«Jesús viene pronto»… pero ¿después de 2000 años?
7 junio, 2022Un reino al revés
23 junio, 2022Contestamos a la luz de la Biblia la siguiente pregunta:
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PR425– Preguntas & Respuestas
¿Será que los animalestambién tienen un alma?
Rodrigo: Amigos oyentes del programa Preguntas y Respuestas de Llamada de Medianoche! Muy bienvenidos a un espacio en el que nos encontramos analizando algunas de las preguntas que oyentes y amigos de la Misión se han hecho. Tal vez, ustedes también tienen preguntas que pasean por sus cabezas y, desean que sean analizadas desde el punto de vista Bíblico. Así que al final de nuestro programa les damos nuestra dirección para que se puedan comunicar con nosotros.
Silvia: Ya en varias oportunidades se ha acercado la pregunta que ocupará nuestro programa. Anteriormente compartimos con usted el punto de vista de un escritor. Hoy vuelve a la mesa de trabajo esta pregunta: ¿Será que los animales también tienen un alma? Existen pasajes que insinúan que, después de todo, los animales sí tienen un alma y que los hay en el cielo…” nos dice un lector de la revista de Llamada de Medianoche.
Rodrigo: Samuel Rindlisbacher ha contestado esta pregunta, y hoy Jorge Patpatián a través de su locución nos acercará la respuesta. ¿Están ustedes preparados? Vamos por la respuesta!
Silvia: Jorge: ¿Qué nos dice Samuel R. En relación a la pregunta: ¿Será que los animales tienen un alma?”
Jorge: Samuel comienza el artículo diciendo que han recibido los más diversos comentarios. Él cuenta que creció con animales (gato, perro, conejo, vacas, gallinas, cobayos, canarios, tortuga y peces) y, de ahí, que esos seres no le son desconocidos.
Veamos, una vez más, lo que la Biblia dice con respecto a la creación de los animales: “Dijo Dios: Produzcan las aguas seres vivientes, y aves que vuelen sobre la tierra, en la abierta expansión de los cielos. Y creó Dios los grandes monstruos marinos, y todo ser viviente que se mueve, que las aguas produjeron según su género, y toda ave alada según su especie. Y vio Dios que era bueno. Y Dios los bendijo, diciendo: Fructificad y multiplicaos, y llenad las aguas en los mares, y multiplíquense las aves en la tierra. Y fue la tarde y la mañana el día quinto. Luego dijo Dios: Produzca la tierra seres vivientes según su género, bestias y serpientes y animales de la tierra según su especie. Y fue así. E hizo Dios animales de la tierra según su género, y ganado según su género, y todo animal que se arrastra sobre la tierra según su especie. Y vio Dios que era bueno”. Dios creó a los animales como seres/almas vivientes con un soplo de vida (respiración, aliento), y les dio Su bendición. Esa bendición consiste en que sean fructíferos y se multipliquen (¡no que tengan una relación con Dios!).
Con respecto a la creación del ser humano, leemos (y por favor prestar atención a la diferencia): “Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente” (Gn. 2:7). Dietrich Bonhoeffer, dice al respecto: “Cuerpo y vida aquí se unen completamente. Dios le da Su espíritu al cuerpo del ser humano. Y este Espíritu es vida, y hace que el ser humano viva. Otro tipo de vida es la que Dios crea a través de Su palabra. En el caso del ser humano, Él da de Su vida, de Su Espíritu. El hecho, es que el ser humano, como tal, no vive sin el Espíritu de Dios.”
Y Gustav Friedrich Oehler, explica: “¡… la figura del ser humano debía ser conformada de tal manera, que la misma pudiera servir a Dios como representación de Sí mismo, cuando Él se revelara!” Es de suma importancia que prestemos atención a la diferencia, ya que Génesis 1:27 dice: “Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.” En el texto original, aquí dice, literalmente, que el ser humano fue creado “a la manera”, “en la manera” o, también, “en el Espíritu de Dios”. ¡Con eso, Dios mismo, hace resaltar claramente la diferencia entre el ser humano y el animal! El ser humano – no el animal – ha sido creado a la imagen y semejanza de Dios. Solamente el ser humano está dirigido al cielo, equipado con un andar erguido, y capacitado para la relación con Dios.
