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Trasfondos Invisibles de Pleno Poder Espiritual

(2ª parte)

Autor: Wim Malgo

Moisés, como profeta, era representante de Dios delante del pueblo; y como sacerdote representante del pueblo ante Dios. Desempeñaba esa doble función. Mas su autoridad profética y espiritual, era su servicio sacerdotal ejercido a solas con Dios. En este mensaje veremos cuáles son los trasfondos invisibles del pleno poder espiritual.


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PE1740 – Estudio Bíblico
Trasfondos Invisibles de Pleno Poder Espiritual (2ª parte)



Queridos amigos oyentes, Moisés, como profeta, era representante de Dios delante del pueblo; y como sacerdote representante del pueblo ante Dios. Él desempeñaba esa doble función. En Exodo 32:30, leemos:

“Y aconteció que al día siguiente dijo Moisés al pueblo: Vosotros habéis cometido un gran pecado”. Éste es su poderoso mensaje profético. Luego, continúa diciendo:“… Pero yo subiré ahora a Jehová; quizá le aplacaré acerca de vuestro pecado.”Ésta fue su función como sacerdote. Mas su autoridad profética y espiritual, era su servicio sacerdotal ejercido a solas con Dios.

Aquí tenemos una respuesta a la pregunta de pleno poder espiritual. Todos nosotros que creemos en el Señor Jesús, que tenemos contacto con otros y queremos ser un testimonio para ellos, luchamos por tener pleno poder espiritual. Pues, seguramente, te das cuenta que no eres capaz de persuadir a tu entorno, a tus hijos, a tu cónyuge, de la verdad divina.

Lo que dices no penetra y eso te duele. Y, de pronto, te das cuenta, con sobresalto, de que la causa de tu impotencia espiritual se encuentra en el rudo descuido de tu función sacerdotal. Porque según 1 Pedro 2:9, nosotros también somos sacerdotes:“Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable.”Pedro no sólo dice que debemos predicar, sino enfatiza que somos real sacerdocio.

Nosotros sólo podremos persuadir a nuestro entorno desde la posición de ser sacerdotes. Mas ese real sacerdocio no es un oficio pasivo, sino altamente activo. Concretamente, podemos decir: El que no ora, ruega y lucha como sacerdote ante Dios, intercediendo por las personas a las cuales más tarde tendrá que dar testimonio, experimentará con vergüenza y humillación que le falta la autoridad profética. Por lo tanto, es infinitamente más efectivo, en vez de hablar inmediatamente con las personas sobre Dios, primero hablar detenidamente con Dios sobre esas personas.

Tú quieres que tu esposo incrédulo se convierta. ¿Tienes tú que predicarle? ¡No! Porque cuanto más prediques, tanto más se endurecerá. Por eso, no hables con él sobre el Señor, sino primero habla largamente con el Señor sobre él. Eso también es válido para tus hijos. Tú no los puedes convencer, porque te falta la autoridad profética. Pero, esa autoridad la recibes si te colocas en la brecha por ellos, como sacerdote ante el rostro de Dios, y llevas delante de Él la promesa de Hechos 16:31: Señor, Tú has dicho:“Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa”.

En la disposición para el oficio sacerdotal – en el cual el Señor también nos habla a nosotros mismos – reconocemos lo terrible de la apostasía de los hombres por los cuales comenzamos a orar, y cómo el nombre del Señor es deshonrado por eso. Oye una vez el tono de las palabras que Dios le dice a Moisés en Exodo 32:7 al 10:

“Anda, desciende, porque tu pueblo que sacaste de la tierra de Egipto se ha corrompido. Pronto se han apartado del camino que yo les mandé; se han hecho un becerro de fundición, y lo han adorado, y le han ofrecido sacrificios, y han dicho: Israel, estos son tus dioses, que te sacaron de la tierra de Egipto. Dijo más Jehová a Moisés: Yo he visto a este pueblo, que por cierto es pueblo de dura cerviz. Ahora, pues, déjame que se encienda mi ira en ellos, y los consuma; y de ti yo haré una nación grande”A los ojos de Dios, se había dado lugar a una destrucción, igual a una desolación de reinos, países y ciudades. La palabra que fue usada en el texto original, también es utilizada para referirse a quitar la vida de un hombre. El pueblo“se ha corrompido”.Moisés se asusta en lo más íntimo, y sólo oye el sordo sonido del destructor. ¡El Señor pensaba en su conducta, en su vida con Dios! Ellos habían destruido, en forma suicida, su liberación, la cual había ocurrido mediante milagros y actos de poder.

