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¡Quebrántame Señor! | Capítulo 2 
(2ª parte)

Autor: William MacDonald

    La palabra discípulo ha sido por demás utilizada, y cada usuario le ha dado el significado de su conveniencia. El autor de este mensaje nos lleva a examinar la descripción de discipulado que presentó Jesús en sus enseñanzas, la cual se halla también en los escritos de los apóstoles, para que aprendamos y descubramos más acerca de este concepto.


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PE1864 – Estudio Bíblico
¡Quebrántame Señor! | Capítulo 2 (2ª Parte)



Amigos oyentes, habíamos visto varios puntos en cuanto al quebrantamiento y el perdón. Dijimos, por ejemplo, que debemos soportar lo malo sin ánimo de venganza, que debemos devolver el mal con bien, que debemos honrar a los demás más que a nosotros mismos, que debemos ejercer una obediencia inmediata, que debemos morir a la opinión pública y que debemos mantener la calma en las crisis. Ya desarrollamos estos puntos antes, y ahora vamos a desarrollar el último punto que es que:

Debemos: Vivir como un esclavo (y de esto podemos leer en Lc. 17:7 al 10).

En el libroLa Senda del Calvario, Roy Hession describe la actitud que un esclavo le debe a sus amos. Él debe estar dispuesto a que se le pida una cosa tras otra, sin que se le tenga consideración. Al realizar sus tareas debe estar dispuesto a que no se le agradezca. Una vez hecho esto, no debemos reclamar a los demás en forma egoísta. No habrá lugar para el orgullo o la autofelicitación, sino que debemos confesar que somos siervos inútiles, es decir, que por nosotros mismos no podemos servir adecuadamente ni a Dios ni al hombre.

Nuestro egoísmo es quebrantado con este quinto y último paso, admitir que al hacer y soportar lo que debemos con humildad y mansedumbre, no hemos hecho más que lo que se espera que hagamos.

Veamos ahora: Lo que no es el quebrantamiento El hombre quebrantado no es alguien pusilánime, sin firmeza, como una medusa, el cual no ejerce influencia alguna sobre quienes le rodean. Al contrario, las personas quebrantadas son las más influyentes.

La mansedumbre no es debilidad. Es el poder bajo control. Un hombre manso es aquel que acepta la voluntad de Dios sin resentimiento, el cual puede soportar ser amable y manso debido a su fortaleza interior, y el cual está bajo el perfecto control de Dios.

El quebrantamiento no significa que una persona nunca se enoje. Jesús se enojó con quienes comerciaban dentro del templo. Deberíamos ser leones en la causa de Dios y corderos en nuestra propia causa.

He aquí, algunos: Pasos hacia el quebrantamiento La pregunta es: “¿Cómo puedo ser una persona verdaderamente quebrantada?” La respuesta contiene cuatro pasos.

El primero: Ore con sinceridad: “Señor, quebrántame”. El segundo: Revise que en su pasado no hayan cosas que no se hayan sido corregidas, palabras agresivas, cosas dichas en la carne.

El tercero: Confiéselas, en primer lugar a Dios y luego a la persona ofendida.

Y en cuarto lugar: Comparta la experiencia quebrantadora con otros.

Los esposos y las esposas desagradecidos deben disculparse mutuamente.

Un esposo que había dejado a su esposa por otra mujer, escribió esta carta:

