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Un Camino Fatal
(3ª parte)

Autor: Marcel Malgo

El mensaje del profeta Oseas es el del increíblemente paciente amor de Dios. Usted quedará asombrado con los aspectos personales, que tienen que ver con nuestra vida, que serán mencionados en este estudio. Se tratarán temas específicos que nos conducirán, cada vez, a un nuevo desafío.


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PE1555- Estudio Bíblico
Un Camino Fatal (3ª parte)



Estudiando los caps. 3 y 4 de Oseas, habíamos visto algunos de los caminos fatales que Israel siguió en aquellos tiempos. Uno de ellos fue que desechó el conocimiento. Y eso le trajo graves consecuencias.

¿Cómo reaccionó el Señor frente a esta actitud?Les dijo categóricamente: «Por cuanto desechaste el conocimiento, yo te echaré del sacerdocio; y porque olvidaste la ley de tu Dios, también yo me olvidaré de tus hijos’’.

Si trasladamos esto a nuestra época, vemos que: Es un hecho triste pero cierto: que muchos predicadores perdieron su «»sacerdocio’’, es decir, su autoridad y poder para predicar, ya que se atrevieron a recortar la Palabra de Dios, y por ende la rechazaron. Para un predicador en la actualidad, esto significaría perder su congregación. ¡Sus hijos espirituales se irían y muchos miembros de la congregación lo abandonarían! Porque no recibieron la alimentación correcta. Sino: ¡Piedra en vez de pan!

Ahora, ¿No sucede esto en muchos lugares? ¿Podemos verlo en nuestros alrededores? Es mi deseo que usted ore fervorosamente por los pastores en las congregaciones, con el propósito de que siempre puedan tener la palabra justa a su debido tiempo, y entregar el pan celestial, de la misma forma que lo han recibido del Señor al prepararse. Porque cuando un predicador deja de enseñar la voluntad del Señor, se convierte en un menospreciador de Su Palabra y Su conocimiento; ¡dirigiéndose así, hacia un camino fatal! Por un lado, él mismo se despoja de su sacerdocio; y por el otro todos los miembros de la congregación son perjudicados. Lógicamente esto también sucede en todos aquellos que ejercen algún cargo dentro de la congregación: líderes de jóvenes, de adolescentes, de escuela dominical y otros más. ¡Todos se dirigen hacia un camino fatal si por alguna causa comienzan a recortar la Palabra de Dios, en vez de predicarla en forma completa!

Veamos ahora cuál es: La responsabilidad de los miembros de la congregación

Después que el apóstol Pablo pronunciara aquellas palabras de 2 Tim. 4:2 dirigidas a los predicadores: «»Que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina’’, en los próximos versículos se dirige a los oyentes: «»Porque vendrá el tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias’’. Tal vez usted esté protestando en su interior:»¡Pero esto no lo hace ninguno de nosotros! ¡No nos pueden culpar de estas cosas!’’

Sin embargo, algunos se dejan guiar por lo que oyen. Veamos el siguiente hecho: en algunas congregaciones se anuncia de antemano quién predicará el domingo siguiente, entonces cada cual decide si asiste o no, dependiendo si predica el señor “X” o el señor “Y”.

Probablemente no son muchos los que piensan de esta manera; ¡sin embargo existen esta clase de personas «»exquisitas’’! No deberían los predicadores considerar estas cosas, ya que después que se afirma que se «»amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias’’ Pablo continúa hablándoles, y leemos en el vs. 5: «»Pero tú sé sobrio en todo, soporta las aflicciones, haz obra de evangelista, cumple tu ministerio’’. En otras palabras: pase lo que pase, no importa cómo proceda la congregación, ¡siga siendo un predicador fiel e incorruptible!

Tengamos en cuenta lo siguiente: aunque los pastores no se ofendan por la actitud de algunos miembros, de igual manera están lastimando. ¿A quién? ¡Al Señor! Ya que ningún pastor sincero predica en base a algún texto escrito por él mismo, sino sobre lo que Dios puso en su corazón: ¡nada más ni nada menos que la Palabra de Dios! ¡Por esta razón ofenden al Señor, cuando por diversos motivos no muy convincentes eligen cuándo concurrir! ¿No despreciamos así el conocimiento del Señor? Podemos pensar entonces que si alguno no concurre al culto únicamente para escuchar la Palabra de Dios, sino que sigue sus sentimientos humanos y falsos motivos, ¡se encuentra en un camino fatal! ¿Por qué? ¿Qué dijo Dios a Israel en Oseas 4:6?: «» por cuanto desechaste el conocimiento (la Palabra de Dios), yo te echaré del sacerdocio; y porque olvidaste la ley de tu Dios, también yo me olvidaré de tus hijos’’. Israel abandonó la comunión con Dios. Podemos concluir que lo mismo sucederá con los usufructuarios espirituales: pierden muchas horas valiosas de comunión con el Señor al ser selectivos en cuanto a qué culto asistirán.

