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Seguimos conversando con Eva Rodríguez, quien nos comparte más acerca de las valiosas lecciones que ha aprendido a lo largo de su caminar con Dios.


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EA1101 – Entre Amigas –
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Entrevista a Eva Rodríguez

Victoria: Eva, tenés un testimonio para contarnos, un testimonio sobre un día muy particular.

Eva: Un día, mejor dicho, una noche muy especial.

Victoria: Bueno, te escuchamos.

Eva: Bueno, se trata del tornado que hubo el 24 y 25 de agosto del 2005. Salimos del seminario y volaba todo. Volaban ramas, volaban chapas, de todo. Salimos 10 menos cuarto de la noche. Fui como pude, esquivando cosas, pero llegué a la parada. El ómnibus pasaba 22:45. Y cuando bajé del ómnibus, vaya sorpresa, bajé en medio del agua. Yo le tenía terror al agua. Pisé el agua, y vi que estaba solita, y estaba completamente oscuro, porque en esos lugares, en ese tiempo, no había luz eléctrica en las calles, y las que tenían luz eléctrica en ese momento no estaban funcionando porque los cables se habían roto. Descendí del ómnibus y quedé rígida. Empecé a pensar “yo acá no avanzo, no puedo” “no quiero morir en el lago”, y luego vino la reacción, volver a la realidad y decir “si me quedo acá parada es peor, así que vamos a avanzar”. Tampoco podía orientarme, no tenía un punto de orientación porque había oscuridad completa. Había un camino de esos de campaña que me llevaba a mi casa, con zanjas de un 1,80 metros o 2 metros de profundidad a los costados, también con pozos causados por los vehículos que causaban los carros que pasaban, los caballos.

Pero sin darme cuenta, inconscientemente, yo empecé a hablar con Dios. Mi esposo me había dado consejos en cuanto a qué hacer en caso de inundación, y en ese momento recordé lo que él me había dicho hace mucho tiempo. Es impresionante cómo recibimos referencias de personas inconversas, porque mi esposo aún no se había convertido. Sin embargo, me trajo esa referencia a la memoria. Esa referencia me llevó a caminar por el centro de la calle, sin desviarme, y esperar cada relámpago. Y la calma, la paz que sentía, extraordinario. Yo aun no comprendo cómo estaba con tanta paz, pero claro, el Señor es el Dios de los imposibles. Él, lo imposible lo hace posible y lo realiza. Él me dio esa paz, esa calma, esa tranquilidad para seguir la estrategia.

Victoria: Eva, vos nos contabas cómo las dificultades nos fortalecen más a veces que los tiempos abundantes que el Señor nos da, ¿no?

Eva: Exacto. Porque ¿a cuántos eventos concurrimos, recibimos y venimos gozosos porque fuimos bendecidos, recibimos esto, recibimos aquello el Señor nos habló, nos ministró? Pero cuando son dificultades, son ministraciones más profundas, creo. Personalmente creo que son más profundas, más personales. El dolor, el sufrimiento, y vaya que lo he tenido desde el momento en el que mi esposo se enfermó. Vaya si he tenido momentos difíciles.

Victoria: Y el Señor te ha sostenido siempre.

Eva: Exactamente, y yo hoy sigo corriendo esa carrera. Después de tanto pasar, tantos años de contrariedades, de tropiezos, de impedimentos, de tantas angustias, sigo corriendo esa carrera, como dice Pablo, corriendo la carrera continuamente y sin desmayar, seguir adelante, con lentitud, pero perseverando, apegándonos a Dios, apegándonos a su Palabra en obediencia, porque la fe trae obediencia. La fe es lo que tiene que predominar en todos los momentos, y principalmente en los difíciles, en los de angustia, de depresión, y más hoy en día, que hay tanta gente que sufre.

Victoria: Totalmente, y me acuerdo de esto que dijiste, que estabas hablando con Dios y ni siquiera te estabas dando cuenta, ¿no?

Eva: Exactamente.

Victoria: La Palabra dice también que la fe es dada por Dios, no es algo que salga de nosotros.

Eva: Exacto, y crecemos en la fe si estamos en su Palabra, alimentándonos diariamente con su Palabra. Si no, esa fe se va apagando. Él nos la provee y nosotros la alimentamos cada día a través de su amor y su misericordia. Como te decía, yo sigo corriendo esa carrera, lo hago en credibilidad, en fe, en gozo y paz del Señor, porque es hermoso caminar el camino del Señor a pesar de que cada día tenemos pruebas, cada día tenemos sufrimiento, momentos difíciles, pero qué bueno resistir. Esa es la Palabra exacta, tenemos que resistir. Porque cuando resistimos el Señor nos restaura, nos fortalece, nos abraza, nos consuela. Es un Dios amoroso y es imposible describirlo.

