Hoy estarás conmigo en el paraíso

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La segunda frase del Señor en la cruz.

Estábamos lejos de Dios, perdidos, sin esperanza y sin posibilidad de disfrutar de una vida en el cielo. Perdimos el paraíso cuando Adán y Eva comieron del fruto, sin embargo, la puerta del paraíso se volvió a abrir cuando Jesús murió. Él abrió el camino de regreso. El velo del Lugar Santísimo se rasgó de arriba abajo (Mateo 27:51) –una clara señal de que Dios lo había hecho–.

La gran tarea de Jesús consistía en restaurar la comunión del pecador con el Padre, con el propósito de que viviera con él por la eternidad.

Jesús dio esperanza a quienes no tenían ninguna: “Hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lc. 23:43). La palabra conmigo hace referencia a vivir en una comunión íntima con Dios. La bendición más grande en este mundo no es acumular riquezas, ser un trabajador exitoso o ser reconocido, sino mantener una buena relación con Dios. El ser humano solo es feliz cuando vive en comunión con su Creador.

El tamaño del pecado no debería ser un obstáculo. Jesús murió, cargando los pecados del mundo sobre sí mismo. No hay pecado que no haya pagado o por el cual no haya muerto. El apóstol Pablo dice: “[…] habiendo yo sido blasfemo, perseguidor e injuriador; mas fui recibido a misericordia porque lo hice por ignorancia, en incredulidad” (1 Ti. 1:13).

Siempre hay esperanza, aun si eres el más pecador del mundo. ¡Puedes ser salvo hoy mismo; solo acércate a Jesús, él lo hizo todo! Tienes el camino libre para experimentar una vida maravillosa, “tú con el Señor”. Ese es el plan de Dios para tu vida: “Habitaré y andaré entre ellos, y seré su Dios, y ellos serán mi pueblo. Por lo cual, salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo; y yo os recibiré, y seré para vosotros por Padre, y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso” (2 Co. 6:16-18).

En el Antiguo Testamento, el salmista dice: “¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti? Y fuera de ti nada deseo en la tierra. Mi carne y mi corazón desfallecen; mas la roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre” (Sal. 73:25-26). Estar en comunión con Dios es lo mejor que puede sucederte en la vida.

En 1 Corintios 2:9 leemos algo maravilloso: “Ningún ojo ha visto, ningún oído ha escuchado, ninguna mente humana ha concebido lo que Dios ha preparado para quienes lo aman”. Todo eso lo adquirió Jesús por nosotros y podemos gozarnos en ello. El cielo es maravilloso, allí no habrá más llanto ni dolor, no habrá lágrimas ni riñas. Vale la pena seguir adelante a pesar de las luchas y dificultades. La pregunta es: ¿vives en comunión con Jesús?, ¿te gozas de estar con él?, ¿tienes una comunión íntima con el Señor?, ¿cómo es tu relación con Dios en este momento?, ¿es como la de algunos matrimonios, donde no hay comunicación y cada uno vive para sí mismo?

Es maravilloso vivir con Jesús: “Lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdadera es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo” (1 Jn. 1:3).

La palabra conmigo hace referencia a una comunión amorosa. ¿Cómo podemos ser indiferentes a su inmenso amor? Somos como el fariseo de Lucas 7:44-45, quien a pesar de haber invitado a Jesús a su casa, no le demostró ningún amor.

Jesús se lamenta por tu falta de amor, él espera que lo ames. Vivir en su amor –“conmigo”– te llenará de gozo.

Ernst Kraft

Extracto de Jesus hat das letzte Wort (Jesús tiene la última palabra), disponible en la editorial Llamada de Medianoche.

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