Sí, Dios mismo puso la eternidad en el corazón del ser humano: “¡Él ha hecho todo maravillosamente a su tiempo, también la eternidad se la ha colocado en el corazón – sólo que el ser humano no es capaz de escudriñar de principio a fin la obra que Dios ha hecho!” A eso, se añade que sólo el ser humano está necesitado de la salvación y capacitado para ella. Sólo una persona nacida de nuevo, quien durante su vida aquí pone toda su esperanza en Jesucristo, experimentará algún día la resurrección a la vida eterna, recibiendo un cuerpo de gloria. Esto lo testifica, inequívocamente, 1 Corintios15:42-50: “Así también es la resurrección de los muertos. Se siembra en corrupción, resucitará en incorrupción. Se siembra en deshonra, resucitará en gloria; se siembra en debilidad, resucitará en poder. Se siembra cuerpo animal, resucitará cuerpo espiritual. Hay cuerpo animal, y hay cuerpo espiritual. Así también está escrito: Fue hecho el primer hombre Adán alma viviente; el postrer Adán, espíritu vivificante. Mas lo espiritual no es primero, sino lo animal; luego lo espiritual. El primer hombre es de la tierra, terrenal; el segundo hombre, que es el Señor, es del cielo. Cual el terrenal, tales también los terrenales; y cual el celestial, tales también los celestiales. Y así como hemos traído la imagen del terrenal, traeremos también la imagen del celestial. Pero esto digo, hermanos: que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción hereda la incorrupción.”
Aquí, entre otras cosas, queda claro que lo terrenal no llevará la imagen de lo celestial, sino solamente el ser humano nacido de nuevo, que cree en Jesucristo. Esta clara afirmación bíblica, excluye también al mundo animal que, después de todo, es terrenal y tiene su finalidad en este tiempo.
A menudo, nuestros lectores también han citado Romanos 8:19-22: “Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios. Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza; porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios. Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora.”
El argumento es que el mundo animal (la creación) añora la salvación. Una afirmación de ese tipo, sin embargo, no puede ser una interpretación de este texto. La declaración de este pasaje, más bien, es que: “La creación… aguarda la manifestación de los hijos de Dios”. Eso nos quiere indicar que la creación tiene miedo. Es el temor que la ardilla le tiene al predador; el temor que el cervatillo le tiene al zorro; el temor que la liebre le tiene a la lechuza. ¡Es el temor de ser comido!
El pasaje bíblico recién citado, señala que este temor del mundo animal un día cesará; y ése será el día en el cual los hijos de Dios y, con eso, el reino visible de Dios sea manifestado en la tierra. Conocemos a ese período de la historia de la salvación como el Milenio de Paz.
La Biblia describe este reino, el del Milenio de Paz, en Isaías 65:18-25: “Mas os gozaréis y os alegraréis para siempre en las cosas que yo he creado; porque he aquí que yo traigo a Jerusalén alegría, y a su pueblo gozo.Y me alegraré con Jerusalén, y me gozaré con mi pueblo; y nunca más se oirán en ella voz de lloro, ni voz de clamor.No habrá más allí niño que muera de pocos días, ni viejo que sus días no cumpla; porque el niño morirá de cien años, y el pecador de cien años será maldito.Edificarán casas, y morarán en ellas; plantarán viñas, y comerán el fruto de ellas.No edificarán para que otro habite, ni plantarán para que otro coma; porque según los días de los árboles serán los días de mi pueblo, y mis escogidos disfrutarán la obra de sus manos.No trabajarán en vano, ni darán a luz para maldición; porque son linaje de los benditos de Jehová, y sus descendientes con ellos.Y antes que clamen, responderé yo; mientras aún hablan, yo habré oído.El lobo y el cordero serán apacentados juntos, y el león comerá paja como el buey; y el polvo será el alimento de la serpiente. No afligirán, ni harán mal en todo mi santo monte, dijo Jehová.”
Esto es el cumplimiento de Romanos 8:19-22. Con todo, no deberíamos perder de vista que esa condición aún no es la eternidad. La misma, recién comenzará cuando también se haya cumplido la Palabra de Dios de 2 Pedro 3:7-10: “Pero los cielos y la tierra que existen ahora, están reservados por la misma palabra, guardados para el fuego en el día del juicio y de la perdición de los hombres impíos (como en el caso del diluvio, durante el cual – con excepción de unos pocos – hombres y animales fueron segados).…Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas.”
Recién después de eso habrá un nuevo cielo y una nueva tierra, como lo leemos en Apocalipsis 21 y 22. Es la morada futura que Jesús prometió a Sus discípulos, con motivo de Su última comida del Pessaj (Jn. 14:1-3). Es la morada eterna prometida por Dios: “Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más. Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido. Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios” (Ap. 21:1-3). Si Dios también ha provisto animales para esta nueva creación, o no, no lo sabemos, ya que la Biblia no nos responde esta pregunta. Atengámonos, por lo tanto, a la maravillosa promesa bíblica: “Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman”