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Puede Tener Certeza 
(2ª parte)

Autor: William MacDonald

  La palabra discípulo ha sido por demás utilizada, y cada usuario le ha dado el significado de su conveniencia. El autor de este mensaje nos lleva a examinar la descripción de discipulado que presentó Jesús en sus enseñanzas, la cual se halla también en los escritos de los apóstoles, para que aprendamos y descubramos más acerca de este concepto.


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PE1875 – Estudio Bíblico  –  Puede Tener Certeza (2ª Parte)



Hola amigos! Prácticamente no es necesario decir que antes que alguien se aventure a discipular a otra persona, debe tener la seguridad de su propia salvación y debe ser capaz de explicar cómo la obtuvo. La seguridad de la salvación viene principalmente y, en primer lugar, a través de la Palabra de Dios.

Cuando un conocido le preguntó a Martín Lutero si él sentía que sus pecados habían sido perdonados respondió: “No, pero estoy tan seguro de ello como que hay un Dios en el cielo”.

Debido a que los sentimientos vienen y van,
y los sentimientos son engañosos,
mi garantía es la Palabra de Dios.
Ninguna otra cosa merece mi fe.
A pesar que todo mi corazón se sienta condenado
Hay Alguien aun mayor que mi corazón,
cuya palabra no puede ser quebrantada.
Confiaré en la inmutable Palabra de Dios,
hasta que el cuerpo y el alma se separen,
porque aunque todas las cosas pasarán,
Su palabra permanecerá.

Fue el Dr. Ironside quien dijo: “No sé que soy salvo porque me siento feliz, sino me siento feliz porque sé que soy salvo”.

El Dr. C. I. Scofield dijo que: “La justificación se lleva a cabo en la mente de Dios y no en el sistema nervioso del creyente”. Dios nos considera justos en el momento en que creemos. No tenemos por qué sentirlo necesariamente, pero lo sabemos porque la Biblia lo dice.

George Cutting, el autor de Seguridad, Certeza y Gozo, nos ayuda a entenderlo cuando dice: “Es la sangre la que nos salva. Es la palabra la que nos da seguridad”.

Isaac confió en que estaba palpando el brazo velludo de Esaú, pero era el brazo de Jacob. Él fue engañado.

Dijimos anteriormente que la seguridad viene principalmente y, en primer lugar, a través de la Palabra, pero no exclusivamente. A medida que la persona crece en la vida cristiana, su seguridad será confirmada en muchas formas. Será consciente que Dios produce cambios en él.

Tendrá deseos de obedecer (podemos leer de esto en 1 Jn. 2:3 al 6, y 17).

Su vida llegará a ser justa (1 Jn. 2:29).

Comenzará a tener hambre y sed de pureza, piedad y verdad (Gá. 5:22 al 24).

Amará a los hermanos (1 Jn. 3:11, y 14).

La oración será algo instintivo para él (Gá. 4:6).

Amará la Palabra de Dios (1 P. 2:2).

Odiará el pecado (Sal. 97:10).

Tendrá el deseo de compartir su fe con otros (Hch. 4:20).

Será consciente de la tentación y la oposición (1 Co. 10:13; y 1 Jn. 3:13)

Soportará con paciencia (He. 10:36; y 12:5 al 11).

Será adicto a las buenas obras (Tit. 2:14; y Santiago 2:14 al 26).

¿Acaso la persona que dice que es salva es presuntuosa? Si la salvación fuera por obras, entonces sería una presunción. En ese caso, la salvación sería o ganada o merecida. Pero la salvación es un regalo. El aceptar ese regalo por la fe, no implica un mérito o un logro humano, no da lugar para alardear.

La verdadera presunción está en llamar a Dios mentiroso (de lo cual nos habla 1 Jn. 5:10). Dios dice en el vers. 12: “El que tiene al Hijo, tiene la vida”. No creer en ese versículo, es como decir que Dios no nos dice la verdad.

Puede que alguien se pregunte: “¿Pero cómo sé si he creído en la forma correcta?” La respuesta es fácil. Si el confiar en el Señor Jesús es su única esperanza para la salvación eterna, entonces usted ha creído en la forma correcta y está tan salvo como Dios dice que lo está.

Pero, otros tienen otro problema. Dicen no saber el día y la hora en el cual confiaron en Cristo. Esto es posible. Algunas personas pueden señalar el tiempo específico en el cual aceptaron al Señor Jesús. Otros (como es mi caso) no lo saben. Lo importante es saber, en este momento, que Jesús murió por sus pecados en el Calvario y que usted confía en Él como su Señor y Salvador. Dios sabe el momento en el cual usted extendió su mano y tocó el vestido de Cristo. Ahora, en caso que usted no sepa cuándo fue y quisiera saber, ¿por qué no lo hace ahora mismo?

Otras personas dicen lo siguiente: “si yo fuera salvo, no tendría los pensamientos que tengo, ni diría las cosas que digo, ni haría las cosas que hago”. Todavía tenemos la vieja naturaleza luego de ser salvos. Todavía tenemos dentro nuestro la simiente de todo pecado. Pero, también mora en nosotros el Espíritu de Dios. Y es Él quien nos da una mayor conciencia del pecado de la que jamás tuvimos. Aunque somos capaces de cometer cualquier pecado, tenemos el poder de no caer en ellos. No somos inmaculados, pero ciertamente pecamos menos. Satanás, a menudo, siembra dudas en nuestras mentes concernientes a la salvación. En dichos momentos, el remedio es citar la Palabra, tal y como Jesús lo hizo en su tentación en el desierto.

Algunos tienen, todavía, una pregunta más: He confiado en Cristo pero no tengo el testimonio del Espíritu. ¿Debería tener el testimonio del Espíritu? Sí, debería. Pero ¿cuál le parece que es el testimonio del Espíritu? Si usted piensa que se trata de un sentimiento misterioso que le arrebata, que consiste en el sonar de campanas, en el destello de luces o en el cosquilleo de su sistema nervioso, entonces entiendo su dificultad. Pero el testimonio del Espíritu no es un sentimiento. Él testifica a través de la Palabra de Dios.

Permítame ilustrarlo a partir de 1 Juan 5:13: “Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna…” Tomemos este versículo frase por frase:

“Estas cosas”. Juan se refiere principalmente a su primera epístola.

“Os he escrito” Es el apóstol Juan quien las ha escrito. Pero, en un sentido más amplio, el escritor es Dios, ya que Él inspiró las Escrituras. Así que cuando leemos “Estas cosas os he escrito…” podemos escuchar a Dios refiriéndose a Su autoría de la Biblia.

“A vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios”. Cuando leemos esto nos preguntamos: “¿He creído en el nombre del Hijo de Dios?” Respondemos: “Sí, confío únicamente en los méritos de Cristo para la vida eterna”.

“Para que sepáis que tenéis vida eterna”. No se trata de un sentimiento. No dice “para que sientan”. La posesión de la vida eterna es algo que usted puede saber. Desde que ha creído, el Espíritu le testifica, con la autoridad de la Palabra de Dios, que tiene vida eterna. En otras palabras, el Espíritu testifica a través de la Biblia, la infalible Palabra de Dios.

 

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