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Autor: Norbert Lieth

¿Realmente es así? 1 Corintios 2:9, a menudo es interpretado con respecto al cielo. Pero, ¿será que Pablo realmente habla del cielo aquí?

 


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PE2154 – Estudio Bíblico
¿Realmente es así?



¿Cómo están, amigos? 1 Corintios 2:9 a menudo es interpretado con respecto al cielo. Cuando tomamos en cuenta el contexto, se plantea la pregunta: ¿Será que Pablo realmente habla del cielo?

En 1 Corintios 2:9, Pablo escribe: “Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman.” Muchos parten de la base que Pablo en este versículo habla de la gloria del cielo. Sin lugar a dudas, es incomparablemente glorioso lo que nos espera en el cielo. Con toda seguridad, experimentaremos allá cosas y dimensiones que nunca hemos visto antes, que sobrepasan todo lo que jamás haya existido: sonidos, melodías, lenguas, y muchas cosas más que en la tierra nunca hemos visto ni oído; cosas que uno no puede imaginarse ni en los mejores sueños y fantasías. Podemos concluir todo esto de diversas afirmaciones de la Biblia. El apóstol Juan, por ejemplo, en Apocalipsis habla una y otra vez de haber visto algo que parecía “como…” o que era “parecido a…”, y luego menciona algo con lo que pueda ser comparable. Pero, permanece la incógnita de si Pablo, en 1 Corintios 2:9, realmente se refiere al cielo. El contexto deja suponer algo diferente. Cuando leemos el pasaje completo, notamos que en el mismo se compara la revelada sabiduría divina con la sabiduría humana, comparación en la cual lógicamente sobresale largamente la sabiduría divina.

Dice en 1 Corintios 2:1 al 16: “Así que, hermanos, cuando fui a vosotros para anunciaros el testimonio de Dios, no fui con excelencia de palabras o de sabiduría. Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado. Y estuve entre vosotros con debilidad, y mucho temor y temblor; y ni mi palabra ni mi predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder, para que vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios. Sin embargo, hablamos sabiduría entre los que han alcanzado madurez; y sabiduría, no de este siglo, ni de los príncipes de este siglo, que perecen. Mas hablamos sabiduría de Dios en misterio, la sabiduría oculta, la cual Dios predestinó antes de los siglos para nuestra gloria, la que ninguno de los príncipes de este siglo conoció; porque si la hubieran conocido, nunca habrían crucificado al Señor de gloria. Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman. Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios. Porque ¿quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Así tampoco nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios. Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido, lo cual también hablamos, no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu, acomodando lo espiritual a lo espiritual. Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente. En cambio el espiritual juzga todas las cosas; pero él no es juzgado de nadie. Porque ¿quién conoció la mente del Señor? ¿Quién le instruirá? Mas nosotros tenemos la mente de Cristo.”

Es de suponer, que el apóstol haya sacado esta afirmación, del versículo 9, del Antiguo Testamento, ya que en Isaías 64:4 dice: “Ni nunca oyeron, ni oídos percibieron, ni ojo ha visto a Dios fuera de ti, que hiciese por el que en él espera.” Según esto, el Señor ya en la tierra, hace cosas por Sus hijos que son incomprensibles, que sobrepasan el entendimiento. Y justamente eso es lo que, básicamente, también dice 1 Corintios 2. La sabiduría divina revelada sobrepasa largamente toda sabiduría humana. Aquello que el Espíritu Santo obra en Su poder divino, no es posible comprenderlo humanamente (v. 4).

Lo que Dios obró en Su plan de salvación, a través de Jesucristo, sobrepasa toda noción de la limitación humana. Por eso era, también, que Pablo no quería saber ninguna otra cosa “sino a Jesucristo, y éste crucificado” (v. 2). Y por eso, él enfatiza, expresamente, que esta salvación en Jesucristo no la predica “con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder” (v. 4). En el versículo 12, pone énfasis en que estas cosas que Dios obra, sólo pueden ser reconocidas a través del “Espíritu que proviene de Dios”. La sabiduría de Dios para nuestra gloria, para nuestra salvación, para nuestra redención a través de Jesucristo, no puede ser comprendida por la sabiduría de este tiempo. Ningún gobernador de este tiempo la ha conocido, ningún ojo la ha visto, ningún oído la ha oído y nunca ha entrado en el corazón de ningún ser humano (vs. 6 a 9). Si los gobernadores de Israel en aquel tiempo hubieran reconocido el eminente plan de salvación de Dios, no habrían crucificado a Jesucristo. Pero, como les estaba velado, lo hicieron.

Esta afirmación de Pablo, del versículo 10: “Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu”, deja claro que ahora el plan de Dios puede ser comprendido por los que creen en Jesucristo y son iluminados por el Espíritu Santo. De ahí que no se trata de la eternidad, sino de la obra de salvación de Dios en Jesús. En el versículo 12, Pablo enfatiza nuevamente: “Para que sepamos lo que Dios nos ha concedido.” De modo que esto, ahora, es revelado y ya no escondido. ¡Los que creen en Jesucristo saben lo que tienen en Él!

John MacArthur escribe, como comentario del versículo 9, lo siguiente: “Estas palabras de Isaías 64:4 a menudo son interpretadas erróneamente, como refiriéndose a la gloria del cielo, pero las mismas hablan más que nada de la sabiduría de Dios, que Él tiene preparada para los creyentes. La verdad de Dios no puede ser descubierta con los ojos o los oídos (es decir: a través de la observación objetiva, empírica), ni tampoco con el entendimiento (es decir: a través del razonamiento subjetivo, racional).”

Es importante que estudiemos las palabras bíblicas en su contexto, y no nos dejemos desviar por tradiciones, deseos o nociones determinadas. Admito que ya he cometido varios errores por no obedecer esta regla, por lo cual me parece tanto más importante llamar la atención a esta fuente de error en la interpretación de las Escrituras. Tratemos, por lo tanto, de atenernos lo más estrechamente a la Biblia, preguntándonos una y otra vez, si nuestras ideas se ajustan a lo que efectivamente está allí escrito. Eso podemos hacerlo, al no aislar versículos bíblicos individuales, sino estudiar el contexto de todo el párrafo o capítulo. A esto deseamos animar con una serie temática de “¿Realmente es así?”. Eso y nada más es nuestra motivación.

Una cosa, sin embargo, está clara: aun cuando el texto antes citado signifique algo diferente a lo que algunos suponen, sigue siendo verdad que en la gloria celestial nos esperan cosas y dimensiones que nosotros, mientras aún seamos de carne y sangre, no nos será posible imaginarnos en lo más mínimo. Por eso: “¡Maranata, ven, Señor Jesús!”

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