“Luego de veintidós años de vivir una vida perdida, de la cual me arrepiento profundamente, me he vuelto a Dios, pidiéndole su perdón por aquellos años de pecado y vergüenza. En Su misericordia y amor, Él me ha vuelto a la comunión con Él y con su hijo Jesucristo. Ahora disfruto la paz y un sentido de bienestar que no había sentido en muchos años. ¡Alabado sea Dios! Las palabras de David del Salmo 32 y 51 tienen un nuevo significado y gozo para mí:“Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada, y cubierto su pecado. Bienaventurado el hombre a quien Jehová no culpa de iniquidad”. “Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad. Dije, confesaré mis transgresiones a Jehová; y Tú perdonaste la maldad de mi pecado. Selah”.Y, especialmente las palabras del Salmo 51“Vuélveme el gozo de tu salvación”.No logro comprender Su gracia. Quiero pedirte perdón a ti y a muchos de mis hermanos en Cristo por la vergüenza y el dolor que les he causado. Estoy arrepentido por mi pecado y desearía que hubiera alguna forma de borrarlo, pero no lo puedo hacer, y supongo que la memoria de aquellos años perdidos me perseguirá en los años que aún me quedan. Sé que muchos de ustedes han orado por mí y para parafrasear Fil. 1:18 y 19:“Sé que por sus oraciones y la ayuda que proviene del Espíritu Santo soy libre”.Le he escrito a todos mis familiares pidiéndoles perdón, y me he regocijado con todos ellos en las oraciones contestadas por Dios. Ahora me congrego en una iglesia y he comenzado a asistir a un estudio bíblico semanal. Siento la necesidad de la comunión cristiana y estoy agradecido por estas oportunidades”.

Piense lo que sucedería si el quebrantamiento se practicara en los círculos empresariales. Un empresario cristiano escribió lo siguiente a sus empleados:

“Invertí la mayor parte de mis energías y prioridades en mi empresa y en la búsqueda del placer personal. Casi nunca leía la Biblia. Mis pecados, tanto en pensamientos como en acciones, son ciertamente graves. El diez por ciento que doy para la obra de Dios, es una burla en lo referente al dar en forma sacrificada. Como jefe, soy una persona exigente y muy dura. Como esposo, muchas veces soy carente de amor. No asisto a la iglesia sin faltar, como solía hacerlo cuando era niño. Cuando las personas me alaban pueden percibir por qué me siento como un fraude. Es por eso que me siento obligado a revelar, con vergüenza, lo miserable que es mi ejemplo como cristiano. No debemos alabar a nadie sino a Dios”.

Esta carta fue enviada a quince millones de personas que recibieron su catálogo.

Los obreros cristianos a tiempo completo deberían practicar el quebrantamiento:

Bob Young, un misionero en África tuvo algunas controversias con algunos de sus compañeros de tarea. Luego él y su esposa volvieron a los Estados Unidos para la educación de los hijos. Más tarde sintieron que el Señor les enviaba nuevamente a África. Pero su esposa le sugirió que antes de ir escribieran a los demás misioneros y se disculparan por la forma en que habían manejado el problema doctrinal. Él escribió una carta sincera de disculpas. Los misioneros respondieron: “Éste es el tipo de hombre con el cual queremos trabajar”. La pareja misionera regresó a África y notó que aprendieron el idioma mucho mejor que antes y vieron bendiciones donde quiera que fueron.

Oswald Sanders acababa de terminar de dar un mensaje, cuando un diácono se puso en pie y preguntó si podía hablar:

“Dios me ha estado hablando esta tarde”, dijo , “La mayoría de ustedes me conoce y quiero hacer una confesión. Cuando estoy con ustedes en público siempre soy jovial y alegre y el alma de la fiesta, pero en mi hogar soy una persona diferente. He sido un ángel en la calle y un demonio en el hogar. He tenido un mal temperamento y he hecho que mi esposa y el resto de mi familia bebieran muchos malos tragos. Le he pedido a Dios que me perdone y que me haga más en privado lo que he tratado de aparentar en público.”

Pensemos lo que sucedería en nuestras iglesias si corrigiéramos todo lo incorrecto, si se presentaran disculpas cada vez que fuera necesario, si las discusiones llegaran a su fin.

Los niños deben disculparse con sus padres por robar de la cartera de la madre, por mentir cuando se les sorprende en desobediencia y por responder en mala forma a sus padres.

Los padres, a veces, deben disculparse con sus hijos por una disciplina injusta o excesiva, por ser malos ejemplos, por reacciones agresivas.

Si se hicieran estas cosas habría un nuevo gozo, poder y efectividad. Un tremendo peso sería quitado de nuestros hombros. Habría una comunión mucho mejor de la que jamás hubo.

 

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