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Hablamos con Cintia y Raúl, dos hermanos que trabajan con adultos mayores desde perspectivas muy diferentes. Desde grupos de estudio bíblico hasta trabajo con niños en los hogares de ancianos, han ayudado a la tercera edad a superar problemas como la depresión y la soledad. Te invitamos a conocer más sobre su trabajo y testimonio.


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EA681 – Entre Amigas –
Tercera edad, 2 formatos distintos a trabajar



Entrevista a Cintia y Raúl

Sonia: Muy bien amigas, ahora sí, hemos llegado al momento de la entrevista. Esta vez estamos en el entorno del seminario de Haggai con el tema “Visión 2020: liderazgo cristiano efectivo para el siglo 21”. Tengo conmigo a dos amigos: Cintia y Raúl, dos participantes del seminario, y quiero darles la bienvenida al programa.

Cintia: Bueno, muchísimas gracias y bendiciones para todas. Estamos disfrutando mucho de este seminario y realmente es de mucha bendición para todos.

Raúl: Hola Sonia. La verdad que pensar que estamos atendiendo a una edad que en nuestro tiempo va aumentando en número, es muy bueno. Para nosotros es de mucha bendición trabajar con gente mayor.

Sonia: Raúl ya nos da la temática de hoy. Uno de los profesores del seminario, el Dr. Aldo Fontao nos dijo que vamos hacia un “mundo de ancianos”. Y nosotros, ¿qué vamos a hacer con esta situación?

Raúl: La verdad es que ha sido una bendición enorme porque nos hemos enriquecido juntamente con mi esposa al trabajar en esta área. En un principio lo pusimos en oración y nos dimos cuenta de que no estábamos atendiendo bien a aquellas personas de más de setenta años que teníamos en nuestra congregación, así que los invitamos a una reunión casera. Pensamos en un horario que fuera conveniente para ellos, y comenzamos actividades de 5 a 6 de la tarde. Actualmente la reunión se alargó desde las 5 hasta las 9 o 10 de la noche.

Sonia: ¡Cambió totalmente!

Raúl: Cambió. Comenzamos con ancianos que venían con muchas cargas, que se sentían solos, sin utilidad, todas cosas que los llevaban a estar en un estado de depresión. En principio comencé a tratar algunos temas como la soledad, la depresión, la salud, y luego comenzamos a estudiar uno de los evangelios. Sin embargo, al pasar el tiempo, comenzaron a ayudar hermanas un poco más jóvenes.

Sonia: ¿De qué edad estaríamos hablando?

Raúl: Bueno, una hermana de 50 años que sufría de depresión y no sentía utilidad en la iglesia, y otra hermana, una enfermera de 39 años, que había perdido a sus dos padres recientemente. Comenzamos a hacer una reunión no estructurada. Teníamos un tiempo de cantar, que a los mayores les gusta, y de aprender algo de la Biblia.

A medida que pasó el tiempo, le fuimos agregando cosas que ellos mismos aportaban. Por ejemplo, memorizar versículos de la Biblia, compartir noticias de la actualidad, comencé a traer la computadora y mostrarles el internet, un mundo que no conocen. Entonces comentábamos juntos lo que iba sucediendo en la semana, y estudiábamos lo que decía la Palabra de Dios al respecto. Así tratábamos las inquietudes que ellos tenían y hablábamos de lo que les interesaba. En lugar de hacer una reunión de estudio bíblico estructurada, estudiábamos un evangelio, pero las preguntas venían de ellos.

Sonia: Las preguntas venían de ellos, y de su situación, cosas actuales de las noticias que de verdad les preocupaban.

Raúl: Exacto. Las mujeres mayores comenzaron a traer panes caseros, tortas, empezaron a ayudar con el té o con lo que se fuera a tomar. La alegría empezó a reinar, y contagió a otras personas. Una hermana de 82 años que hacía treinta años estaba orando por su hermana de 73, la invitó. Pasó un tiempo, y esta hermana se fue contagiando de la alegría, del gozo, se dio cuenta de que la vida tenía otro sentido, aprendió de Cristo, y a los tres meses se convirtió. Cuando la llevaba a su casa, me decía: “Raúl, que lástima que no conocí de Cristo antes, pero no importa, porque nunca es tarde.” Lo lindo es que desean reunirse, desean estar juntas, son muy cariñosas entre ellas, y eso es contagioso.

Sonia: Para seguir con este tema, vamos a pasar a la experiencia de Cintia. Ella también trabaja con la tercera edad. Cintia, ¿Cómo es el trabajo que realizan ustedes con la tercera edad?

