Por qué Dios no responde a ciertas oraciones. 2/5

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21 febrero, 2008
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Titulo: Por qué Dios no responde a ciertas oraciones. 2/5

Autor: WimMalgo 
Nº: PE1011

 

El segundo programa de un interesante estudio bíblico sobre la oración.

 

Es infinitamente importante que – antes de entrar en lo más íntimo del santuario, a la presencia de Dios – primero examinemos nuestro corazón delante de El.

 


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Por qué Dios no responde a ciertas oraciones. 2/5

Estimado amigo, hoy estaremos viendo la falta de fe y la oración de fe.

Otra razón por la cual Dios no responde a ciertas oraciones, es la falta de fe. En Santiago 1:5-8 leemos: “Y si a alguno de vosotros le falta sabiduría, pídala a Dios, quien da a todos con liberalidad y sin reprochar; y le será dada. Pero pida con fe, no dudando nada. Porque el que duda es semejante a una ola del mar movida por el viento y echada de un lado a otro. No piense tal hombre que recibirá cosa alguna del Señor. El hombre de doble ánimo es inestable en todos sus caminos.”

¿Qué pues querido amigo, significa orar con fe? Ora para la eternidad. Educa tu propio espíritu. Una palabra que oras con conciencia pura y un corazón lleno del Espíritu de Dios, vale más que diez mil palabras oradas con falta de fe y en pecado. Lo que cuenta al orar, no son las palabras hermosas y sueltas. ¡No, jamás! Más bien, cuando oras, considera que Dios – y no el hombre – debe tener la honra.

Lo que en realidad hace falta es la oración de fe, pues Santiago 5:15-16 dice: “Y la oración de fe dará salud al enfermo, y el Señor lo levantará. Y si ha cometido pecados, le serán perdonados. Por tanto, confesaos unos a otros vuestros pecados, y orad unos por otros de manera que seáis sanados. La ferviente oración del justo, obrando eficazmente, puede mucho”. Aquí nos es demostrada la oración de fe con sus poderosos efectos. John Wesley dijo: 

Denme cien predicadores que no teman a nada excepto al pecado, que no anhelen nada excepto a Dios. No les preocupe en nada si tienen una formación teológica o son laicos. Solamente estos hombres harán temblar las puertas del infierno y levantarán el Reino del cielo en la tierra. Dios no hace nada sino por la oración.

Un predicador ciertamente puede preparar bien su sermón. Pero de la misma manera como el sacrificio, en el Antiguo Pacto, debía ser salado, así el sacrificio de la entrega en la predicación debe ser salado con la persistente oración de fe. ¿Qué tal la primera Iglesia? Los apóstoles sabían acerca de la necesidad y del valor de la oración para su servicio. Sabían que su alta vocación para el apostolado no les libraba de la necesidad de orar, sino que le apremiaba tanto más a orar. Velaban con extremo cuidado para que ningún otro trabajo importante les quitara el tiempo para la oración. Por eso, eligieron a laicos que debían ocuparse de las crecientes y difíciles tareas de servicio a los pobres, para que ellos, los apóstoles, pudieran dedicarse sin impedimento y continuamente a la oración y al ministerio de la Palabra. La oración estaba en primer lugar, y su relación para con la oración es subrayada por la expresión “persistir en la oración”. Hicieron de la oración su tarea. Se dedicaron a la oración y pusieron en ella ardor, fervor, persistencia y tiempo. ¡Cuánto se entregaban los santos hombres apostólicos a esta tarea divina de la oración! Pablo oraba “persistentemente día y noche”. “Queremos persistir en la oración”, era la opinión unánime de los apóstoles.

En la medida en que Pablo crecía en la obra del Señor y que ella requería toda su fuerza, él exhortaba y hasta imploraba a los miembros de la Iglesia de Jesús para que oraran por él de manera que fuera ungido con el Espíritu Santo y dotado de gozo para abrir su boca y anunciar el misterio de Dios de manera adecuada.

Pide con fe, con corazón purificado y muy concretamente por un verdadero avivamiento en tu familia, en tu iglesia – y el Señor te responderá. Ciertamente el Señor hizo ya grandes cosas en tu propia vida, en la vida de tus familiares y en tu iglesia. ¡Agradécele por esto, pero no te contentes con esto, pues: “El SEÑOR tiene mucho más que darte que esto”!

Aunque Dios con mucho gusto nos responde y nos da lo que Le pedimos, puede ser que tú mismo impidas esto por iniquidades y pecado o pecados no perdonados, pues Isaías 59:1-3 dice: “He aquí, no se ha acortado la mano del SEÑOR para salvar; ni se ha endurecido su oído para oír. Pero vuestras iniquidades han hecho separación entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados le han hecho esconder su rostro de vosotros para no escucharos. Porque vuestras manos están manchadas de sangre, y vuestros dedos de iniquidad; vuestros labios hablan mentira, vuestra lengua murmura maldad”. A la luz de esta verdad, deja obrar en tu corazón las palabras de Santiago 5:16, que ya hemos citado: “Por tanto, confesaos unos a otros vuestros pecados, y orad unos por otros de manera que seáis sanados”. Nuestra oración – la tuya y la mía – solamente puede ser ferviente cuando el pecado ha sido quitado y arreglado. Por esto, obedece a las palabras que acabamos de leer, para que tus oraciones no sean abominables a los ojos de Dios, como dice Proverbios 28:9: “El que aparta su oído para no oír la ley, aun su oración es abominable”. En cambio, Proverbios 15:8 dice: “El sacrificio de los impíos es abominación a Jehová; mas la oración de los rectos es su gozo”.En otras palabras: El sacrificio de oración de un impío, de una persona mentirosa, es abominable al Señor, pero la oración de una persona sincera Le agrada.

Otro impedimento en el camino hacia la respuesta a la oración es el hecho de que muchísimas oraciones tienen un motivo falso. Al respecto, Santiago 4:2-3 dice: 

– “Codiciáis y no tenéis, por eso cometéis homicidio. Sois envidiosos y no podéis obtener, por eso combatís y hacéis guerra. No tenéis, porque no pedís. Pedís y no recibís, porque pedís con malos propósitos, para gastarlo en vuestros placeres”.

Por eso es infinitamente importante que – antes de entrar en lo más íntimo del santuario, a la presencia de Dios – primero examinemos nuestro corazón delante de El.

Hazlo, estimado amigo, examínate delante del Señor y actúa según lo que hemos leído en Santiago 5:16. Y el Señor te va a bendecir y responder tus oraciones en una manera nueva y maravillosa. Amén.

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