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¡Venga tu Reino!

(3ª parte)

Autor: Lothar Gassmann

Jesucristo nos enseña una oración que podemos orar solos, pero también como congregación. Es una oración muy popular y, lamentablemente, muchas veces se ha hecho mal uso de ella. En muchas congregaciones se salmodia como un ritual mágico. Sin embargo, tenemos que presentar esta oración ante el trono de Dios con seriedad y de corazón.


DESCARGARLO AQUI :
PE1486 – Estudio Bíblico – Venga tu Reino


 


¿Cómo están amigos? Estamos estudiando la oración que nos enseñó el Señor Jesucristo en Mateo cap. 6, vers. 9 al 15: “El Padre Nuestro”.


La primera palabra que analizamos fue: Padre

Hay diferentes maneras de dirigirse a Dios en oración. Pero en el “Padre Nuestro”, Jesucristo nos enseña a dirigirnos a Dios llenos de confianza llamándole Padre. Con estas palabras, el hijo de Dios se dirige cariñosamente a Dios como a su Padre en el cielo. Solamente un hijo de Dios puede llamar “Padre” a Dios, y solamente llegamos a serlo por el nuevo nacimiento espiritual, que viene de Dios y que experimentamos en la conversión.

Luego, continuamos viendo el adjetivo: Nuestro

Ser cristiano significa tener comunión con el Padre celestial, pero también los unos con los otros. Por eso, el “Padre Nuestro” es, en primer lugar, una oración de comunión cristiana. En su privacidad, el cristiano hace su oración personal, pero en la congregación nos reunimos para presentar ante el Señor los asuntos que nos preocupan a todos. No hay cristianismo sin comunión.

Veamos ahora la expresión: En los cielos

Podría referirse al firmamento. Pero este cielo es parte de la creación y no tiene nada que ver con el cielo en el cual habita Dios. Más allá del firmamento, existe el cielo como el lugar de la morada de Dios, inimaginable en su gloria. El cielo visible y la tierra son creación de Dios, de la cual el Señor dice por boca del profeta Isaías:“El cielo es mi trono, y la tierra estrado de mis pies”(así lo leemos en el cap. 66, vers. 1). Este versículo se refiere al cielo visible. Esto nos muestra lo inconcebiblemente grande que es Dios en Su majestad, y cuánto sobrepasa todo nuestro entendimiento y capacidad mental.


Veamos ahora la expresión: Santificado sea tu Nombre

No podemos abarcar a Dios con palabras, y Su nombre está sobre todo nombre. El nombre de Dios tiene que ser santificado, es decir, apartado de todos los demás nombres. El nombre de Dios está sobre todo nombre, y a Él sólo Le corresponden la reverencia y la adoración.“No dará por inocente Jehová al que tomare su nombre en vano”(nos dice Ex. 20:7). Dios es el único Dios, es puro y santo, y también quiere la purificación de nuestras vidas. En el Nuevo Testamento, en 1 Ts. 4:3, leemos:“Pues la voluntad de Dios es vuestra santificación”. El nombre de Dios también es santificado cuando Sus discípulos llevan una vida santificada y, de esta manera, Lo honran.

Analizamos luego el pedido: Venga Tu Reino

Mediante el nacimiento de Jesús en Belén, Su ministerio y Sus milagros, vino el Reino de Dios. En primer lugar invisiblemente, pero ya en proceso de germinación, hasta la fundación de la Iglesia, en el día de Pentecostés. Pero recién cuando Jesucristo venga otra vez con poder y gran gloria, el Reino de Dios será establecido visiblemente para el mundo entero. Dios es el que hará nuevas todas las cosas – no los hombres, que quieren anticipar el Reino de Dios con métodos pecaminosos. Hay un dicho que si bien no se encuentra en la Biblia, es cierto: “El que quiere establecer el cielo en la tierra sin Dios, prepara el camino al infierno”.

Una petición lleva a la otra. Por eso, la próxima petición es:

Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra

La voluntad de Dios es, en realidad, una voluntad doble: Por un lado, Dios quiere“que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad”(como está expresado en 1 Ti. 2:4). Por otro lado, la voluntad de Dios es la santificación. Leemos en 1 Ts. 4:3:“La voluntad de Dios es vuestra santificación”. Si hemos sido salvos y apartados por Dios en el nuevo nacimiento, debemos servirle por medio de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, siguiéndole en la senda estrecha. Salvación y santificación – ésta es la voluntad de Dios.

Después comenzamos a ver las peticiones que se relacionan con el hombre y su vida:

El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy

Este verso significa: “Danos el pan necesario que nos es menester cada día y que también será suficiente para mañana, para que, si trabajamos hoy, tengamos lo necesario para el día de mañana y, por lo tanto, ya no tengamos que preocuparnos.” El pan es el alimento básico. ¡No tendríamos que orar por cosas que no son necesarias, sino un lujo! Tenemos que contentarnos con lo que necesitamos para vivir.

