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Autor: William MacDonald

“Porque como el Padre tiene vida en sí mismo, así también ha dado al Hijo el tener vida en sí mismo”, nos dice Juan 5:26. El Dios trino es la fuente de toda vida. La eternidad de Dios está ligada con Su autoexistencia. Su vida no fue creada. La fuente de Su existencia está enteramente en Él mismo.


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PE2247 – Estudio Bíblico
La fuente de vida que no fue creada (2ª parte)



¡Qué gusto estar nuevamente junto a ustedes! Redondeando el tema que tratamos en el programa anterior, tenemos que decir que: Nos regocijamos en la autosuficiencia de Dios. Aceptamos la verdad como absolutamente imperativa si Dios es Dios. Quedamos asombrados y admirados ante Su independencia solitaria. Lo adoramos.

Johann Scheffler destacó este maravilloso atributo en estas líneas:
Fuente de bien, toda bendición brota de Ti;
Tu plenitud no conoce necesidad;
Aparte de Ti, ¿qué más puedes desear?
Y autosuficiente como eres, aun así
Deseas Tú mi corazón nulo;
Sí, esto requieres; tan sólo esto.

Hablemos ahora de Su: Conocimiento sin Límite.

“Dios … sabe todas las cosas”, nos dice 1 Juan 3:20.

Sí, Dios es omnisciente; Él tiene un conocimiento perfecto de todo. No hay nada que Él no sepa. Nunca ha aprendido ni aprenderá nada. No basta con decir que Él podría saberlo todo si quisiera. ¡Es que lo sabe todo! Siempre ha sido omnisciente, y siempre lo será.

Aiden Tozer escribió lo siguiente para nosotros:
Dios conoce instantáneamente y sin esfuerzo alguno todas las cosas y cada una de ellas, todas y cada una de las mentes, todos y cada espíritu, todo ser y cada uno de ellos, todas y cada una de las criaturas, todas y cada una de las pluralidades, toda y cada ley, todas las relaciones, todas las causas, todos los pensamientos, todos los misterios, todos los enigmas, cada sentimiento, todos los deseos, el secreto más escondido, cada trono y cada dominio, todas las personalidades, todas las cosas visibles e invisibles en el cielo y en la tierra, movimiento, espacio, tiempo, vida, muerte, bueno, malo, cielo e infierno.

Uno de los pasajes claves en cuanto a la omnisciencia de Dios es el Salmo 139:1 al 6:
Oh Jehová, tú me has examinado y conocido.
Tú has conocido mi sentarme y mi levantarme;
Has entendido desde lejos mis pensamientos.
Has escudriñado mi andar y mi reposo,
Y todos mis caminos te son conocidos.
Pues aún no está la palabra en mi lengua,
Y he aquí, oh Jehová, tú la sabes toda.
Detrás y delante me rodeaste,
Y sobre mí pusiste tu mano.
Tal conocimiento es demasiado
maravilloso para mí;
Alto es, no lo puedo comprender.

Cuando el salmista considera el infinito conocimiento del Señor, queda impresionado por lo que podría llamarse una sobrecarga de sentidos. No puede concebir tal conocimiento; es demasiado sublime.

El Señor Jesús dio una visión consoladora de la omnisciencia de Dios cuando, en Mt. 10:29, señaló que ni un gorrión cae al suelo sin que nuestro Padre lo sepa. Harry Ironside expresó esto de una manera muy vívida: “Dios asiste al funeral de cada gorrión”. ¡Fíjate! Al Dios de las galaxias y de las supernovas Le interesa aun el aparentemente insignificante gorrión. Y, ¡cuánto más cuidará, entonces, Él de Su pueblo! Denison, un escritor cristiano, puso en verso esta verdad:
De las trascendentes maravillas de Dios,
De entre todas ellas, ésta veo yo:
Que el Dios de tal infinita grandeza
Cuida de los gorriones –y también de mí.

En Romanos 11:33 al 36, Pablo habla con entusiasmo del conocimiento de Dios:
¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos! Porque ¿quién entendió la mente del Señor? ¿O quién fue su consejero? ¿O quién le dio a él primero, para que le fuese recompensado? Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén.

El escritor del libro de Hebreos, en el cap. 4, vs. 13, nos recuerda que “todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta”.

