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Nunca Claudique

Autor: William MacDonald

  La palabra discípulo ha sido por demás utilizada, y cada usuario le ha dado el significado de su conveniencia. El autor de este mensaje nos lleva a examinar la descripción de discipulado que presentó Jesús en sus enseñanzas, la cual se halla también en los escritos de los apóstoles, para que aprendamos y descubramos más acerca de este concepto.


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PE1939 – Estudio Bíblico  – Nunca Claudique



Estimados amigos, en Hebreos 12:1 al 6 leemos: “Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios. Considerad a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo, para que vuestro ánimo no se canse hasta desmayar. Porque aún no habéis resistido hasta la sangre, combatiendo contra el pecado; y habéis olvidado la exhortación que como a hijos se os dirige, diciendo: Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor, ni desmayes cuando eres reprendido por él; porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo”.

Perseverar no es la mera aceptación de la prueba y el sufrimiento, sino triunfar en dichas circunstancias. No es la paciencia frente al fatalismo, sino la paciencia que domina sobre las circunstancias. La perseverancia no se detiene ni por el desánimo interior, ni por la oposición exterior. Es la resistencia que lleva a la persona a proseguir hasta que, al final, llega a su fin.

Resumiendo: Perseverar no es la aceptación fatalista de las circunstancias, sino la resistencia de continuar hasta el fin.

Perseverar no es tampoco el camino de salvación, pese a que hay dos versículos que parecen así decirlo. Por ejemplo, Mt. 24:13:“Mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo”. El tema aquí es el Período de Tribulación. Los creyentes no deberían pensar que la seguridad radica en no ceder al enemigo. Son quienes perseveran los que serán salvos para entrar al Milenio.“Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios”(dice Lc. 9:62). El tema aquí es el servicio, no la salvación.

Quienes claudican, no son aptos para el servicio.

Veamos cuáles son las áreas en las cuales necesitamos perseverancia.

La necesitamos en la vida familiar y al educar a nuestros hijos. La necesitamos para obtener una educación. La necesitamos en la iglesia local donde “la condición normal es… la dificultad” (según J. Alexander Clarke). La necesitamos en el campo misionero, con sus constantes conflictos interpersonales. Y la necesitamos en tiempos de enfermedad e incapacidad, cuando el espíritu está dispuesto pero la carne es débil: “La vida cristiana no debe ser un impulso inicial seguido de una inercia crónica”.

Centrémonos, ahora, en los aspectos que hacen que la gente claudique o se vuelva atrás.

Una relación amorosa incorrecta, o un matrimonio con el que el cielo no concuerda. El pecado en la vida del individuo:“La insensatez del hombre tuerce su camino, y luego contra Jehová se irrita su corazón”(nos dice Pr. 19:3). O como dice la Biblia en lenguaje sencillo:“El tonto fracasa en todo y luego dice: ¡Dios tiene la culpa!”Una profesión de fe falsa, como se ve en los cuatro suelos de Mateo 13. La semilla que cayó junto al camino, la semilla que cayó en pedregales, y la semilla que cayó entre los espinos son los falsos profesantes. Únicamente la semilla que dio fruto era genuina. Hoy en día, la gente se vuelve atrás debido al materialismo, la codicia, las falsas expectativas, el desengaño de las personas, el desánimo, y la persecución. El costo es demasiado alto.

Veamos algunos ejemplos bíblicos de perseverancia.

Job sufrió más pérdidas materiales en un día que cualquier otra persona en la Biblia. No siempre fue paciente, pero sí perseveró.

Cuando leemos sobre el apóstol Pablo, las aflicciones, los peligros, las persecuciones y los sufrimientos que sobrellevó por amor a Cristo (como se menciona en 2 Co.11:23 al 28), podemos llegar a preguntarnos si nosotros mismos somos cristianos.

Jesucristo, por supuesto, es el ejemplo máximo de permanencia (como leemos en He. 12:1 al 4). Las peores pruebas que los demonios y los hombres pudieron amontonar sobre Él, no lo detuvieron en su camino hacia la cruz.

Mencionaremos, a continuación, algunos ejemplos de permanencia física.

Robert Bruce sufrió seis derrotas militares, en sus esfuerzos por lograr que Escocia fuera independiente. Estando escondido en una cueva, vio a una araña tratando de conectar su tela de una punta a la otra. Falló seis veces, pero la séptima triunfó. Esto le habló a Bruce y lo animó a volver a intentarlo. Esta vez triunfó.

Cinco pescadores de Costa Rica quedaron atrapados en una tormenta. Su bote estaba peligrosamente dañado. Entraba el agua, por lo cual continuamente tenían que evacuarla. Se habían quedado sin radio. Luego de algunos días, se quedaron sin comida y sin agua. En cierta ocasión un petrolero se acercó y les dio agua, luego se fue. Cuando finalmente fueron recogidos, descubrieron que habían establecido el récord mundial de permanencia en alta mar. Sobrevivieron ciento cuarenta y dos días viviendo del agua, la pesca, y un estimado de 200 tortugas. Habían viajado más de 3.600 millas y habían atravesado cuatro zonas de tiempo.

Pese a que es parapléjico, Mark Wellman escaló El Capitán, el monolito más grande del mundo. Le llevó siete días y cuatro horas ascender a 3.000 pies, haciéndolo en escalas de seis pulgadas. Por momentos los vientos fuertes lo apartaban 10 pies del precipicio. Luego escaló la ladera del Half Dome, que también está en el Parque Nacional Yosemite. Le llevó aproximadamente dos semanas escalar 2.200 pies.

La vida cristiana es una maratón, no una carrera de cien metros. Recuerde las palabras de Winston Churchill. “Nunca claudique. Nunca claudique. Nunca, nunca, nunca, nunca, (en nada, grande o pequeño, enorme o diminuto) nunca claudique, excepto frente a convicciones de honor y de sentido común”.

Coleman Cox dijo: “Incluso el pájaro carpintero debe su éxito al hecho que usa su cabeza, y continua golpeando hasta que termina el trabajo que ha comenzado”.

Un líder prominente ha dicho: “La mayoría de las personas claudican justo cuando estaban a punto de alcanzar el éxito. Claudican muy cerca de la meta. Abandonan en el último minuto, justo cuando estaban a punto de apuntar el gol de sus vidas”.

Hubo un hombre que fracasó en su negocio. Se postuló para tener un lugar en la legislatura y perdió. Luego experimentó otro fiasco empresarial. Después, cuando finalmente fue elegido para la legislatura, sufrió un ataque de nervios. Durante los siguientes diez años fracasó al postularse para orador, oficial territorial, elector y congresista. Finalmente, fue elegido para el Congreso, pero fue derrotado en la reelección. Se postuló para el Senado de los Estados Unidos, pero perdió. Un año más tarde, fue derrotado en su postulación a la Vicepresidencia. Y, una vez más, no pudo alcanzar el Senado de los Estados Unidos. Finalmente, después de todos estos reveses, fue elegido Presidente de los Estados Unidos. Su nombre era Abraham Lincoln.

El Señor Jesucristo soportó una inefable contradicción contra Sí mismo (como leemos en He.12:3). Soportó la cruz, menospreciando el oprobio (nos dice He. 12:2). Culminó la obra que el Padre le había dado para que hiciera (así está escrito en Jn. 17:4). Nunca tuvo la más mínima intención de volverse atrás. Para Cristo, culminar la obra que el Padre le había dado para hacer era como su propia comida (como él mismo dice en Jn. 4:34).

Si queremos ser como Jesús, debemos permanecer.

 

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