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Titulo: Mirarhacia el futuro es mirar el presente (parte 3).

Autor: Marcel Malgo
  Nº: PE862
Locutor: Gerardo Rodríguez

Si quieres ver el futuro con claridad,concéntrate en el presente. Si realmente quieres seguridad para el futuro, si quieres tener claridad en cuanto a la vida eterna, entonces enfoca fijamente tu mirada sobre tu vida actual y llévala de tal manera que a Dios le agrade.


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Mirar hacia el futuro es mirar el presente (parte 3).

La vida eterna.

En la Biblia leemos de una oportunidad donde vino un hombre joven a Jesús y le preguntó: “Maestro bueno, ¿qué bien haré para tener la vida eterna?'' (Mateo 19:16). El Señor le contestó: “… si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos'' (Mateo 19:17). A este joven hombre que le preguntaba acerca del futuro celestial, Jesús le indicó el presente, aconsejándole: “guarda los mandamientos''. En otras palabras: Si quieres ver el futuro con claridad, concéntrate en el presente. O: Si realmente quieres seguridad para el futuro, si quieres tener claridad en cuanto a la vida eterna, entonces enfoca fijamente tu mirada sobre tu vida actual y llévala de tal manera que a Dios le agrade.

Pero aún existe otra cosa, totalmente referida al presente, que nos permite ver la vida eterna a través de una maravillosa luz. En Juan 17:3 oímos como el Señor Jesús le dice a su Padre celestial: “Y ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado.'' Aquí el Señor habla de todos los hijos de Dios, que por la misericordia del Padre, pudieron conocer al Hijo. Tres versículos más adelante, Jesús dice: “He manifestado tu nombre a los hombres que del mundo me diste; tuyos eran, y me los diste'' (versículo 6).

Con las palabras: “Y ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado'', Jesús dice que cada hijo de Dios entra en contacto con la gloria de la vida eterna, nuestro maravilloso futuro, cuando conozcamos a Dios el Padre y a Jesucristo. Se trata de conocer cada vez mejor al Señor, como se hace con un buen amigo.

En Mateo 7:22-23, el Señor habla de algo muy distinto: “Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad.'' Estas personas, sin lugar a dudas, vieron algo grande en Jesús, reconocieron su divinidad, sintieron y experimentaron su poder. Pero, nunca lo conocieron personalmente y, por eso, él tampoco los conocía a ellos.

Si usted quiere ver al Señor algún día, tal como realmente es, es necesario que lo conozca. Eso requiere que Su imagen ya le sea conocida aquí en el presente, que en su vida terrenal Jesucristo le sea cada vez más familiar. Aquí, también, resalta la íntima relación entre la vida futura y la presente.

Certidumbre de fe en el Antiguo Testamento

Job y David tuvieron la certeza de que en algún momento conocerían a Dios, el Señor, en el cielo. Una conocida declaración de Job expresa: “Yo sé que mi Redentor vive, y al fin se levantará sobre el polvo; y después de deshecha esta mi piel, en mi carne he de ver a Dios; al cual veré por mí mismo, y mis ojos lo verán, y no otro, aunque mi corazón desfallece dentro de mí '' (Job 19:25-27).

En el Salmo 17:15 oímos la oración de David: “En cuanto a mí, veré tu rostro en justicia; estaré satisfecho cuando despierte a tu semejanza.'' ¿David habla aquí sólo acerca del cotidiano despertar por las mañanas? No, aquí se refiere también al despertar en la eternidad. Eso se reconoce claramente si se lee todo el contexto. O sea, que también David dio testimonio: ¡Yo conoceré a mi Dios!

¿Por qué tanto Job como David tuvieron esta certeza? Porque ya aquí sobre la tierra procuraron conocer al Señor de todo corazón. Acerca de Job leemos: “Hubo en tierra de Uz un varón llamado Job; y era este hombre perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal. '' (Job 1:1). Y sobre David está escrito: “He hallado a David hijo de Isaí, varón conforme a mi corazón, quien hará todo lo que yo quiero'' (Hechos 13:22). Estos dos hombres procuraron en vida, o sea en el presente, el que alguna vez estuvieran en condiciones de conocer a Dios el Señor en el futuro, en la vida eterna.

Según cómo hallamos procurado conocer a Jesús aquí, en el presente, en el día a día, también lo conoceremos y reconoceremos allí en la gloria. A mi entender, podemos en este momento citar las tan polémicas, discutidas, incomprendidas y difíciles palabras de Hebreos 12:14: “Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor.'' Naturalmente, todos cuantos creen en el Señor Jesús le verán algún día. ¿Pero le veremos y le reconoceremos en la llenura de su gloria y en la perfección de su divinidad?

“Sin santidad nadie verá al Señor'' significa: Aquella persona que aquí en la tierra considera escasamente al Señor en su Palabra y, por tanto, no ha llegado a conocerlo realmente, en el futuro tendrá que cosechar los frutos de esta actitud. También aquí vale aquello que dice en 2 Corintios 9:6: “El que siembra escasamente, también segará escasamente''. Pero, aquella persona que durante su pasaje por este mundo ha meditado mucho sobre la imagen del Señor en la Biblia, podrá juntamente con David expresar a gran voz: “En cuanto a mí, veré tu rostro en justicia; estaré satisfecho cuando despierte a tu semejanza.''

Lo que vale hoy y ahora es perseguir la paz con todos y la santidad. Sólo así se hallará la correcta mirada para el presente, a partir del cual se podrá mirar con gozo hacia el futuro.

Tal como somos aquí, seremos allí

Es de suma prioridad que nos cuestionemos: ¿Cómo se ve mi vida en este momento? ¿Qué es lo que más conmueve mi corazón hoy y ahora? No nos dejemos engañar: Existe una conexión inseparable entre nuestra vida presente y la futura vida eternal.

El Señor Jesucristo le dijo a sus discípulos: “… todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo'' (Mateo 18:18). Sea como sea que se quieran interpretar estas palabras, hay algo que es evidente: Entre esta vida y la futura existe una relación directa. Esto significa: El grado de santidad en el más allá depende del grado de mi santidad presente. Pensemos en lo que Pablo escribió en 2 Corintios 5:10: “Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo.'' Estas palabras son dirigidas a personas creyentes, puesto que dice “todos nosotros'' y, es evidente, que Pablo era, sin lugar a dudas, un cristiano. O meditemos en las palabras de 1 Corintios 3:11-15, donde se habla de nuestra vida después de la conversión: “Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo. Y si sobre este fundamento alguno edificare oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, hojarasca, la obra de cada uno se hará manifiesta; porque el día la declarará, pues por el fuego será revelada; y la obra de cada uno cuál sea, el fuego la probará. Si permaneciere la obra de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa. Si la obra de alguno se quemare, él sufrirá pérdida, si bien él mismo será salvo, aunque así como por fuego.'' Categóricamente está diciendo: La santidad de nuestra vida eterna con Dios será medida por cómo hemos vivido en esta tierra con Cristo.

Por eso, es de suma importancia que comprendamos esto: ¡Mirar hacia el futuro es mirar el presente! ¡Qué esta mirada nos llene más y más, pasando por alto carne y sangre para que aquí, en el presente, podamos reconocer y hacer la voluntad de Dios.

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