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Autor: Herman Hartwich

Pedro en Hechos capítulo 2, habla a las personas luego de haber descendido el Espíritu Santo en Pentecostés y realiza una proclama: La proclama del Arrepentimiento!


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PE1872 – Estudio Bíblico  –  La Proclama del Arrepentimiento



¿Qué tal, mis queridos amigos? ¡Qué gozo estar junto a ustedes en esta nueva oportunidad para compartir la maravillosa palabra del Señor! Siempre que abrimos la palabra tiene un menaje para nosotros que estamos sedientos, que estamos hambrientos de Él. Al comenzar la dispensación de la gracia el apóstol Pedro nos hace una tremenda exposición del mensaje de Dios que ya lo conocemos. Si usted tiene una Biblia, puede abrirla en el capítulo 2 del libro de Hechos de los Apóstoles; después de los cuatro Evangelios viene el libro de Hechos con la historia de la iglesia desde sus comienzos. No voy a poder leer todo este capítulo 2, versículos 14 al 40, no nos da el tiempo; pero yo quiero resumirle un poquito lo que contiene esta porción bíblica. Aquí el apóstol Pedro se levanta en el día de Pentecostés para dar una explicación de lo que estaba aconteciendo: acaba de llegar el Espíritu Santo a la Tierra, a morar en el corazón de los creyentes.

Los primeros fueron 120 que estaban en el aposento alto, un glorioso día, comienzo, nacimiento de la iglesia de Jesucristo, y el poder del Espíritu Santo vino a ellos como Jesús se los había prometido. Y ellos estuvieron obedientemente esperando durante cincuenta días la promesa del Señor. Entonces la gente se convulsionó, se conmovió, fue sacudida por los hechos sobrenaturales. Entonces comenzaron a preguntarse qué estaba pasando, y Pedro se levanta en el poder del Espíritu Santo, se dirige a todos los judíos y a todos los que habían venido, judíos que habitaban en otros países, también gentiles (gente que no era judía pero que estaban interesados en la fe judaica). Él declara el cumplimiento del derramamiento del Espíritu Santo sobre toda carne; o sea, vemos la universalidad del derramamiento del Espíritu Santo; presenta las credenciales de Jesucristo como varón aprobado por Dios. Dice “a través de maravillas, prodigios, señales, esto fue la confirmación de que Jesucristo es el Hijo de Dios. Ustedes lo escucharon, ustedes lo vieron, ustedes lo tocaron, pero ustedes lo crucificaron. Esto estaba determinado ya por Dios”, dice el apóstol Pedro, “pero a pesar de que eso estaba determinado por el conocimiento de Dios de que Jesucristo tuviera que padecer en la cruz del Calvario para ser nuestro Salvador, eso no justificaba la actitud de ellos de haberlo condenado”. Este era el momento de confrontarlos con el pecado, pecado común a todo ser humano; sí, porque todos somos culpables del sacrificio de Jesucristo.

Pero ¡buenas noticias! “¡Tengo buenas noticias!”, dice Pedro. “¡Él resucitó! Y esto muestra su poder sobre el pecado y la muerte; y además fue exaltado por la diestra de Dios, y así volverá. Mientras tanto el Señor intercede por nosotros”. Esta proclamación Evangélica que trae convicción de pecado, el reconocimiento de la culpa personal, esta es la proclamación evangélica. ¡Esta es la verdadera proclamación evangélica! Si tú estás buscando una proclamación evangélica tienes que encontrar una que te lleve a la convicción de pecado, que te lleve a reconocerte pecador, culpable delante de Dios para arrepentirte y para aceptar su perdón. El Evangelio no abandonó al ser humano; al contrario: el Evangelio llama, ofrece el rescate de la perdición. Cuando la gente dice “bueno, pero ahora ¿qué vamos a hacer? ¿Qué hacemos entonces ahora?”, el apóstol les dice “arrepentíos”. Vamos a la Biblia, en el capítulo 2 versículo 38: “arrepentíos”, dice, “y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados y recibiréis el don del Espíritu Santo”. Mis queridos amigos, él les dice “arrepiéntanse, vuélvanse a Dios, bautícense en el nombre de Jesucristo, o sea identifíquense con Jesucristo, identifíquense con Él. Recibirán el don del Espíritu Santo, ese Espíritu Santo es el que obra el nuevo nacimiento; y la promesa es para todos ustedes, para sus hijos también y para todos los que están lejos, los que vendrán más adelante, a cuantos el Señor llame por el Evangelio.

