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Titulo: ¿Por qué Lloras?

Autor: Herman Hartwich 
Nº: PE966

 

¿Por qué lloras? Es el título de esta meditación Bíblica donde el Pastor Herman Hartwich nos comparte las palabras del capítulo 7 del evangelio según San Lucas, versículos 36 – 50. ¡No te la pierdas!

 


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¿Por qué Lloras?

¿Cómo están mis queridos amigos? Es un placer llegar hasta Ustedes una vez más. Somos criaturas creadas por Dios y como tales somos seres emocionales. Experimentamos diversas emociones como tristeza, alegría, angustia, soledad, y tantas otras que podemos mencionar.

 

Pero… ¿Lloras a menudo? ¿Lloras realmente a menudo? ¿Por qué lloras? Hay veces que lloramos de alegría. Por ejemplo por el éxito de alguna gestión, el encuentro de algún ser amado, por algún chiste, ¿Por qué no?. Hay otras veces que lloramos hasta de bronca, por enojo, por alguien que nos ha hecho daño, o porque nos salió algo mal que nos dejó como fracasados, avergonzados. Por esa razón muchas personas lloran de bronca.

 

También podemos llorar de tristeza. En este tiempo hay mucha gente que llora de tristeza. Lloran por el dolor, lloran por el duelo, lloran por la enfermedad, llora por la situación económica. También hay otro motivo por el cual podemos y deberíamos llorar más a menudo. Ustedes se preguntarán ¿Cuál es ese motivo por el cual yo debería llorar? Y yo te pregunto: ¿Has llorado alguna vez de la forma en que ésta mujer que a continuación voy a leer, en el relato que está contenido en el evangelio Según San Lucas, capítulo 7, versos 36 al 50.

 

Uno de los fariseos rogó a Jesús que comiera con él. Y habiendo entrado en casa del fariseo, se sentó a la mesa. Entonces una mujer de la ciudad , que era pecadora, al saber que Jesús estaba a la mesa en casa del fariseo trajo un frasco de alabastro con perfume; estando detrás de él a sus pies, llorando, comenzó a regar con lágrimas sus pies, y los, y los secaba con sus cabellos; y besaba sus pies y los ungía con el perfume. Cuando vio esto el fariseo que lo había convidado, dijo para sí: » Si este fuera profeta, conocería quién u qué clase de mujer es la que lo toca porque es pecadora» Entonces respondiendo Jesús le dijo: Simón, una cosa tengo que decirte. Y él le dijo: Di maestro. Un acreedor tenía dos deudores: uno le debía quinientos denarios y el otro, cincuenta. No teniendo ellos con qué pagar, perdonó a ambos. Di pues ¿Cuál de ellos lo amará mas?

 

Respondiendo Simón dijo: Pienso que aquel a quien perdonó más.

 

Él le dijo: Rectamente has juzgado. Entonces, mirando a la mujer, dijo a Simón: ¿Ves esta mujer? Entré en tu casa y no me diste agua para mis pies; pero ella ha regado mis pies con lágrimas y los ha secado con sus cabellos. No me diste beso, pero ella, desde que entré no ha cesado de besar mis pies. No ungiste mi cabeza con aceite; pero ella ha ungido con perfume mis pies. Por lo cual te digo que sus muchos pecados le son perdonados, porque amó mucho; pero aquel a quien se le perdona poco, poco ama. Y a ella le dijo: Tus pecados te son perdonados. Los que estaban juntamente sentados a la mesa comenzaron a decir entre si: ¿Quién es este, que también perdona pecados? Pero él dijo a la mujer: Tu fe te ha salvado. Ve en paz.

 

Sí amigos, podemos y debemos lamentarnos en lo que yo llamaría en este momento, Lamentarnos en nuestros pecados. Esta mujer lloró por sus pecados. El evangelista nos dice que inclusive el fariseo dijo: » Si este hombre fuera un profeta, si fuera realmente el hijo de Dios, sabría que esta mujer es pecadora, es una mujer prostituta, es una mujer de la calle. Justamente, esta mujer llora por su pecado, llora por su estilo de vida, llora por ser una mujer que está separada de Dios, de hecho, al estar separada de Dios se siente vacía, hueca. Carente de felicidad, carente de un verdadero propósito. No está en el propósito de Dios que ella viva así.

