Pentecostés y su Candente Significado para nosotros. 2/4

Pentecostés y su Candente Significado para nosotros. 1/4
21 febrero, 2008
Pentecostés y su Candente Significado para nosotros. 3/4
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Titulo: “Pentecostés y su Candente Significado para nosotros”. 2/4

Autor: WimMalgo 
Nº: PE992

Escuche la segunda parte de este interesante estudio bíblico, donde  podrá profundizar acerca de:Pentecostés y su Candente Significado para nosotros.

 


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«Pentecostés y su Candente Significado para nosotros». 2/4

Querido amigo, como el viernes de Pascua, también Pentecostés es una realidad. Nuestro Señor Jesús dice al respecto en Juan 4:24: «Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren». La palabra «verdad» significa autenticidad o realidad. En cuanto a este Espíritu Santo, el Señor prometió en Juan 16:13: «Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad». El Espíritu es el que da testimonio, porque el Espíritu es la verdad. Todo esto revela que Dios es Espíritu. Por lo tanto, todo lo que tiene relación con Dios, existe en el Espíritu. Si Pentecostés no hubiera acontecido, todo sería irreal. El Espíritu de verdad es, lo repito, el Espíritu de realidad. Por lo tanto, la realidad espiritual existe solamente en el Espíritu. Es lo que sobrepasa al hombre y la materia. Solamente lo que existe en el Espíritu Santo, es espiritualmente auténtico, porque todas las cosas espirituales son alimentadas por él. Por eso, Efesios 5:18 nos da el mandamiento divino: «…sed llenos del Espíritu». Pues tan pronto como algo está fuera del Espíritu Santo, llega a ser letra muerta, y se infiltran los espíritus engañosos. Pues las cosas espirituales solamente son auténticas, vivas y llenas de fuerza de vida, cuando suceden en el Espíritu Santo. Es él, el que nos guía a toda la realidad. Cualquier cosa que alcancemos sin el Espíritu Santo, con seguridad no será espiritualmente real. Todo lo que se puede conseguir tan sólo por escuchar, pensar o por los sentimientos, espiritualmente visto no es real. Siempre tenemos que recordar que el Espíritu Santo es el ejecutor de todas las cosas espirituales. Toda cosa espiritual tiene su realidad delante de Dios. Como Iglesia de Jesús, deberíamos retenerlo bien. Si lo que hemos alcanzado es solamente apariencia y no realidad, entonces un día nos daremos cuenta de que no tiene ningún valor espiritual.

 

Todo lo que sucede en el Espíritu Santo, es real. Cada uno que entra en contacto con esta realidad, recibe vida. Pues vida y realidad siempre van juntas. Todos los que quieren tener parte en la vida espiritual, deben darle la importancia que le conviene a la realidad espiritual. Desde Pentecostés, la fuerza del Espíritu Santo ha nacido de nuevo en innumerables personas en todo el mundo a través de la Palabra de Dios.

 

Ahora bien, estimado amigo, veamos: Pentecostés y el cumplimiento de profecía directa.

 

Cuando en Pentecostés muchos pensaban que los discípulos estaban ebrios, Pedro señaló en su breve pero poderosa predicación lo que realmente era este acontecimiento. Leemos en Hechos 2:15-21: «Porque éstos no están ebrios, como vosotros suponéis, puesto que es la hora tercera del día. Mas esto es lo dicho por el profeta Joel (Joel 2:28-32): Y en los postreros días, dice Dios, derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán; vuestros jóvenes verán visiones, y vuestros ancianos soñarán sueños; y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas en aquellos días derramaré de mi Espíritu, y profetizarán. Y daré prodigios arriba en el cielo, y señales abajo en la tierra sangre y fuego y vapor de humo; el sol se convertirá en tinieblas, y la luna en sangre, antes que venga el día del Señor, grande y manifiesto; y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo».

 

Hechos 2:17 y Joel 2:28 se refieren a «toda carne». Esto significa: El Espíritu Santo estaba y está obrando en todos los pueblos que escucharon y escuchan el Evangelio. Pentecostés no se limita tan sólo a Israel. Hay que notar el tiempo que Joel indica para Pentecostés. Los capítulos 1 y 2 describen los juicios del tiempo final y la promesa de la restauración nacional de Israel. Por lo tanto, Pentecostés tendrá su último cumplimiento en el restablecimiento espiritual de Israel. Acontecerá cuando el Señor derrame el Espíritu de gracia y de oración sobre todo Israel (comp. Zac. 12:10).

