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Autor: Esteban Beitze

Tu vida se convirtió en una farsa, en una pantalla. Tu conciencia te acusa. Tu vida está llena de amargura. ¿Habrá solución?
Si hemos caído ¿cuál es el camino para la restauración?
Encuentra las respuestas al escuchar este esperanzador mensaje, acerca de la triste realidad de las caídas!!

 


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PE2144 – Estudio Bíblico
La triste realidad de las caídas (3ªparte)



Amigos, ¡qué gusto saludarlos! Como ya se dijo, en el programa anterior, hablamos del primer paso hacia la caída: “El descuido de la Palabra de Dios”. Comenzamos, entonces, ahora, con el segundo paso hacia la caída, en el ejemplo de la vida de Pedro, que fue la confianza en sí mismo. Después de la seria advertencia que le hizo Jesús de su negación, Pedro le responde al Señor completamente seguro: «Señor, dispuesto estoy a ir contigo no sólo a la cárcel, sino también a la muerte» (así leemos en Lc. 22:33). Por un lado, estaba el genuino deseo de Pedro de quedarse fielmente al lado del Señor, pero también se ve su autosuficiencia. En Mateo 26:33, todavía es más notorio su orgullo: «Aunque todos se escandalicen de ti, yo nunca me escandalizaré». En otras palabras: «Yo puedo, no necesito a nadie. Soy más fuerte y fiel que los demás».

Muchas veces creemos que tenemos el control de la situación. Supuestamente sabemos hasta dónde podemos llegar, hasta dónde podremos resistir a la tentación sin caer. Pensamos que con seguirle la corriente a los amigos y con probar un cigarrillo, alguna droga, o tomar unos tragos no pasará nada. No nos vamos a convertir en adictos. Sabemos que cierta amiga siempre viene con los chismes más recientes de los demás. Decidimos que la próxima vez no le prestaremos oído. Pero, al estar con ella, empieza a contar cosas muy interesantes de una persona que no nos cae bien, y todos los buenos propósitos quedan de lado. Abrimos una dudosa página en Internet por curiosidad, con la determinación que enseguida vamos a salir de ella, pero luego ya no podemos, y llenamos nuestra mente con basura. Escuchamos de las caídas de otros, y nos escandalizamos con aire de superioridad como si a nosotros no nos pudiera pasar jamás. Pero, el apóstol Pablo resume esta peligrosa actitud, en 1 Co. 10:12, de la siguiente forma: «El que piensa estar firme, mire que no caiga». ¡Qué razón tenía! Descuidándonos, somos capaces de hacer lo mismo que le criticamos a otros, o aún cosas peores. Esto lo vemos perfectamente en esta historia de Pedro.

El tercer paso hacia la caída, es: Descuidar la oración
Cuando llegaron a Getsemaní, Jesús les dijo: «velad y orad, para que no entréis en tentación» (así leemos en Lc. 22:41). Conocemos bien la historia. En vez de orar, todos se durmieron. ¡No pudieron velar ni siquiera una hora con el Señor!

La oración es otra de nuestras armas necesarias e imprescindibles en la lucha contra nuestro adversario y también para poder llevar una vida victoriosa. Cuando dejamos de lado la oración, seguimos con otro paso descendente, con consecuencias fatales.

En esta situación nos quiere encontrar nuestro enemigo el diablo. Él está pendiente de que nosotros mostremos algún punto débil. Pedro mismo, dijo más tarde esta tremenda y seria verdad, porque la había experimentado en carne propia: «Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar, al cual resistid firmes en la fe…» (así leemos en 1 P. 5:8). La idea de este pasaje es la conocida figura de un felino acercándose a una presa.

Seguramente hemos visto en algún programa de televisión sobre animales, cuando alguno de los grandes felinos va de caza. Y también podemos observar lo mismo en el gato de nuestras casas. Se le ve acercar sigiloso, lento, con los músculos tensos, listos para abalanzarse sobre la presa cuando ésta se encuentre desprevenida o le dé la espalda. De la misma manera, nuestro adversario se encuentra a la expectativa para ver en dónde le damos lugar a una debilidad. De hecho, él conoce muy bien en dónde se encuentra nuestro punto débil. También nosotros lo conocemos bien. Pero si no pedimos el apoyo y cuidado del Señor en esta área, si no la protegemos apropiadamente, la tentación nos tomará desprevenidos y nos atrapará en sus poderosas garras, destrozando nuestra vida.

Con este punto ya llegamos al cuarto paso descendente. Todavía nos estamos deslizando por la parte del tobogán con pendiente suave. Pero si nos descuidamos y no volvemos a una profunda vida de oración, pronto ya no habrá vuelta atrás.

El cuarto paso es la: Falta de compromiso
Pedro seguía al Señor «de lejos» (v. 54) y se quedó afuera en el «patio» (v. 55). Estas expresiones nos ilustran la situación espiritual de Pedro justo antes de caer. Unas horas antes, él había dado testimonio de que estaba dispuesto a sufrir la cárcel con el Señor e inclusive a morir con Él. Pero, ahora, seguía al Señor «de lejos» y estaba en el «patio», en vez de acompañarlo.

Esto sucede con muchos cristianos. La cercanía al Señor, este amor prioritario, ha desaparecido. Se está en un camino todavía paralelo, pero ya separado del Señor. Es como con las vías del tren cuando se bifurcan. En un primer momento corren lado a lado, pero después terminan en lugares completamente diferentes. Pueden ser creyentes que todavía van a las reuniones, pero interiormente ya no están presentes. Hace tiempo que no demuestran interés por la Palabra y la oración, por lo tanto, ¿cómo lo van a demostrar en la iglesia? Sólo guardan las apariencias. Asisten porque es lo que se espera de un creyente, o porque allí tienen un círculo de amistades o una persona en la cual tienen interés. Algunos hasta se quedan en el “patio” literalmente. Son los que en lugar de estar en la reunión, se quedan afuera charlando con los amigos. Luego se van distanciando cada vez más. Son los que por cualquier razón, o sin ella empiezan a faltar a las reuniones.

Pero, la falta de compromiso no sólo se ve en la ausencia a las reuniones, sino en la falta de servicio y en el no estar involucrados fielmente. Existen otros intereses.

Algunos de ellos son cíclicos. Por un par de semanas están, pero después desaparecen por meses. Cuando hay alguna actividad especial están presentes y quizá hasta se involucren, pero en lo cotidiano, brillan por su ausencia.

Éste es el último paso descendiente antes de la “caída libre”. ¡No se puede seguir al Señor de lejos! ¡Vuelve a Él ya! En Ap. 3:2 y 3, vemos que a la iglesia en Sardis el Señor le tiene que decir lo siguiente: “Sé vigilante, y afirma las otras cosas que están para morir; porque no he hallado tus obras perfectas delante de Dios. Acuérdate, pues, de lo que has recibido y oído; y guárdalo, y arrepiéntete”.

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