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Titulo: “Pentecostés y su Candente Significado para nosotros”. 4/4

Autor: WimMalgo 
Nº: PE994

El final de una interesantísima serie donde hemos visto que la unanimidad es más que importante.

“Pentecostés y su Candente Significado para nosotros” es el título de  un programa que no puede perder!

 


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“Pentecostés y su Candente Significado para nosotros”. 4/4

Estimado amigo, así como nosotros hablamos con nuestros hijos para educarlos en el temor del Señor, el Señor nos habla a nosotros. La única verdadera influencia moral en los niños depende completamente de la manera cómo les hablamos, cómo nos comportamos frente a ellos, cómo los tratamos. Calor y sentimiento, veracidad, convicción y firmeza deben manifestarse en ello. Así el Señor le habla ahora a usted. ¡Quiere hacerle llegar a la unanimidad! Y si los hijos se dejan influenciar para hacer lo bueno, si se convierten al Señor por el ejemplo de sus padres, entonces son unánimes como familia, y su testimonio de vida y de palabras compunge los corazones de aquellos que los ven y escuchan.

 

Es de importancia decisiva que ahora se deje mover e influenciar por Su Palabra mediante el Espíritu Santo, de manera que tenga el coraje, a pesar de todas las amenazas del enemigo y justamente a causa de ellas, de entrar en la unanimidad interior de los hijos de Dios. Así lo hicieron Pedro y Juan en aquel entonces: Cuando fueron amenazados por el Sanedrín, el Consejo de los judíos, que en “ninguna manera hablasen ni enseñasen en el nombre de Jesús”, buscaron luego enseguida a sus hermanos en la fe y se lo contaron. La bendita reacción a esto fue la siguiente como dice la palabra de Dios: “Y ellos, habiéndolo oído, alzaron unánimes la voz a Dios, y dijeron: Soberano Señor, tú eres el Dios que hiciste el cielo y la tierra, el mar y todo lo que en ellos hay; que por boca de David tu siervo dijiste: ¿Por qué se amotinan las gentes, y los pueblos piensan cosas vanas? Se reunieron los reyes de la tierra, y los príncipes se juntaron en uno contra el Señor, y contra su Cristo. Porque verdaderamente se unieron en esta ciudad contra tu santo Hijo Jesús, a quien ungiste, Herodes y Poncio Pilato, con los gentiles y el pueblo de Israel, para hacer cuanto tu mano y tu consejo habían antes determinado que sucediera. Y ahora, Señor, mira sus amenazas, y concede a tus siervos que con todo denuedo hablen tu palabra, mientras extiendes tu mano para que se hagan sanidades y señales y prodigios mediante el nombre de tu santo Hijo Jesús. Cuando hubieron orado, el lugar en que estaban congregados tembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaban con denuedo la palabra de Dios”.

 

Estimado amigo, ¡Qué maravilloso círculo de vida!: El avivamiento en Pentecostés – la amenaza del enemigo – la profunda unanimidad de los hijos de Dios – la poderosa fe en Su Palabra – nuevo y más profundo avivamiento.

 

Ahora bien, querido amigo, observemos que la verdadera unanimidad es un don de Dios.

 

Pentecostés y avivamiento van inseparablemente juntos; es una y la misma cosa. Pero la condición primordial para esto es la unanimidad interior. Sí, dices, pero ¿cómo hacerlo? La Biblia no nos deja en la duda al respecto. Nos explica exactamente cómo llegar a esta unanimidad desencadenadora de avivamiento, en Romanos 15:5-7:dice la palabra de Dios:“Pero el Dios de la paciencia y de la consolación os dé entre vosotros un mismo sentir según Cristo Jesús, para que unánimes, a una voz, glorifiquéis al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo. Por tanto, recibios los unos a los otros, como también Cristo nos recibió, para gloria de Dios”.

