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Sea Conocido por su Amor 
(1ª parte)

Autor: William MacDonald

    La palabra discípulo ha sido por demás utilizada, y cada usuario le ha dado el significado de su conveniencia. El autor de este mensaje nos lleva a examinar la descripción de discipulado que presentó Jesús en sus enseñanzas, la cual se halla también en los escritos de los apóstoles, para que aprendamos y descubramos más acerca de este concepto.


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PE1847 – Estudio Bíblico
Sea Conocido por su Amor (1ª Parte)



¿Cómo están? Les saludo cordialmente y les invito a escuchar lo que dice William MacDonald acerca de este tema tan especial, el cual seguramente debe ser una de las características de todo discípulo de Jesús.

El amor no es tanto un asunto de las emociones sino de la voluntad. No es un estado de fantasía en el cual la persona cae, sino una acción deliberada que se toma en forma resuelta. Un autor desconocido lo describió de esta manera: “El amor es una decisión que nace de mi voluntad. Puedo elegir amar. Puedo comenzar ahora mismo en mi hogar”.

El amor se manifiesta en nuestro dar.“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado…”(nos dice Jn. 3:16).“… el Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí”(leemos en Gá. 2:20).“Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella”(afirma Ef. 5:25). Debido a que es más bienaventurado dar que recibir, el Señor siempre tiene la prerrogativa de ser el más bienaventurado.

Dar es la marca de los cristianos. Jn. 13:35 nos dice:“En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros”. Esto abarca a aquellos dignos de amor como a los no dignos, a lo feo así como también a lo hermoso.

El amor devuelve cada descortesía con bondad.

Sin amor, todo servicio cristiano es en vano. El amor es mejor que la exhibición más espectacular de los dones del Espíritu (según 1 Co. 13:1 al 3).

La gracia es más importante que el don.

En casos de conflicto, el amor no toma una decisión hasta que ha escuchado ambos lados de la historia (como se menciona en Pr. 18:13).

El amor no tiene un espíritu prejuicioso o crítico. Evita condenar en base a la evidencia circunstancial. Evita hablar en forma negativa sobre otras personas. El amor puede ser firme. Condenar el pecado y castigar la desobediencia (como vemos en Pr. 13:24). Esta es otra faceta del amor.

1 Corintios 13 es el capítulo del amor. En el mismo, Pablo describe al amor como se lo ve en la vida del Señor Jesús y como nosotros deberíamos practicarlo. Lo que podemos percibir en ese capítulo es que el amor piensa en los demás antes que en sí mismo.

El amor es paciente. No es impertinente ni irascible.

Es amable. Siempre busca formas de implementar pequeños actos que dicen: “me preocupo por ti”.

No tiene envidia. No tiene celos de otros. Una persona que ama no desea ser como otra ni poseer lo que otra posee.

No se exhibe a sí mismo con un orgullo mayúsculo.

No se infla. Reconoce que no posee cosa alguna que no haya recibido, y que no puede hacer cosa alguna excepto por el poder que le ha sido dado.

No se comporta en forma ruda.

No“busca lo suyo”.Eso puede significar su propia manera o su poder, fama, riqueza, o estatus. No es egoísta.

No se irrita. No pierde el control fácilmente.

No piensa lo malo. Caso contrario a los amigos de Job, no atribuye los problemas de un creyente a los pecados que pueda haber cometido.

No se goza en la injusticia. Nunca se alegra cuando la gente es tratada injustamente, aunque probablemente lo merezca.

No lleva un registro de las cosas malas.

Se regocija en la verdad. Cuando la verdad anota una victoria, se alegra, independientemente de quien se lleve el crédito.

Todo lo soporta. Esto puede referirse a llevar las cargas de otros y las de uno mismo. El amor resiste bajo las pruebas, persecuciones y tristezas, sin pensar siquiera en claudicar. Todo lo cree. Piensa lo mejor de las circunstancias hasta que la evidencia demuestra que lo contrario es cierto. Esto no significa que el amor es ingenuo o tonto. Todo lo espera. Anticipa un buen resultado a pesar de las presentes dificultades y contratiempos.

Nunca deja de ser. Su poder y efectividad continúan sin cesar. Y finalmente triunfa.

El amor abarca a nuestros enemigos, quienes nos odian. Bendice a quienes nos maldicen y ora por quienes nos maltratan. Cuando es golpeado presenta la otra mejilla. Da más de lo que se pide, y presta sin pretender algo a cambio.

Va más allá del amor natural, ya que ama lo que no merece ser amado y hace lo bueno a aquellos que no lo hacen. No es a través de estas cosas que llegamos a ser hijos del Altísimo, pero sí como manifestamos serlo.

El amor es misericordioso, así como Dios retiene el castigo merecido.

Es benigno con los ingratos y los malignos. Es lento para juzgar y condenar pero rápido para perdonar. Procura ver a Jesús en los otros creyentes. Incluso en aquellos difíciles de soportar.

Nuestro Señor es amoroso. Él es el amor encarnado. Necesi-taríamos un vocabulario mucho mayor para poder describir su amor. Nuestro diccionario presente no es adecuado. No existen suficientes adjetivos, ni comparativos ni superlativos. Nuestro idioma es totalmente pobre.

Sólo podemos vivirlo hasta el punto en que tenemos que confesar“No hemos dicho siquiera la mitad”.El tema agota todo lenguaje humano. Comenzamos pues con un tema que no puede acabar. Su amor es eterno. El único amor que no tiene origen. No envejece ni tiene fin. Nuestras mentes no pueden comprender un amor que no tiene fin ni desgaste.

Es inmensurable. Su altura, profundidad, largo y ancho son infinitos. En ninguna otra parte encontramos tal descripción. Los poetas lo han comparado con las grandes expansiones de la creación, pero las palabras siempre parecen quedar cortas ante el peso de la idea.

Su amor hacia nosotros no tiene razón y no ha sido provocado. Nuestro Señor no veía algo digno de amar o meritorio para poder dirigirnos su afecto, sin embargo nos amó. Lo hizo porque así es Él. Nuestro amor hacia otros, a menudo se basa en la ignorancia. Amamos a las personas porque, en realidad, no sabemos cómo son. Cuanto más los conocemos, más nos damos cuenta de sus faltas y errores y menos parecen atraernos. Pero, Jesús nos amó, incluso sabiendo todo lo que nosotros podríamos ser o hacer. Su omnisciencia no canceló su amor.

Ahora, existen muchas personas en el mundo, más de seis mil millones. Entonces, para terminar, nos preguntamos: ¿Puede el Soberano amar a cada uno personalmente?

 

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