Jair Bolsonaro, Presidente de Brasil habla en la 74º sesión de la Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU), 24 de setiembre de 2019, en New York. (Foto por Ludovic MARIN / AFP)

En su discurso en la ONU, el presidente Jair Bolsonaro hizo un llamado al mundo contra la «cristofobia». El término se usa popularmente para indicar situaciones en las que se persigue a personas que afirman ser seguidores de Jesús. La Misión Puertas Abiertas ha documentado este fenómeno y mantiene una lista actualizada de países donde los cristianos son perseguidos sistemáticamente por su fe. En Brasil, no existe la “cristofobia” instituida; tenemos a lo sumo un malestar hacia los cristianos en ciertos círculos. Especialmente entre los llamados sectores progresistas, existe un rechazo sistemático de la fe cristiana. Basta mirar las críticas que se hacen a los asesores y ministros designados por el actual gobierno, donde la principal queja es su afiliación religiosa. Parte de la resistencia proviene de hechos que involucran a líderes evangélicos, quienes, aunque empoderados por los medios,serían reprobados por la gran mayoría del pueblo de Dios. De hecho, hay algunos que, llamándose hermanos (tal vez lo sean, tal vez no …), dan un terrible testimonio de lo que significa seguir a Jesús. Sin embargo, ¿por qué, como cristianos, tenemos tal reacción? ¿Por qué nos escandaliza y sorprende que haya resistencia contra nosotros y nuestra fe?

Recientemente leí una frase atribuida al pastor Timothy Keller: “Jesús no era solo un buen tipo que hizo el bien en el mundo. No crucificas a un buen tipo. Crucificas a amenazas”. [1] La frase ciertamente apunta a una verdad ineludible: los cristianos serán perseguidos. De hecho, mucho antes de Tim Keller, el apóstol Pablo ya escribió en 2 Timoteo 3:12: «Así mismo serán perseguidos todos los que quieran llevar una vida piadosa en Cristo Jesús«. Nuestra fe, si se expone con claridad y verdad, se opone, confronta, desafía la mentalidad del mundo. Jesús dice claramente: “Si el mundo los aborrece, tengan presente que antes que a ustedes, me aborreció a mí. Si fueran del mundo, el mundo los amaría como a los suyos. Pero ustedes no son del mundo, sino que yo los he escogido de entre el mundo. Por eso el mundo los aborrece.” (Juan 15: 18-19).

Nuestro rechazo puede deberse a que representamos a Cristo o porque somos malhechores.

De hecho, lo natural es que seamos perseguidos y rechazados por nuestro mensaje. Es extraño cuando los sectores evangélicos se esfuerzan tanto por ser acogidos y aceptados por el público no cristiano. En general, solo seríamos bienvenidos si nuestra fe dejara de confrontar, de denunciar la actitud general de rebelión contra Dios. Parafraseando a Tim Keller, no estamos llamados a ser «bueno tipos», estamos llamados a ser amenazas para el pensamiento y el estilo de vida del mundo.

Sin embargo, debemos tener cuidado de por qué nos rechazan. Nuestro rechazo puede deberse a que representamos a Cristo o porque somos malhechores. Las personas que, alegando ser cristianas, cometen delitos, avergüenzan el nombre de Cristo y sus acciones, deben ser rechazadas. El apóstol Pedro trata este tema muy claramente en su primera carta, capítulo 4, versículos 12 al 15:

“Queridos hermanos, no se extrañen del fuego de la prueba que están soportando, como si fuera algo insólito.  Al contrario, alégrense de tener parte en los sufrimientos de Cristo, para que también sea inmensa su alegría cuando se revele la gloria de Cristo.  Dichosos ustedes si los insultan por causa del nombre de Cristo, porque el glorioso Espíritu de Dios reposa sobre ustedes. Que ninguno tenga que sufrir por asesino, ladrón o delincuente, ni siquiera por entrometido.

Luego de reiterar que seremos rechazados y probados, Pedro hace una curiosa reserva en el versículo 15. Afirma que nuestro rechazo no debe ser por delitos y ofensas o porque somos entrometidos (literalmente “supervisores de la vida de los demás”). Es revelador que Pedro incluya esta palabra entre las razones indebidas de sufrimiento u oposición.

Debemos entender que, como cristianos, no estamos llamados a legislar sobre la vida de aquellos que no siguen a Jesús. No estamos llamados a juzgar a los de afuera, sino a los de adentro (1 Corintios 5: 12-13). Podemos y debemos tomar una posición en lo que entendemos que es mejor para nuestra sociedad y representa a nuestro Dios santo, pero no podemos ni debemos exigir una postura moral de aquellos que no siguen a Jesús. Su problema no es su estándar moral ofensivo, sino su rebelión contra Dios.

A menudo, como cristianos, no generamos rechazo proclamando el amor y la santidad de Jesús con nuestras vidas y palabras, sino exigiendo a aquellos que nunca han afirmado seguir a Jesús que sigan la norma moral de Jesús. Con eso nos volvemos entrometidos o, para citar a Pedro, supervisores de la vida de otras personas.

Mi oración es que yo y cada uno de ustedes, lectores, proclamemos el amor, la santidad y el plan de Dios para salvación en nuestra postura y en nuestras palabras. Y, si somos rechazados (lo que debería considerarse normal para nosotros), es porque nos identificamos con Cristo y no porque nos entrometemos en la vida de los demás.

Daniel Lima


1. Timothy Keller (@timkellernyc), “Jesus wasn’t just a nice guy who did good in the world. You don’t crucify nice guys. You crucify threats”, 26 de mayo 2017, 11:04 am. Disponible en: < https://twitter.com/timkellernyc/status/868105444715266048 >.