al problema de que la comunicación de la iglesia no debería ser en un lenguaje eclesial, que hay gente que a veces, habiendo estado muchos años en la iglesia, termina yéndose por la puerta de atrás.

Yo creo que cada persona es única, pero si uno tuviera que agruparlos por temas, se van los que sienten que no logran protagonismo. Se van por celos, se van por vanidad “¿cómo va a venir a enseñarme esto?”, “¿cómo van a poner a fulano de coordinador de la escuela dominical?” o “¿Cómo lo van a poner a dirigir el coro si yo soy profesora de solfeo?” Cosas así. Algunos se van por un tema de la vanidad propia y por el orgullo, porque se consideran mejores que los que están liderando. Otros se van por un conflicto no resuelto, por una ofensa, porque se sintieron agraviados y nunca lo perdonaron. Y otros se van por falta de madurez, y aquí tengo una frase que dice “envejecer es obligatorio, madurar es opcional”. Queridas amigas, ¿no han visto en sus congregaciones a adultos inmaduros y a jóvenes maduros? ¿Verdad que sí? Hay algunos que en la iglesia tienen antigüedad, y hay otros que tienen madurez. Se van de los dos tipos. Se va el inmaduro que lo que tenía era antigüedad en la congregación, se va el que tuvo un conflicto y no lo resolvió, y se va el orgulloso que considera que con sus dones o con sus capacidades debería tener una posición “mayor” en la iglesia.

Natalia: Desde lo humano diríamos “¿Sabés qué? Si no te sirve, vete”. ¿Pero es tan así? ¿Hay casos en los que está bien para la iglesia que alguien se vaya? ¿Ayuda? ¿Cómo se maneja eso? ¿Hay una posibilidad de rehabilitar y de recuperar a esa persona para que entienda dónde está lo importante? Porque es un pecador como también lo somos todos nosotros.

Luis: Claro, yo creo que ahí los ejemplos bíblicos son bastante relevantes, ¿En qué sentido? En que en el programa anterior tu terminabas destacando algo, que es el amor. Dice Colosenses 3:14 “Y sobre todas estas cosas vestíos de amor, que es el vínculo perfecto”. En realidad yo creo que uno debería tener la siguiente perspectiva: El que persuade, convence, convierte y restaura, es el Espíritu Santo. Ahora, ¿nos quedamos orando y le pedimos a Dios que haga todo? ¿O lo humanamente posible lo hacemos nosotros? Yo encuentro mucha luz en el pasaje de la resurrección de Lázaro. ¿Qué es lo sobrenatural? ¿Cuál es el milagro? Si Jesucristo le pudo devolver la vida, ¿podría haberle desatado las vendas? ¿Podría haber corrido la piedra? ¡Claro que sí! Era un chiste correr una piedra después de haberle devuelto la vida. Sin embargo Jesucristo manda a que corran la piedra y a que le quiten las vendas. Yo creo que nosotros, si queremos madurar en nuestra fe, deberíamos ser agentes de paz, de reconciliación, de restauración, de ánimo. Deberíamos hacer nuestra parte. Yo no estoy haciendo que acá tenemos la receta para que no se vaya nadie de la iglesia. Sería una arrogancia imperdonable, no tenemos la receta. Pero son herramientas que nos ayudan a hacer lo humanamente posible, en sintonía con Dios y en sujeción a su Palabra. Porque cada una de las personas que están en nuestra congregación es valiosa.

Entonces, en realidad, cuando alguien se va o está en la previa a irse, si uno interviene cuando hay enojo, si uno interviene cuando hay conflicto, si uno interviene cuando hay vanidad, si uno interviene cuando hay orgullo, le puede decir: “Mirá, vos sos muy valioso para la obra del Señor, pero en realidad en este momento tenemos a otro director de coro, tenemos otro coordinador de la escuela dominical. Vos, ¿Lo hacés por el cargo? ¿O por la carga que sentís de servir a Cristo? Porque no es lo mismo.

