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Nueve Reglas de Vida Espirituales

(4ª parte)

Autor: Norbert Lieth

Al igual que el fruto del Espíritu Santo, el cual se muestra en nueve atributos en Gálatas 5:22, en Proverbios 3 encontramos nueve reglas de vida espirituales, muy orientadas a la práctica, que nos ayudan a entrar en un discipulado activo.



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PE1811 – Estudio Bíblico
Nueve Reglas de Vida Espirituales (4ª parte)



Amigos, ¡qué gusto estar nuevamente junto a ustedes! Vamos a hacer un repaso del tema, antes de continuar con la última parte del mismo. En Proverbios 3 encontramos nueve reglas espirituales de vida, muy orientadas a la práctica.

La primera, es:La confianza producida por el Espíritu.“Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia”, leemos. ¿Será que la gente que está a nuestro alrededor ve en nosotros a una persona que confía en Dios? Vivir la confianza y salir airoso, seguramente, deja una impresión más fuerte que simplemente hablar de eso y esperarlo de otros.La segunda regla espiritual de vida es:La preeminencia espiritual.Se nos dice:“Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas”. La palabra “reconocer” significa poner al Señor por delante en todo. Si en todo lo que hacemos buscamos Su voluntad, si en todo lo que hacemos incluimos al Señor Jesucristo, entonces el Señor nos hará experimentar Su guía, aun cuando no siempre lo sintamos directamente.

La tercera regla espiritual de vida es:Salud espiritual.Leemos lo siguiente:“No seas sabio en tu propia opinión; teme a Jehová, y apártate del mal; porque será medicina a tu cuerpo, y refrigerio para tus huesos”. La lectura y el estudio de la Biblia es para el alma lo que es el deporte y el entrenamiento para el cuerpo. Como alma y cuerpo están relacionados entre sí, la salud espiritual, a menudo, también tiene su efecto sobre el cuerpo. En la medicina, se sabe ahora que las cargas emocionales, como ser el estrés, el pecado, el odio, la intransigencia o la aflicción, pueden llevar a enfermedades físicas y, en sentido contrario, la sanidad de esas cargas también puede llevar a la sanidad de las dolencias físicas. Aquello que actualmente es confirmado por los médicos, la Biblia ya nos lo enseña desde hace mucho tiempo. Tener paz con Dios y seguirle de corazón, es mejor que todos los “sabios” consejos humanos acerca de estar en forma físicamente.

La cuarta regla de vida espiritual, es:El manejo espiritual de lo material. Se nos dice:“Honra a Jehová con tus bienes,y con las primicias de todos tus frutos”. Probablemente, no hay ninguna otra cosa en la que se ve mejor por quien somos dirigidos, que en el manejo de las posesiones. ¿Es el Espíritu Santo o la carne, es el Espíritu o la avaricia, es el dar o el retener, son las primicias o lo restante? “Toda posesión temporal puede ser convertida en un tesoro eterno, porque aquello que le damos a Cristo, en el mismo momento, se convierte en inmortal.” Aquello de que dar es mejor que recibir, tiene plena validez hoy en día todavía.

La quinta regla de vida espiritual es:Disciplina espiritual.Se nos dice:“No menosprecies, hijo mío, el castigo de Jehová, ni te fatigues de su corrección;porque Jehová al que ama castiga, como el padre al hijo a quien quiere”. No siempre debemos igualar la disciplina y la reprimenda con el castigo y la ira de Dios que nos golpea. Después de todo, el texto que citamos anteriormente no dice que Dios reprende a aquellos en quienes no tiene complacencia, sino justamente lo contrario, en aquellos en quienes tiene complacencia. ¿Quien castigaría a su hijo en base a su complacencia? De ahí, deducimos que se trata de una reprensión de amor del Padre divino y perfecto, de correcciones prácticas, de mantenernos en el camino y de ayudarnos a avanzar, porque, con eso, Él persigue una meta divina.

La sexta regla de vida espiritual es:Sensatez espiritual.Así leemos:“Hijo mío, no se aparten estas cosas de tus ojos; guarda la ley y el consejo”. La sabiduría divina que viene de Su Palabra y es inspirada por el Espíritu Santo, es la mejor sabiduría que un ser humano puede alcanzar y la cual debería buscar en primer lugar. Hoy más que nunca se necesitan personas que puedan dar buenos consejos, que con sabiduría, delicadeza y amor puedan testificar de Jesús, personas que tomen a otros de la mano y los guíen a la vida eterna.

