El llamado de Eliseo (57ª parte)
4 junio, 2023El llamado de Eliseo (59ª parte)
4 junio, 2023Autor: Esteban Beitze
Algo que podemos ver en este pasaje es la fe extraordinaria del profeta. La oración era para él lo más normal. Era como comunicarse con un amigo al cual confiaba plenamente y del cual esperaba la ayuda necesaria en cada momento. Él nunca buscó su propia gloria, sino mostró el carácter de Dios. Él amaba a su Dios por encima de todo, por lo cual también fue escuchado por su Señor.
DESCARGARLO AQUÍ
PE2961 – Estudio Bíblico
El llamado de Eliseo (58ª parte)
ARREMETIDA SINGULAR
En 2ª Reyes 6 encontramos una de las historias más extraordinarias de intervención de ángeles a favor de los siervos de Dios. El rey sirio había querido atrapar al profeta Eliseo, rodeando completamente el pueblo en el cual vivía. Allí el siervo de Eliseo reacciona desesperado, pero Eliseo lo calma, señalando la presencia infinidad de ángeles que estaban a favor de ellos.
Luego que el criado de Eliseo tuviera la impresionante revelación de la presencia de los ángeles de Dios a favor de él y su amo, fue testigo de una obra extraordinaria de Dios cuando leemos: “Y luego que los sirios descendieron a él, oró Eliseo a Jehová, y dijo: Te ruego que hieras con ceguera a esta gente. Y los hirió con ceguera, conforme a la petición de Eliseo. Después les dijo Eliseo: No es este el camino, ni es esta la ciudad; seguidme, y yo os guiaré al hombre que buscáis. Y los guió a Samaria. Y cuando llegaron a Samaria, dijo Eliseo: Jehová, abre los ojos de éstos, para que vean. Y Jehová abrió sus ojos, y miraron, y se hallaban en medio de Samaria. Cuando el rey de Israel los hubo visto, dijo a Eliseo: ¿Los mataré, padre mío? El le respondió: No los mates. ¿Matarías tú a los que tomaste cautivos con tu espada y con tu arco? Pon delante de ellos pan y agua, para que coman y beban, y vuelvan a sus señores. Entonces se les preparó una gran comida; y cuando habían comido y bebido, los envió, y ellos se volvieron a su señor. Y nunca más vinieron bandas armadas de Siria a la tierra de Israel.”
Esta es una historia realmente muy rara. Pero como “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra” (1Ti.3:16), entonces también este pasaje tiene algo que decirnos. Sólo es cuestión de profundizar lo suficiente. Si lo hacemos, encontraremos preciosos tesoros.
A. Dotán, un lugar especial
Cuando leemos el nombre de Dotán, nos suena familiar. Estaba a unos 16 km al norte de Samaria, en dirección a la fértil llanura de Jezreel, caracterizada por sus cadenas montañosas y sus valles, y por ser una buena zona de pastoreo. Cuando los israelitas se establecieron en estas tierras, se dio esta región a la tribu de Manasés. Fue en este lugar que José encontró a sus hermanos pastoreando sus rebaños, los cuales, al verle, urdieron la perversa estrategia de venderlo como esclavo a Egipto (Gé.37:12-28). Aunque en este momento el jovencito de 17 años no entendía nada, Dios lo tenía tomado de Su mano. Muchos años más tarde, él da testimonio de esta realidad diciéndole a sus hermanos: “Vosotros pensasteis mal contra mí, mas Dios lo encaminó a bien, para hacer lo que vemos hoy, para mantener en vida a mucho pueblo” (Gn.50:12). En otras palabras, José les dijo a sus hermanos la conclusión a la cual había llegado: Allí en Dotán, yo no entendía nada, estaba ciego para aquello que Dios quería hacer en mi vida y por medio de ella también en la de ustedes. Pero Dios estaba en control. Ahora lo puedo ver absolutamente claro. Permitió el mal, para hacer el bien, para todos nosotros.
La segunda vez que aparece nombrado Dotán, también vemos la ceguera, pero también como se hizo la luz y los involucrados tuvieron que aprender valiosas lecciones.
B. Dios oye las oraciones
En este pasaje, aparte de la oración de abrir los ojos a su criado, ahora siguen dos oraciones más. Una para cegar a los enemigos, y la otra, para devolverles la vista. Cuando uno lee estas líneas, quizás hasta pase por alto lo tremendas que fueron estas oraciones. Sin bombos y platillos, como lo más natural del mundo, el siervo de Dios ora, y Dios contesta.
La primera oración fue para cegar a los enemigos. Uno se podría preguntar, por qué los cegó y luego llevó hasta Samaria. Eliseo tomó a los cegados sirios de la mano para enseñarles algunas lecciones.
La primera oración sin lugar a duda tenía que ver con el castigo a sus obras malas.
La expresión “ceguera”, sólo se encuentra dos veces en la Biblia. Una en nuestro pasaje y la otra cuando los ángeles castigan con “ceguera” a los inmorales hombres de Sodoma que los querían violar (Gn.19:11). Esto fue el paso previo para la destrucción completa de esta ciudad perversa. Por lo tanto, tenemos dos castigos por ceguera por querer atacar en forma injusta a los siervos de Dios.
