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Salvación Eterna 
(1ª parte)

Autor: William MacDonald

  La palabra discípulo ha sido por demás utilizada, y cada usuario le ha dado el significado de su conveniencia. El autor de este mensaje nos lleva a examinar la descripción de discipulado que presentó Jesús en sus enseñanzas, la cual se halla también en los escritos de los apóstoles, para que aprendamos y descubramos más acerca de este concepto.


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PE1877 – Estudio Bíblico
 Salvación Eterna (1ª Parte)



Estimados amigos oyentes, es un gusto estar junto a ustedes nuevamente. Como ya se dijo: Si su discípulo es salvo, entonces debería saber que es salvo para siempre. Y no sólo eso, debería poder demostrarlo con la Biblia.

En primer lugar, debemos decir que existen declaraciones contundentes con respecto a esto. Por ejemplo, podemos leer Juan 10:27 al 29:

Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano.

Jesús dijo que ninguna oveja suya perecería. Si eso sucediera, entonces Jesús habría dicho algo que no es cierto. Si ése fuera el caso, entonces no sería Dios, y nuestra fe sería en vano.

Existen otros muchos versículos que dicen que nuestra salvación es eterna. He aquí algunos:Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna (así nos dice Juan 3:16).

El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que desobedece al Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él (esto está escrito en Juan 3:36).

Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed; mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna (así lo afirma Juan 4:13 y 14).

De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida (así se nos dice en Juan 5:24).

De cierto, de cierto os digo: El que cree en Mí, tiene vida eterna (afirmación que encontramos en Juan 6:47).

Y ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado (esto lo encontramos en Juan 17:3, y es el último pasaje que vamos a mencionar en este momento).

Existen otras formas por las cuales podemos saber que somos salvos. En el momento que creemos recibimos el sello del Espíritu (lo cual leemos en Ef. 1:13). El Espíritu Santo es el sello. Él es la marca o compromiso de posesión y de seguridad. Él es nuestro sello para el día de la redención, es decir, el día en el cual lleguemos al cielo (así se menciona en Ef.4:30).

El Espíritu Santo también se nos da como garantía, algunas veces se lo denomina las arras (como en Ef. 1:14). Él es “las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria”. Esto significa que con la misma seguridad que tenemos el Espíritu Santo, un día futuro tendremos nuestra completa heredad, incluyendo un cuerpo glorificado.

He aquí otra prueba de nuestra seguridad eterna. Estamos “en Cristo”. Dios nos ve “en Cristo” y nos acepta, no debido a quienes somos o qué somos, sino debido a que estamos “en Él”.

Dios debería encontrar algún pecado o imperfección en Cristo antes de poder condenarnos. Y esto es claramente imposible.

También somos miembros del cuerpo de Cristo (como menciona 1 Co. 12:13). Sería inconcebible que Cristo pasara la eternidad en el cielo y le faltaran sus miembros.

Pero, también debemos hacernos la siguiente pregunta: “¿Qué sucede cuando un cristiano peca? ¿No pierde su salvación?” Una pausa y enseguida volvemos con la respuesta.

¿Recuerdan las preguntas que nos hicimos antes de la pausa? “¿Qué sucede cuando un cristiano peca? ¿No pierde su salvación?” Para encontrar la respuesta, consideremos los siguientes hechos:

Cuando somos salvos recibimos el perdón de la pena eterna de nuestros pecados, pasados, presentes y futuros. Todos nuestros pecados eran futuros cuando Jesús murió por nosotros. Dios nunca los recordará nuevamente.

En ese momento comienza una nueva relación. Nos transformamos en hijos de Dios por la fe en Jesucristo. Nada puede quebrantar dicha relación. Usted no puede dejar de ser hijo de su padre terrenal. Y esto también se aplica en el caso de su Padre celestial.

Cuando pecamos, nuestra comunión con Dios se quebranta. No nuestra relación, sino nuestra comunión. La relación es una cadena inquebrantable, mientras que la comunión es un hilo delgado. El feliz espíritu familiar permanece quebrantado hasta que confesamos nuestros pecados.

Preste atención a esto. Recibimos el perdón de la pena eterna de nuestros pecados cuando creemos en el Señor Jesucristo. Ese perdón se recibe una vez y para siempre. Recibimos el perdón como creyentes, cuando confesamos y abandonamos nuestros pecados (como leemos en 1 Jn.1:9). Esto se lleva a cabo constantemente en la vida cristiana. En Juan 13:10, Jesús enseñó que existe un baño de regeneración, pero muchos lavamientos.

Existe una diferencia entre el pecado ocasional y la práctica del pecado. Todos pecamos (como leemos en 1 Jn. 1:8 y 10; y 2:2), pero no practicamos el pecado. No dejamos de pecar, pero sí pecamos menos. El pecado domina la vida de un pecador (lo podemos leer en 1 Jn. 3:4 al 9). En este pasaje, Juan usa el tiempo presente continuo. Leámoslo de la siguiente manera:

“Quien practica el pecado también practica la impiedad. Todo aquel que permanece en Él no continúa pecando. Todo aquel que practica el pecado no lo ha visto a Él ni le ha conocido. El que practica la justicia es justo. Aquel que sigue pecando es del diablo, porque el diablo ha pecado desde el principio. Todo aquel que ha nacido de Dios no peca habitualmente”.

La Biblia hace una distinción que, si se observa cuidadosamente, previene que una persona crea que un creyente puede perderse.

Existe una diferencia entre un verdadero creyente y aquel que finge serlo. Una persona puede decir que es cristiana, aun cuando nunca haya nacido de nuevo. En la parábola del trigo y la cizaña (de Mt. 13:24 al 30), el trigo representa a los creyentes genuinos, mientras que la cizaña claramente representa a los embusteros. Cuando Pablo dijo: “… golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado”, él no temía perder su salvación, sino que temía ser descalificado como siervo del Señor. Él no quería ser colocado en la repisa. Debemos observar la diferencia entre la salvación y el llevar fruto. Pero, eso lo veremos en nuestro próximo encuentro, porque se nos ha acabado el tiempo. ¡Hasta entonces, y qué Dios les bendiga!

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