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Autor: René Malgo

A partir de mensajes de una conferencia de Pascua, el autor comparte con nosotros algunos estímulos para reflexionar: En vista de la segunda venida de nuestro Señor Jesucristo, ¿deben vivir en santidad los cristianos?


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PE2353 – Estudio Bíblico
Aquí viene el Esposo



Un cordial saludo, en el nombre de Jesús, para todos los que nos escuchan! El autor de este mensaje, en base a mensajes expuestos en una conferencia de Pascua, comparte con nosotros impresiones y estímulos para reflexionar.

Él nos dice así: El centro de la conferencia de Pascua de este año fue la persona del Señor Jesucristo en Su segunda venida. Como no debería, ni debe, ni puede ser de otra manera. Al cumplirse 60 años de nuestra Obra Misionera, este tema ha jugado un rol especial a lo largo de todos estos años. Recordando rápidamente lo expresado en las exposiciones, encontramos algunos estímulos para reflexionar acerca de la pregunta: “¿Deben vivir en santidad los cristianos?”

La oración sumo-sacerdotal de Jesucristo muestra, por ejemplo, como enfatizó Thomas Lieth en la oración de apertura de la conferencia, que la obra redentora del Gólgota, en definitiva, se trata de la glorificación del Señor mismo, como podemos leer en Juan 17:5: “Ahora pues, Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese”. A través de Su sufrimiento en la cruz, donde nuestro Señor cargó con el castigo divino por nuestros pecados, Él pagó un precio inconmensurablemente alto por nosotros. Por esta razón, el objetivo de la vida de cada redimido sólo puede ser engrandecerlo a Él.

Eso no significa que ahora tengamos que hacer “cosas grandes”, dijo Stefan Rudolf, misionero en Rumania. “También las cosas pequeñas son importantes.” Se trata de la fidelidad. Y lo importante en eso es la oración. Y Conno Malgo, dijo en un saludo: “La oración es el motor.” Es por eso que la obra pudo crecer tanto, como explicó Peter Malgo en su retrospectiva de los 60 años de Llamada de Medianoche. En la obra misionera, el énfasis, desde siempre, estuvo en la oración. La generación de fundadores fueron personas que oraron. “Es como con un automóvil”, explicó Conno Malgo, “por más lindo que sea, sin motor no funciona.”

En su mensaje, Marcel Malgo constató que el tema de la “santificación” hoy ya no es popular. Aun así: la santificación es necesaria (según 1 Pedro 1:14 y 15), porque Jesucristo vendrá para llevarnos al hogar celestial (como prometió en Juan 14:3). Debemos estar preparados. De este modo, el lema elegido hace 60 años atrás para Llamada de Medianoche, de Mateo 25:6, hoy es más importante que nunca, enfatizó Marcel: “¡Aquí viene el esposo; salid a recibirle!”

Una faceta de la santificación es el perdón. Justamente en esto, Jesucristo nos dejó un ejemplo imponente en la cruz del Gólgota, como explicó Samuel Rindlisbacher. Lo inconcebible es que porque Jesucristo pagó todo, absolutamente todo por nosotros, Él nos puede perdonar. Y ahora, a través de la fe en Él, sobre la base de la cruz, no solamente hemos recibido el perdón, “sino que podemos perdonar a otros también”, afirmó Samuel (mencionando Mateo 6:12).

Cuando captamos el incomprensible amor perdonador de nuestro Dios, también encontramos la motivación para una vida santa. Eso lo demostró Ernst Kraft en su disertación. El amor nunca dice: “Ahora basta, ahora dejo todo” (porque es fuerte como la muerte y ni los ríos lo pueden ahogar, como está escrito en Cantares 8:6 y 7). “Recuerden”, dijo Kraft, “que Jesucristo cargó con una culpa que Él mismo nunca cometió”. Jesús nos ama, Jesús murió por nosotros, a pesar de que Él nos conoce. Él nos ama hasta el final (según Juan 13:1). Él no desiste de amar a Sus redimidos. Por esa razón, solamente podemos dar una respuesta: “¡Amar a Aquél que nos amó primero!” Una reacción apropiada sería la de los hermanos de José, que leemos en Éxodo 47:25: “¡La vida nos has dado; hallemos gracia en ojos de nuestro señor, y seamos siervos de Faraón!”

Ahora, ¿significa eso afanarse trabajando hasta caer rendido? ¡No! A menudo queremos reemplazar el discipulado personal a través de mucho trabajo. Pero eso no es santificación, como aclaró Kraft. La primera pregunta que Jesús le hizo a Pedro fue: “¿Me amas?” Y esta pregunta nos la hace también a nosotros. Él no nos pregunta: “¿Has trabajado mucho?” Él nos pregunta si Le amamos. El “primer y gran mandamiento” es: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente” (así nos enseña Mateo 22:37).

