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Autor: Herman Hartwich

Nuestras acciones son muestra de las decisiones que hemos tomado, aunque a veces la hipocresía genera una falta de acuerdo entre ambas. La iglesia de Tesalónica es un buen ejemplo de cómo actuar en consecuencia de la decisión de seguir a Jesucristo.


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PE1862 – Estudio Bíblico  –  Momentos de Decisión



 ¿Qué tal, mis queridos amigos? Les saludo en el nombre de Jesucristo, deseando que este momento que estemos juntos pueda ser momento de decisión, de tomar una buena decisión en la vida y que se muestre en la acción, en un cambio de actitud.

¿Has pensado que las acciones son resultado de decisiones? Por las acciones nosotros mostramos lo que hemos decidido; las acciones revelan por lo general el estado interior, así como las relaciones revelan lo que somos. Por ejemplo, cuando decimos “dime con quién andas y te diré quién eres”, también “dime lo que lees o lo que miras y te diré quién eres”. Aunque no podemos negar que también hay muchas contradicciones en nuestras vidas: decimos una cosa y hacemos otra, gran pecado del que nos llama la atención toda la palabra de Dios, especialmente Jesucristo. Porque él se refirió a esta actitud como hipocresía en todas la áreas de la vida, y creo que todos nosotros seríamos catalogados en menor o mayor grado de hipócritas por nuestros Señor Jesucristo.
Pero la palabra de Dios nos habla y quizá hoy el Señor nos va a confrontar, te va confrontar con esa necesidad profunda que quizá tú tienes, con ese estado de hipocresía. ¡Y no quiero ofender! De ninguna manera. Es simplemente que nosotros reaccionemos porque yo he sido y sigo siendo confrontado por la palabra de Jesucristo, y debo atenerme a las consecuencias y debo tomar decisiones a diario. Juan en su primera epístola presenta sus famosos “si decimos tal y cual cosa, y hacemos tal y cual otra…”, como por ejemplo “el que dice que ‘yo amo a Dios’ y aborrece a su hermano, es mentiroso”, y así siguen los ejemplos. Y hay muchas cosas en nuestra vida que suelen ser así: decimos una cosa y hacemos otra, que revela que somos mentirosos o hipócritas o falsos. Ahora bien, siempre es llamativo cuando hay una contradicción entre el ser y el hacer, y el apóstol Santiago, por ejemplo, habla muy duro acerca de esto. En el capítulo 1 él dice que tenemos que ser “hacedores de la Palabra y no tan solamente oidores”; esto es muy importante. En el capítulo 3 nos habla acerca de que si nosotros decimos ser creyentes o cristianos, que lo mostremos por la buena conducta, o sea que demostremos con el fruto bueno un buen resultado, que se muestre a través de los dones del Espíritu Santo, del fruto del Espíritu Santo, como decía el apóstol Pablo que “el fruto del espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza”.

Pero más maravilloso es cuando se es consecuente entre lo que decimos y hacemos. Es muy interesante que la iglesia de Tesalónica sea prácticamente la única iglesia que no recibió una reprensión por parte del apóstol Pablo, a excepción de cuando se refiere a aquellas personas que no eran muy adictas al trabajo; o sea, eran los holgazanes, los haraganes. Y esto no es pequeño, porque eran los ociosos que van de casa en casa, entrometiéndose en lo que no deben, comiendo “de arriba”. A los tales se les dice: “miren chiquilines (o hermanos), el que no trabaja tampoco coma”. Esta iglesia tuvo un buen comienzo, diría yo, al tomar sus creyentes decisiones y confirmarlas con sus acciones. Yo les invito a leer en la primera epístola de Pablo a los Tesalonicenses, capítulo 1, versículos del 2 al 10. Voy a leer rápidamente; si usted tiene una Biblia puede seguir esta lectura. Y dice así: “Damos siempre gracias a Dios por todos vosotros, haciendo memoria de vosotros en nuestras oraciones, acordándonos sin cesar delante del Dios y Padre nuestro de la obra de vuestra fe, del trabajo de vuestro amor, y de vuestra constancia en la esperanza en nuestro Señor Jesucristo. Porque conocemos, hermanos amados de Dios, vuestra elección, pues nuestro Evangelio no llegó a vosotros en palabras solamente sino también en poder, en el Espíritu Santo y en plena certidumbre, como bien sabéis cuáles fuimos entre vosotros por amor de vosotros.

Y vosotros vinisteis a ser imitadores de nosotros y del Señor, recibiendo la palabra en medio gran tribulación con gozo del Espíritu Santo, de tal manera que habéis sido ejemplo a todos los de Macedonia y de Acaya que han creído. Porque partiendo de vosotros ha sido divulgada la palabra del Señor. No solo en Macedonia y Acaya sino que en todo lugar vuestra fe en Dios se ha extendido de modo que nosotros no tenemos necesidad de hablar nada, porque ellos mismos cuentan de nosotros la manera en que nos recibisteis y cómo os convertisteis de los ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero, y esperar de los cielos a su Hijo, al cual resucitó de los muertos; a Jesús, quien nos libra de la ira venidera”. Mis queridos amigos: hasta aquí la lectura, y es muy rica realmente.