Yo esta carrera la sigo corriendo, a pesar de mis años, porque sé que llegaré. Llegaré, alcanzaré, porque no soy yo, es mi Dios en mí. Es Él el que me lleva, el que me restaura cuando estoy cansada, el que me fortalece, el que me da ánimo y el que aumenta mi fe.

Victoria: Y también el que da la sabiduría para todas las cosas que estás haciendo.

Eva: Exactamente, sabiduría, inteligencia, discernimiento espiritual para ver, para entender y comprender todas las situaciones y amar al prójimo por sobre todas las cosas. Amar a nuestros hermanos, que muchas veces decimos “ay, que pesada, pero qué lindo que es soportarla, ayudarla, abrazarla, consolarla”.

Victoria: Ese es un tipo de paz y un tipo de gozo y de alegría que el mundo no comprende, ¿no? Pero el poder abrazar a tu “enemigo” es algo que Dios trabaja en nosotros.

Eva: Exacto, ¡a los que se te acercan en la calle! A veces te hablan con carácter, con fuerza, y con prepotencia quizás, pero yo siempre llevo en el bolsillo algunas monedas por las dudas, y cuando puedo en el supermercado compro alguna cosita baratita, dentro de mis medios, para alcanzarlos. Y qué lindo verlos y bendecirlos. Yo les digo “Dios te bendiga”. Algunos se sorprenden, ponen cara fea, pero otros dicen “gracias, que Dios te bendiga a vos también”. Y qué hermosos que son esos momentos invaluables. Yo en el recorrido diario que hago algunos ya me reconocen, me dicen abuela. Gracias a Dios que Él siempre me provee para ayudarlos, y a algunas de esas personas yo las abrazo, porque ¡cuánto bien les hace ese abrazo! Quizás hasta les quite ideas feas que tienen en la mente, porque sienten el amor. No el amor mío, sino el amor de Dios. Ese abrazo obra milagros, y esa es nuestra esperanza, que el Señor nos use para obrar milagros a través de nosotros, de nuestro abrazo, de nuestra Palabra, de nuestro testimonio aún.

Victoria: Sí, como instrumentos.

Eva: Como instrumentos de Él, exactamente. Dios estaba conmigo porque me llevaba en sus brazos en la soledad de esa noche de tormenta. Su amor, su fidelidad, su misericordia eterna, infinita es para los que lo aman. Y Él está siempre atento, en todos los detalles. No hay detalle que no vea, Él conoce todo. Aún los secretos más escondidos, Él está ahí para corregirnos, para obrar en nosotros continuamente. Tenemos que apegarnos a Él, apegarnos a su Palabra, apegarnos al tiempo de oración, confiando y creyendo que Él nos escucha, que Él nos ve continuamente y que Él responde. A su tiempo, en su forma y conforme a sus propósitos, pero responde. Porque todas las cosas que pasan, buenas o no tan buenas, están en su propósito para con nosotros desde antes de nuestro nacimiento, desde el vientre de nuestra madre, ya Él lo había escrito todo. Así que a veces decimos “ay, Señor, ya no doy más”. Pero Él sabe que damos más, sabe que estamos capacitados, sabe cuál es nuestro límite y el momento de su intervención.

No olvidemos hablarle siempre a los inconversos una palabra amorosa, una palabra de amistad, si es posible una mano en el hombro, tomarle la mano, mirarlos con amor, con el amor que Dios pone en nuestros ojos, y predicar su santo evangelio, que para eso fuimos llamados, fuimos apartados y acogidos, para predicar su santo evangelio, para predicar su verdad, y más en estos tiempos. Porque es tremenda la velocidad con la que pasan los días.

Victoria: Y la velocidad con la que cambian las cosas, ¿no?

Eva: Cambia todo.

Victoria: Uno se prepara para determinada cosa, y cuando quiere darse cuenta ya pasó.