 

“El Dios de la paciencia y de la consolación” quiere darle unanimidad con su hermano y con su hermana. Ahora bien, ¿qué tiene usted, pues, que hacer para esto? Solamente lo que Jesucristo hizo con usted. ¿Qué, pues? En el versículo 7 leemos: “Por tanto, recibios los unos a los otros, como también Cristo nos recibió, para gloria de Dios”. Recibiéndole, Jesucristo restableció la unanimidad destruida entre el eterno Dios santo y justo y usted. Pero esto solamente lo pudo hacer por aceptar la cruz. De ahí es claro: El que no quiere llegar a esta unanimidad que enciende fuegos, en realidad rechaza la cruz.

 

¿Sabe estimado amigo? Cuando Pablo estaba preso en Roma, verdaderamente hubiera tenido suficientes problemas consigo mismo. Pero su mayor preocupación no era su propia situación difícil, sino que consistía en que los filipenses guardaran la unanimidad. Él sabía, con base en las palabras de Jesús en Marcos 3:24: “Si un reino (o una iglesia local) está dividido contra sí mismo, tal reino no puede permanecer”. Por eso, escribió a los filipenses: “Completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa. Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo”

 

Me dirijo ahora a aquellos entre mis amigos que quieren que Pentecostés, o sea, el Espíritu Santo, llegue a causar avivamiento en su propia vida. Jesucristo, que es el Pan de vida, quiere que usted sea parte de este Pan. Esta es la unanimidad orgánica de la cual habla 1 Corintios 10:17 dice la palabra de Dios: “Siendo uno solo el pan, nosotros, con ser muchos, somos un cuerpo; pues todos participamos de aquel mismo pan”. Por eso, la unanimidad espiritual es la suma expresión, la más fuerte manifestación del cuerpo de Cristo (un pan). Así comprendemos que la muy profunda oración de nuestro Señor a Su Padre es el verdadero propósito de la fe en El. Leemos en Juan 17:20 – 21: “…ruego…por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste”.

 

Si, pues, somos uno entre nosotros, en el Padre y con el Hijo, ésta es, según las palabras de Jesús, la condición para que los incrédulos puedan llegar a la fe en Jesucristo. Esta es la unanimidad de la cual hablamos, que tuvo por primera vez en Pentecostés un efecto tan poderoso que unas 3.000 personas se convirtieron auténticamente y nacieron de nuevo. Una unanimidad así provoca irrecusable y rápidamente lo que nosotros con todos nuestros esfuerzos nunca podemos traer, a saber, un avivamiento, cuanto más que esta unanimidad está fundada en Dios por Jesucristo.

 

Donde se encuentra esta unanimidad, esta armonía, allí el Señor da bendición y vida eterna. Por eso, el Salmo 133 resuena de júbilo cuando dice: “¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía! Es como el buen óleo sobre la cabeza, el cual desciende sobre la barba, la barba de Aarón, y baja hasta el borde de sus vestiduras; como el rocío de Hermón, que desciende sobre los montes de Sion; porque allí envía Jehová bendición, y vida eterna”.

 

Ahora también querido amigo, querida amigo, comprendemos por qué el enemigo hace los mayores esfuerzos para destruir la unanimidad, esta armonía que obra milagros, entre los hijos de Dios: por pensamientos contra el prójimo, suposiciones, imputaciones y por palabras malignas e hipócritas.

 

Nuestro Señor Jesús oró a Su Padre por la unanimidad de los hijos de Dios. ¿Quiere que Su oración sea respondida en usted y a través de usted? Si es así, despójese ahora de sus palabras y pensamientos negativos y malignos, humillándose y arrepintiéndose delante del Señor Jesús. Luego acérquese a su prójimo o a sus prójimos y reconcíliese con él o ellos dice la palabra de Dios: “Por tanto, recibíos los unos a los otros, como también Cristo nos recibió, para gloria de Dios”. ¡De esta manera usted crea el espacio para un avivamiento que hasta este momento fue bloqueado, por lo cual se cumple la voluntad del Señor, y para “gloria de Dios” se salvarán aún muchos perdidos! Amén.

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