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Herman Hartwich

Un año nuevo ha comenzado. El pastor Herman Hartwich nos invita a pensar en la diferencia entre las palabras “peregrino” y “extranjero”. ¿Hay alguna diferencia?… te invitamos a que escuches esta corta reflexión y al final que puedas pensar… ¿Soy peregrino o extranjero?


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¡Que el Señor les bendiga grandemente! Muy feliz año nuevo para todos ustedes, mis queridos oyentes. Varias veces se encuentra en la Biblia la comparación del camino de la vida con la marcha de una peregrinación. Tanto en lo individual, como en lo colectivo. Las palabras con las que se designa al peregrino a menudo son traducidas como “extranjero”. Pero me llama la atención que hay una diferencia, y la diferencia radica en que el extranjero aparece como radical en un lugar. Muchos hay aquí, en nuestro país, que son extranjeros. Mis padres son extranjeros, mis abuelos también, pero están radicados en un lugar. Por el contrario, el peregrino es el que marcha, aunque sea lentamente, pero marcha a través de una tierra que no le es propia, rumbo a un destino que está más allá.

Así, por ejemplo, vemos al patriarca Jacob, el cual le dijo al faraón, al rey de Egipto: “Los días de los años de mi peregrinación son ciento treinta años; pocos y malos han sido…”. A medida que vemos pasar las hojas de los almanaques vamos teniendo más clara esa noción de que en esta tierra estamos solo de paso, y que nuestra verdadera ciudadanía está en los cielos, al decir del apóstol Pablo. En estos días hemos tenido muertes trágicas en nuestra zona. He tenido que acudir a algunos sepelios de personas jóvenes a las que la muerte las sorprendió. Entonces es momento de que la gente reflexione, no solo mirando el calendario sino también cuando la muerte sobreviene en la juventud, en la niñez, es que estamos entonces frente a ese pensamiento del peregrino: estamos de paso.

Por su parte, en su primera epístola, el apóstol Pedro nos exhorta a conducirnos con temor todo el tiempo de nuestra peregrinación. La consciencia de que somos el pueblo de Dios que camina en medio de los que no lo son, debe hacer que pongamos toda la confianza en Él, y que pensemos en las demás personas que no nos acompañan en este peregrinar. Que pensemos en ellos como aquellos a quienes debemos nuestro testimonio y nuestro mensaje. La meta es nada menos que lo que dice el apóstol Pedro: “sed santos porque yo soy santo”. Por un lado y por el otro, que lo hagamos para que los que murmuran de nosotros glorifiquen a Dios.

Mis amigos, si el Señor nos concede marchar en medio de los demás, es para que los demás sean también bendecidos. Especialmente les estoy hablando a ustedes, mis queridos hermanos en Cristo. La marcha del peregrino nunca es solitaria. No solo le rodean los testigos, sino también los acompañantes de la marcha, que, para el cristiano, es la Iglesia. Dice el sabio Salomón en Eclesiastés: “si cayeren, el uno levantará a su compañero”. Y lo notable de pensar en una marcha de peregrinación que nos asimila a la Iglesia es que en ella no hay jerarquías, y que la única autoridad es la que constituye la meta, que es Jesucristo. Por eso bien se ha dicho que peregrinar no es arrastrar a otros ni empujarlos hacia adelante. Peregrinar es caminar juntos.

Lo más importante, pues, en nuestra peregrinación es la meta. Si nosotros nos remitimos al libro de Hebreos capítulo 11, de los patriarcas nos dice que “dan a entender que buscan una patria (…) Pero anhelaban una mejor, por lo cual Dios (…) les ha preparado una ciudad”. Cristo nos dio ejemplo del peregrino. Nadie fue más extranjero en este mundo que Él, que pertenecía plenamente al reino celestial. Sin embargo, marchó al paso tardo de los suyos en la penuria, el sufrimiento, la indiferencia y la traición. Como con Él, nuestra peregrinación tiene una meta. Se dice en Marcos 16:19 que Jesús “fue recibido arriba en el cielo, y se sentó a la diestra de Dios”. Mi querido hermano y amigo que me estás escuchando en esta noche ¿cómo transitas por este mundo? ¿Sientes que estás viviendo en tu tierra y que nunca la dejarás? ¿O reconoces que tu paso por esta tierra es como un peregrinar? En este peregrinar ¿cuál es tu meta? ¿es Jesucristo? De no ser Él, ninguna otra meta es válida. Porque después de la muerte solo la fe en Jesucristo es lo que vale. Solo la fe y la relación con Jesucristo. Para que tu puedas ser recibido arriba y sentarte con el Señor, debes ejercer la fe ahora, y hasta el final. Que Dios te bendiga es mi profundo deseo, y es nuestro profundo deseo porque cada día del año estamos llegando a ustedes con este mensaje de amor, de fe, de esperanza.

Nuestro trabajo para con ustedes es como una deuda de amor porque queremos que ustedes lleguen a conocer a Dios por medio de Jesucristo y vivir la plenitud de vida. no le estamos ofreciendo una religión, sino que les estamos ofreciendo, a la luz de la Palabra de Dios, una relación con Dios por medio de Jesucristo. Que al comenzar este año usted se establezca, si ya no lo ha hecho, la maravillosa y gran meta de pertenecer a la familia de Dios por medio de la aceptación de Jesucristo como su único y suficiente salvador, y que a lo largo de cada uno de los 365 días el Señor pueda ser realmente lo que Él vino a ser para ti y para mí, la luz de tu vida. Feliz año nuevo.

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