Lo que yo quiero destacar aquí es que en el versículo 4 el apóstol dice: “Hermanos amados de Dios: conocemos vuestra elección”. O sea, el haber recibido el Evangelio fue elección de ellos; nadie los obligó, ni decidieron para quedar bien con alguien. Fue decisión en medio de gran tribulación porque en el versículo 6 dice que ellos recibieron la palabra “en medio de gran tribulación”, y aun en medio de gran tribulación, con gozo del Espíritu Santo. Esto es fuerte, ¿no es cierto? Esto lleva a que tuvieran un firme y gran testimonio, y se ganaran el honor de que Pablo dijera (en el capítulo 2, verso 20) “vosotros sois nuestra gloria y gozo”. Mis queridos amigos, ellos decidieron. Vamos a ver qué fue lo que decidieron, cuál fue la elección de ellos: decidieron confiar en Dios Padre y en el Señor Jesucristo como Señor Supremo y Salvador.

Ahora, ¿cómo lo demostraron? ¿Cómo se demuestra que se decide confiar en Dios Padre y en el Señor Jesucristo? ¡Lo demostraron dejando sus ídolos vanos! Mucha gente dice creer en Jesucristo pero no abandona la idolatría en sus múltiples facetas; mucha gente recibe a Jesucristo como uno más de la colección, ¿me entiende? La mayoría de la gente no rechaza a Jesucristo, dicen creer en Jesucristo, dicen amar a Jesucristo. Pero ¿realmente ocupa ese Jesucristo el primer lugar (como debe ser) y el único en la vida, porque él es el único, no hay otro mediador entre Dios y los hombres? No me traiga a Jesús junto con otros ídolos, con otros salvadores. Mis queridos amigos, en la India (me han dicho) que Jesús es recibido como un dios más de la multitud de dioses que ellos tienen; pero en nuestra cultura occidental muchas personas reciben a Jesucristo pero no dejan sus prácticas religiosas, sus creencias, sus supersticiones, sus amuletos. Ellos decidieron confiar en Jesucristo y lo demostraron abandonando a todos los ídolos; o sea, dejaron a Jesucristo solo en su vida.

Además, decidieron trabajar por amor. ¿Cómo? Porque dice que ellos decidieron “servir al Dios vivo y verdadero”; y esto es una revelación maravillosa. ¿Saben por qué? Porque demasiados sirven a su propia persona, a su propio vientre, a sus propios intereses. Y miren, quiero leerles en la epístola de Pablo a los Filipenses, capítulo 1, versículo 15 y 16; mire lo que dice, es muy interesante: el apóstol Pablo dice “algunos a la verdad predican a Cristo por envidia y contienda, pero otros de buena voluntad. Los unos anuncian a Cristo por contención, no sinceramente, pensando añadir aflicción a mis prisiones”. Hay mucha gente que tiene distintos intereses al servir al Señor. Pero Pablo dice de los Tesalonicenses que ellos “decidieron (y así lo hacían) servir al Dios vivo y verdadero”; y esto significa que todo nuestro servicio, desde las intenciones, las afirmaciones y las acciones están sometidas al conocimiento, al oído, a la vista de Dios, y nada se escapará. Porque todo será sometido a su juicio, y él dará la recompensa a cada uno según lo que ha hecho.

En tercer lugar, decidieron ser constantes en la esperanza. Dos palabras maravillosas: “constancia” dice el diccionario que es “firmeza del ánimo en las resoluciones y en los propósitos”; y “esperanza” dice “estado del ánimo en el cual se nos presenta como probable que se realice la cosa deseada” o también dice “virtud teologal por la que esperamos de Dios confirme su gracia en este mundo y la gloria eterna en el otro”. ¿Cómo demostraron los tesalonicenses esa constancia en la esperanza? ¡En la espera! Esa espera que lleva a vivir al día, pues cada día puede ser el último, mis queridos amigos. ¡Hoy puede ser tu último día, tu última oportunidad para amar a Dios, para recibir a Jesucristo como Señor y Salvador de tu vida, para servirle, para obrar conforme a la voluntad de Dios! Puede ser el último día para alguien que está en peligro de muerte, de perdición. ¿Estás decidido, mi querido amigo, a confiar en el Señor Jesucristo, a servirle y esperar día tras día, vivir el momento a momento en la relación con el Señor? Demuéstralo; toma hoy esta decisión, y espero que nos lo comuniques y te goces con nosotros en la fidelidad al Señor.

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