“El pueblo se ha corrompido.”En angustiante graduación, se precipitan las acusaciones de Dios:“Pronto se han apartado del camino que yo les mandé.”Ellos quebrantaron el segundo mandamiento: “se han hecho un becerro de fundición.” Peor todavía que cuando una mujer adúltera priva a su marido de su leal compañía volviéndose a un depravado, pues ellos le habían dado adoración y sacrificios a ese ídolo: “¡y lo han adorado, y le han ofrecido sacrificios!” Su salvación, llevada a cabo con milagros e incansable esfuerzo, la atribuyeron a ese becerro, diciendo: “Israel, estos son tus dioses, que te sacaron de la tierra de Egipto.” Uno siente verdaderamente el dolor, la ofensa y la ira de Dios, que son muy grandes.

El Salmo 106:19 al 24 interpreta cuán profunda fue la caída de Israel: “Hicieron becerro en Horeb, se postraron ante una imagen de fundición. Así cambiaron su gloria por la imagen de un buey que come hierba. Olvidaron al Dios de su salvación, que había hecho grandezas en Egipto, maravillas en la tierra de Cam, cosas formidables sobre el Mar Rojo. Y trató de destruirlos, de no haberse interpuesto Moisés su escogido delante de él, a fin de apartar su indignación para que no los destruyese. Pero aborrecieron la tierra deseable; no creyendo a su palabra.” Muchos creyentes tienen un “becerro de oro” en sus vidas, sea en la forma que sea, se apoyan en lo visible. Con eso, aniquilan la Palabra: “no creyendo a su palabra.” Para encubrir esto, entonces, se produce una religión cristiana que refleja lo que dice 2 Timoteo 3:5: “Teniendo apariencia de piedad, pero habiendo negado su poder”. Toda religiosidad que no se alimenta de la revelación de la Palabra, compromete al hombre a la influencia de un poder infrahumano o demoníaco, tan bestial como satánico. Ambas cosas se entrelazan aquí. Eso fue lo terrible, pues empezaron a danzar y a festejar e incurrieron en inmoralidad, porque ya no se alimentaban de la Palabra de Dios sino del ídolo visible. Esto también lo vemos, por todas partes, en los círculos cristianos.

Donde la Palabra ya no es valorada, donde la Palabra es colocada a un lado y es despreciada, allí se abre paso el desenfreno. Hace poco oí de un pastor conocido en toda Holanda, que había comenzado a traer el domingo a la mañana a un payaso, alguna otra vez a una bailarina, para que actuaran en su iglesia a fin de atraer a las personas. ¿Por qué? Porque la Palabra ya no tiene importancia. Esto es un caso extremo, pero más o menos todos nosotros buscamos un sustituto para las exigencias de la Palabra, y buscamos evadirla.

La consecuencia es el libertinaje. No hay ninguna alternativa: Cuando nosotros, como sacerdotes, no desempeñamos nuestro servicio sacerdotal, tendremos que buscar desesperadamente un reemplazo para la falta de autoridad. Tendremos que utilizar, entonces, los mencionados métodos modernos, llegando, incluso, a la música rock, y así haremos desenfrenar al pueblo de Dios. Me ha estremecido profundamente el haber leído en Exodo 32:25, lo siguiente: “Y viendo Moisés al pueblo desenfrenado, porque Aarón les había permitido el desenfreno para ser burla de sus enemigos”.

Este sacerdote llamado por Dios, sí, sumo sacerdote, no tenía poder sacerdotal, y ni hablemos de su autoridad profética. El mismo pasaje, en la Biblia al Día, dice así: “Cuando Moisés vio que el pueblo había cometido adulterio con el consentimiento de Aarón y para vergüenza ante sus enemigos.” Muchos “sacerdotes” han “dejado libres al desenfreno” a sus familias, a sus iglesias. Todo está permitido.

Lo que más importa es que las personas lleguen a las reuniones, no importando si como “creyentes” son hijos del mundo o no, porque “al fin de cuentas estamos bajo la libertad”. Donde una vez gobernaba la disciplina del Espíritu, se abrió camino al espíritu de la fornicación, porque aquellos que deberían ser ejemplo, ellos mismos ya no viven bajo el gobierno del Espíritu. En contraposición con su hermano Moisés, Aarón no tenía ningún mensaje profético para el pueblo, por eso se produjo justamente lo que citamos anteriormente, del verso 18 de Proverbios 29, donde está escrito que: “Sin profecía el pueblo se desenfrena.”

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