La séptima regla de vida espiritual es:Generosidad espiritual.Dice así:“No te niegues a hacer el bien a quien es debido, cuando tuvieres poder para hacerlo. No digas a tu prójimo: Anda, y vuelve, y mañana te daré, cuando tienes contigo qué darle”. Hay tres cosas que debemos tener en cuenta: – Debemos ayudar a aquellos que realmente necesitan ayuda. No debe ser un dar sin sentido, sino un apoyo bien planificado. – Uno debe ayudar de tal manera que no pierda el control, siempre que pueda hacerlo en lo material. – Allí donde uno puede ayudar, debe hacerlo de inmediato, y no andar con dilatorias con el prójimo. Pues, la ayuda no puede ser negada, o dilatada con argumentos piadosos.

Llegamos, entonces, a la octava regla, que es: Sinceridad espiritual. En Proverbios 3:29 y 30, leemos:“No intentes mal contra tu prójimo que habita confiado junto a ti. No tengas pleito con nadie sin razón, si no te han hecho agravio”. Este consejo es especialmente importante en la convivencia familiar, por ejemplo en el matrimonio, o frente a los padres, los suegros, los parientes que conviven en la misma casa. La alevosía, la envidia, el hablar mal de una persona, el calumniar a otros, las acusaciones… todo eso contraría al Espíritu Santo. Por supuesto, eso también es así en cuanto a la convivencia en la comunión de la iglesia. En el Nuevo Testamento, en Romanos 12:18, dice así: “Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres”.

Y, finalmente, llegamos a la novena regla de vida espiritual, que es: Perspectiva espiritual. Así leemos en Proverbios 3:31: “No envidies al hombre injusto, ni escojas ninguno de sus caminos”. Los cristianos miran el éxito de aquellos que lo han adquirido en forma ilegítima, o con medios no del todo limpios, y los admiran. Admiran su éxito, su influencia y su apreciación. Uno mira a ciertos personajes dudosos, en las escenas de las películas y en la música, y desearía tener un poco de su “suerte”. En el mundo del cine y de la televisión se admira a los héroes que cometen adulterio, que cambian constantemente de pareja, que son violentos, que engañan a otros y que hablan cosas indecentes.

William MacDonald escribe: “Nos hemos convertido en víctimas entusiastas de un programa televisivo demente… Con la mejor voluntad, hemos dejado que nos ‘presionen dentro de la forma, o el molde, de este mundo’, adoptando así su manera de vivir, sus métodos de entretenimiento y sus ideas.” Nosotros no deberíamos admirar el bienestar de aquellos que no buscan una relación con el Señor Jesucristo: “Porque Jehová abomina al perverso” (como dice el v. 32); y como leemos en 1 Co. 15:33: “Las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres”.

Sin embargo, acerca del fruto del Espíritu Santo, que se muestra en nueve atributos, se dice en Gálatas 5:22 al 26: “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley. Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos. Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu. No nos hagamos vanagloriosos, irritándonos unos a otros, envidiándonos unos a otros”.

Puede que algunos se pregunten cómo hacer para poner eso en práctica en la vida diaria. Spurgeon nos da una buena pista para esto: “Si un trozo de hierro pudiera hablar, ¿qué diría? Diría: ‘Yo soy negro, estoy frío, soy duro.’ Totalmente cierto. Pero, si pones ese trozo de hierro en el fuego, y esperas un poco hasta que el fuego haya demostrado su poder, ¿qué diría entonces? Lo negro se ha ido, el frío no está más, ni tampoco la dureza. Ha habido una transformación. Pero, si el trozo de hierro pudiera hablar, seguramente no se gloriaría de sí mismo, porque el fuego y el hierro son dos cosas muy diferentes. Si pudiera gloriarse, lo haría del fuego, que lo ha transformado en una masa muy diferente. – Del mismo modo, yo en mí mismo soy negro, y frío, y duro; pero cuando el Señor toma posesión de mi alma, cuando su Espíritu traspasa mi manera de ser y soy llenado con su amor, entonces desaparece lo negro, el frío, y la dureza; y, de esa manera, el honor no es para mí, sino para el Señor, quien hace la obra.”

¡Quien se entrega sin reservas al Señor, experimentará una total transformación!

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