Cuidando a nuestros mayores – Parte 1

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Rosario nos cuenta sobre su experiencia en el cuidado de las personas mayores, con quienes ha tenido la oportunidad de compartir el amor y la misericordia de Dios. Te invitamos a escuchar las experiencias que ha tenido con distintos ancianos, incluyendo a su propia mamá. Rosario nos anima a honrar a nuestros mayores y a tratarlos con amor y compasión, porque tienen mucho para enseñarnos.


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EA0994 – Entre Amigas –
Cuidando a nuestros mayores – Parte 1



Entrevista a Rosario

Victoria: Queridas amigas, es un gusto compartir con ustedes este momento de la entrevista. Hoy tenemos a una amiga que va a compartir con nosotras su experiencia trabajando con adultos mayores. Le damos las gracias a Rosario por estar con nosotros. ¿Cómo estás, Rosario?

Rosario: Bien, gracias a Dios.

Victoria: Bueno, ¿Podrías contarnos un poco sobre cómo fue que comenzó esta parte de tu vida, de trabajo con adultos mayores?

Rosario: Sí, siempre me gustó estar con personas mayores, charlar, que me contaran de su vida, incluso antes de empezar a trabajar con ellos siempre me gustó esa parte. Un día me ofrecieron cuidar a una persona mayor y yo acepté, ya que me gustaba, para ver cómo podía ayudarlos, estar con ellos, acompañarlos y saber su historia, todo lo que ellos pasaron, porque ya nadie lo recuerda, nadie lo valora. Entonces decidí acompañar a la primera persona mayor, y así comenzó todo.

Victoria: Al principio no te dedicabas a eso, porque tu vida no tenía nada que ver con cuidar a adultos mayores. Trabajaste toda tu vida en otra cosa, ¿no es así?

Rosario: Sí, es verdad. Yo trabajaba en fábrica, en confección, no tenía nada que ver con lo que hago ahora. Pero cuando empecé a trabajar con las personas mayores lo hice con mucho amor. Como dije al principio, me gustaba mucho estar acompañada y acompañar a personas mayores.

Victoria: ¿Cómo fue la primera experiencia, el tener que acompañar a alguien en su casa o en la casa de algún familiar, y cuáles fueron las cosas que fuiste notando?

Rosario: La primera vez estaba un poco nerviosa porque en realidad no sabía bien cómo era el trato de la medicación, el cuidado, todo eso. Pero después le fui agarrando la mano y haciendo todo lo más prolijo posible, lo más agradable para ella. Porque un anciano siempre siente que está molestando, entonces uno tiene que demostrarle a ese anciano que no, que es de bendición para todos los que lo rodean y que es de bendición también escuchar su historia, todo lo que han vivido, todo lo que han pasado, y así fue como yo comencé con esta señora. Ella era católica y hablábamos mucho de las cosas de Dios, de las creencias que ella tenía, y yo le hablaba desde mi punto de vista sobre las cosas de Dios. Así fuimos llevando hasta cierto tiempo, que era todo tranquilo pero la mayoría de la gente sabe que llega un momento en la vida de los ancianos que ya no se puede exigirles mucho, hay que tenerles mucha paciencia, y entonces ya eso es más difícil. Porque uno trata de hacerlo con todo el amor que tiene para ellos, pero es muy difícil en el sentido de que ellos ya no piensan igual, ya no razonan igual, y es una etapa muy triste para ellos.

Victoria: Para ellos y para quienes los rodean también, ¿no? ¿Qué pasa con la familia? Porque muchas veces existen las familias que deciden poner a las personas mayores en un residencial y se los juzga por eso. Hay gente que realmente lo hace porque no le importan sus mayores, pero también está esta etapa que tú contás, que tiene que ver con la etapa difícil y con no saber cómo manejarlo, ¿no?

Rosario: Sí, yo no he trabajado en casa de salud pero pienso que las personas que lo hacen tienen la experiencia para seguir adelante con un anciano. Porque yo en realidad a los ancianos los acompañé hasta cierto punto, como dije, y después los mismos familiares se encargaban de llevarlos a un residencial donde eran atendidos con médicos, con personas que les hacían ejercicios, todas esas cosas que un anciano necesita para los últimos días.