 

Sin embargo, ya en nuestros días experimentamos el cambio: El Espíritu de Dios, figuradamente hablando, es llamado a retirarse de las naciones para obrar en Israel. Así lo leemos en Ezequiel 37:9b: «Espíritu, ven de los cuatro vientos, y sopla sobre estos muertos, y vivirán». Vemos hoy cosas asombrosas en Israel, de cómo el Espíritu de Dios – sin valerse del cristianismo de los gentiles – obra en muchos israelíes para que puedan conocer a su Mesías.

 

El profeta Joel profetizó acerca de Pentecostés unos 900 años antes de Cristo. Además, tenemos aquí otra vez una profecía que comprime períodos de milenios. De una vez se nombran Pentecostés (Joel 2:28.29) y los juicios finales: «Y daré prodigios en el cielo y en la tierra, sangre, y fuego, y columnas de humo. El sol se convertirá en tinieblas, y la luna en sangre, antes que venga el día grande y espantoso de Jehová» (v. 3-4).

 

Este día «grande y espantoso de Jehová» será anunciado por el arrebatamiento repentino de todos los creyentes. Verdaderamente, en Pentecostés comenzaron «los postreros días»: «Y en los postreros días, dice Dios, derramaré de mi Espíritu sobre toda carne…» Debemos aprender a ver los períodos de la historia de la salvación tal como Dios los ve y los mide. Mil años son como un día para con el Señor (2 Pe. 3:8). Así comprendemos también mucho mejor lo que dice Hebreos 1:1-2: «Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo…» Sí, nuestra propia situación de tiempo postrero, de repente llega a ser mucho más clara cuando leemos 1 Corintios 10:11: «Y estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los siglos». La Iglesia de Jesús es la retaguardia de la historia de la salvación.

 

Querido amigo, Pentecostés es avivamiento

 

Lo que aconteció en la fiesta de Pentecostés fue una poderosa y nunca vista irrupción del Espíritu de Dios. Los avivamientos siempre son únicos, pero en el día de Pentecostés aconteció por primera vez que unas 3.000 personas nacieron de nuevo, y esto «de agua» (la Palabra de Dios) y «del Espíritu» (Pentecostés) .

 

Desde el día de Pentecostés, este avivamiento ha continuado a través de los siglos. Cuando se interrumpía, la causa era siempre la falta de los dos elementos esenciales de Pentecostés: la Palabra (de la cruz) y el Espíritu Santo. Así se le quita a Pentecostés su verdadera sustancia. Así como hoy en el día de la reconciliación de los judíos falta la verdadera sustancia, muchas veces se celebra y «se cree» en Pentecostés sin los elementos esenciales: la Palabra y el Espíritu Santo.

 

Los dos obraron y obran siempre juntos, ya en la creación. Leemos en Génesis: «…y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas. Y dijo Dios… «

 

Y aquel Verbo «fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad», dice Juan 1:14; y el Espíritu Santo Lo glorifica tal como El es: como el Cordero de Dios. El Señor Jesucristo era el centro del día de Pentecostés. Esta es también la explicación de por qué Pentecostés es avivamiento. El primer Pentecostés en la historia de la salvación, ¿no fue un poderoso avivamiento, tanto más que el centro, el origen, o sea, la fuente era la Palabra profética, hecha viva por el Espíritu Santo? Pero si festejamos Pentecostés una vez por año solamente por tradición histórica, o sea, eclesiástica, entonces perdemos el avivamiento que el Señor quiere darnos hoy.

 

Como ya hemos visto, el día de Pentecostés debía cumplirse. Los discípulos del Señor lo esperaban, de acuerdo con Su mandamiento. Los tiempos fijos de Dios, Su consejo y propósito, son incambiables. Debía llegar el día de Pentecostés e iba a llegar – con o sin los discípulos. Pero los discípulos se dejaron incluir en el consejo de Dios. Querían participar en él y cumplieron la condición absolutamente necesaria para esto: 

Unanimidad, de la cual queremos hablar más en el siguiente programa.

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