El poder para la santificación es Jesucristo mismo. Norbert Lieth observó, en su primer mensaje en la Conferencia de Pascua: “Los psicólogos dicen: Debes hallarte a ti mismo. Yo digo: ¡Ése justamente es el problema!“ La santificación no tiene nada que ver con hallarse a sí mismo. La santificación es quitar la mirada de uno mismo y, como dice 1 Pedro 2:24, mirar a Aquel “quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia”.

Quizás usted no esté conforme con su condición. Se siente atrapado, como los israelitas aquella vez frente al Mar Rojo. No ve una salida a su situación. Lo único que puede ver es su problema. Una fuerza superior le está persiguiendo. La solución es la siguiente, según Norbert Lieth: “Cuando los israelitas se encontraban frente al Mar Rojo, sin salida, clamaron a Dios. ¡Ése es el camino!” Recuerde que el motor es la oración. Dios dividió el Mar Rojo. Los israelitas, cuando clamaron al Dios vivo, no tuvieron que hacer más que una cosa: poner un pie delante del otro.
Tuvieron que partir. Eso es lo que usted también quizás tenga que hacer: levantarse por la fe y dar un paso tras otro hacia adelante. Erich Maag, lo dijo de este modo: “Dios puede, aun cuando nosotros hayamos llegado a nuestro límite.”

No se olvide de los “beneficios” que el Señor ya le ha dado, como dice el Salmo 103:2. Entonces encontrará la fuerza para la santificación. “Para Dios es muy agradable”, dijo Laszlo Dalnoki, “cuando recordamos Sus bendiciones”. No obstante, no deberíamos mirar “con nostalgia” a nuestros “gustos mundanos”, advirtió Laszlo. No recordemos ya los pecados pasados, sino miremos a Aquél que nos ha liberado de nuestros pecados.

Inseparablemente conectado a la santificación, está el mandato bíblico: “¡Velad!” Arno Froese explicó: “Esperamos a una persona especial, a Jesucristo, el esposo.” Los cristianos que viven en santidad también son personas que esperan y que velan. Froese constató que Abraham también esperaba cuando ya vivía en la Tierra Prometida (según Hebreos 11:8 al 10). Él no se aferraba a cosas terrenales, sino que esperaba a su Señor. Fredi Winkler, en su ponencia, enfatizó, del mismo modo, que no deberíamos poner nuestra esperanza en cosas terrenales que nosotros mismos hemos preparado. Nuestra esperanza es “la esperanza de redención bíblica y eterna”. Los discípulos esperaban a un salvador político, nacional (como relata Lucas 24:18 al 24). Por eso se mantuvieron tan firmemente en su incredulidad. La pregunta que se nos plantea, es: ¿Qué esperamos nosotros?

Arno Froese comparó a la Obra Misionera Llamada de Medianoche con Ana, la profetisa, mencionada en Lucas 2:38: “Ésta, presentándose en la misma hora, daba gracias a Dios, y hablaba del niño a todos los que esperaban la redención en Jerusalén”. Porque ésa es la tarea de la obra misionera y, en definitiva, de todo creyente: esperar a Jesucristo, el esposo, y la segunda venida redentora y, hasta entonces, hablarles a todos de eso. Fredy Peter destacó, mencionando Mateo 25:6, que el regreso del esposo es seguro. El Nuevo Testamento tiene 260 capítulos y, en los mismos, toca 300 veces el tema: ¡Jesucristo viene otra vez!

Ésta es nuestra tarea hasta que Él venga otra vez: proclamar el evangelio, la Biblia. La Palabra es nuestra semilla, nuestro capital. Nuestro objetivo: toda criatura. Así lo dijo Elia Morise, en su prédica. Hasta que el esposo regrese, debemos ceñir los lomos de nuestro entendimiento, poner toda nuestra esperanza en la gracia, y ya no comportarnos como antes (nos exhorta 1 Pedro 1:13 y 14). Y de este modo, al final, se encuentra el llamado personal de Jesús: “¡Sígueme!”

Erich Schäfer, dijo: “A ti te habla. El llamado es muy personal.” No mire usted a derecha o a izquierda, sino a Jesús. Él es nuestro pastor, nosotros Su ovejas. Y “después de todo, sería absurdo”, dijo Schäfer, “que una oveja se pusiera a discutir con su pastor en la pastura.” Santificación es andar en las “obras” que Dios ha preparado para nosotros (según Efesios 2:10). Eso significa que quien ama a su Señor, también hace lo que el esposo le ha encargado. “¡Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas!” (nos dice Mateo 6:33). Somos llamados a ir por el camino de Jesús y a seguir Sus pisadas (así leemos en 1 Pedro 2:21), y hoy más que en cualquier otro tiempo anterior, ya que: “¡Aquí viene el esposo!”

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