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Titulo: ¿Qué acontecerá cuando venga Jesús? 3/3

Autor: WimMalgo 
Nº: PE1009

 

Muchas veces no estamos conscientes de la enorme vocación que tenemos como miembros del cuerpo de Jesús para este tiempo postrero. Para efectuar esta vocación, o, para mantener firme la victoria de Jesucristo en la presencia del enemigo y aplicarla, se precisa toda la armadura de Dios, la cual nos fue dada.

 


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¿Quéacontecerá cuando venga Jesús? 3/3

Estimado amigo, por la obediencia a la fe, nuestro espíritu es transformado de manera creciente; en la medida que se realiza esto, podemos ya echar una mirada al mundo invisible, respecto a la venida de Jesús. Allí, antes y durante el momento del arrebatamiento, Satanás y sus ángeles serán arrojados a la Tierra. Se dice en Apocalipsis 12:7-9: “Después hubo una gran batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles luchaban contra el dragón; y luchaban el dragón y sus ángeles; pero no prevalecieron, ni se halló ya lugar para ellos en el cielo. Y fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero; fue arrojado a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él”.

Será un acontecimiento único y dramático en el mundo invisible. Pero al mismo tiempo se realizará también, a la final trompeta y con voz de arcángel, otro acontecimiento en la Tierra: Los muertos en Cristo resucitarán y nosotros seremos transformados, para ser luego arrebatados juntamente con ellos en las nubes y recibir al Señor en el aire. El arcángel Miguel estará presente, cuando el Señor mismo venga a la final trompeta y, como está escrito en I Tes.4:16, “con voz de arcángel”. Miguel lucha por Israel y contra Satanás y sus ángeles. El es este príncipe entre los ángeles que está de parte de Israel, como lo leemos en Daniel 12:1. Por la gran derrota de Satanás y sus ángeles, el paso estará libre, pero no solamente para el arrebatamiento, habiendo sido limpiadas las regiones celestes, sino también para la manifestación de la bestia. No podemos imaginarnos lo que pasará entonces aquí en la Tierra.

Entonces, el Espíritu Santo, que durante mucho tiempo estaba exhortando a los hombres y glorificando a Jesucristo, habrá desaparecido junto con todos los creyentes de la Tierra. En lugar de ellos, Satanás y sus ángeles se encontrarán en la Tierra. Este se encarnará en el seudo cristo, en el súper-emperador mundial, pues 2 Tesalonicenses 2:6-8a se habrá vuelto realidad: “Y ahora vosotros sabéis lo que lo detiene, a fin de que a su debido tiempo se manifieste. Porque ya está en acción el misterio de la iniquidad; sólo que hay quien al presente lo detiene, hasta que él a su vez sea quitado de en medio. Y entonces se manifestará aquel inicuo”. Sin duda alguna es así que el Espíritu Santo de Dios que mora en los renacidos, que apenas se notan, es el que impide hasta hoy la irrupción del inicuo. Por eso, nosotros como renacidos sentimos cada vez más fuerte la presión anticristiana desde el mundo invisible. Por eso también hay muchos apostatas en la Iglesia de Jesús hoy en día, los cuales, por falta de oración, son impotentes para actuar según Santiago 4:7-8: “Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros. Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros. Pecadores, limpiad las manos; y vosotros los de doble ánimo, purificad vuestros corazones”.

Los que son espiritualmente de doble corazón, que cedieron a la presión del enemigo, imposibilitan así su transformación. ¡Por nada puedes ser más la vergüenza del Señor que por tu apostasía interior! Pues por ella – lo destaco – le das la razón a Satanás en presencia del Señor. Cuando el Señor le dijo a Satanás en Job 1 “¿No has considerado a mi siervo Job, que no hay otro como él en la tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal?”, entonces sabía que podía fiarse de Job. En esta última fase de los tiempos postreros, en la cual la presión satánica y anticristiana se hace cada vez más pesada, alevosa y seductora, Dios está en busca de hombres, de los cuales puede fiarse. Así lo dice Isaías de Jesucristo: “He aquí mi siervo del cual puedo fiarme, mi escogido, en quien mi alma tiene complacencia. He puesto sobre él mi espíritu”.

Las bases de Dios en la Tierra somos nosotros. ¡Ay de los desertores que claudican de un lado para otro! Dios busca a hombres de los cuales puede fiarse hasta el arrebatamiento. ¿Quieres ser tal hombre? Todavía tenemos por delante la batalla, la ofensiva. Pero miren qué poder y autoridad nos ha dado Jesucristo frente a todo poder del diablo, pues El mismo dice en Lucas 10:19: “He aquí os doy potestad de hollar serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os dañará”.

Lo que debemos hacer en última hora en este mundo visible es aplicar la autoridad invisible pero real que Jesucristo nos ha dado. Si no lo hacemos hoy por fin, seremos arrollados nosotros mismos por la apostasía anticristiana. ¿Qué, pues, significa autoridad? Pongamos el ejemplo de un policía, de su manera como está regulando el tráfico durante la hora de gran circulación, cuando las calles están obstruidas por muchos coches. El policía solamente levanta la mano, y los coches se paran. Este hombre no tiene la fuerza para parar los coches. ¿Qué podría hacer un hombre solo? No le sería posible parar esas máquinas pesadas si ellas simplemente continuaran. Ni siquiera por sus más grandes esfuerzos podría parar los coches en marcha. Sin embargo, está provisto de la autoridad que le fue otorgada por el gobierno al cual está sirviendo. Todo el tráfico, incluyendo al extranjero que se encuentra en la ciudad, reconoce esta autoridad y le obedece. Autoridad es poder otorgado. Autoridad espiritual significa poder otorgado por Dios.

Para poder entenderlo mejor, leemos Efesios 6:10: “Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza”.

Muchas personas leen esto y piensan que el Señor les dice con ello que deben fortalecerse en sí mismos. Por consiguiente, tratan de ser fuertes. Con toda su fuerza tratan de aferrarse y de perseverar. Pero la Escritura no dice que debemos ser fuertes en nosotros mismos, sino: “Fortaleceos en el Señor”. ¿Qué pensarías, de un policía tratando de parar un coche por su propia fuerza? El no lo podría hacer, se pondría en ridículo, porque no está en condiciones de hacer frente al coche. El policía no aplica su propia fuerza. El es fuerte en la autoridad que le fue otorgada. – “Fortaleceos en el Señor”. Puedes ponerte delante del diablo, levantar tu mano y mandarle en el nombre de Jesús que no se acerque ni de un paso. ¡Haz uso de esta autoridad!

Muchas veces no estamos concientes de la enorme vocación que tenemos como miembros del cuerpo de Jesús para este tiempo postrero. Para efectuar esta vocación, o sea, para mantener firme la victoria de Jesucristo en la presencia del enemigo y aplicarla, precisamos toda la armadura de Dios, la cual nos fue dada, conforme a Efesios 1:3: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo”.

Y 1 Corintios 15:57: “Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo”.

¡Estas, sí, son promesas explícitas! Pero ciertamente hay sólo pocos campos de la vida de fe sobre los cuales se hacen ideas tan nebulosas como justamente aquí. La autoridad espiritual no pertenece solamente a unos elegidos. Es la real posesión de cada cristiano nacido de nuevo, pues éste es rey y sacerdote. Pero el gran problema son los hundimientos espirituales en medio de la partida de la Iglesia de Jesús, o dicho con toda claridad: la apostasía inmediatamente antes del arrebatamiento. Pues obviamente es así que muchos serán avergonzados en la venida de Jesús. La disposición interior para la repentina transformación ya está destruida en muchos hijos de Dios. Es como una lámpara eléctrica: destruida ya no puede lucir.

La indiferencia al respecto me consterna muchas veces. Pero esta indiferencia proviene de una ceguedad interior. – ¿Estás tú en condiciones de ser transformado o no? El Señor quiere ahora, por medio de la Palabra en Efesios 5:14, sanar, purificar y hacer nueva tu disposición a ser transformado, la cual está destruida por el pecado: “Despiértate, tú que duermes, y levántate de los muertos, y te alumbrará Cristo”. Pero el que rechaza con corazón endurecido la transformación interior, tendrá que oír en aquel día de la boca de Jesús las palabras: “Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad”. Puesto que el Señor viene pronto, yo quisiera animarles con las palabras de despedida de Moisés en Deuteronomio 30:19: “A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia”.

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