Victoria: Tú has criado hijos, tenés nietos también, ¿cuál es la diferencia entre cuidar a un hijo, un nieto, y cuidar a un anciano? Porque estamos hablando en ambos casos de cuidado de personas. ¿Qué es lo que más resalta en todo esto?

Rosario: Un anciano es como un niño. Yo, de mi parte, siempre los traté con mucho cariño, con mucha paciencia, y siempre pidiéndole a Dios que me guiara Él en lo que yo tenía que hacerles, que no le fallara a ningún anciano. Porque hay muchos que pasan el final de sus días de una forma muy triste, y yo no quería que los que yo estaba cuidando pasaran por esos momentos. Ahora, cuando yo veía que ya se me escapaban de la mano, que ya no podía darles lo que ellos necesitaban, entonces ahí sí, yo me retiraba de las casas y los familiares decidían ponerlos en un residencial porque ahí iban a tener otro cuidado, con gente especializada en eso.

Victoria: ¿Te acordás de a qué se dedicaban las personas que cuidaste? Fueron todas mujeres las personas que cuidaste, ¿verdad?

Rosario: La primera persona que yo cuidé nunca trabajó. Ella simplemente iba a las iglesias católicas a ayudar, a enseñar manualidades, todas esas cosas. Después cuidé a otras personas que sí, trabajaron. Había una señora que trabajó en el teatro Solís, con ella charlábamos mucho porque de noche quería charlar, así que nos sentábamos en el dormitorio de ella y hablábamos. Ella me pedía que yo le leyera la Biblia y que le hablara de las cosas de Dios, y así lo hacía. Creo que todas esas personas que yo tuve la oportunidad de estar cuidándolas, de estar dándoles lo mejor que podía darles de mí, todas ellas aceptaron a Jesús. Por eso estoy tranquila, porque sé dónde están.

Victoria: Y particularmente porque estas personas, de las cuales estamos hablando, ya han partido, por lo menos la mayoría, ¿no?

Rosario: Sí, todas han partido. Después tuve al lado de mi casa a una señora que era muy especial. Ella no quería saber nada de las cosas de Dios y siempre estuvo un poco reacia a mí, porque sabía que yo creía en Jesús y que toda mi familia también, que íbamos a la iglesia. Pero Dios prepara el camino cuando la persona tiene que escuchar que Dios existe, que Dios está dispuesto a salvar su alma y a estar con ella si ella lo permite. Esta persona vivía pegada a mi casa, y me ayudó mucho cuando me mudé. Era como mi madre. Yo estaba embarazada y me mandaron a hacer reposo, y la única que venía todos los días a golpearme la ventana y a ver cómo estaba era ella. Dio la casualidad de que después, cuando ella quedó anciana, hablaron conmigo para ver su yo la podía acompañar por las noches, y así fue. Era una persona con la que siempre hablábamos, nos quedábamos solas de noche y hablábamos de todo lo que se estaba viviendo. Ella me decía: “qué poco que queda para que todo esto termine, porque esto nunca se había visto antes. ¿Será que todo va a terminar?” Y ahí empezábamos a hablar de las cosas que Dios tenía preparadas y las cosas que Dios nos había prometido, y de que había que preparar nuestra alma para cuando Jesús viniera. Cuando yo dejé de cuidarla ella ya había aceptado a Jesús, y al mes de dejarla ella partió con el Señor.

Victoria: O sea que de un rechazo hacia las cosas de Dios y tal vez hacia tu persona por el simple hecho de ser cristiana, Dios dio vuelta todo de tal forma que pudiste compartirle de Cristo y al mes ella partió. Qué bueno también poder retribuirle todo el bien que esta persona había hecho contigo. Me gustaría también hablar un poco de tu mamá, porque a la par de estar trabajando en este rubro te tocó una situación muy particular con ella. ¿No es así?