 

Eso le duele. Eso le duele tanto en su ser interior, que le lleva a derramar lágrimas de arrepentimiento. El diablo hace esto. Él vino a destruir; dice Jesús que el diablo vino a matar, hurtar y destruir. El diablo ha venido a este mundo tratando de engañar a ti ami y a todas las personas. Sacando la felicidad, sacándonos la comunión del compañerismo con Dios. Haciéndonos penetrar en el mundo de perdición. Haciéndonos entrar en ese mundo de destrucción. Pero Jesús, él mismo lo dijo: Yo he venido a dar vida y vida en abundancia»

 

¿Te das cuenta querido amigo? Esta mujer en medio de esa situación que estaba viviendo, desesperada, una mujer señalada en su ciudad, en la sociedad en la que vivía. Una mujer marcada por el pecado. Llevando en sí las huellas del pecado. Estaba necesitada de amor. Estaba necesitada del verdadero amor; que le aceptaba así como estaba. E verdadero amor que solamente puede hacer a una persona nueva. ¿Cuántos lloran por su condición! No resignándose para simplemente continuar en su mal camino! Lloran para optar un cambio de vida, una elección de vida nueva. Entonces llora de arrepentimiento. Arrepentimiento que le conduce a Jesús. Para solicitarle y también para aceptar su perdón. Ese perdón divino, ese perdón que olvida y restaura dando una nueva vida. Este mundo muchas veces perdona nuestros errores. Pero está presto a señalarlos a la menor incidencia. Pero, la Palabra de Dios dice que cuando Dios perdona, hecha de Sí nuestros pecados tan lejos como el oriente del occidente. Pero no nos deja solos, sino le que entra a morar en nosotros, el Espíritu Santo de Dios, produce en nosotros el querer y el hacer su buena voluntad. Cuando una persona, ha llorado genuinamente, arrepentida de sus pecados y acepta el perdón de Jesucristo, recibe el Espíritu Santo en su vida el cual le ayudará a vivir una vida nueva. Esta mujer lloró de arrepentimiento, y manifestó su fe. Jesús lo dijo, tu fe te ha salvado. Esta mujer tuvo fuerzas para creer que aquél que era Santo, vivía de tal forma que inspiraba, que la gente se sentía cautivada por él. Porque tenemos muchísimos ejemplos en el evangelio de personas que estaban marginadas, dejadas de lado. Odiadas por la propia sociedad y por la propia religión. Eran impuros a la luz de la religión; gente rebelde, pecadora; sin embargo Jesús vino a salvarlos. En una oportunidad Jesús dijo que él había venido a buscar y a salvar lo que se había perdido. Efectivamente esta mujer estaba perdida y él vino a buscarla y a salvarla.

 

Ella aceptó esta ayuda de Jesús. Ella aceptó esta mano poderosa de Jesucristo.

 

¿Has llorado por tus pecados alguna vez? ¿Te has dolido en tu corazón por la situación que vives, o por tu posición delante de Dios? Hasta que tú no te arrepientas de tus pecados y le pidas perdón a Jesucristo, que es el único que puede perdonarte y limpiarte por la sangre que él derramó allí en la cruz, tu no tendrás comunión con Dios y ni tendrás una promesa de vida eterna. Pero de tal manera te ama el Señor Jesucristo que dio su vida por ti. Si tú lloras hoy, genuinamente; ya sea en tu ser interior aun se manifieste en tus ojos. Si recibes a Jesucristo tendrás nueva vida. No importa el pecado en cual te encuentres. No hay pecado tan grande que el Señor no pueda perdonarte. Anímate, acércate a él y no serás defraudado.

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