Pongamos un ejemplo. Ésta es la historia del joven Charles Haddon Spurgeon, quien aún no había encontrado la paz: Este joven buscaba intensamente, antes de convertirse, la paz con Dios. Cuántos cultos había visitado para poder tener la siguiente certeza: «»¡soy salvo, un hijo de Dios!’’ Una noche de invierno, visitó nuevamente un estudio bíblico con ese deseo en su corazón: «»¡Señor, dame paz!’’ Se sentó tímidamente en la última fila, pero a causa de una fuerte tormenta de nieve el predicador no concurrió esa noche. Después de una larga espera se levantó un humilde obrero, el cual dirigiéndose al púlpito leyó tartamudeando la Palabra en Isaías 45:22: «»mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay más’’. ¿Qué sucedió? Charles Haddon Spurgeon, el hombre que había estado buscando la paz, se convirtió en ese mismo instante, y a partir de ese momento y durante toda su vida tuvo absoluta certeza de su salvación. ¿Cómo fue posible? ¿Fue por el orador que leyó la Palabra? ¡Seguramente no! Fue únicamente por la Palabra de Dios que fue leída. Por lo tanto, no fue aquel hermano el que convenció al joven Spurgeon, sino la Palabra del Altísimo la que con gran autoridad y poder hizo que esto fuera posible.

Y veamos ahora: La responsabilidad de los padresHablaremos especialmente a los padres, ya sea que estén juntos o separados.

Analizaremos nuevamente el pasaje de Oseas 4:6: «»Mi pueblo fue destruido, porque le faltó conocimiento. Por cuanto desechaste el conocimiento (o la Palabra de Dios), yo te echaré del sacerdocio; y porque olvidaste la ley de tu Dios, también yo me olvidaré de tus hijos’’.

Este pasaje de la Escritura también habla en forma clara y seria a los padres; y como ya he dicho, a todos los que ejercen de alguna manera la paternidad.

El padre de una familia cristiana es «»sacerdote de la casa’’; tiene el deber de darle a Dios el debido lugar en su familia y de llevarla hacia Él.

Lamentablemente, los padres comenten horribles faltas en cuanto a esto, dándose cuenta de sus errores cuando ya es tarde para corregirlos. Para entonces ya no sirve de nada desesperarse. Por este motivo, Pablo le advierte a los padres, como sacerdotes de la casa, que no cometan faltas en la educación: «»Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor’’ (dice en Efesios 6:4).

¿Cuál es la falta más graveque podemos cometer en la educación de nuestros hijos? No darles el suficiente alimento espiritual para su caminar. Es entonces que nos damos cuenta que los perderemos. Justamente eso dice el texto de Oseas 4:6. ¡Qué palabra comprensible para nosotros, los padres, los sacerdotes de la casa! Salta a la vista lo que Dios nos quiere decir aquí: si omitimos darle a la Palabra de Dios el lugar central en nuestra familia, perderemos entonces la autoridad como sacerdotes de la casa: «»… yo te echaré del sacerdocio…’’, y luego podríamos perder a nuestros hijos: «»… también yo me olvidaré de tus hijos’’.

Los padres, juntamente con todos aquellos que están educando niños, tienen por delante una responsabilidad muy grande, la cual no deberían menospreciar. Por supuesto, ningún padre puede garantizar que sus hijos elegirán el camino correcto a causa de su educación, ya que a veces las cosas no salen como nosotros pensamos y planificamos. Pero cuando los padres y madres alimentan a sus hijos con el maná espiritual, pueden tener esta certeza: ¡Les dimos lo mejor!

Si omitimos esto durante añosno deberíamos sorprendernos de perder a nuestros hijos. De esta manera nos damos cuenta de que hemos transitado por años en un camino fatal; y esto trae sus frutos. Es mi deseo animarles a dar a sus hijos alimento espiritual. Comience hoy mismo. Lea con ellos la Palabra de Dios y siga haciéndolo constantemente.

¿Y qué de aquellos padres que durante años lo han hecho fielmente, y los hijos abandonan su hogar siguiendo sus propios caminos? ¡Podemos igualmente estar calmados y confiados! ¿Por qué? Porque sabemos: la semilla fue sembrada en sus corazones, la cual no quedará sin fruto.

Hay suficientes ejemplos en los cuales los niños, después de andar un tiempo extraviados, volvieron con su Señor. ¿Por qué? ¡Porque la semilla de la Palabra de Dios, la cual fue sembrada, no puede ser destruida, y en algún momento empezará a germinar y a nacer! Nos viene a la mente el pasaje de Proverbios 22:6, que dice: «»Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él’’. Créame: algún día la semilla de la Palabra que fue sembrada durante años en el corazón del niño, nacerá.

Por este motivo, es mi intención exhortar a los padres y educadores a que ¡no vayan por el camino fatal, por el cual transitan tantos, como consecuencia de no dar el lugar indicado a la Palabra de Dios en sus familias! ¡Alimente a sus hijos con la Palabra eterna, y la bendición no tardará en llegar!

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