El capítulo 2, verso 40, que estamos meditando, dice “y con otras muchas palabras testificaba y les exhortaba diciendo ‘sed salvos de esta perversa generación’”. Me impresiona esto, mis queridos amigos. Exhortando fuertemente: ¡Sean salvos de esta perversa generación! La palabra “salvación” es “sotería”; “salvación” nos muestra al Salvador Cristo y su obra que abraca a todo el ser humano. Porque trata con nuestro espíritu, con nuestra alma y con nuestro cuerpo, o sea la totalidad de nuestro ser debe ser salvado por el Señor. Y también nos presenta aquí “la perversa generación”. Por naturaleza todos somos pecadores e inclinados al mal, y hoy como entonces somos generación pervertida. Y habitamos entre gente perversa, como dice la escritura en el Antiguo Testamento a través de Isaías: “Ay de los que a lo malo llaman bueno, y a lo bueno malo”. Estamos quizá en la crisis más grande de la historia humana, donde los códigos éticos y morales, no solo los puestos por Dios sino aun los de la propia conciencia, han sido socavados por el hombre de pecado y están siendo reglamentados por los gobiernos de este mundo. No olvidemos quién es el príncipe de este mundo: ¡El Diablo! Se está destruyendo toda la familia con esta nueva moralidad. ¡Claro! Porque la familia fue invento de Dios, y todo lo que Dios ha inventado, todo lo que Dios ordena, el Diablo quiere contrarrestarlo, atacarlo y destruirlo, como tantos otros asuntos que Dios ha establecido y el Diablo quiere constantemente destruir. Quiero compartirles unos párrafos de una carta que recibí de una persona, de un padre desesperado que me dice: “Hoy me encuentro totalmente desarmado y destrozado en mi interior, donde las nuevas leyes del gobierno y del consejo de profesionales aconsejan a que mi hijo pueda vivir la vida que se le cante con tal de que no amenace con auto eliminarse”. Y más abajo me dice: “Estamos siendo tratados por psicólogos profesionales y he sido estigmatizado como con ‘violencia psicológica para con mi hijo’. El vivir el celo por las cosas de Dios ha sido interpretado de ‘inicio de opresión’ en el adolescente de mi hijo de 15 años. Ha recibido reiteradas veces el consejo de médico y de profesionales de vivir la vida sin tantos controles, y hasta que pueda también incorporar la meditación”.

Mis queridos amigos, también hay una generación religiosa. Aquel momento eran los inicios del silencio de Dios por 400 años, que Dios se cansó de hablar a un pueblo rebelde, obstinado, “duro como punta de diamante” como dice la propia profecía. Ahora, ¿en qué consiste ese endurecimiento? Consiste en saber y no hacer, aparentar la fe y no ser consecuente con ella. Al no haber palabra de Dios el pueblo se corrompió en extremo. La religión era exactamente como lo es hoy: puro nombre pero el Señor no estaba allí, puro templo pero la gloria de Dios no estaba allí, la palabra no estaba allí. El apóstol Pablo, hablando en sus epístolas pastorales, habla de los últimos tiempos, en que los hombres tendrán apariencia de piedad, pero con sus hechos la negarán. Todo el sistema “cúltico” era un mero entretenimiento y nada de convicción de pecado. Los religiosos en la época apostólica, en la época de Jesús eran correctos, santos… Sí, a sus propios ojos, y no los podían tocar, pero eran aborrecibles a los ojos de Dios por su hipocresía. Los apóstoles nos advierten sobre esta generación.

Leamos las epístolas pastorales, las epístolas de los apóstoles; ¡no le tengan miedo! Mis queridos amigos y hermanos: ¡No tengan miedo de leer las epístolas de los apóstoles! Tenemos que confrontarnos con nuestros pecados, los que son descritos allí como decimos vulgarmente “sin pelos en la lengua”. Por un lado, los no creyentes en la vanidad de su mente; por otro lado, los cristianos apóstatas que abandonan la fe una vez dada para abrazar el espiritismo disfrazado de los últimos tiempos. También nos revela la escritura que en dichos tiempos habrá una iglesia tibia, indiferente a la palabra, indiferente al estado de la familia, de la sociedad toda, que va aceptando los códigos del mundo como lógicos y rebusca en la Biblia, si es posible, algún versículo que les apoye o en su defecto dice “la Biblia no habla de eso” o “hay una nueva revelación de parte de Dios, una nueva estrategia de Dios para este tiempo”. Mis queridos amigos, una máxima que podríamos citar: Hebreos 13:8 cuando dice “Jesucristo es el mismo ayer, hoy y por los siglos; Él no cambia”. Y la otra, le dejo Santiago 1:17: “Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza ni sombra de variación”. Querido amigo: el Señor te está mostrando a través de la palabra y del Espíritu Santo tu pecado y tu profunda necesidad de arrepentirte de tus pecados, pedirle perdón al Señor, recibir su perdón a través de Jesucristo. Humíllate delante del Señor y Él va a cambiar tu vida y la de toda tu familia. Que Dios te bendiga.

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