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Titulo: “Resultadoseternos de la muerte de Jesús” (parte3).

Autor: Wim Malgo
  Nº: PE865
Locutor: Gerardo Rodríguez

Nuestra culpa puede que esté perdonada hace tiempo, pero nuestra naturaleza, que en sí es pecaminosa y corrupta, aún si no se comete pecado, nos aqueja a diario.

¿De dónde provienen el enojo, la envidia, la difamación y, a través de eso, las constante discordias? Todo esto no proviene de otra parte que de la afirmación del yo, del hecho de eludir la cruz.

Estas dos verdades serán desarrolladas en este estudio bíblico.


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“Resultados eternos de la muerte de Jesús” (parte 3).

Estimado amigo, el primer efecto eterno de la muerte de Jesús en la cruz que hemos estudiado fue con: 

respecto a Dios. En el mismo momento en que Jesús murió, Dios mismo abrió para nosotros su morada, su lugar santísimo, que hasta el momento había estado clausurada debido al pecado.

El segundo efecto fue con: 

respecto a satanás. Satanás no sólo es el gran oponente de Dios sino que también es el enemigo mortal del hombre, al cual ha engañado para que

pecara. Pero Cristo lo venció en la cruz.

El tercer efecto eterno de la muerte de Jesús en la cruz que hemos estudiado fue con: 

respecto a nuestra culpa. “…Cristo murió por nuestros pecados, conforme a

las Escrituras.'' De manera que puede estar completamente confiado que: 

Su muerte, Su sangre derramada, ha pagado toda su culpa.

El cuarto punto fue con: 

respecto al mundo que nos rodea. Comprado por la sangre de Cristo estamos viviendo aún en el mundo, pero nunca más volvemos ser del mundo.

Y el cuarto efecto eterno de la muerte de Jesús en la cruz que hemos estudiado fue con: 

respecto a la muerte. A través de la muerte del Señor Jesús, la muerte perdió su poder. Podemos gozarnos junto con Pablo, el escribió: “Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria? Ya que el aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado, la ley. Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo''.

El 6. efecto es con: 

Respecto a nuestra naturaleza pecaminosa.

Nuestra culpa puede que esté perdonada hace tiempo, pero nuestra naturaleza, que en sí es pecaminosa y corrupta, aún si no se comete pecado, nos aqueja a diario. Suspiramos porque a la luz de la majestad y divinidad de Dios vemos que, por naturaleza, somos corruptos. Esta carga nos encorva – hasta que nos es revelado el misterio de la muerte de Cristo y sus efectos sobre nuestra naturaleza, nuestro yo.

Jesucristo realmente murió en la cruz. Y como eso es así, también usted, que cree en Jesús, murió juntamente con él. Lea atentamente lo que dice Romanos 6:6: “sabiendo esto, que nuestro viejo hombre (= nuestra naturaleza) fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado.'' Los efectos de la muerte de Jesús sobre nuestra naturaleza, son detallados muy claramente en los siguientes versículos de este capítulo: “Porque en cuanto murió, al pecado murió una vez por todas; mas en cuanto vive, para Dios vive. Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivios para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro'' (versículos 10-11). Esto quiere decir: Si usted percibe su naturaleza pecaminosa, si siente que malos deseos vienen a su mente, puede levantarse, en fe, ante la cruz de Jesús: Él murió y yo morí juntamente con él (sea que lo sienta o no). Si adopta esta postura, según Romanos 6:7 “ha sido justificado del pecado''. Pues el que ha muerto, fue justificado de su pecado inherente, es decir de su naturaleza pecaminosa. Dios ya no ve esa naturaleza pecaminosa, pues usted y su esencia pecaminosa han muerto en Jesucristo. En el siguiente versículo podrá observar una maravillosa perspectiva de la pascua “Y si morimos con Cristo, creemos que también viviremos con él'' (versículo 8). Pero, esto significa que se debe aplicar ese poder de Cristo sobre la muerte en nuestro propio ser corrupto. Muchos quieren hacer todo menos esto. Es por eso que este mensaje no sólo se publica para que usted medite sobre la muerte del Señor, sino para que se cuestione esta pregunta tan importante: ¿Quiere usted que los poderosos efectos de la muerte de Jesús obren en su propio ser? Si rechazamos esto, es decir si venimos a la cruz con nuestra culpa, pero no con nuestra naturaleza, no somos otra cosa que enemigos de la cruz de Cristo. Pablo, quien aún era un hombre fuerte y vigoroso, lloró amargamente cuando habló sobre esto: “… de los cuales os dije muchas veces, y aun ahora lo digo llorando, que son enemigos de la cruz de Cristo'' (Filipenses 3:18).

El último efecto eterno de la muerte de Jesús en la cruz que estudiaremos hoy es con: 

Respecto a los hermanos en la fe

Como hijos de Dios, podríamos ser un baluarte poderoso y victorioso contra la ira de Satanás, si tan sólo como Iglesia nos vistiéramos del poder de la muerte de Jesús, si dejáramos de tener tantas desavenencias. ¿De dónde provienen el enojo, la envidia, la difamación y, a través de eso, las constante discordias? Todo esto no proviene de otra parte que de la afirmación del yo, del hecho de eludir la cruz. C uando tenga una desavenencia con su hermano, su hermana, su consejero o su pastor, no los culpe a ellos, antes bien diga: “Todos somos'' culpables, también yo lo soy; hemos querido afirmarnos mutuamente.

Quiero recalcar algo con mucha seriedad y certeza: Tan cierto como que un hijo de Dios debe apoderarse del poder de la muerte de Jesús para su ser, así de cierto también es que, como Iglesia de Cristo, debemos vestirnos colectivamente de la muerte de Jesús. Es decir: “… si uno murió por todos, luego todos murieron'' (2 Corintios 5:14). Si somos miembros vivos en el cuerpo de Cristo (1 Corintios 12:27), todos, sin excepción, hemos pasado a través de su muerte. En esto consistió la ilimitada autoridad de la primera iglesia. Aquellos creyentes se tomaron en serio la muerte de Cristo, tanto individualmente como en forma colectiva. Los conflictos y las tensiones hallaban inmediata solución en el estar juntamente crucificados. Pablo les escribió a los corintios: “De manera que nosotros de aquí en adelante a nadie conocemos según la carne'' (2 Corintios 5:16). ¿Por qué? Porque todos habían muerto con Cristo, la carne fue juntamente crucificada. Lo que dice el Apóstol aquí, de ya no conocer a nadie según la carne, fue la negación de cualquier simpatía o antipatía. Cada cual se enfrentaba a sus hermanos en la fe consciente de que, al igual que él, estos también habían sido crucificados juntamente con Cristo.

El cordero de Dios murió en la cruz para que usted y yo muriéramos a nuestro viejo hombre. Si nos encasillamos diciendo que: “Cristo murió por mis pecados'', estamos limitando en gran manera Su maravillosa victoria.

El motivo principal de la muerte de Jesús se describe ampliamente en Romanos 6:3-7: “O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva. Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección; sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado. Porque el que ha muerto, ha sido justificado del pecado.''

¿Quién de ustedes, queridos amigos, acepta para sí estos poderosos efectos de la muerte de Cristo? Si aún no lo ha hecho, debería hacerlo hoy, ahora mismo. En 2 Corintios: 5:14-15 dice: “Porque el amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que si uno murió por todos, luego todos murieron; y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos.''

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