Rosario: Sí, así es. Fue una situación muy linda para mí porque yo deseaba estar con mi mamá y servirle como ella se lo merecía. Mamá fue una persona que hasta muy mayor siempre estuvo haciendo las cosas por ella misma, era muy independiente y no le gustaba que nadie le hiciera las cosas. Vivió sola por mucho tiempo hasta que un día vinieron a casa unas sobrinas a decirme que iban a traer a mi mamá a vivir conmigo, y yo justo le estaba pidiendo eso a Dios, quería tener a mamá conmigo los últimos años de su vida. Entonces yo acepté, dije que la iba a cuidar. Mamá fue la que nos llevaba a la iglesia, a los 9 hijos. Íbamos a la escuela dominical y ella siempre iba con todos, no dejaba ni a uno en casa. Entonces nosotros fuimos con ella y aprendimos muchas cosas gracias a que ella nos llevó. Nosotros vivíamos lejos de la iglesia así que íbamos caminando. Por eso cuando llegó la vejez de mamá yo quería pasar tiempo con ella y retribuirle todo aquello que ella nos había dado, porque ella quedó viuda de muy joven y tuvo que salir a trabajar para proveerle a sus 9 hijos. Entonces ese era mi deseo, tener a mamá conmigo y brindarle todo el amor, todo aquello que en realidad se le brinda a una persona cuando uno la ama.

Victoria: Y qué diferencia con el tiempo pasado en cuanto el lugar que tienen los adultos mayores en la vida de las personas, ¿no? Antes quizás se los ponía en un lugar de honra y de respeto, como dice la Biblia que tiene que ser, pero han cambiado los tiempos y las personas mayores han quedado relegadas. Qué bueno que es poder compartir estos años de servicio y de compañía, no solamente para otras personas sino también para tu propia madre. ¿Cómo era la relación de ustedes en ese tiempo?

Rosario: Muy buena. Íbamos a la iglesia juntas, la tenía que llevar en silla de ruedas pero íbamos, y ella se venía gozosa de haber estado en la iglesia. Si yo no podía la llevaba mi hija. También iba a congresos con mi hija también. Ella estaba feliz, a diferencia de cuando estaba viviendo en otro lado. Nosotras cantábamos, orábamos, le leía la Biblia, hablábamos de las cosas de Dios y ella estaba muy feliz. Después empezó a ir perdiendo mucha movilidad, ya la debía tener en la cama, los médicos la iban a atender a casa, a sacarle sangre y todo eso. Me dolió mucho la partida de mi madre, pero a la vez me sentía muy gozosa de que Dios permitió que yo viviera con mi madre estos tres años y medio y que yo pudiera brindarle todo lo que se le brinda a una madre. Porque vemos que ahora, en los últimos tiempos, los ancianos molestan a muchas personas. Tratan de sacarlos de las casas y llevarlos a algún lugar en donde se los cuide. Yo tuve el privilegio de darle a mi madre lo mejor que yo tenía, hasta lo último de su vida. Lo mejor que tenía se lo daba a ella, con mucho amor, también mi hija, porque yo trabajaba afuera cuidando a otra anciana y cuando volvía a casa me encargaba de mi mamá también. Cuando ella partió con el Señor partió estando acá en mi casa. Me acuerdo de que yo la dejé con mi hija, fui a la iglesia, y cuando volví ella ya había partido. Fue un dolor horrible pero la mano de Dios me dio fuerza y fortaleza ese día porque yo sabía, estaba segura de que mi mamá ya estaba con el Señor.

Victoria: Qué linda historia, qué lindo que tu madre hizo todo lo que hizo en su vida, invirtió en las vidas de sus hijos, y les dejó lo más importante que le podría haber dejado, que es la fe y las enseñanzas de esforzarse y buscar al Señor. Rosario, si te parece vamos a continuar esta entrevista en el próximo programa. Te invitamos e invitamos a nuestras amigas a que sigan escuchando Entre Amigas porque les traeremos mucho más programa.

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