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El Difícil Mensaje del Profeta 
(1ª parte)

Autor: Marcel Malgo

  El mensaje de los profetas no siempre es fácil de leer. Predicaban, según el caso, la gracia para los creyentes en Dios, o el juicio para los incrédulos. No obstante había una gran diferencia: el pueblo de Dios recibía el mensaje de juicio porque se había apartado, las naciones lo recibían porque habían despreciado a Dios.


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PE1953 – Estudio Bíblico
El Difícil Mensaje del Profeta (1ª parte)



Qué gusto estar nuevamente junto a ustedes, estimados amigos!

El mensaje de los profetas no siempre es fácil de leer. Muchos lectores de la Biblia ya se han preguntado qué hacer con éste o aquel pasaje, en ocasiones, “difícil de digerir”. Pero no debemos olvidar que el mensaje de los profetas bíblicos siempre refleja la condición interna de las personas a quienes debían hablar. En todo esto, desde siempre existieron dos categorías de destinatarios y dos tipos de mensaje. Los destinatarios eran, ya sea miembros del pueblo de Dios o de las naciones, los así llamados gentiles. Y los profetas predicaban, según el caso, la gracia para los creyentes en Dios, o el juicio para los incrédulos.

No obstante, había una gran diferencia: el pueblo de Dios recibía el mensaje de juicio porque se había apartado, las naciones lo recibían porque habían despreciado a Dios. Esto no significa que Dios sea parcial. ¡No! Porque ya desde el Antiguo Testamento, leemos en Ez. 18:23 que dijo:“¿Quiero yo la muerte del impío? dice Jehová el Señor. ¿No vivirá, si se apartare de sus caminos?”(Y también en 1 Ti. 2:4, nos dice que Él quiere que todos sean salvos y lleguen a conocer la verdad). Pero, mientras que un mensaje de juicio contra la gente que no pertenecía al pueblo de Dios era totalmente normal, es más, era inevitable, un mensaje de juicio para el pueblo de Dios no sólo era triste, sino sumamente antinatural.

Para Dios el Señor, golpear y disciplinar a los hijos de Su pueblo, es algo muy difícil (en cuanto a esto podemos leer en Is 1:3 al 6). Y Lamentaciones 3:33, dice:“Porque no aflige ni entristece voluntariamente a los hijos de los hombres.”Pero, a veces el Señor tiene que ir con Sus hijos por caminos que Él preferiría haber evitado; y haberlos evitado mucho más aún, naturalmente, para Sus hijos. Mas a través de toda disciplina del Señor, siempre se abre camino, como una luz resplandeciente, Su amor. Él disciplina a Su pueblo por amor (nos dice Ap. 3:19), y como está escrito en Hebreos 12:6:“… el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo.”Por una sencilla razón:“Dios es amor”(como así lo afirma 1 Jn. 4:8). Es muy importante que, en lo profundo de nuestro corazón, nos aferremos a esta verdad central, para que podamos ver toda disciplina del Señor a la luz correcta, y para que podamos comprender correctamente un libro como el del profeta Miqueas.

¿Quién era Miqueas? Este profeta había nacido en Moreshet (según leemos en Mi. 1:1), un pueblito agrícola entre Hebrón y Gaza, en el reino sur de Judá. Probablemente Miqueas trabajara allí, al igual que Amós, como agricultor. Fue contemporáneo de los profetas Isaías, Oseas y Amós. Especialmente Isaías, tenía un mensaje muy similar al de Miqueas (podemos comparar, p.ej. Mi. 4:1 al 5 con Is. 2:2 al 5). Además, Miqueas, más adelante, fue citado por Jeremías:“Miqueas de Moreset profetizó en tiempo de Ezequías rey de Judá, y habló a todo el pueblo de Judá, diciendo: Así ha dicho Jehová de los ejércitos: Sion será arada como campo, y Jerusalén vendrá a ser montones de ruinas, y el monte de la casa como cumbres de bosque”(así nos dice Jer. 26:18). También nuestro Señor Jesús citó a Miqueas para decir algo, acerca de Sí mismo, que ya había sido un anuncio profético de Miqueas. En Mt. 10:35 y 36, por ejemplo:“Porque he venido para poner en disensión al hombre contra su padre, a la hija contra su madre, y a la nuera contra su suegra; y los enemigos del hombre serán los de su casa”. Esta declaración corresponde casi literalmente a Miqueas 7:6.

