Amor: Lo que nos falta todavía para el Arrebatamiento (7ª parte)

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Autor: Norbert Lieth

En varios pasajes se insiste en el nuevo mandamiento del amor encomendado por el propio Jesús. Estos pasajes argumentan y justifican el llamado al amor además de ponerlo por encima de todo y mostrar cómo mantenerse ocupado en amar conserva el corazón y la vida de los creyentes para la venida del Señor.


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PE2517- Estudio Bíblico
Amor: Lo que nos falta todavía para el Arrebatamiento (7ª parte)


 


El amor por encima de todo

Cuanto más nos acercamos al tiempo final, en el cual, como dice Mateo 24:12, el amor de muchos se enfriará, tanto más debería dominar el amor en el corazón del cristiano. 1 Pedro 4:7 y 8 nos insta a ser sobrios, y velar en oración. Y ante todo, tener ferviente amor; porque el amor cubrirá multitud de pecados. Pero, ¿a qué se refieren éstos pasajes? Dijimos que el amor debería dominar nuestros corazones.

Según la medicina, las partes del cuerpo que se encuentran lejos del corazón son las que más difícilmente se curan, especialmente en personas de edad avanzada. Los pies, por ejemplo, sufren frecuentemente de mala circulación sanguínea y, por consiguiente, las heridas en esa zona cicatrizan más lentamente o no logran cicatrizar.

Al vivir lejos del amor, es difícil que se curen las heridas. También es difícil perdonar, tendemos a ser resentidos y duros de corazón. Pero cuanto más nos acercamos al corazón del amor, más fácil nos resulta perdonar, y las heridas sanan: “Porque, el amor cubrirá multitud de pecados”. El amor puede decir muchas cosas que sin amor no se podrían decir. En una reflexión del pastor y autor, Emil Frommel, leemos: Se requiere amor para poder dar una buena palabra—pero muchas veces aún más amor para poder guardar silencio.

Pero, coincidirá conmigo en que tenemos la extraña tendencia de dar más importancia a cosas que, en realidad, deberían estar subordinadas al amor. Por ejemplo: es cierto que a veces hay que exhortar, advertir o reprender a una persona, ya que no se puede simplemente aceptar el mal comportamiento. Pero sería totalmente equivocado utilizarlo como una excusa para amar menos. Lo primero que debemos hacer es amar. Nunca olvidemos que el amor es lo más grande.

Jesús no toleraba el pecado, pero en primer lugar Él amaba. Él no pisoteaba, sino levantaba. Él no ahuyentaba, sino acercaba. Él no desechaba, sino tomaba sobre sus hombros. Reiterémoslo “Ante todo, tened entre vosotros ferviente amor”. Antes de aprender otras cosas, debemos aprender a amar. Antes de buscar cualquier otra opción, debemos practicar el amor. Y en todo lo que hacemos y decimos, el impulso debe ser el amor. Todo tiene que estar sometido al amor. “Seguid el amor…” indica 1 Corintios 14:1. “Todas vuestras cosas sean hechas con amor” reafirma 1 Corintios 16:14.

Alguien puede preguntarse: y si cierta persona nunca me devuelve amor, ¿no será el momento de dejar? ¿De dejar qué cosa? ¿Dejar de amar? La respuesta está en la Palabra “El amor nunca deja de ser”. Es claro que el amor no tiene aceptar todo. El amor no puede participar en todo. El amor debe ser consecuente, a veces tiene que educar y corregir, pero nunca puede dejar de ser. No necesito estar de acuerdo con todo lo que mi prójimo hace. Quizás me molesten sus hábitos, su manera de ser. No es necesario que ame sus hábitos, pero sí tengo que amarlo a él o a ella. Nuestros hábitos no le agradaban a Dios, y nuestro estilo de vida era totalmente contrario a Su santidad, pero a pesar de esto, Él nos amó.

Muchas veces nos faltan el tacto, la sensibilidad y la compasión porque nos falta amor. Sabemos juzgar y sentenciar. Sabemos detectar peligros y advertirlos. Arrancamos cada mala hierba, por más pequeña que sea, pero al hacerlo pisoteamos también las pequeñas flores. Hemos perdido la sensibilidad del amor. Pero sigue siendo el amor el que consigue los mejores resultados y el que nos caracteriza como hijos de Dios, nacidos de Él. El amor es el que más lejos nos hace llegar y el que más fruto nos hace llevar. Como leemos en Gálatas 5:22 “El fruto del Espíritu es, en primer lugar, amor”.