Es embargador el pensar en todo el conocimiento de Dios. En nuestra generación hemos sido testigos de una enorme explosión de conocimiento. Aparecen libros en una interminable procesión, acerca de ciencia, literatura, filosofía, geografía, historia y de cualquier otra esfera. Nuestras bibliotecas están inundadas. Ha surgido la especialización. Los expertos sólo son hábiles en un pequeño campo; no pueden desear el llegar a cubrir toda la gama. Pero Dios tiene pleno conocimiento de todo, en el cielo y en la tierra, y Él reparte este conocimiento a las personas. Siempre que Él lo hace, estas personas son aclamadas como descubridores.

Pero, aún queda mucho que nosotros no conocemos. Aunque podemos llegar a la luna, no podemos comprender cómo puede volar una abeja. Aunque podemos trasplantar corazones humanos, no podemos curar un resfriado común. Podemos conquistar el espacio exterior, pero no podemos conquistar el interior. Podemos hacer la guerra, pero no podemos hacer la paz. Sabemos tanto, pero sabemos tan poco. Para Dios no hay misterios, ni problemas sin solución, ni rompecabezas.

Y lo que es verdad en cuanto a Dios el Padre también es verdad de Dios el Hijo. Aun como hombre sobre la tierra, la segunda persona de la Trinidad era omnisciente. Cuando una mujer tocó el borde de Su manto, Él supo que había sido un toque de fe y no de la multitud que Lo apretaba (Lc. 8:43 al 48). Él sabía exactamente dónde estaban los peces en el mar de Galilea (Jn. 21:6). Sabía lo que pensaba la gente (Mt. 9:4). Conocía el carácter y la historia de aquéllos con los que se encontraba (Jn. 1:47; y 4:16 y 18). Podía predecir el futuro, incluyendo Su propia traición, negación, crucifixión, resurrección, ascensión y Su futura venida (Jn. 13:11; Mr. 14:30; Lc. 9:22; y Jn. 14:2 y 3). Y los discípulos estaban convencidos de que Él lo conocía todo (Jn. 16:30).

Es cierto que hay algunos versículos que parecen decir que Su conocimiento estaba limitado. Por ejemplo, Lucas 2:52 dice que Jesús “crecía en sabiduría y en estatura”. ¿Cómo puede Uno que tiene perfecto conocimiento crecer en sabiduría? Y Marcos indica que Jesús no sabía el tiempo de Su segunda venida (Mr. 13:32). ¿Cómo podía ser esto posible si Él era omnisciente?

Aquí nos encontramos cara a cara con el misterio de la encarnación, del cual habla 1 Ti. 3:16: “Grande es el misterio de la piedad: Dios fue manifestado en carne”. Cómo pueden coexistir la deidad y humanidad en una persona, queda más allá de nuestro entendimiento. Por ejemplo: sabemos que Dios no puede morir, y sabemos que Jesús es Dios. Y Jesús murió. ¿Cómo puede ser? Es un misterio. Hay un sentido que no podemos comprender en la persona de Cristo; sólo el Padre puede conocerlo (nos dice Mt. 11:27). Muchas de las herejías más graves han surgido como resultado de teólogos que han intentado resolver el misterio. Lo único que han conseguido ha sido robarle a Su deidad, a Su humanidad, o a ambas.

Pero nosotros sabemos que, aunque Él se despojó de Su posición en el cielo para ser hombre, nunca se despojó de los atributos de Su deidad. No fue Dios menos algunos de Sus atributos; eso sería imposible. Más bien, fue Dios más Su humanidad. No dejó a un lado la gloria de Su deidad; al contrario, cubrió esa gloria con un cuerpo de carne. Si un príncipe deja el palacio real para ir a vivir en los barrios bajos, su posición ha cambiado, pero él sigue siendo la misma persona. Puede despojarse de su lugar privilegiado y ocultar su verdadera identidad, pero no puede despojarse de su personalidad. Así fue con el Señor Jesús. No consideró Su posición con el Padre en el cielo como algo a que aferrarse a toda costa. En lugar de esto, bajó a este planeta en forma de hombre para poder morir por la raza humana. Pero Él nunca cesó de tener pleno conocimiento de todas las cosas.

1 Comment

  1. edy de la cruz aguilar dice:

    buenas tardes.

    hermanos muy buenos mensajes o sermones que el Señor les siga bendiciéndoles, un abrazo, ojalo nos envié por correo los mensajes de estas predicaciones.

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