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Hay un viejo dicho que dice: «Quien no vive para servir, no sirve para vivir». Sin embargo, esta no es la cultura imperante en las calles, en las empresas o incluso entre los amigos. La cultura imperante se refleja en otro proverbio popular: «El que tiene poder manda, y el que tiene buen juicio obedece».

En el mundo, ser un servidor va en contra del comportamiento de los líderes políticos, los empresarios y la gente en general.

El texto donde esto es más evidente es Marcos 10:35 al 45. En este pasaje, Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, piden a Jesús puestos de privilegio en el Reino. Al final de su conversación, los otros discípulos se indignan por haber pedido esto, probablemente porque ellos mismos querían esos puestos. La conclusión de Jesús se recoge en Marcos 10.42-45: «Y llamándolos junto a sí, Jesús les dijo: Sabéis que los que son reconocidos como gobernantes de los gentiles se enseñorean de ellos, y que sus grandes ejercen autoridad sobre ellos. Pero entre vosotros no es así, sino que cualquiera de vosotros que desee llegar a ser grande será vuestro servidor, y cualquiera de vosotros que desee ser el primero será siervo de todos. Porque ni aun el Hijo del Hombre vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida[a] en rescate por muchos» (LBLA).

La petición de los discípulos revela un orden invertido y pone de manifiesto cómo el mundo entiende el servicio. El escritor y teólogo Peter Scazzero comenta:

«Jesús enseñó que el reino de los cielos es un reino al revés. Los discípulos seguían pensando en el modelo terrenal de poder sobre la gente, en lugar del modelo de Jesús: el servicio. Parece que es más fácil ser Dios que amar a Dios; es más fácil controlar a la gente que amar a la gente; es más fácil poseer la vida que amar la vida.»

Biblia de Estudio «Espiritualidade Emocionalmente Saudável» (Curitiba: Editora Palavra, 2017), p. 1024.

Como discípulos, nuestra vocación es ser como Jesús que vino a servir. Es curioso que «servir» no es incompatible con la soberanía y la divinidad de Cristo. De hecho, la palabra utilizada por Dios al hacer un ayudante para el hombre es êzer, y esta misma palabra se utiliza 21 veces en el Antiguo Testamento, 19 de ellas en relación con Dios.

Dios es, en su carácter, ayudante, apoyo y servidor. No en el sentido de dejar de ser soberano, sino de sacrificarse por el bien de la humanidad. La esencia del sacrificio de Cristo demuestra claramente este atributo.

El pasaje conocido como el «Jesús lava los pies de sus discípulos» (Juan 13.1-17) nos da varias características de cómo sirvió Jesús. Veamos los versículos 1 a 3 para sentar las bases del servicio para nosotros los cristianos:

«Antes de la fiesta de la pascua, sabiendo Jesús que su hora había llegado para que pasase de este mundo al Padre, como había amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin. Y cuando cenaban, como el diablo ya había puesto en el corazón de Judas Iscariote, hijo de Simón, que le entregase, sabiendo Jesús que el Padre le había dado todas las cosas en las manos, y que había salido de Dios, y a Dios iba…».

La primera característica de este servicio es el amor. Jesús sabía que su hora había llegado y amaba a los suyos. La expresión no es sólo que amó, sino que amó hasta el final, es decir, amó perfectamente. El amor presupone el servicio. Si amo a alguien, debo estar dispuesto a invertir en su bienestar, en su crecimiento, incluso a costa de mi bienestar o comodidad.

La segunda característica que me salta a la vista se describe en el versículo 3, cuando Juan registra que Jesús sabía que el Padre había puesto todo bajo su poder y también sabía de dónde venía y a dónde iba. Jesús era plenamente consciente de su poder, su origen y su destino.

Si alguien sirve por obligación, o porque no tiene otra opción, o incluso porque se cree inferior, eso no es un servicio como el de Jesús. Hay circunstancias en las que nos sometemos al servicio para obtener un beneficio económico, para obtener una recompensa o quizás incluso para recibir un castigo. Hay situaciones en las que servimos porque creemos que el que sirve es realmente superior.

Lo que quiero exponer es que el servicio cristiano no se basa en la necesidad, la obligación o incluso la jerarquía. Porque soy un hijo amado de Dios, puedo asumir una condición inferior sin que ello afecte lo que soy. Porque sé que mi destino es reinar con Cristo, puedo asumir una condición temporal de inferioridad sin que ello disminuya mi valor personal.

Al estar seguro de mi identidad, puedo servir por amor. La esencia del servicio cristiano es el amor, y ésta es la mayor característica del cristiano (1 Corintios 13:13).

Mi oración, en primer lugar para mí, pero también para ti que estás leyendo esto, es que el amor de Cristo crezca más y más en nuestros corazones. Oro para que, seguros de quiénes somos en Cristo, no rehuyamos a ningún sacrificio o servicio, sino que, con confianza en nuestra identidad, amemos como Jesús amó.


Publicado primeramente en Chamada.com.br

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