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Hoy entrevistamos a Guillermo Aguilar, director de Palabra de Vida en Nicaragua. Abordamos el tema de la Integridad con un enfoque muy interesante. ¿Qué significa ser una persona íntegra? ¿Cómo podemos llevar una vida íntegra si tenemos una naturaleza pecaminosa? ¿Qué herramientas utiliza Dios para llevarnos al arrepentimiento? Aprende sobre esto y más en el programa de hoy.


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EA688 – Entre Amigas –
Integridad



Entrevista a Guillermo Aguilar

Sonia: Muy buen queridas amigas, llegó el momento de la entrevista que siempre disfrutamos tanto. En la oportunidad de hoy tenemos una visita muy especial: Guillermo Aguilar. Guillermo está dispuesto a darnos un tiempito para esta entrevista de Entre Amigas, y le damos una muy cordial bienvenida.

Guillermo: Muchas gracias por la oportunidad de estar aquí, gracias a Dios por permitirme estar en este espacio tan importante y procurando ser, de alguna manera, de bendición. Además de poder compartir la palabra de Dios.

Sonia: Guillermo es un hombre viajero. ¿Dónde vives?

Guillermo: Yo vivo en Nicaragua. Soy originalmente de Costa Rica, pero trabajo hace 6 años en Nicaragua como director del ministerio de Palabra de Vida.

Sonia: Un ministerio muy conocido. Muchos hemos sido bendecidos a través de este ministerio. ¿Tienes familia?

Guillermo: Sí. Mi esposa Maira y yo tenemos dos hijas: Andrea de 21 años y Valeria de 14. Andrea está terminando su último año del instituto bíblico de Palabra de Vida en monte, en Argentina, y Valeria está cursando su octavo año en el liceo.

Sonia: Hoy queremos compartir con las amigas acerca de la integridad. Tú tienes un punto de vista muy interesante. ¿Nos quieres contar?

Guillermo: Lo que pasa es que muchas veces se maneja el concepto de una persona íntegra como alguien que hace un acto particular de mucha honestidad, y se piensa que la persona es íntegra solo porque hizo eso. Sin embargo, la Biblia nos habla de que integridad es la limpieza o la ausencia de suciedad o corrupción en todas las áreas de nuestra vida, no solo en una de ellas. Siempre utilizo el ejemplo de una pareja en un lugar de Estados Unidos, que fue a comprar pollo a un restaurante porque iban a hacer un picnic.
Al momento de llegar al picnic se dieron cuenta de que una de las cajas de pollo estaba llena de dinero. Decidieron inmediatamente ir a devolver el dinero, por más que se podrían haber quedado con él.  Fueron al restaurante a devolver el dinero y el dueño del local estaba muy agradecido con ellos por haber sido tan íntegros. Estaba tan agradecido que incluso quería traer la televisión, tomarle fotos, y que todos supieran lo que habían hecho. Pero el hombre le insistió en que, por favor, no lo hiciera público. Entonces el dueño le preguntó “¿por qué no quiere que se sepa, si es importante que el mundo sepa que todavía hay personas íntegras?” Y el hombre le respondió: “Lo que pasa es que no quiero que esto se haga público porque la mujer con la que ando no es mi esposa.”

Y si bien es cierto que el acto fue muy honesto, era un hombre sin integridad, porque podía ser que fuera correcto en algunas áreas de su vida, pero había otras áreas de su vida en las cuales estaba fracasando espiritualmente. Eso es lo que sucede con el concepto de integridad. La Biblia nos habla de integridad como la totalidad de las áreas de nuestra vida entregadas al Señor. No solamente aquellas que pensamos que son más importantes, más visibles, o que definen lo que la gente piensa de nosotros, sino que integridad es cuando yo puedo tener una conciencia limpia delante de Dios porque en todas las áreas de mi vida estoy limpio y sin mancha. Y esa es la gran diferencia.

Sonia: Una frase importante que dijiste es: “Debo ser íntegro delante de Dios”. Porque muchas veces pensamos que esta integridad tiene que ser visible para los demás, pero tu pusiste mucho énfasis en la relación entre Dios y yo. Este enfoque es muy importante.