Y habíamos terminado el programa pasado, diciendo que, al mismo tiempo, esta petición es una advertencia contra el extremismo y la falsa espiritualidad. Pues la misión y la ayuda social son inseparables, el anuncio del Evangelio tiene que ir unido a la alimentación de los pobres. Sería cruel entregar la Palabra de Dios a una persona, dejándola sufrir hambre en su cuerpo. Pero igualmente cruel es algo que hoy en día ocurre frecuentemente: proveer solamente para lo material y privar a la persona del mensaje salvador para su alma. En resumidas cuentas: Dios es lleno de gracia y misericordia. Él piensa en nuestras necesidades terrenales. No somos seres que andan en las esferas celestiales, sino que todavía estamos aquí en la tierra, somos personas de carne y hueso. Si queremos servir al Señor, necesitamos nuestro alimento diario, si bien éste debe ser sencillo y no lujoso.

La siguiente petición es: Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores

“Perdónanos nuestras deudas”está gramaticalmente en presente, mientras que“perdonamos a nuestros deudores”está en tiempo pasado. La Biblia de las Américas traduce:“Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotroshemos perdonadoa nuestros deudores.”Esto nos muestra que en el momento de pedir a Dios que perdone nuestra culpa y nuestros pecados, ya antes debemos estar dispuestos a perdonar a nuestro prójimo. Con mucha más claridad aún, Jesús dice a continuación del “Padre Nuestro” que el Padre en el cielo solamente nos perdonará si nosotros perdonamos a nuestro prójimo, o si ya le hemos perdonado. Ésta es la única petición de esta oración que, más adelante, en Mt. 6:14 y 15, es confirmada una vez más:“Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas”.

Esto es muy fuerte y para tomar muy en serio. Por eso, la importante pregunta para ti y para mí es: ¿Ya perdonaste a tu prójimo, o hay algo que todavía no has logrado entregar? Si es así, tampoco el Padre celestial nos perdona. La paz, el amor y la reconciliación solamente pueden madurar si decimos de corazón: “Padre, ayúdame a no ser tan mezquino, considerando tan grande la culpa de mi prójimo contra mí, ¡pues Tú me has perdonado muchísimo más!” El Señor Jesús se entregó a sí mismo como el sacrificio perfecto por nuestros pecados en la cruz del Gólgota. Pero nosotros, en realidad, rechazamos este sacrificio cuando no perdonamos a nuestro prójimo. Dejemos este terrible pecado de implacabilidad y arrepintámonos de él.

El próximo pedido relacionado con nuestra vida es:
Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal

“Del mal” (en griego: ponero) puede traducirse también “del malo”. El malo es el diablo, y el mal es lo que proviene del diablo y de su influencia. De todos modos, podemos pedir a Dios que nos libre del mal, no importa si nos referimos al diablo o a las consecuencias de su actuar, ya que las dos cosas son inseparables.

¿Qué significan las palabras:“No nos metas en tentación”? A primera vista, parece haber aquí una contradicción con Santiago 1:2-4:“Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia. Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna.”Luego, en el versículo 12 dice:“Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman.”

¿La petición de no meternos en tentación, no contradice esta declaración de bienaventuranza para el que soporte la tentación? ¡De ninguna manera! Por supuesto que podemos pedir a Dios que no nos meta en tentación, ya que las tentaciones y las pruebas siempre son causa de fuertes luchas. Pero si estamos en una etapa de tentación o de prueba, seremos bienaventurados si la soportamos, es decir, si nuestra fe prevalece. Cuando la fe se mantiene firme, produce paciencia. Pues tenemos que llegar a ser cada vez semejantes al Señor Jesús, ya que nuestra meta es la perfección. Es verdad que la tentación no es fácil de soportar, pero si tomamos una actitud espiritual como Job, que no se apartó de Dios ni en sus mayores aflicciones, aportará para la madurez y el crecimiento de nuestra fe y nos acercaremos más al Señor. Lo importante es que en la prueba – ya sea por enfermedad o por la lucha contra el pecado – busquemos al Señor: “Señor, ayúdame. Yo mismo no tengo fuerza. Pero Tú puedes sostenerme y darme la victoria en esto.”

Es verdad que Dios no nos tienta (lo dice Santiago 1:13), pero puede permitir la tentación. Tenemos el mejor ejemplo de esto en Job, donde Dios permite la prueba que demostraría si realmente Job amaba a Dios “gratuitamente”, es decir, sin obtener ventajas por eso. Dios le dio al diablo espacio para actuar, pero definió claramente sus límites y le prohibió tocar la vida de Job. Podemos pedir al Señor que no nos meta en este tipo de tentación. Pero si nos pasa, deberíamos pedirle que nos libre del mal, que el diablo tenga que retirarse. Todo el libro de Job es un comentario de este versículo:“… líbranos del mal.”Seguramente él pidió ser guardado de los valles de sufrimiento, pero cuando se encontró en ellos, pudo exclamar:“Yo sé que mi Redentor vive”.

También nuestro Señor Jesucristo fue tentado. Leamos al respecto en Mateo 4:1 al 11. Pero Él salió victorioso de todas las tentaciones. También nosotros debemos luchar espiritualmente contra estos ataques.

Quisiera terminar esta reflexión con el versículo 13 de Mateo 6, con el cual también concluye el “Padre Nuestro”, y es una alabanza a Dios que nos trae consuelo y confianza:“Porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos Amén”.



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