El nombre Miqueas significa: “¿Quién es como Dios?” De modo que su mensaje ya estaba incluido en su nombre, y más porque en su prédica se escuchaba una y otra vez el “¡Vuélvanse a Dios!”. Este “volverse” refleja también el pasaje mesiánico de Miqueas 5:2 al 4, donde se trata de volverse a Belén: volverse a David, al Hijo de David, al Mesías, quién será la Paz (podemos comparar el v. 4 con Ef. 2:14). Encontramos ese “vuélvanse”,  implicado también, en Miqueas 6:8, uno de los versículos claves del libro:“Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios.”

Hay algunas profecías del libro de Miqueas que ya se han cumplido:
– La derrota y la caída de Samaria (de Mi. 1:6).
– La destrucción de Jerusalén (de Mi. 3:12).
– El cautiverio babilónico (de Mi. 4:10).
– Y: El nacimiento de Jesús en Belén (de Mi. 5:1).

Una característica especial del profeta Miqueas, es que su libro es uno de los libros antiguo testamentarios más citados en el Nuevo Testamento.

Analicemos ahora Miqueas capítulo 1, el cual podríamos titular: Cuando el pueblo de Dios peca. Este primer capítulo menciona, en especial, a las dos capitales de los reinos del norte y del sur: Samaria en Israel, el reino de las diez tribus, y Jerusalén en Judá, el reino de dos tribus. Éstos eran los bastiones de la vida pecaminosa de aquel tiempo (según Mi. 1:2 al 5). ¡Esto, en un sentido, es profundamente trágico! ¿No deberían, justamente, las capitales de Israel haber dado la posibilidad de conocer al Dios de Israel? Porque de seguro que los pueblos de alrededor dirigían su atención hacia esas ciudades, las cuales, en cierto sentido, eran las tarjetas de presentación de los dos reinos. Pero, justo allí estaban los centros del pecado. Y eso que Dios había llamado a los israelitas para que fueran Su pueblo escogido, para que fueran un ejemplo positivo y bendecido para todas las naciones:“Mirad, yo os he enseñado estatutos y decretos, como Jehová mi Dios me mandó, para que hagáis así en medio de la tierra en la cual entráis para tomar posesión de ella. Guardadlos, pues, y ponedlos por obra; porque ésta es vuestra sabiduría y vuestra inteligencia ante los ojos de los pueblos, los cuales oirán todos estos estatutos, y dirán: Ciertamente pueblo sabio y entendido, nación grande es ésta”(así se les advierte en Dt. 4:5 y 6).

Pero, los israelitas fracasaron, desecharon este llamamiento maravilloso y no fueron testigos del Señor, como deberían haber sido según Isaías 43:10. Por esta razón, encontramos, por ejemplo en Isaías 63:10, esta trágica afirmación:“Mas ellos fueron rebeldes, e hicieron enojar su santo espíritu; por lo cual se les volvió enemigo, y él mismo peleó contra ellos.”Dios mismo peleó contra Israel; y justamente esto encontramos también en Miqueas 1:2:“Oíd, pueblos todos; está atenta, tierra, y cuanto hay en ti; y Jehová el Señor, el Señor desde su santo templo, sea testigo contra vosotros”. Dios señaló a Su pueblo al hablarles a todas las naciones. Porque Israel había pecado ante los ojos de todos los pueblos, al dejar que sus capitales, que deberían haber sido un testimonio del Dios de Israel, fueran centros del mal. ¡Por eso, el Señor se puso públicamente en contra de esas ciudades!

Miqueas 1:13 explica dónde comenzó el pecado: “Uncid al carro bestias veloces, oh moradores de Laquis, que fuisteis principio de pecado a la hija de Sion; porque en vosotros se hallaron las rebeliones de Israel.” Laquis (o Laquish) era una ciudad fronteriza en el extremo sudoeste, que colindaba casi directamente con la tierra de los filisteos. Los pecados de los pueblos paganos podían penetrar en todo Israel a través de Laquis. ¡Si bien éste sólo era un pueblo pequeño, a través de él la “levadura del pecado” era propagada por todo Israel! Aquí se esconde una verdad muy profunda e importante para la iglesia de Jesús. Para nosotros, este suceso es una clara advertencia de no acudir imprudentemente a las zonas fronterizas del enemigo, y de no jugar con fuego. Porque “un poco de levadura” leuda “toda la masa” (nos dice 1 Co. 5:6; y Cantar de los Cantares 2:15 nos exhorta a cazar las pequeñas zorras que echan a perder las viñas).

 

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