Guillermo: Lo que pasa es que muchas veces nos preocupamos más por lo que lo que las personas piensan de nosotros, por lo que es visible, y vamos desarrollando una reputación delante de la gente. Tomamos lo que la gente piensa de mi como el aspecto más importante. Pero la integridad no es la reputación. La integridad es lo que Dios ve en nuestro corazón. Una persona lo puso así: “Yo soy una persona íntegra si, cuando tú sabes de mí todo lo que yo sé, igual me respetas.” Eso es integridad. Porque si mi corazón estuviera totalmente abierto para que todas las personas que están alrededor en mi iglesia, en mi familia, supieran hasta el más mínimo detalle de lo que es mi vida, si a pesar de eso me respetan, es porque soy íntegro. No tengo nada que ocultar, no tengo que temer que lleguen a descubrir algo de mí, porque no hay nada escondido. Cuando una persona no tiene integridad, por más de que tenga una buena reputación, siempre tiene que cuidarse, tiene que ocultar cosas. Es como la persona que suele mentir. Alguien dijo una vez: “El que siempre dice la verdad, nunca tiene que preocuparse de recordar lo que dijo.” Y es cierto, porque si yo siempre digo la verdad, aunque me pregunten diez veces lo mismo, voy a dar diez veces la misma respuesta. Ahora, si yo miento, entonces tengo que recordar qué fue lo que dije para asegurarme de decir otra vez lo mismo. Eso desgasta, pone una presión tremenda, mientras que la persona que vive en integridad vive en paz. La palabra de Dios lo dice: “El que camina en integridad anda confiado” dice Proverbios 10:9. Porque la integridad trae paz. La persona que vive en integridad no se tiene que andar preocupando de que se enteren de cosas que tiene ocultas en el trabajo, o relaciones que mantiene ocultas en el barrio. Tiene la paz de que, delante de Dios, hay una conciencia limpia. Aun habiendo acusaciones, esas acusaciones van a ser falsas porque tiene un corazón íntegro.

Sonia: Los demás nunca van a poder ver hasta lo más profundo que tengo dentro de mí, pero Dios sí. ¿Verdad?

Guillermo: Es ahí donde está la clave. La persona íntegra se preocupa por lo que Dios piensa de él, no por lo que las personas piensan de él. En primera de Pedro habla mucho de la persecución que pueden sentir cristianos por el simple hecho de ser cristianos. Y él nos exhorta a que nunca padezcamos por ser personas que hacen cosas incorrectas.
Pero si padecemos por ser hijos de Dios. Esas personas que nos persiguen al final serán avergonzadas, porque están persiguiendo a alguien a quien Dios defiende. La persona que no es íntegra se tiene que defender a sí misma, mientras que, a la persona íntegra delante del Señor, Dios la defiende. Es como el caso de Pablo, o el ejemplo de Daniel. Daniel era una persona tan intachable que a su corta edad de 12 a 14 años estuvo dispuesto a sacrificar aún su propia vida decidiendo no contaminarse, ni con la comida del rey, ni con ninguna de las cosas que le ofrecía ese reino pecador. Y aún si significaba que tendría que perder su vida, no se contaminó. En lo más sencillo, que fue la comida, decidió ser íntegro. Y luego Dios lo llevó hasta una posición de privilegio en el reinado de Babilonia, hasta el punto de ser de testimonio para el mismo rey Nabucodonosor, quien llegó a conocer a Dios por medio del testimonio de Daniel.

Sonia: Y todo eso porque él se propuso no contaminarse ni pecar contra Dios.

Guillermo: Y es ahí donde está la clave de la integridad. En el corazón. No en la conducta. Si hay integridad e el corazón, se va a hacer evidente en la conducta.

Sonia: Esto es muy interesante. Pero la realidad es que somos seres humanos y seguimos pecando. ¿Cómo es el tema entonces?

Guillermo: Cuando valoramos la integridad delante de Dios y valoramos el tener una vida limpia delante de Él en todas las áreas de nuestra vida, automáticamente tiene que haber una preocupación muy intensa en nosotros por no pecar, por no ensuciar nuestra comunión con Dios, por no ensuciar nuestro corazón. Sin embargo, la realidad es que vivimos con una naturaleza pecaminosa que no nos va a dejar hasta el día en que lleguemos a la presencia de Dios. Una naturaleza pecaminosa que, como dice en Santiago, es la concupiscencia que nos lleva al pecado. Y todos los días enfrentamos situaciones de tentación, y todos los días pecamos. Entonces, ¿cómo tratamos con eso? ¿cómo mantenemos una relación íntima con Dios a pesar del pecado? La palabra de Dios nos dice en primera de Juan capítulo 1 que el andar en luz es aquella persona a quien continuamente la sangre de Jesucristo, su hijo, la limpia de todo pecado. ¿Cómo hacemos eso? La clave es el versículo 9: “Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad.” La clave para una vida limpia es una vida de confesión.

Sonia: Pero esa confesión tiene algo especial.

Guillermo: Exactamente. La confesión no es simplemente darme cuenta de que pequé. Tenemos que ser conscientes de que cuando pecamos delante de Dios, ofendemos a Dios. Cuando pecamos delante de Dios, transgredimos su ley. Estamos ofendiendo la misma santidad de Dios, y es tan grave ese pecado, que por ese pecado Cristo murió en la cruz. Entonces, ahí es donde entra una palabra clave que es el arrepentimiento. Yo no puedo confesar mi pecado si no estoy arrepentido, porque confesar significa decir lo mismo que Dios diría de ese pecado. Asumir la misma posición condenatoria que Dios asumiría. Y es evidente que cuando yo cometí el pecado no tenía esa actitud porque de ser así, no lo hubiera cometido. Entonces tiene que haber un proceso en el cual yo paso de cometer el pecado, y aún hasta complacerme en el pecado, a rechazar ese pecado, detestarlo, odiarlo como Dios lo odia, y recién entonces puedo llegar a una confesión.