Otra de las características que tiene el amor es que conserva. Casi al final de la Biblia encontramos la carta de judas y en el capitulo 1:21 encontramos ésta recomendación “Conservaos en el amor de Dios, esperando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para vida eterna”. La vida eterna se hará visible en la venida de Jesús. En esto debemos poner toda nuestra esperanza. Y para esto es importante que, como Iglesia, nos conservemos en el amor de Dios. “Conservaos”, o: “Consérvense”, dice Judas. ¿Qué hago yo para conservarme en el amor? Es algo que me lo tengo que preguntar a mí mismo, no esperarlo de los demás. ¿Qué hago para que prevalezca la unión familiar, y la unión, edificación y protección de la Iglesia? ¿Lastimo a otros con mis críticas, me quejo de todo y de todos, o estoy practicando un amor que conserva y ayuda a edificar la Iglesia?

Veamos una historia que, aunque chocante, nos puede servir de ejemplo: en el Tíbet, dos hombres fueron sorprendidos por una tormenta de nieve. Corrían peligro de quedarse atascados y de morir de frío. En el camino, encontraron a un hombre que había caído por la pendiente y yacía inmóvil en la nieve. Uno de los dos quería salvarlo, pero el otro dijo: “Nosotros mismos estamos en peligro de muerte. Si nos ocupamos de él, moriremos los tres”, y siguió solo su camino. El que se había quedado atrás cargó al hombre caído en sus hombros. Por el esfuerzo entró en calor, y este calor se trasmitió al herido, que recobró el conocimiento. Ambos siguieron juntos. Más adelante encontraron al hombre que los había abandonado. Se había derrumbado por el cansancio y había muerto de frío. Más tarde, el salvador reflexionó sobre lo ocurrido: “Queriendo salvar a otro, conservé mi propia vida”.

¿Y por qué dedicarnos al amor? ¡Porque sencillamente, no hay nada más grande! En 1 Timoteo 1:5 leemos que el énfasis es porque “…el propósito de este mandamiento, es el amor nacido de corazón limpio, y de buena conciencia, y de fe no fingida”.

¿Se puede investigar científicamente el amor? Según la revista Alemana PM, Un grupo de científicos alemanes acompañó a 279 hombres y mujeres desde su niñez hasta su adultez, es decir, a partir de los 3 hasta los 19 años. Los resultados fueron asombrosos. Los científicos visitaron a los niños en casa y los observaron en su entorno familiar. Registraron cómo reaccionaban los padres cuando los niños lloraban, gritaban, rechazaban la comida o no querían dormir. En la última etapa del trabajo científico, se les efectuó un análisis de sangre a los jóvenes.

Al analizar los hemogramas de los que de niños habían sido tratados de manera brusca, fría e impaciente, faltaban dos substancias que protegen contra infarto cardíaco y derrame cerebral. Sin embargo, en las personas que habían experimentado una atención cariñosa, estas sustancias protectoras se encontraban en cantidades suficientes. Un trato con cariño conduce también a que los niños desarrollen más receptores hormonales contra el estrés. Los que fueron tratados con cariño por los padres, cuando son mayores, sufren menos de miedos, raramente son hostiles o agresivos y saben controlar mejor el estrés.

Es probable que la frase más emocionante que exista, sea: “te amo”. Esta frase puesta en práctica, no solamente conmueve los corazones, sino que los transforma, los alienta, los consuela, ayuda a ponerse en pie, crea alivio, neutraliza las agresiones, da confianza y esperanza. Amor no significa pasar por alto el pecado o no juzgar las cosas malas; pero es crucial cómo se trate a las personas, cómo se les apoye y cómo se les ayude.

Dios dice a cada hombre personalmente: “te amo”, y lo ha demostrado en la persona de nuestro Señor Jesucristo en la carta de Pablo a Tito, en el capítulo 3 versos 4 al 6 leemos: “Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor para con los hombres, nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo, el cual derramó en nosotros abundantemente por Jesucristo nuestro Salvador”.


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