¿Cómo será nuestro cuerpo de resurrección?

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Por Mark Hitchcock

La resurrección de nuestro Señor nos da información sobre nuestra resurrección final. Lo que la Biblia dice sobre nuestro nuevo cuerpo, y lo que no.

A medida que nuestro hombre exterior comienza a decaer, anhelamos la gloria. Ansiosamente esperamos nuestro cuerpo nuevamente diseñado y perfecto en el Cielo. 2 Corintios 5:1-2 dice:

“Porque sabemos que si nuestra morada terrestre, este tabernáculo, se deshiciere, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos. Y por esto también gemimos, deseando ser revestidos de aquella nuestra habitación celestial.”

Pero cuando empezamos a pensar en nuestros futuros cuerpos de resurrección, a menudo tenemos más preguntas que respuestas. Aunque la Biblia no satisface nuestra curiosidad en todos los detalles, nos da una idea básica de nuestros nuevos cuerpos glorificados.

En términos generales, sabemos que nuestros nuevos cuerpos serán como el cuerpo resucitado y glorificado de Jesús:

“Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas” (Fil. 3:20-21).

“Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es” (1 Jn. 3:2).

¿Cómo era el cuerpo de Cristo resucitado?

  • Tenía carne y huesos (Lc. 24:39-40).
  • Tomó alimento (Lc. 24:41-43; Jn. 21:12-15).
  • Fue reconocido por los discípulos (Lc. 24:31).
  • No estaba sujeto a las normas habituales de tiempo y espacio.

En dos ocasiones diferentes, Jesús atravesó las paredes de una habitación donde estaban reunidos los discípulos (Lc. 24:36; Jn. 20:19.26). En otra situación, desapareció ante sus ojos (Lc. 24:31).

Nuestro cuerpo futuro será como el cuerpo de resurrección de Jesús, y podremos hacer las mismas cosas que Él hizo en su cuerpo.

Joni Eareckson Tada, paralítica desde un trágico accidente de buceo cuando era adolescente, se aferra a la esperanza de que un día tendrá un cuerpo resucitado como el de Jesús: “En algún lugar de mi cuerpo roto y paralizado está la semilla de lo que un día seré. La parálisis hace que lo que un día seré sea aún más magnífico, comparando mis piernas atrofiadas e inútiles con las maravillosas piernas de mi cuerpo resucitado. Estoy convencida de que la imagen que veré en el espejo del Cielo (¿y por qué no va a haber espejos allí?) será inequívocamente “Joni”, aunque una Joni mucho mejor, más radiante. Tanto que no merece la pena la comparación… llevaré sobre mí la semejanza de Jesús, el hombre del Cielo”.

En 1 Corintios 15:35, 42-49, la Biblia nos da varios datos importantes sobre nuestro futuro cuerpo: “Pero dirá alguno: ¿Cómo resucitarán los muertos? ¿Con qué cuerpo vendrán? …Así también es la resurrección de los muertos. Se siembra en corrupción, resucitará en incorrupción. Se siembra en deshonra, resucitará en gloria; se siembra en debilidad, resucitará en poder. Se siembra cuerpo animal, resucitará cuerpo espiritual. Hay cuerpo animal, y hay cuerpo espiritual. Así también está escrito: Fue hecho el primer hombre Adán alma viviente; el postrer Adán, espíritu vivificante.

Mas lo espiritual no es primero, sino lo animal; luego lo espiritual. El primer hombre es de la tierra, terrenal; el segundo hombre, que es el Señor, es del cielo. Cual el terrenal, tales también los terrenales; y cual el celestial, tales también los celestiales. Y así como hemos traído la imagen del terrenal, traeremos también la imagen del celestial.”

Ocho hechos asombrosos sobre nuestros futuros cuerpos

  • 1. Nunca conocerán la enfermedad, la decadencia ni la muerte. Serán imperecederos. Nuestros cuerpos actuales tienen fecha de caducidad desde el nacimiento. Nuestros cuerpos futuros nunca se desgastarán.
  • 2. Estarán perfectamente adaptados a nuestro nuevo entorno. Serán cuerpos “celestiales”.
  • 3. Cada uno de ellos será único y diferente de todos los demás. Así como las estrellas y los planetas son únicos y varían en belleza, encontraremos una variedad única en el Cielo.
  • 4. Serán muy superiores a nuestro cuerpo actual —al igual que los cuerpos celestes son superiores a nuestro pequeño planeta Tierra.
  • 5. Serán gloriosos —“llenos de gloria”. Nunca nos decepcionarán.
  • 6. Serán fuertes. El cuerpo futuro será una fortaleza inexpugnable. Seremos como Superman sin capa ni mallas. Nuestro nuevo cuerpo nunca se cansará, nunca se desgastará y nunca estará sujeto al pecado.
  • 7. Serán cuerpos espirituales, no naturales. Esto no significa que no sean reales o físicos. Pero podremos expresar plenamente nuestra naturaleza espiritual con nuestro nuevo cuerpo. A diferencia de nuestro cuerpo natural actual, el que vendrá no se verá afectado por las leyes físicas de la gravedad y el espacio. Piénsalo así: imagina un libro con una hoja de papel blanco en su interior. El libro representa un cuerpo humano y la hoja de papel es su espíritu. Aquí en la Tierra, el libro controla el espíritu. Tiene la última palabra. Es el cuerpo natural, determinado por las leyes físicas de la gravedad y el espacio. Ahora saca la hoja blanca y envuélvela alrededor del libro como una cubierta. Ahora la hoja (el espíritu) está encima. Tiene la última palabra. Este es el cuerpo espiritual, que no se ve afectado por las leyes de la física, sino que puede disfrutar plenamente de las bendiciones de la Eternidad.
  • 8. A pesar de los considerables cambios, seguirá siendo similar a nuestro cuerpo actual. En 1 Corintios 15 Pablo utiliza la imagen de plantar una semilla para representar el poner el cuerpo muerto en la tierra. Cuando se pone una semilla en el surco, hay una conexión entre lo que entra en la tierra y lo que crece de ella. Una semilla de cebada produce cebada. De una bellota nace un roble. Un grano de trigo se convierte en trigo. Pero también se produce un cambio distinto. Piensa en la diferencia entre una bellota y un poderoso roble. O la diferencia entre un bulbo marrón y feo de tulipán y su hermosa flor. Si miras una bellota, no puedes imaginar la majestuosidad y belleza de un poderoso roble. Lo mismo ocurrirá con nuestro nuevo cuerpo. Hay una conexión entre el cuerpo (semilla) siendo colocado (plantado) en la tierra, pero también hay un increí­ble cambio sucediendo que no podemos imaginar cuando miramos nuestros cuerpos terrenales.

Tomemos otra imagen de la naturaleza: el cambio será tan dramático como el de la pequeña y fea oruga que se transforma en una hermosa mariposa. La maravillosa criatura es el mismo ser viviente que el rechoncho y espinoso insecto del que surgió, y sin embargo, se diferencia enormemente de él.

En el Arrebatamiento, Dios dará a cada uno de Sus hijos un nuevo cuerpo glorioso, único, diferente y perfecto que nunca nos fallará.

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