Natalia: Y si tenés esa carga y sos maduro espiritualmente vas a entender, vas a ir y vas a colaborar en lo que puedas, ¿no? Gracias a Dios que tenemos la Palabra, la cual nos guía para llevar adelante todos estos vínculos, no solo en le iglesia sino también con la familia, con los amigos, con quienes nos rodean. El ser conciliador nos ayuda en cada vínculo de la vida. Me quedé pensando, Luis, en lo que hablábamos recién, de la vanidad, y me vino a la mente el ejemplo de Jesús lavándole los pies a los discípulos.

Luis: Exacto. “El Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir”, dijo Jesús.

Natalia: Exacto, y con eso solo, si se lo decís a alguien que tiene determinado cargo y si la persona es madura, ya tendría que ser suficiente.

Luis: Sí. A mí me pasó con una hermana en la congregación, y esta anécdota la van a disfrutar las oyentes porque quizás les ha pasado en la iglesia también. En una oportunidad el pastor no estaba en la iglesia y yo había ido a predicar a otro lugar, y se armó una discusión de esas típicas de convivencia. Acá en el Río de la Plata tenemos los tangos que cuentan paisajes urbanos y hay una frase de un tango que dice: “lo más difícil de la vida es convivir”. Entonces en esa convivencia surgió un conflicto, y una hermana hizo todo lo bíblicamente perfecto. Concilió, medió, pacificó, una madurez espectacular. Entonces en la semana, como uno está en contacto con los hermanos, nos enteramos. Al domingo siguiente voy allá y le digo: “Te quería felicitar, te agradezco mucho, qué bendición que actuaste con esa madurez como lo dice la Palabra” y esta hermana me dice: “ay qué alegría, qué bueno que te diste cuenta porque yo no sirvo para nada, no predico, no tengo linda voz, no toco un instrumento musical, lo único que puedo hacer es lavar las tazas”. Entonces yo le dije: “Espera, a mí me contaron lo que hiciste y yo te vengo a agradecer por ser agente de paz. Pero si nadie se hubiera dado cuenta, Dios te vio, y dice la Palabra de Dios que todas las cosas están desnudas y abiertas ante aquel a quien tenemos que rendir cuentas. Entonces, en realidad, la única cuenta que cuenta, se la lleva Dios”. Y como a las dos, tres, semanas, el Pastor dijo si alguien quería dar testimonio y esta hermana pasó al frente y contó esto. Qué bueno esto, que Dios lleva la única cuenta que cuenta, eso vale para todas las que nos están escuchando. El que premia y el que ve que realmente tu fe es auténticamente genuina, está contigo. Aunque no estés en los anuncios, en el boletín de la iglesia, aunque no prediques lindo o toques instrumentos musicales.

Natalia: Va en el corazón.

Luis: Exactamente.

Natalia: Bueno, si llamo a alguien para animarlo, lavo las tazas, y al terminar digo “qué buena que soy yo, que hago todo esto”, tampoco sirve. Hay que ver el corazón de lo que hacemos, de por qué lo hacemos, pensar en que estamos sirviendo a los demás y que es ese vínculo de amor el que impulsa todo esto para que se queden en la iglesia. Qué importancia. Vos estás hablando de este lado, pero ¿te pasó de estar del otro lado? ¿De estar por irte? ¿Aprendiste de esa experiencia también, de que alguien te cerró la puerta a tiempo?