Todavía podemos nombrar la persecución de Faraón a Israel frente al mar Rojo. En esta ocasión, Dios alumbró el camino de Israel por el mar abierto, pero oscureció el campamento y el entendimiento de los egipcios que se lanzaron a su propia muerte.
Eliseo conocía las historias de Lot y de Moisés, y probablemente en su fe las volvió aplicar aquí. Los sirios estaban llevando a cabo una cobarde incursión para destruir al espía que revelaba sus intenciones destructoras. Vemos en la historia del rey sirio, la clásica terquedad de los que no quieren escuchar, los que no quieren ver, los que se rebelan continuamente contra Dios y Su Palabra. Si todos sus intentos anteriores de dañar al pueblo de Dios habían fracasado, y si ahora para colmo atacaba al siervo de Dios, ¿tendría éxito? Al criado Dios le abrió los ojos, pero a los sirios y su rey, les cegó aún más el entendimiento. El pecado enceguece, como decía el profeta Isaías en otra oportunidad: “Sus pies corren al mal, se apresuran para derramar la sangre inocente; sus pensamientos, pensamientos de iniquidad; destrucción y quebrantamiento hay en sus caminos. No conocieron camino de paz, ni hay justicia en sus caminos; sus veredas son torcidas; cualquiera que por ellas fuere, no conocerá paz. Por esto se alejó de nosotros la justicia, y no nos alcanzó la rectitud; esperamos luz, y he aquí tinieblas; resplandores, y andamos en oscuridad. Palpamos la pared como ciegos, y andamos a tientas como sin ojos; tropezamos a mediodía como de noche; estamos en lugares oscuros como muertos” (Is.59:7-10).
Si queremos luz, paz y andar seguro en la vida, tenemos que quitar cualquier pecado de nuestras vidas.
Muchas veces ha sucedido, que aquellos que encaran los errores en otros, los que los quieren corregir, luego son atacados vehementemente por los infractores. A nadie le gusta que le corrijan, o pongan sus pecados en evidencia. Muy pocos se dejan corregir. Lo que acá tuvieron que aprender los sirios, también nosotros lo debemos tener en cuenta. Si no hacemos caso a claras indicaciones divinas, por Su Palabra, por fieles hermanos o circunstancias enviadas por Dios, entonces quizás el Señor se decida por la disciplina o el juicio.
La segunda oración fue para devolverles la visión cuando ya se encontraban en el centro de la capital del reino de Israel. Estos angustiados soldados, que ya se creían ciegos de por vida, empiezan ver de nuevo. Seguramente fue un gran alivio acompañado de gritos de alegría. Pero un instante después, este entusiasmo se desvaneció cuando se dieron cuenta donde estaban. Seguramente ya estaban rodeados de los soldados de Israel. No había huida posible. Cualquier intento de defenderse era vano. Seguramente los israelitas se habían cuidado de quitarles las armas. Habían podido recuperar la vista, pero sólo para darse cuenta de que estaban completamente perdidos.
Probablemente no conocían de vista al profeta, pero ya conocían una voz, la que los había guiado hasta este lugar y ahora descubren espantados que correspondía justamente el enemigo que debían apresar. Observan como hasta el rey de Israel le obedece a este hombre. No podía ser otro que el famoso profeta. Sus ojos ahora estaban dirigidos a aquél que evidentemente manejaba todo. Ellos habían venido para hacerle mal, ¿qué haría él con ellos? ¿Vendría la sentencia de muerte o encontrarían misericordia? Era un hombre de una fe sin igual, que había puesto en evidencia toda la maldad de ellos, pero a pesar de ello, les perdona, los salva de las mortales intenciones del rey y hasta les hace servir comida. Evidentemente, este hombre no era malo, no era un delincuente, sino un hombre fuera de serie, un varón de Dios. Seguramente nunca más se olvidarían de él.
Lo que queremos destacar en este punto, es la fe extraordinaria del profeta. La oración era para él lo más normal. Era como comunicarse con un amigo al cual confiaba plenamente y del cual esperaba la ayuda necesaria en cada momento. Él nunca buscó su propia gloria, sino mostró el carácter de Dios. Él amaba a su Dios por encima de todo, por lo cual también fue escuchado por su Señor. Jesús decía: “Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho” (Jn.15:7). La lección es clara. Nosotros seguimos teniendo el mismo Dios. Sigue siendo omnipotente. Lo que busca para manifestarse en y por medio de vidas de personas, es la fidelidad a Él, la humildad, obediencia y absoluta dependencia. Jesús le dijo a una atribulada mujer: “No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?” (Jn.11:40). Así como cuando accionamos el interruptor al entrar a un cuarto oscuro se prende la luz, de la misma forma, el poder divino enciende la luz cuando el creyente ora.
Las experiencias de oración de Eliseo se ven absolutamente normales y cotidianas. Así también debería ser la vida del creyente que es fiel en buscar el rostro de Dios. Sólo la falta de búsqueda de Dios, la incredulidad, el egoísmo o el pecado en general, interrumpe el fluido lleno de energía del poder de Dios. Por lo tanto, busquemos a Dios, oremos a Dios, y vamos a experimentar a Dios. Dios te bendiga.