Cintia: Bueno, nosotros empezamos por la otra punta. Comenzamos una escuela bíblica en casa, y le propusimos a los chicos ir a visitar los hogares de ancianos, y les interesó mucho. Yo les conté la situación de los abuelos en el hogar de ancianos, que algunos se sentirían solos, o que no tenían nietitos que los fueran a visitar, y a ellos les gustó mucho la idea. Preparamos la canción “Yo tengo un amigo que me ama” y les presentamos a nuestro amigo, para poder llegar con Cristo a sus vidas. También les llevamos un regalito y les hicimos una manualidad, y tanto los abuelos como los niños quedaron muy contentos. Por medio de ellos, el Señor abrió las puertas para llegar a esta generación. Los abuelos mismos nos pidieron que fuéramos a leerles la Biblia y llevarles alguna otra canción.

Y ahora en el seminario estamos aprendiendo algo muy interesante. Que dentro de algunos años nuestra sociedad será en su mayoría perteneciente a esta franja etaria.

Sonia: También me gustó mucho cuando compartimos en la cena lo que experimentaste con tu hijo. ¿Lo quieres contar?

Cintia: Bueno, como no.

Sonia: Para animar a las amigas que quizás también tienen un adolescente en casa y tienen problemas parecidos.

Cintia: Con mi esposo tenemos cuatro hijos, y los dos más grandes, uno de 15 y otro de 13, nos ayudan en la escuela bíblica. Cuando les comenté la idea de ir a visitar al hogar de ancianos, al más grande no le gustó mucho la idea. Entonces, estuvimos conversando sobre la importancia de ir a visitar a los ancianos. Yo le dije que, al poder alcanzar esta generación de gente mayor, estamos cambiando su eternidad. Quizás una persona mayor no tiene tantos años como el joven para poder servir al Señor, pero estamos cambiando su eternidad. Y esto es muy importante es esto a los ojos de Dios. Después de que le dije eso estuvo de acuerdo con ir al hogar de ancianos.

Sonia: ¿Y después le gustó?

Cintia: Después le gustó y quedó muy contento.

Sonia: ¡Qué interesante! ¿Qué les parece amigas? Tenemos dos propuestas muy diferentes. Raúl, el trabajo no lo haces tú solo, ¿cómo se lleva a cabo?

Raúl: Son dos hermanas que están colaborando, además de mi esposa, y mi hija mayor que toca la música.

Sonia: Tú nos contaste de un testimonio muy especial y con Cintia quedamos muy impresionadas. ¿Lo quieres compartir?

Raúl: Sí. El bisnieto de una hermana tenía 4 años y estaba afectado por una bacteria. Estuvimos orando por él, y en un momento, cuando los médicos estaban reunidos sin saber qué hacer, de pronto se sienta y pide papas fritas. A partir de ese momento, cambió todo y estuvo bien. La familia quedó muy impresionada, porque habíamos estado orando dos semanas por él. Una abuela de Neuquén viajó 1700 km para agradecer a la iglesia, e incluso antes de salir llamó a una estación de radio de Paysandú para agradecernos. El niño también fue a Paysandú porque tenía el profundo deseo de ir y agradecer a la iglesia y a los hermanos por haber estado orando por él.

Sonia: Muy animador este ejemplo. Seguramente en las vidas de estos ancianos que se sentían solos hubo un gran cambio ¿verdad?

Cintia: Si, creo que como todo nuestro sistema social los deja fuera, el sentirse parte del sistema les cambia la vida. Así también el recibir a Cristo también le da un nuevo sentido a su vida, y ya no viven para ellos, sino que empiezan a vivir para otros. Creo que también un tema que afecta mucho sus vidas es la depresión, a causa de la soledad, y Raúl nos contaba como la depresión comenzó a desaparecer en la vida de ellos, y es así. Ya no viven para ellos y mirando sus problemas, sino que Cristo vive en ellos y ha cambiado su situación.

Raúl: Si. La alegría y la confianza que producen las promesas y el obrar del Señor, los convirtió en “adolescentes adultos”. Ahora siempre están sonriendo, haciendo bromas, se ríen de sus problemas. El reuma y la artritis continúan, pero lo superan con ayuda del Señor.

Sonia: Ya no es el centro de su vida, sino que es parte de su vida, como es lógico.

Raúl: Y lo van aceptando. La soledad quedó a un lado. Tienen al Señor con ellos, y también a este grupo de contención.

Sonia: Muy bien, muchísimas gracias a los dos. Estoy convencida de que muchas amigas que están escuchando se sienten identificadas con la situación que vivieron ustedes, y son dos conceptos muy lindos como para seguir trabajando con esta esperanza para la tercera edad. ¡Muchísimas gracias!

Cintia: Muchísimas gracias a ustedes, que Dios los bendiga y les de la estrategia a cada una para trabajar en el lugar donde Dios las puso.

Sonia: Muchas gracias, que Dios les siga usando en este ministerio con las personas de tercera edad.

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