Eva: Ya pasó, y si no lo hiciste ya olvídalo y busca otra estrategia, busca otra referencia, otra oportunidad. Porque no podemos dejar a los perdidos. Tengo que alcanzarlos, de una manera o de otra, con palabras, con oración, aunque no les hablemos, pero orando, si pasa uno al lado nuestro, pedir por esa persona, para que conozca la Palabra. Siempre el Señor tiene sus recursos para que la Palabra llegue si nuestra oración es hecha con el corazón. Y también tenemos que proclamarlo como el Dios soberano, el Dios creador. Eso es lo que tenemos que plantearles a los incrédulos, principalmente. El Dios de milagros y maravillas, porque vaya que ha hecho milagros y maravillas. Yo lo testifico porque soy integrante de la red de intercesión y ¡como sufrimos! Esos bebés que nacen con tantas enfermedades, con tantas deformidades, con tantos problemas de nacimiento que nacen y son llevados a la mesa de operaciones. Yo decía, ese cuerpecito tan pequeñito, tan indefenso, y los cirujanos los abren y pasan horas y horas trabajando en su organismo, en su cuerpo, y el Señor hace milagros, los salva, cosas imposibles de creer que el Señor está haciendo. Pero claro, están cubierto por oración esos niños, estamos clamando por ellos.

Victoria: Una vez me preguntaban por qué nosotros le pedimos a Dios que le de sabiduría a los médicos, si los médicos estudiaron tanto tiempo, ¿por qué nosotros le pedimos a Dios que les de sabiduría, si ellos ya estudiaron? Y la respuesta que me surgió fue decirle “a lo mejor los médicos no están viendo algo, y la sabiduría que nosotros le pedimos a Dios que le de es eso, que los ilumine y les muestre en dónde está el punto al que tienen que llegar”.

Eva: Exacto, además los médicos tienen su sabiduría humana, de estudio, de conocimiento secular, pero ellos necesitan esa sabiduría que solo da Dios, esa sabiduría espiritual, emocional incluso, para sentir el dolor de la persona que está siendo operada, del niño, del bebé que está siendo operado, de la familia. Dios tiene que afinar sus sentimientos, afinar su carácter. Esa es la sabiduría que nosotros le pedimos a Dios que les dé. Sabiduría e inteligencia para ver con los ojos espirituales, aunque no sean creyentes, pero el Señor hace la obra para que ellos vean con los ojos espirituales, con el corazón. Es hermoso como el Señor responde.

Yo invocaba el valle de los huesos secos para demostrar la soberanía, el amor y lo milagroso del obrar de Dios. Ezequiel 37 habla de los huesos muy secos, sin embargo, Dios a través del profeta Ezequías levantó esos huesos, los cubrió, les sopló espíritu de vida y fue el ejército de Israel, que defendió a Israel más tarde. Ese es nuestro Dios. Ese es el Dios al que nosotros tenemos que amar y obedecer por sobre todas las cosas. Llenos de la fe, del amor para con Él. Y bueno, yo me pregunto “¿Puede un Dios tan grande, tan soberano, tan santo y misericordioso, todo amor, quien sopló aliento de vida de sí mismo cuando nos formó en el principio, puede ese Dios que nos hizo seres vivientes a su imagen y semejanza, puede dejarnos solos? ¿Puede abandonarnos? ¿Verdad que no? Él siempre está a nuestro lado y eso es lo que nosotros tenemos que grabar en nuestra mente, en nuestra razón, en nuestro corazón, en nuestro espíritu, en nuestra alma. Dios siempre está conmigo. Yo le fallo, yo lo descuido y muchas veces lo dejo por momentos, porque somos humanos, pero Él es fiel, y Él es santo. Nosotros tenemos que adorarlo, darle toda la gloria, darle la honra y la alabanza en todo y por todo, porque todo está bajo su mirada.

Victoria: Eva, ha sido un gusto tenerte con nosotras, y abarcamos un montón de temas, que todos tienen que ver también con tu experiencia con el Señor y con las cosas que has vivido y que has aprendido, y que Dios día a día va abriendo nuestros ojos para que podamos entender un poco más su Palabra, para que podamos entender realmente de qué se trata cada una de las cosas, de qué se trata el perdón, de qué se trata la sanidad, que nosotros muchas veces lo tomamos como algo que es solamente carnal, pero es importante en los pensamientos, en el entorno familiar también, tener un entorno familiar sano, qué importante que es. Bueno, Eva, te quiero agradecer, es un gusto haber compartido este tiempo contigo y con nuestras amigas, y bueno, seguramente en otra oportunidad tengamos más para charlar.

Eva: ¡Bueno! Quiero agradecerte personalmente, Victoria, quiero agradecer a esta institución, por la oportunidad que me dio de testificar, y como tú dices, ojalá que haya otras oportunidades, porque hay mucho que hablar sobre nuestro Dios.

Victoria: Así es. Y a ustedes, amigas, las esperamos en el próximo programa de Entre Amigas.

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