Luis: Sí, me pasó sí. Sin duda que me pasó. Lo que pasa es que también uno tiene que buscar hermanos sobre los cuales pueda apoyarse. Es bueno tener algunos referentes para que cuando se le nubla la vista, por la bronca, por el enojo, por la depresión, por la tristeza, por lo que sea, que en ese momento a uno lo apoyen. En ese sentido más vale dos que uno, dice la Biblia. Porque si uno cae el otro lo levanta. Ese pasaje lo usamos cuando se casa una pareja, pero es para todo. El otro día acá en Uruguay se celebró el día del amigo y una hermana en Cristo, que yo soy muy amigo de su esposo, me manda un mensaje de texto y me dice: “gracias por lo amigo que has sido para él”, entonces yo le contesté “es recíproco, él tuvo un año malo y me tuvo a mí, pero cuando a mí se me cuelga el sistema el que me reformatea el disco duro es tu marido”. Porque ahí creo que el gran secreto es que deberíamos entrenarnos y tener la mayor habilidad posible en escuchar. Escuchar activamente, escuchar con empatía, poniéndonos en el lugar del otro y tratando de ver la situación del otro para ser un facilitador de soluciones. Porque a veces los cristianos somos muy proclives a simplemente tirar un versículo bíblico, un “vos orá que yo voy a orar por vos” y ya está. Y en realidad, si el marido es golpeador, si el hijo se droga, si la hija tiene dos novios, no le podemos decir alegremente “bueno, vos orá y ya está”. Uno también tiene que dar sugerencias, tiene que plantear alternativas. A veces hacemos bien escuchando y a veces hacemos bien proponiendo soluciones a la situación problemática de la persona que está buscando la puerta para irse, para que no la señalen, para que no le echen en cara. Entonces creo que deberíamos escuchar más activamente y deberíamos tener también alguna referencia, no solo el pastor y el líder, sino también algún hermano con quien podamos abrir el corazón.

Natalia: Alguien que sea maduro espiritualmente, que escuche activo y que hable pasivo, en el sentido de que hable con la Palabra de Dios, con sabiduría y no para avivar el fuego, como a veces pasa.

Luis: Claro, y uno como líder también tiene que buscar a personas así, porque a veces los líderes tenemos alguna actividad o hiperactividad, tenemos la agenda llena, estamos demandados por los demás, y no tenemos tiempo para buscar nosotros el consejo. Siempre está esa soledad de decir ¿a quién le cuento esto? Porque va a ser de tropiezo para otros. Yo me acuerdo de llamar al anciano de la iglesia en donde yo me convertí, ya no iba a esa iglesia hace muchos años pero tenía que tomar una decisión y la quería chequear con él. También tengo otro amigo de mi edad que es pastor de una iglesia y le he pedido para charlar, porque sé que son personas maduras en la fe, y además, como dice proverbios, en la multitud de consejos está la sabiduría. Busquémonos referentes con quienes hablar antes de tomar decisiones que no son sanas.

Natalia: Exactamente, no hay superhéroes, eso sí que no está en la Biblia, no hay nadie que haga las cosas por su cuenta. Jesús mismo, cuando estuvo en los momentos más críticos, se llevó a tres para orar y pidió consejo al Padre. Así que la soledad no está aconsejada.

Luis: No, no está aconsejada la soledad.

Natalia: Así que bueno, estemos atentos a esa puerta de atrás, no mirándola con ganas de irnos sino trabajando para poder resolver los problemas con todos los consejos que nos trajo Luis Andrés Noya hoy. También atajemos nosotros a los que están con ganas de irse y seamos sensibles con eso, para, como decíamos hoy, con amor, retenerlos en donde sabemos que es mejor estar, que es en la casa de Dios.

Luis: Exacto, en comunión. La fe se vive en comunidad, y por más conocimiento bíblico y entusiasmo que tenga el que se fue por la puerta de atrás, en realidad debemos tener la comunión con los hermanos para crecer, para vivir la fe y también para ser de apoyo, de estímulo y tener esa reciprocidad de amarnos los unos a los otros, y cuidarnos los unos a los otros.

Natalia: Muchas gracias, Luis, por haber estado con nosotros.

Luis: Un gusto, como siempre.

Natalia: Amigas, gracias por acompañarnos, y no se pierdan la próxima edición de Entre Amigas.

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