Ese proceso de arrepentirme del pecado es el que muchos creyentes ignoran o lo pasan por alto, porque piensan que confesar es simplemente decirle a Dios que nos perdone. Pero no, arrepentimiento afecta mi intelecto, mis emociones y mi voluntad.

Sonia: Todo mi ser.

Guillermo: ¡Todo mi ser! El intelecto, porque la palabra de Dios me tiene que mostrar que lo que hice fue pecado. La voluntad, porque mi voluntad tiene que ser quebrantada al reconocer que hice mal, y que no tengo que volver a hacer eso. Y mis emociones, porque la palabra de Dios en Santiago dice que aquellos que vienen arrepentidos delante de Dios se tienen que afligir, deben tener un peso en sus corazones, y eso es lo que nos lleva a la confesión. En el Salmo 51 vemos claramente como David llegó a la confesión mediante un proceso que le implicó reconocer su situación delante de Dios, y le llevó a dolerse, a amargarse en su corazón por haberle ofendido. De ahí pasó a la confesión. Pero yo no puedo confesar si no me he arrepentido. Esa es la clave para poder realmente mantener nuestro corazón limpio delante de Dios: Formar el hábito de una confesión diaria, de un arrepentimiento diario, por cada vez que ofendo a Dios con mi pecado.

Sonia: Tu nos hablaste de cuatro fuentes, cuatro herramientas. ¿Puedes contarnos un poco más sobre eso?

Guillermo: Sí. Hay cuatro herramientas fundamentales que usa Dios para traernos al arrepentimiento. La primera de ellas es el Espíritu Santo que mora en cada creyente y nos contrista cuando pecamos. Debemos aprender a ser sensibles a la voz del Espíritu Santo y no acallarlo. La segunda herramienta que el Señor utiliza es su palabra. Porque si estamos en un contacto diario con su palabra, vamos a enfrentarnos con pasajes de la Biblia que nos marcan pecados que cometimos. Podemos haberlo cometido ayer, o aún podemos haberlo cometido hace un tiempo atrás, pero cuando nos enfrentamos a la palabra de Dios y somos conscientes de que pecamos, llegamos al arrepentimiento. La tercera herramienta son los hermanos en Cristo. Vemos el ejemplo del rey David confrontado por Natán, un profeta de Dios, un hermano, que le hizo ver su pecado. Es muy importante entender que los hermanos en Cristo son una gran herramienta y una gran bendición de parte de Dios para hablar a nuestros corazones y mostrarnos cosas que están mal. Y, por último, si los tres anteriores no nos llevaron al arrepentimiento, está la disciplina de Dios.

Sonia: Ahí viene muy duro.

Guillermo: Ahí viene duro, y es cuando Dios decide intervenir directamente porque el Espíritu nos contristó, y no quisimos escuchar. La palabra nos habló, y cerramos nuestro corazón. Los hermanos en cristo nos hablaron, y nos enorgullecimos y cerramos nuestro corazón para con ellos. Cuando llegamos a ese punto y aún no nos hemos arrepentido, el Señor puede optar por disciplinarnos para llevarnos al arrepentimiento.

Sonia: Y aún ahí lo hace porque nos ama.

Guillermo: Es por amor, porque quiere mantener esa comunión intima con nosotros, porque nos ama.

Sonia: Muchas gracias Guillermo. ¿Quieres dejar un último saludo para las mujeres que están escuchando este programa? ¿Algún consejo?

Guillermo: Sí. Inmediatamente cuando pensé en esta audiencia conformada principalmente por mujeres, recordé hace dos meses en Nicaragua cuando mi esposa organizó la primera conferencia para mujeres, después de seis años de estar allí. Realmente fue hermoso poder ver la cantidad de esposas de pastores, esposas de ancianos, madres, y mujeres realmente involucradas en la obra de Dios, y fue un privilegio poderles animar. Una de las cosas que más nos llamó la atención, junto con mi esposa, fue la necesidad tan grande que tienen las mujeres de poder acompañarse, de tener personas de confianza con quienes conversar, a quienes pedir consejo, quienes animar, y con quienes orar. Para mí, un consejo sería: tengan buenas amigas, hijas de Dios, dedicadas al Señor, que sean de ánimo, con quienes puedan compartir cosas que no se pueden compartir con otras personas, y que juntas se puedan animar, apoyarse, llorar juntas, orar juntas, reírse juntas, y crecer juntas.

Sonia: Bueno muchísimas gracias, Guillermo, que Dios te bendiga, saludos para tu esposa y tus hijas

Guillermo: Muchas gracias, que Dios te bendiga.

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