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Este programa trata sobre lo que la palabra de Dios nos enseña acerca del enojo, sobre la ira justa y pecaminosa en el libro de Proverbios.


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EA573 – Entre Amigas –
Proverbios y el enojo



Receta: Pan de miel


Entrevista con Elizabeth Sozzi

Rocío: Bienvenida al programa y gracias por compartir unos minutos con nosotros… Hoy trataremos un tema difícil “el enojo”. Tal vez podríamos comenzar con una breve definición de qué es el enojo.

Elizabeth: Comencemos dando una definición; El enojo es la pasión del alma que causa indignación, causa de enojo, deseo de venganza, furia, y violencia. En el antiguo testamento se usa una palabra que hace referencia a la acción de sonarse la nariz con fuerza, porque cuando nos enojamos al igual que cuando nos sonamos la nariz cambia la apariencia de nuestras fosas nasales, nuestra respiración se acelera, entre otros cambios que luego detallaremos.

En el Nuevo testamento se usan dos palabras principales en relación con el enojo, la primera es “una explosión repentina de enojo” y la otra es “un estado mental latente de resentimiento”.

Cuando nos enojamos hay una serie de cambios físicos, por ejemplo la adrenalina que es bombeada al torrente sanguíneo crece, la presión arterial y el ritmo cardiaco se aceleran, las pupilas se dilatan y se tensan los músculos. De esta manera el cuerpo se prepara para hacerle frente a una crisis repentina, esto es el comienzo del enojo, estos cambios no los podemos controlar, pero en este momento es donde podemos decidir que hacer.

Rocío: ¿Ira y enojo, son lo mismo?

Elizabeth: Son muy parecidos, casi sinónimos, casi en la Biblia van juntos. Hay una diferencia entre la ira justa y la ira pecaminosa.
La Biblia por un lado nos dice que quitemos toda ira, toda amargura, todo enojo y por el otro lado nos dice “enójense y no pequen”, en Efesios 4:26 nos exhorta a que no se ponga el sol sobre nuestro enojo.

Entonces, por un lado nos manda enojarnos y por otro que lo quitemos completamente. Y esto es porque hay una diferencia.

La ira justa está desprovista de egoísmo, en cambio la ira pecaminosa es egoísta. Esta ira surge cuando nuestros deseos, necesidades o nuestras ambiciones personales se ven frustradas, cuando no se cumplen nuestras expectativas, cuando vemos amenazado nuestro bienestar, cuando se ataca nuestra autoestima o nuestra persona o nos sentimos despreciados y algo nos molesta.

Otra diferencia es que la ira justa es controlada, mientras que con la ira pecaminosa sucede todo lo contrario, perdemos el control, hacemos y decimos cosas que después nos arrepentimos.

Además ira justa se dirige a actos pecaminosos o situaciones injustas mientras que la ira pecaminosa se dirige a personas. Dios quiere que odiemos el pecado como Dios lo odia, pero quiere que amenos al pecador como El lo hace, esto significa que tenemos que tratar al que nos esta hacienda enojar de maneja amable y cariñosa. La ira justa trata de ver el problema y buscar una solución.

En cambio la ira pecaminosa trata de herir a las personas que nos hicieron enojar.

Y la última distinción es que la ira justa no esta provocada por resentimiento o por maldad, ni busca venganza. En cambio la ira pecaminosa anida amargura y busca desquitarse, queremos que el que nos ofendió pague, por lo que tratamos de usar palabra sarcásticas, cortantes, hacemos un tratamiento silencioso, murmuramos para que todas las personas que la conocen se alejen de esa persona que nos lastimo, por lo que la ira pecaminosa trata de herir y destruir.

Rocío: ¿Cómo enfrentar el enojo?

Elizabeth: Hay varias personas que aconsejan que es bueno expresar el enojo, que lo saquemos de nuestro sistema. Como produce tantas cosas malas hay que dar rienda suelta y decir todo lo que tenemos adentro. Pero el problema es que el cerebro graba esa forma de reaccionar y después nos cuesta mucho cambia, y tratar de reaccionar de otra manera. Además nuestro cuerpo comienza a estar en ese estado de alerta, con nuestros músculos tensionados, la presión arterial subiendo y nuestra habilidad para pensar con claridad se reduce bastante.

También altera nuestro balance químico corporal y hasta puede causarnos enfermamos físicamente, por ejemplo: Migraña, Hipertensión, Ulceras estomacales, Ataque cardiacos, Contracturas, Indigestión, entre otras.

Además lo que tiene de malo esta forma de reaccionar, de explotar, dar rienda suelta a los sentimientos, es que la gente se aleja de nosotros, generalmente los que más amamos.

Es poco realista pensar que nuestros seres amados los podemos tratar con ira y esperar que respondan con amor ilimitado hacia nosotros, son humanos y a nadie le gusta que lo traten así. Esta forma de reaccionar afecta nuestras relaciones interpersonales y nos daña físicamente.

Proverbios nos revela un principio humano básico, que es que la ira engendra más ira. Si yo respondo al enojo con más enojo, voy a general más enojo a mi alrededor y en mi interior ese sentimiento se incrementará.

En Proverbios 15:1 nos dice “La blanda respuesta, (Que es la amable, la apacible, la suave), quita la ira, mas la palabra áspera, (Que es esa palabra agresiva que es la que usamos cuando estamos enojados) hace subir el furor”.

También vemos en Proverbios 15:18 que “El que es iracundo provoca contiendas, el que es paciente las apacigua”, ósea cuando somos de reaccionar y de rienda suelta vamos a general muchos más problema.
Otro Proverbios, es el 29:22 que dice “El hombre iracundo levanta contiendas y el furioso muchas veces peca”.

También la Biblia dice en Santiago 1:20 Pues la vida humana no produce la vida justa que Dios quiere. Mucha gente dice “¡Yo solo logro las cosas si me enojo y hago que las haga!” De esta forma es imposible que seamos de buen ejemplo, al contrario, producimos malas reacciones y si alguien nos esta mirando, por ejemplo nuestros hijos, les enseñamos una forma de reaccionar que les va a dañar y que no va a poder obrar la vida justa que Dios quiere.

Podemos ver en otro Proverbios, en el 21:19 que Dios nos dice “Mejor es morar en tierra desierta, que con la mujer rencillosa e iracunda”.
Otro muy parecido el Proverbios 19:13 “Dolor es para un padre el hijo necio y gotera continua las contiendas de la mujer”. Aquí nos habla de esa mujer que esta todo el día peleando, que se enoja, quejosa e irritante, para el hombre es lo peor que le puede pasar. Como dice Proverbios, prefiere irse a vivir a una tierra lejana, porque le es como una gotera constante en su cabeza. Por eso Dios nos enseña que las mujeres seamos de bendición en nuestras familias y no causa de amargura.

Rocío: ¿Se puede sacar algo bueno del enojo?

Elizabeth: Yo creo que sí, cuando nos enojamos por cosas que son dignas de enojarse, cosas que Dios mismo se enoja, que es justamente la ira justa. Ante esas injusticias y cosas que no deberían pasar, como cuando vemos una niña que es violada, maltratada o asesinada. Sabemos que Dios mismo se enoja con esas cosas y nosotros nos tenemos que hacerlo. Pero cuando esa ira no es la justa, hablamos de la ira pecaminosa, también nos sirve para poder ejercitar otras cosas que la Biblia nos manda, como por ejemplo reconocer que estamos haciendo algo que a Dios no le agrada, pedirle ayuda a Dios, pedir perdón a otros, están son algunas características que si no nos enojáramos no las veríamos y no las podríamos aplicar.

Rocío: Elizabeth… una última pregunta… ¿Se puede eliminar el enojo?

Elizabeth: Lo tenemos que eliminar. Como no podemos darle rienda suelta, hay que sacarlo de nuestro organismo; porque si lo guardamos creamos amargura, resentimiento y por tanto explotamos por cualquier cosa.

La Biblia nos dice que lo eliminemos. Lo primero que tenemos que hacer para poder hacerlo, es reconócelo, al pecado hay que llamarlo pecado.
Ser honestos y aceptar la responsabilidad de ese enojo. Es difícil cuando siempre lo negamos y se dice que “los Cristianos no se tienen que enojar”, pero si no lo admitimos no vamos a poder eliminarlo.

Cuando yo digo “esta persona o este motivo me hace enojar” libero un montón de esa tensión que está dentro. Yo soy responsable de mis sentimientos, yo podría decidir perdonar a esa persona o pasar por alto la ofensa – como enseña Proverbios – en vez de reaccionar.

Debemos decirle al otro lo que nos está haciendo enojar, no gritando, ni reprochando, sino con calma.

Lo segundo que podemos hacer, es analizar qué fue lo que lo causo, en vez de explotar y reacciona – como dice Proverbios que el necio enseguida muestra su enojo – pero el prudente pasa por alto la ofensa. El prudente se toma un tiempo para pensar en lo que lo hizo enojar. Y si somos sinceros vamos a ver que las causas más comunes son el egoísmo, cuando nuestras exigencias no son cumplidas, el perfeccionismo o sospechas sobre las intenciones de la persona que nos hirió.

Y el tercer paso es decidir perdonar. Cuando nos enojamos queremos que los demás paguen el precio por lo que hicieron. Pero si decidimos perdonar, yo pago es precio, entonces puedo liberarme del enojo.

Además cuando vemos la inmensidad de nuestro pecado y la sobre abundante Gracia que Dios tuvo para perdonarnos, no vamos a estar exigiéndole a los demás el pago de pequeñas cosas o porque no cumplen con nuestras exigencias.

El cuarto pasó es decir abiertamente lo que esperamos de la otra persona, si queremos algo, si esperamos algo, decirlo. Ya que las personas que nos rodean no pueden adivinar lo que esperamos o lo que queremos.

Además debemos tener en cuenta la forma en que lo decimos, ya que no solo alcanza con decir lo que queremos una y otra vez – sea llorisqueando, quejándonos o exigiendo – porque de esta forma obtenemos lo contrario, logramos que las personas se cierren y no quieran ni escucharnos.

Por lo que tenemos que tratar de decirlo amablemente, pacientemente y explicar la razón de porque eso nos está haciendo enojar. También es importante escuchar al otro, y esperar que Dios haga la obra en esa persona. Pero a tener en cuenta que muchas veces somos nosotras las que tenemos que cambiar.

La Biblia nos dice que debemos perdonar antes que se ponga el sol, así que debemos admitir nuestro enojo, examinar su origen o razón, perdonar la falta y expresar nuestros deseos. Sin duda no lo podemos hacer solos, necesitamos la ayuda de Dios y también podemos pedirle a otras personas que nos ayuden a cambiar.

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